España cumple y pasa página en baloncesto masculino
Londres, As
No fue, y soy generoso, un partido de exagerada competitividad. Fue de una corrección excesiva, casi empalagosa, hasta que Sergio Rodríguez y una defensa mínimamente intensa dieron a España las alas definitivas en el último cuarto, entre mates y estertores bajo los aros de ese Ibaka que tanto aporta (17 puntos, 5 rebotes, 3 tapones) más allá de algún fallo grosero y de sus intentos excéntricos en su obsesión por bloquear cada tiro del rival. España ventiló a China en un partido en el que pisó el acelerador lo justo y en el que el equipo asiático se sintió feliz como imposible alternativa primero y como servil derrotado después.
Fue uno de esos partidos que agigantan a un jugador como Yi Jianlian, 212 centímetros y número 6 draft para un extraño talento de cristal helado que lleva dentro una gran estrella que quizá nunca explote. Pero en un duelo de bandera blanca defensiva y ballet en las zonas, el ala-pívot chino se permitió 30 puntos y 12 rebotes presumiendo de repertorio: mates, tiros de larga distancia, fintas de seda. Es un muy buen jugador pero no es un guerrero del mismo modo que China es un equipo digno pero no es un equipo al que excite el combate. Movió bien la pelota, tuvo fases de acierto porque tiene buenos tiradores y mostró la defensa de papel que la suele acompañar en estas grandes citas. Estorbó a España más por deficiencia de los de Scariolo y salió, con sus defensas zonales demasiado agujereadas, más o menos de pie de un partido en el que pareció jugarse muy poco. Y seguramente ese era el caso.
A pesar de todo eso, de que tiró muchos menos tiros libres (disimuló el dato en los minutos de la basura) y del 11/19 de España en triples, China llegó al último cuarto con un rescoldo de vida que pronto se apagó: 69-62 antes de la demolición final de España, con la intensidad justa para cumplir el expediente y con Sergio en ritmo pese a no haber jugado durante los primeros 30 minutos. Buena noticia, como los minutos de Marc, aún renqueante, o sobre todo los 14 puntos en 18 minutos de Navarro, al que tanto necesitamos. Todo eso, la intensidad de Ibaka, el acierto anotador de Calderón en el primer tiempo (12 puntos a triple limpio) y la habitual jerarquía de Pau Gasol fueron las buenas enseñanzas de un partido que será muy fácil olvidar. Lo de Pau ni es nuevo ni es noticia: 21 puntos, 11 rebotes, 4 asistencias sin apenas romper a sudar y sin poner demasiado esfuerzo ni en defensa ni para trabajarse los puntos. No hacía falta.
China resultó vagamente molesta durante tres cuartos ante una España que funcionó a ráfagas en ataque y que defendió con la mirada las continuaciones de los bloqueos o las puertas atrás de China. A base de triples y tiros libres mandó sobre un rival que hizo la goma cuando sus estrellas se fueron al banquillo, cargadas de faltas. Eso y un mal partido de Sun Yue borraron cualquier amenaza de sorpresa: España no rompió el marcador hasta el último cuarto pero nunca sintió que la derrota fuera una amenaza real. Ni cuando se olvidó de defender, de jugar en transición o de buscar buenos tiros. Los motivos para fruncir el ceño no los aportó ni China ni el marcador sino el hombro de Marc o la falta de confianza de Rudy, notoria, o Llull, alarmante. España ganó, avanza y sigue adelante. Su objetivo está demasiado lejos como para sacar demasiadas conclusiones ni prestar demasiada atención a lo que apenas pasó de plácido estreno. Australia será más dura, más guerrera, más difícil. Será el próximo martes.
No fue, y soy generoso, un partido de exagerada competitividad. Fue de una corrección excesiva, casi empalagosa, hasta que Sergio Rodríguez y una defensa mínimamente intensa dieron a España las alas definitivas en el último cuarto, entre mates y estertores bajo los aros de ese Ibaka que tanto aporta (17 puntos, 5 rebotes, 3 tapones) más allá de algún fallo grosero y de sus intentos excéntricos en su obsesión por bloquear cada tiro del rival. España ventiló a China en un partido en el que pisó el acelerador lo justo y en el que el equipo asiático se sintió feliz como imposible alternativa primero y como servil derrotado después.
Fue uno de esos partidos que agigantan a un jugador como Yi Jianlian, 212 centímetros y número 6 draft para un extraño talento de cristal helado que lleva dentro una gran estrella que quizá nunca explote. Pero en un duelo de bandera blanca defensiva y ballet en las zonas, el ala-pívot chino se permitió 30 puntos y 12 rebotes presumiendo de repertorio: mates, tiros de larga distancia, fintas de seda. Es un muy buen jugador pero no es un guerrero del mismo modo que China es un equipo digno pero no es un equipo al que excite el combate. Movió bien la pelota, tuvo fases de acierto porque tiene buenos tiradores y mostró la defensa de papel que la suele acompañar en estas grandes citas. Estorbó a España más por deficiencia de los de Scariolo y salió, con sus defensas zonales demasiado agujereadas, más o menos de pie de un partido en el que pareció jugarse muy poco. Y seguramente ese era el caso.
A pesar de todo eso, de que tiró muchos menos tiros libres (disimuló el dato en los minutos de la basura) y del 11/19 de España en triples, China llegó al último cuarto con un rescoldo de vida que pronto se apagó: 69-62 antes de la demolición final de España, con la intensidad justa para cumplir el expediente y con Sergio en ritmo pese a no haber jugado durante los primeros 30 minutos. Buena noticia, como los minutos de Marc, aún renqueante, o sobre todo los 14 puntos en 18 minutos de Navarro, al que tanto necesitamos. Todo eso, la intensidad de Ibaka, el acierto anotador de Calderón en el primer tiempo (12 puntos a triple limpio) y la habitual jerarquía de Pau Gasol fueron las buenas enseñanzas de un partido que será muy fácil olvidar. Lo de Pau ni es nuevo ni es noticia: 21 puntos, 11 rebotes, 4 asistencias sin apenas romper a sudar y sin poner demasiado esfuerzo ni en defensa ni para trabajarse los puntos. No hacía falta.
China resultó vagamente molesta durante tres cuartos ante una España que funcionó a ráfagas en ataque y que defendió con la mirada las continuaciones de los bloqueos o las puertas atrás de China. A base de triples y tiros libres mandó sobre un rival que hizo la goma cuando sus estrellas se fueron al banquillo, cargadas de faltas. Eso y un mal partido de Sun Yue borraron cualquier amenaza de sorpresa: España no rompió el marcador hasta el último cuarto pero nunca sintió que la derrota fuera una amenaza real. Ni cuando se olvidó de defender, de jugar en transición o de buscar buenos tiros. Los motivos para fruncir el ceño no los aportó ni China ni el marcador sino el hombro de Marc o la falta de confianza de Rudy, notoria, o Llull, alarmante. España ganó, avanza y sigue adelante. Su objetivo está demasiado lejos como para sacar demasiadas conclusiones ni prestar demasiada atención a lo que apenas pasó de plácido estreno. Australia será más dura, más guerrera, más difícil. Será el próximo martes.