Dos hermanas contra los piratas somalíes
-Dos jóvenes mujeres paquistaníes luchan para lograr la liberación de su padre, secuestrado desde 2010
-La piratería en el Índico cuesta 10.000 millones de euros anuales
13 navíos y 185 tripulantes se encuentran retenidos por piratas en las costas de Somalia
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Nareman Jawaid no ha logrado sobreponerse al impacto de aquella noticia que el propietario del barco que capitaneaba su padre le comunicó por teléfono el 26 de noviembre de 2010. Han pasado 20 meses y el capitán Jawaid Saleem Khan así como los otros 21 miembros de la tripulación del MV Albedo siguen en manos de los piratas somalíes que les secuestraron. La falta de seguro y la quiebra de la empresa naviera han alargado su encierro más allá de lo habitual. Pero Nareman y su hermana, Mishal, no se rinden. Tras lanzar una campaña en Facebook y Twitter para recabar fondos para el rescate, se movilizan para dar a conocer el coste humano de la piratería. El financiero es enorme: 10.000 millones de euros al año.
“Lo peor es no saber lo que está pasando”, confía Nareman durante su participación en la segunda Conferencia Internacional Contra la Piratería que la semana pasada se celebró en Dubái.
Y tal es la situación en que se encuentra esta paquistaní de 29 años desde el día que despidió a su padre en el puerto de Jebel Ali, a las afueras de Dubái, donde trabaja como consultora financiera. El capitán Jawaid debía pilotar el MV Albedo, propiedad de Omid Khosrojerdi, un iraní afincado en Malasia, hasta el puerto de Mombasa (Kenia) a través del golfo de Adén. Aunque esas aguas están infestadas de piratas, ninguno de los dos imaginó lo que se avecinaba.
“Pocos días después, mi padre me envió un email diciendo que unos piratas trataban de darles alcance”, recuerda Nareman de aquel fatídico momento en que su mundo se vino abajo. “Le llamé por el teléfono satélite, pero hablamos poco porque la tripulación estaba aterrorizada y él tenía que dirigir la maniobra para darles esquinazo. Horas más tarde, me dijo que todo iba bien y que ya no veían a nadie que amenazara el barco”.
Pero su tranquilidad duró poco. Cuando dos días más tarde su padre no respondía a sus correos electrónicos, Nareman llamó al consignatario, quien tras hacer averiguaciones, le devolvió la llamada y le dijo que tenía “malas noticias”.
“El barco de tu padre ha sido secuestrado”, le anunció el agente. Fue un duro golpe para la joven, quien además tuvo que informar a su madre, Shahnaz, trabajadora social en Karachi, la ciudad paquistaní de donde es originaria la familia, y a su hermana, Mishal. “Fuimos presas del pánico”, reconoce.
Algunos días más tarde, el propietario se puso en contacto con ellas para contarles que su padre había llamado informando de que los secuestradores llevaban el barco a Somalia. A bordo del MV Albedo viajaban, además del capitán Jawaid, otros seis paquistaníes, siete srilankeños, seis bangladeshíes, dos indios y un iraní. En total, 23 personas para cuyas familias empezaba una larga pesadilla. Uno de los tripulantes indios ha muerto desde entonces por falta de atención médica.
“Traté de lograr información sobre otras personas que hubieran pasado por algo similar, pero no encontré nada en internet. Pasamos 15 días sin noticias. No podía comer imaginando en qué condiciones se encontraría mi padre. Incluso llegué a pensar que le habían matado”, resume con una gran entereza. Se siente desamparada. “No sabíamos que esto era un negocio”.
Según el International Maritime Bureau, en la actualidad hay 13 barcos secuestrados en Somalia y un total de 185 navegantes prisioneros. Dicha organización estima que esa amenaza cuesta al comercio mundial 12.000 millones de dólares anuales (cerca de 10.000 millones de euros). Otras fuentes lo cifran en 7.000 millones de dólares. No es que los piratas saquen tanto beneficio. Según los estudiosos del tema, en 2010 los 1.500 que operan en la costa de Somalia obtuvieron alrededor de 110 millones de dólares, unos 4,85 millones por barco capturado. Desde entonces, el número de navíos apresados se ha ido reduciendo, pero cada vez exigen mayores rescates.
