El PRI vuelve a la presidencia de México con un poder limitado
Enrique Peña Nieto: "Somos una nueva generación. No hay regreso al pasado”
Luis Prados
México, El País
"Somos una nueva generación. No hay regreso al pasado”, proclamó el virtual presidente de México, Enrique Peña Nieto, de 45 años, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) nada más conocerse los primeros resultados preliminares oficiales de las elecciones celebradas el domingo. La frase puede ser una convicción personal, pero sobre todo es una realidad. El partido que dominó la vida de México durante 71 años y recupera la máxima magistratura del país después de 12 años verá limitado su poder y cualquier intento de “restauración autoritaria”, como temen sus adversarios políticos, por el avance de la izquierda a nivel territorial -arrasó en el Distrito Federal, ganó en el Estado de Morelos y arrebató Tabasco al PRI- y en el Congreso, donde se perfila como segunda fuerza en la Cámara de Diputados.
Con el 94% del voto escrutado al mediodía de este lunes (siete horas menos que en la España peninsular), el PRI obtuvo el 37,9% de los sufragios frente al 31,7% logrado por el líder de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador y el 25,4% de Josefina Vázquez Mota, la candidata de Acción Nacional (PAN), el partido del presidente saliente Felipe Calderón. También amplió su poder en los Estados, al alzarse con la victoria en Jalisco -donde el PAN gobernaba desde hace 18 años- y Chiapas, pasando a controlar 22 Estados de los 32 que integran la república federal mexicana. Sin embargo, la ventaja del PRI tanto en las presidenciales como en el Congreso es mucho menor de lo que esperaba la dirección del partido.
“No se ha producido el escenario de carro completo”, frase con la que los viejos priistas llamaban las abrumadoras mayorías que obtenían en el viejo régimen, afirma José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral (IFE). “Los resultados dan una imagen de equilibrio de poderes y alejan el fantasma de una restauración priista. Tendrán que negociar para hacer prosperar sus iniciativas”, añade.
La fiesta de los priistas también quedó un poco aguada al anunciar López Obrador que había decidido “esperar” a tener todos los datos del escrutinio definitivo, que se conocerán el miércoles, para aceptar o no el resultado. El candidato de la izquierda aseguró que “todavía no estaba dicha la última palabra”. Prometió que no actuaría “de manera irresponsable”, pero subrayó la “falta de equidad” en el proceso electoral por el dinero gastado por el PRI y el apoyo recibido por este partido por parte de los medios en la campaña. AMLO, como se le conoce popularmente, no aceptó su derrota en las presidenciales de 2006 por tan solo el 0,56% de los votos frente a Calderón. Se proclamó presidente legítimo y rompió con las instituciones, generando durante meses una gran inestabilidad política.
Peña Nieto afirmó al proclamarse nuevo presidente de México que la victoria “es una segunda oportunidad para el PRI” y aseguró que ejercerá “una presidencia democrática, moderna, abierta a la crítica y dispuesta a escuchar”. Rubén Aguilar, exportavoz del presidente Vicente Fox (2000-2006), subraya que el vencedor se encuentra ante dos retos: “Al no existir segunda vuelta en México, el presidente electo siempre está en minoría, por lo que tendrá que convencer a quienes no le votaron de que gobernará para todos. Por otra parte, tendrá que demostrar que no habrá restauración. Enviaría un mensaje a la sociedad en este sentido si constituyese un Gabinete plural, no solo con priistas”. Para Aguilar, el líder del PRI “tiene la posibilidad de transformar México sacando adelante las reformas aplazadas desde hace 25 años”. Durante la campaña Peña Nieto prometió aprobar las reformas fiscal y laboral, así como abrir el monopolio de petróleo Pemex a la iniciativa privada.
El regreso del PRI al poder obedece a varios factores: cuenta con la mejor organización de partido, un candidato telegénico que hizo bandera del pragmatismo prometiendo una “democracia con resultados” tras 12 años de Ejecutivos panistas que no cumplieron con las expectativas de la sociedad en empleo y seguridad, así como la nostalgia de muchos mexicanos por un tiempo pasado en el que el PRI garantizaba el orden y la autoridad de un Estado protector. El PRI, que fue desalojado de la presidencia en el año 2000, se ha convertido desde entonces en un verdadero partido político y no en la agencia electoral del viejo régimen. Además se ha visto favorecido por el espacio vacío dejado en el centro político por una derecha y una izquierda que no han sabido modernizarse, y ha hecho valer su experiencia de gobierno y su carácter de partido mediador por encima de las acusaciones de corrupción.
Los resultados electorales suponen una auténtica debacle para el PAN. “Es un voto de castigo a Calderón que sale de la presidencia como el presidente peor valorado de la historia de México”, afirma Aguilar. La derrota anticipa una larga travesía del desierto para la derecha democrática mexicana. La gestión de Calderón -12 millones de nuevos pobres, empleo informal en aumento, escaso crecimiento económico y miles de muertos en la guerra contra el narcotráfico- fue una carga demasiado pesada para una candidata que cometió numerosos errores durante la campaña. Vázquez Mota aceptó su fracaso nada más conocerse los sondeos a pie de urna. “Las tendencias no me favorecen. Aceptaré los resultados como demócrata que soy, porque la democracia necesita demócratas”, afirmó.
La participación fue del 62%, la más alta de la historia de México -en 2006 fue del 58%- y la jornada electoral transcurrió sin apenas incidentes.
