El régimen se desvanece en Siria aunque se incrementan los combates en Damasco
Los puestos fronterizos con Irak y Turquía caen en manos de los rebeldes armados
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
A medida que crece el estruendo de la guerra, el poder se desvanece en Siria. El poder, la autoridad, ha sido desde hace 42 años la familia El Asad y, desde hace 12, Bachar el Asad y su círculo íntimo de correligionarios alauíes secundados por la burguesía suní que a su amparo ha hecho pingues negocios.
El fragor de los combates se amplifica cada día en Damasco. Empezó el domingo en los populosos barrios del sur de la capital y hoy jueves llegó hasta las inmediaciones del Consejo de Ministros y de la sede central de la policía, en pleno centro de una ciudad fantasma si no fuera por los vehículos militares.
En los momentos en que sus fieles más le pueden necesitar porque su moral está por los suelos, Bachar el Asad, de 46 años, está prácticamente desaparecido. La diferencia de actitud con los últimos días del líder libio Moamar el Gadafi es apabullante. Sus enemigos, la oposición siria, aseguran incluso que ha huido de Damasco para refugiarse en la ciudad costera de Latakia, cuna de los alauíes, la rama esotérica del islam chií.
“¡Latakia será el Sirte de Bachar!”, repiten los opositores sirios en las redes sociales recordando que, tras perder Trípoli, Gadafi se escondió durante un tiempo en Sirte, su ciudad natal. Le mataron en octubre de 2011. El régimen sirio “vive sus últimos días”, declaró en Roma Abdel Basset Sayda, presidente del Consejo Nacional Sirio, que reagrupa al grueso de la oposición. El domingo viajará a Madrid.
Uno tras otro, destacados exiliados sirios, como Ammar Kurabi, que dirige la Organización Siria de Derechos Humanos, con sede en Londres, o Muhyi Al-Din Al Ladkani, que encabeza la rama británica de la Declaración de Damasco, un grupo opositor, reiteran ante las televisiones árabes vía satélite que El Asad se trasladó al palacio presidencial de Latakia. Una fuente diplomática occidental, citada por la agencia de prensa Reuters, también lo asegura.
El Asad se habría escapado a Latakia poco después del atentado que, el miércoles por la mañana, costó la vida, entre otros, a su cuñado, el viceministro de Defensa Asef Shawkat, y al titular de de esa cartera, Daud Rajha, y dejó malherido al ministro de Interior y al director de la Seguridad Nacional.
Para intentar desmentir la estampida presidencial la televisión siria y la agencia de prensa oficial SANA mostraron hoy imágenes de la toma de posesión del nuevo ministro de Defensa, Fahd al Freij, ante El Asad, pero sin precisar dónde y cuándo habían sido rodadas. La prueba de fuego de su presencia en Damasco será su asistencia, o no, mañana viernes en Damasco al funeral por las víctimas de la voladura de la sede de la Seguridad Nacional.
Las Fuerzas Armadas sirias
Ejército de Tierra: casi 5.000 tanques de origen ruso, unos 4.000 vehículos blindados, casi 3.000 piezas de artillería, 2.600 misiles antitanque y más de 4.000 sistemas de defensa antiaérea (cañones y misiles tierra-aire), según Military Balance.
Armada: tiene más de 40 naves de diverso tamaño, casi todas de origen ruso: 2 corbetas, 22 lanchas lanzamisiles, 8 patrulleras, 7 dragaminas y 4 buques anfibios. La flota se concentra en las bases de Latakia, Tartus y Minet el Beida.
Fuerza Aérea: suma más de 550 aviones: 158 cazas de origen ruso (principalmente MiG-23), 309 aviones de ataque (MiG-21 y cazabombarderos Su-22), 48 aviones de vigilancia, 22 de transporte y 111 de entrenamiento. También disponen de unos 36 helicópteros de ataque de fabricación rusa (Mi-25).