Al final, los secuestradores del MV Albedo llamaron y pidieron 10 millones de dólares por el barco y su tripulación. El propietario dijo que no disponía de ese dinero y que el navío, el único de su empresa, no valía tanto. Lo que fue más grave para las familias, tampoco estaba asegurado. Eso les trasladó el peso de la negociación, ya que cuando los secuestradores no pueden obtener nada de las empresas, recurren a los familiares de la tripulación.
“No tuvimos más remedio que implicarnos”, admite Nareman, que junto a su hermana protagoniza un documental sobre la piratería financiado por DP World, copatrocinador de la conferencia. Fue así como cuatro meses después del secuestro, su madre recibió una llamada de los piratas y pudo hablar por primera vez con su marido. Oír su voz fue sin duda un alivio. Indicaba que estaba vivo. Pero esas llamadas también se convirtieron en una fuente de estrés para la familia.
Los secuestradores insisten para que la señora Shahnaz presione al propietario. Una semana más tarde suena de nuevo el teléfono y le dicen que han matado a su marido, lo que le causa un ataque de nervios. Intenta que sus hijas no se enteren. Al final, resulta ser una táctica de negociación. Tres meses más tarde, llaman de nuevo para decirle que el capitán Jawaid sigue vivo. Pero la amenaza es real. Sólo el año pasado los piratas mataron a 15 secuestrados. Desde 2007, 62 navegantes han sido asesinados. Quienes recobran la libertad hablan de palizas y torturas.
“Cuando el barco es propiedad de una gran compañía, la libertad de la tripulación se consigue en 5 o 6 meses. Nosotros llevamos 20", dice la hija de un capitán secuestrado
“Preguntan cuándo se va a entregar el dinero, pero nosotras no disponemos de esa cantidad ni siquiera de una décima parte”, explica Nariman. En la mayoría de los casos son las aseguradoras o los mediadores los que se encargan de estas gestiones. “Cuando el barco es propiedad de una gran compañía, la libertad de la tripulación se consigue en 5 o 6 meses. Nosotros llevamos 20, hemos llamado a todas las puertas y recurrido a los medios de comunicación”.
Fue una decisión controvertida. Los especialistas consideran que salir a la luz pone en peligro las negociaciones. Las hijas del capitán Jawaid no tenían alternativa. “Necesito salvar a mi padre porque va a morir allí”, explica Mishal en el documental. Y eso exige recaudar los 2,85 millones de dólares a que han logrado reducir el rescate. Recurren a Facebook y a Twitter. Llegan algunas aportaciones desinteresadas, pero cuando está a punto de cumplirse la fecha límite, el pasado 15 de mayo, apenas han logrado una décima parte. Entonces, un donante anónimo pone el resto.
¿Qué pasa ahora? La entrega del dinero es la parte más delicada. Los Gobiernos no quieren que se paguen rescates porque alimentan el negocio ilícito. Mover esas sumas es cada vez más complicado. Nareman no quiere entrar en detalles. “Las conversaciones entre las partes implicadas siguen su curso”, responde prudente. Sabe que cualquier indiscreción puede abortar el proceso. “Esperamos que la campaña mediática haya servido para concienciar a la opinión pública, aunque sabemos que también permite que los piratas hagan un seguimiento de lo que decimos. Por eso tememos hacer una declaración que pueda molestarles, poner en peligro a la tripulación o comprometer las negociaciones”, concluye.
-La piratería en el Índico cuesta 10.000 millones de euros anuales
13 navíos y 185 tripulantes se encuentran retenidos por piratas en las costas de Somalia
Ángeles Espinosa
Dubái, El País
Nareman Jawaid no ha logrado sobreponerse al impacto de aquella noticia que el propietario del barco que capitaneaba su padre le comunicó por teléfono el 26 de noviembre de 2010. Han pasado 20 meses y el capitán Jawaid Saleem Khan así como los otros 21 miembros de la tripulación del MV Albedo siguen en manos de los piratas somalíes que les secuestraron. La falta de seguro y la quiebra de la empresa naviera han alargado su encierro más allá de lo habitual. Pero Nareman y su hermana, Mishal, no se rinden. Tras lanzar una campaña en Facebook y Twitter para recabar fondos para el rescate, se movilizan para dar a conocer el coste humano de la piratería. El financiero es enorme: 10.000 millones de euros al año.
“Lo peor es no saber lo que está pasando”, confía Nareman durante su participación en la segunda Conferencia Internacional Contra la Piratería que la semana pasada se celebró en Dubái.