Luis Prados
México, El País
"Somos una nueva generación. No hay regreso al pasado”, proclamó el virtual presidente de México, Enrique Peña Nieto, de 45 años, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) nada más conocerse los primeros resultados preliminares oficiales de las elecciones celebradas el domingo. La frase puede ser una convicción personal, pero sobre todo es una realidad. El partido que dominó la vida de México durante 71 años y recupera la máxima magistratura del país después de 12 años verá limitado su poder y cualquier intento de “restauración autoritaria”, como temen sus adversarios políticos, por el avance de la izquierda a nivel territorial -arrasó en el Distrito Federal, ganó en el Estado de Morelos y arrebató Tabasco al PRI- y en el Congreso, donde se perfila como segunda fuerza en la Cámara de Diputados.
Con el 94% del voto escrutado al mediodía de este lunes (siete horas menos que en la España peninsular), el PRI obtuvo el 37,9% de los sufragios frente al 31,7% logrado por el líder de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador y el 25,4% de Josefina Vázquez Mota, la candidata de Acción Nacional (PAN), el partido del presidente saliente Felipe Calderón. También amplió su poder en los Estados, al alzarse con la victoria en Jalisco -donde el PAN gobernaba desde hace 18 años- y Chiapas, pasando a controlar 22 Estados de los 32 que integran la república federal mexicana. Sin embargo, la ventaja del PRI tanto en las presidenciales como en el Congreso es mucho menor de lo que esperaba la dirección del partido.
“No se ha producido el escenario de carro completo”, frase con la que los viejos priistas llamaban las abrumadoras mayorías que obtenían en el viejo régimen, afirma José Woldenberg, expresidente del Instituto Federal Electoral (IFE). “Los resultados dan una imagen de equilibrio de poderes y alejan el fantasma de una restauración priista. Tendrán que negociar para hacer prosperar sus iniciativas”, añade.
La fiesta de los priistas también quedó un poco aguada al anunciar López Obrador que había decidido “esperar” a tener todos los datos del escrutinio definitivo, que se conocerán el miércoles, para aceptar o no el resultado. El candidato de la izquierda aseguró que “todavía no estaba dicha la última palabra”. Prometió que no actuaría “de manera irresponsable”, pero subrayó la “falta de equidad” en el proceso electoral por el dinero gastado por el PRI y el apoyo recibido por este partido por parte de los medios en la campaña. AMLO, como se le conoce popularmente, no aceptó su derrota en las presidenciales de 2006 por tan solo el 0,56% de los votos frente a Calderón. Se proclamó presidente legítimo y rompió con las instituciones, generando durante meses una gran inestabilidad política.
Peña Nieto afirmó al proclamarse nuevo presidente de México que la victoria “es una segunda oportunidad para el PRI” y aseguró que ejercerá “una presidencia democrática, moderna, abierta a la crítica y dispuesta a escuchar”. Rubén Aguilar, exportavoz del presidente Vicente Fox (2000-2006), subraya que el vencedor se encuentra ante dos retos: “Al no existir segunda vuelta en México, el presidente electo siempre está en minoría, por lo que tendrá que convencer a quienes no le votaron de que gobernará para todos. Por otra parte, tendrá que demostrar que no habrá restauración. Enviaría un mensaje a la sociedad en este sentido si constituyese un Gabinete plural, no solo con priistas”. Para Aguilar, el líder del PRI “tiene la posibilidad de transformar México sacando adelante las reformas aplazadas desde hace 25 años”. Durante la campaña Peña Nieto prometió aprobar las reformas fiscal y laboral, así como abrir el monopolio de petróleo Pemex a la iniciativa privada.
El regreso del PRI al poder obedece a varios factores: cuenta con la mejor organización de partido, un candidato telegénico que hizo bandera del pragmatismo prometiendo una “democracia con resultados” tras 12 años de Ejecutivos panistas que no cumplieron con las expectativas de la sociedad en empleo y seguridad, así como la nostalgia de muchos mexicanos por un tiempo pasado en el que el PRI garantizaba el orden y la autoridad de un Estado protector. El PRI, que fue desalojado de la presidencia en el año 2000, se ha convertido desde entonces en un verdadero partido político y no en la agencia electoral del viejo régimen. Además se ha visto favorecido por el espacio vacío dejado en el centro político por una derecha y una izquierda que no han sabido modernizarse, y ha hecho valer su experiencia de gobierno y su carácter de partido mediador por encima de las acusaciones de corrupción.
Los resultados electorales suponen una auténtica debacle para el PAN. “Es un voto de castigo a Calderón que sale de la presidencia como el presidente peor valorado de la historia de México”, afirma Aguilar. La derrota anticipa una larga travesía del desierto para la derecha democrática mexicana. La gestión de Calderón -12 millones de nuevos pobres, empleo informal en aumento, escaso crecimiento económico y miles de muertos en la guerra contra el narcotráfico- fue una carga demasiado pesada para una candidata que cometió numerosos errores durante la campaña. Vázquez Mota aceptó su fracaso nada más conocerse los sondeos a pie de urna. “Las tendencias no me favorecen. Aceptaré los resultados como demócrata que soy, porque la democracia necesita demócratas”, afirmó.
La participación fue del 62%, la más alta de la historia de México -en 2006 fue del 58%- y la jornada electoral transcurrió sin apenas incidentes.