Asad no se ha prodigado en público desde que hace más de 16 meses estalló la rebelión. Pronunció en total seis discursos, concedió media decenas de entrevistas y se encargó de que difundieran imágenes con su mujer, Asma, envolviendo, por ejemplo, paquetes de ayuda humanitaria. A su hermano pequeño, Maher, que es prácticamente el número dos del régimen tampoco se le ha visto.
Educada en Londres, donde empezó a trabajar, Asma debe de estar deseosa de abandonar Damasco si aun sigue allí. Ya lo intentó, en enero pasado, con sus dos hijos, pero en el camino hacia el aeropuerto, donde pretendía embarcar rumbo a Londres, fue interceptada, en circunstancias no aclaradas, y se vio obligada a regresar al palacio presidencial.
El poder se esfuma en Siria no solo en las alturas del palacio presidencial, que domina Damasco, sino en la calle. Numerosos edificios oficiales están vacíos o han caído en manos de los rebeldes armados como, por ejemplo, la comisaría de Al Tadamon, en Damasco.
Jamal, un ingeniero que huyó el miércoles con su familia del castigado barrio de Al Midan al suburbio de Rukn al Deen, contó a través de Skype: “A lo largo de varios kilómetros no vi a ningún policía, ninguna autoridad”, prosigue. “Es como si el Estado se hubiese volatilizado, pero no siempre es sustituido por el ESL”, el Ejército Sirio Libre que lucha contra el régimen.
Jamal se refugió en la periferia de la capital, pero, tras el atentado del miércoles, unos 20.000 sirios, en su mayoría vecinos de Damasco, optaron por largarse a Líbano temerosos de la venganza del clan de los Asad. El ministro libanés de Asuntos Sociales, Wael Abu Faour, anunció que se van a habilitar escuelas y centros deportivos para acogerles.
Aunque se evapore, el régimen sigue golpeando y lo hace con más contundencia desde el atentado del miércoles. Colocó cañones en el monte Qasioun desde donde machacan sobre todo las barriadas del sur. Pese a los cortes que sufrió ayer la conexión a Internet en Siria, empezaron a llegar de Damasco imágenes de civiles muertos y heridos y de entierros colectivos como las que la resistencia enviaba desde Homs o Hama.
Ignacio Cembrero
Madrid, El País
A medida que crece el estruendo de la guerra, el poder se desvanece en Siria. El poder, la autoridad, ha sido desde hace 42 años la familia El Asad y, desde hace 12, Bachar el Asad y su círculo íntimo de correligionarios alauíes secundados por la burguesía suní que a su amparo ha hecho pingues negocios.
El fragor de los combates se amplifica cada día en Damasco. Empezó el domingo en los populosos barrios del sur de la capital y hoy jueves llegó hasta las inmediaciones del Consejo de Ministros y de la sede central de la policía, en pleno centro de una ciudad fantasma si no fuera por los vehículos militares.
En los momentos en que sus fieles más le pueden necesitar porque su moral está por los suelos, Bachar el Asad, de 46 años, está prácticamente desaparecido. La diferencia de actitud con los últimos días del líder libio Moamar el Gadafi es apabullante. Sus enemigos, la oposición siria, aseguran incluso que ha huido de Damasco para refugiarse en la ciudad costera de Latakia, cuna de los alauíes, la rama esotérica del islam chií.
“¡Latakia será el Sirte de Bachar!”, repiten los opositores sirios en las redes sociales recordando que, tras perder Trípoli, Gadafi se escondió durante un tiempo en Sirte, su ciudad natal. Le mataron en octubre de 2011. El régimen sirio “vive sus últimos días”, declaró en Roma Abdel Basset Sayda, presidente del Consejo Nacional Sirio, que reagrupa al grueso de la oposición. El domingo viajará a Madrid.
Uno tras otro, destacados exiliados sirios, como Ammar Kurabi, que dirige la Organización Siria de Derechos Humanos, con sede en Londres, o Muhyi Al-Din Al Ladkani, que encabeza la rama británica de la Declaración de Damasco, un grupo opositor, reiteran ante las televisiones árabes vía satélite que El Asad se trasladó al palacio presidencial de Latakia. Una fuente diplomática occidental, citada por la agencia de prensa Reuters, también lo asegura.
