El Papa blinda el Santo Oficio con un obispo muy cercano
Ratzinger designa al alemán Ludwig Müller como guardián de la ortodoxia
Pablo Ordaz
Roma, El País
Joseph Ratzinger dirigió durante 23 años, coincidiendo con el pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio, tal vez el puesto más delicado de la Curia Romana. Por tanto, el nombramiento del obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, como nuevo prefecto no viene más que a confirmar que Benedicto XVI, de 85 años, desea que tras su muerte —o tras su dimisión— la vigilancia de la ortodoxia de la Iglesia católica quede en alguien de su entera confianza. Además de alemán y teólogo, Müller, de 64 años, comparte con el Papa —a quien conoce desde antiguo— una manera de mirar el camino de la salvación.
Se da la circunstancia de que cuando Ludwig Müller fue nombrado obispo, allá por 2002, eligió como lema “Dominus Jesus”, que es también el título de la polémica declaración sobre Jesús como única vía de salvación que patrocinó Joseph Ratzinger durante las dos décadas que dirigió la Doctrina de la Fe. Así que, después de tantos disgustos recientes, Benedicto XVI se asegura al menos cierto sosiego con el nombramiento de Ludwig Müller, que automáticamente recibirá el tratamiento de arzobispo. El nuevo prefecto fue además el que preparó la visita del actual Pontífice a Baviera, en 2006, y la publicación de todas las obras de Joseph Ratzinger —los 16 volúmenes de la llamada Opera Omnia— en alemán.
El relevo en la dirección del antiguo Santo Oficio no se ha producido, que se sepa, de manera traumática, sino porque el anterior prefecto, el cardenal estadounidense William Levada, presentó su dimisión por motivos de edad y de salud. Levada cumplió 76 años el pasado mes de junio, por lo que, teniendo en cuenta que la edad teórica de jubilación en el Vaticano es a los 75 años —edad oficial de retiro para los obispos—, ha permanecido un año más al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No obstante, al ser menor de 80 años, el cardenal estadounidense aún podría participar en el próximo cónclave si se celebrara en los próximos cuatro años.
Hay otro dato que revela hasta qué punto Joseph Ratzinger preparó de forma cuidadosa el relevo, como si de verdad estuviese haciendo testamento. El prelado Müller, en su calidad de prefecto de la Doctrina de la Fe, será también el presidente de la pontifica comisión Ecclesia Dei, que se encarga de la relación —casi siempre muy complicada— con las comunidades tradicionalistas, como los lefebvrianos. Teniendo en cuenta la salida de un estadounidense y la colocación de un alemán, Benedicto XVI creó hace unos días un nuevo puesto, el de vicepresidente de la comisión Ecclesia Dei, y nombró a un estadounidense, Augustine Di Noia. Los acontecimientos recientes en el Vaticano demuestran hasta qué punto es importante no perder el equilibrio.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Joseph Ratzinger dirigió durante 23 años, coincidiendo con el pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio, tal vez el puesto más delicado de la Curia Romana. Por tanto, el nombramiento del obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, como nuevo prefecto no viene más que a confirmar que Benedicto XVI, de 85 años, desea que tras su muerte —o tras su dimisión— la vigilancia de la ortodoxia de la Iglesia católica quede en alguien de su entera confianza. Además de alemán y teólogo, Müller, de 64 años, comparte con el Papa —a quien conoce desde antiguo— una manera de mirar el camino de la salvación.
Se da la circunstancia de que cuando Ludwig Müller fue nombrado obispo, allá por 2002, eligió como lema “Dominus Jesus”, que es también el título de la polémica declaración sobre Jesús como única vía de salvación que patrocinó Joseph Ratzinger durante las dos décadas que dirigió la Doctrina de la Fe. Así que, después de tantos disgustos recientes, Benedicto XVI se asegura al menos cierto sosiego con el nombramiento de Ludwig Müller, que automáticamente recibirá el tratamiento de arzobispo. El nuevo prefecto fue además el que preparó la visita del actual Pontífice a Baviera, en 2006, y la publicación de todas las obras de Joseph Ratzinger —los 16 volúmenes de la llamada Opera Omnia— en alemán.
El relevo en la dirección del antiguo Santo Oficio no se ha producido, que se sepa, de manera traumática, sino porque el anterior prefecto, el cardenal estadounidense William Levada, presentó su dimisión por motivos de edad y de salud. Levada cumplió 76 años el pasado mes de junio, por lo que, teniendo en cuenta que la edad teórica de jubilación en el Vaticano es a los 75 años —edad oficial de retiro para los obispos—, ha permanecido un año más al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No obstante, al ser menor de 80 años, el cardenal estadounidense aún podría participar en el próximo cónclave si se celebrara en los próximos cuatro años.
Hay otro dato que revela hasta qué punto Joseph Ratzinger preparó de forma cuidadosa el relevo, como si de verdad estuviese haciendo testamento. El prelado Müller, en su calidad de prefecto de la Doctrina de la Fe, será también el presidente de la pontifica comisión Ecclesia Dei, que se encarga de la relación —casi siempre muy complicada— con las comunidades tradicionalistas, como los lefebvrianos. Teniendo en cuenta la salida de un estadounidense y la colocación de un alemán, Benedicto XVI creó hace unos días un nuevo puesto, el de vicepresidente de la comisión Ecclesia Dei, y nombró a un estadounidense, Augustine Di Noia. Los acontecimientos recientes en el Vaticano demuestran hasta qué punto es importante no perder el equilibrio.