El Asad se habría escapado a Latakia poco después del atentado que, el miércoles por la mañana, costó la vida, entre otros, a su cuñado, el viceministro de Defensa Asef Shawkat, y al titular de de esa cartera, Daud Rajha, y dejó malherido al ministro de Interior y al director de la Seguridad Nacional.
Para intentar desmentir la estampida presidencial la televisión siria y la agencia de prensa oficial SANA mostraron hoy imágenes de la toma de posesión del nuevo ministro de Defensa, Fahd al Freij, ante El Asad, pero sin precisar dónde y cuándo habían sido rodadas. La prueba de fuego de su presencia en Damasco será su asistencia, o no, mañana viernes en Damasco al funeral por las víctimas de la voladura de la sede de la Seguridad Nacional.
Las Fuerzas Armadas sirias
Ejército de Tierra: casi 5.000 tanques de origen ruso, unos 4.000 vehículos blindados, casi 3.000 piezas de artillería, 2.600 misiles antitanque y más de 4.000 sistemas de defensa antiaérea (cañones y misiles tierra-aire), según Military Balance.
Armada: tiene más de 40 naves de diverso tamaño, casi todas de origen ruso: 2 corbetas, 22 lanchas lanzamisiles, 8 patrulleras, 7 dragaminas y 4 buques anfibios. La flota se concentra en las bases de Latakia, Tartus y Minet el Beida.
Fuerza Aérea: suma más de 550 aviones: 158 cazas de origen ruso (principalmente MiG-23), 309 aviones de ataque (MiG-21 y cazabombarderos Su-22), 48 aviones de vigilancia, 22 de transporte y 111 de entrenamiento. También disponen de unos 36 helicópteros de ataque de fabricación rusa (Mi-25).
Asad no se ha prodigado en público desde que hace más de 16 meses estalló la rebelión. Pronunció en total seis discursos, concedió media decenas de entrevistas y se encargó de que difundieran imágenes con su mujer, Asma, envolviendo, por ejemplo, paquetes de ayuda humanitaria. A su hermano pequeño, Maher, que es prácticamente el número dos del régimen tampoco se le ha visto.
Educada en Londres, donde empezó a trabajar, Asma debe de estar deseosa de abandonar Damasco si aun sigue allí. Ya lo intentó, en enero pasado, con sus dos hijos, pero en el camino hacia el aeropuerto, donde pretendía embarcar rumbo a Londres, fue interceptada, en circunstancias no aclaradas, y se vio obligada a regresar al palacio presidencial.
El poder se esfuma en Siria no solo en las alturas del palacio presidencial, que domina Damasco, sino en la calle. Numerosos edificios oficiales están vacíos o han caído en manos de los rebeldes armados como, por ejemplo, la comisaría de Al Tadamon, en Damasco.
Jamal, un ingeniero que huyó el miércoles con su familia del castigado barrio de Al Midan al suburbio de Rukn al Deen, contó a través de Skype: “A lo largo de varios kilómetros no vi a ningún policía, ninguna autoridad”, prosigue. “Es como si el Estado se hubiese volatilizado, pero no siempre es sustituido por el ESL”, el Ejército Sirio Libre que lucha contra el régimen.
Jamal se refugió en la periferia de la capital, pero, tras el atentado del miércoles, unos 20.000 sirios, en su mayoría vecinos de Damasco, optaron por largarse a Líbano temerosos de la venganza del clan de los Asad. El ministro libanés de Asuntos Sociales, Wael Abu Faour, anunció que se van a habilitar escuelas y centros deportivos para acogerles.
Aunque se evapore, el régimen sigue golpeando y lo hace con más contundencia desde el atentado del miércoles. Colocó cañones en el monte Qasioun desde donde machacan sobre todo las barriadas del sur. Pese a los cortes que sufrió ayer la conexión a Internet en Siria, empezaron a llegar de Damasco imágenes de civiles muertos y heridos y de entierros colectivos como las que la resistencia enviaba desde Homs o Hama.