Y tal es la situación en que se encuentra esta paquistaní de 29 años desde el día que despidió a su padre en el puerto de Jebel Ali, a las afueras de Dubái, donde trabaja como consultora financiera. El capitán Jawaid debía pilotar el MV Albedo, propiedad de Omid Khosrojerdi, un iraní afincado en Malasia, hasta el puerto de Mombasa (Kenia) a través del golfo de Adén. Aunque esas aguas están infestadas de piratas, ninguno de los dos imaginó lo que se avecinaba.
“Pocos días después, mi padre me envió un email diciendo que unos piratas trataban de darles alcance”, recuerda Nareman de aquel fatídico momento en que su mundo se vino abajo. “Le llamé por el teléfono satélite, pero hablamos poco porque la tripulación estaba aterrorizada y él tenía que dirigir la maniobra para darles esquinazo. Horas más tarde, me dijo que todo iba bien y que ya no veían a nadie que amenazara el barco”.
Pero su tranquilidad duró poco. Cuando dos días más tarde su padre no respondía a sus correos electrónicos, Nareman llamó al consignatario, quien tras hacer averiguaciones, le devolvió la llamada y le dijo que tenía “malas noticias”.
“El barco de tu padre ha sido secuestrado”, le anunció el agente. Fue un duro golpe para la joven, quien además tuvo que informar a su madre, Shahnaz, trabajadora social en Karachi, la ciudad paquistaní de donde es originaria la familia, y a su hermana, Mishal. “Fuimos presas del pánico”, reconoce.
Algunos días más tarde, el propietario se puso en contacto con ellas para contarles que su padre había llamado informando de que los secuestradores llevaban el barco a Somalia. A bordo del MV Albedo viajaban, además del capitán Jawaid, otros seis paquistaníes, siete srilankeños, seis bangladeshíes, dos indios y un iraní. En total, 23 personas para cuyas familias empezaba una larga pesadilla. Uno de los tripulantes indios ha muerto desde entonces por falta de atención médica.
“Traté de lograr información sobre otras personas que hubieran pasado por algo similar, pero no encontré nada en internet. Pasamos 15 días sin noticias. No podía comer imaginando en qué condiciones se encontraría mi padre. Incluso llegué a pensar que le habían matado”, resume con una gran entereza. Se siente desamparada. “No sabíamos que esto era un negocio”.
Según el International Maritime Bureau, en la actualidad hay 13 barcos secuestrados en Somalia y un total de 185 navegantes prisioneros. Dicha organización estima que esa amenaza cuesta al comercio mundial 12.000 millones de dólares anuales (cerca de 10.000 millones de euros). Otras fuentes lo cifran en 7.000 millones de dólares. No es que los piratas saquen tanto beneficio. Según los estudiosos del tema, en 2010 los 1.500 que operan en la costa de Somalia obtuvieron alrededor de 110 millones de dólares, unos 4,85 millones por barco capturado. Desde entonces, el número de navíos apresados se ha ido reduciendo, pero cada vez exigen mayores rescates.
Al final, los secuestradores del MV Albedo llamaron y pidieron 10 millones de dólares por el barco y su tripulación. El propietario dijo que no disponía de ese dinero y que el navío, el único de su empresa, no valía tanto. Lo que fue más grave para las familias, tampoco estaba asegurado. Eso les trasladó el peso de la negociación, ya que cuando los secuestradores no pueden obtener nada de las empresas, recurren a los familiares de la tripulación.
“No tuvimos más remedio que implicarnos”, admite Nareman, que junto a su hermana protagoniza un documental sobre la piratería financiado por DP World, copatrocinador de la conferencia. Fue así como cuatro meses después del secuestro, su madre recibió una llamada de los piratas y pudo hablar por primera vez con su marido. Oír su voz fue sin duda un alivio. Indicaba que estaba vivo. Pero esas llamadas también se convirtieron en una fuente de estrés para la familia.
Los secuestradores insisten para que la señora Shahnaz presione al propietario. Una semana más tarde suena de nuevo el teléfono y le dicen que han matado a su marido, lo que le causa un ataque de nervios. Intenta que sus hijas no se enteren. Al final, resulta ser una táctica de negociación. Tres meses más tarde, llaman de nuevo para decirle que el capitán Jawaid sigue vivo. Pero la amenaza es real. Sólo el año pasado los piratas mataron a 15 secuestrados. Desde 2007, 62 navegantes han sido asesinados. Quienes recobran la libertad hablan de palizas y torturas.
“Cuando el barco es propiedad de una gran compañía, la libertad de la tripulación se consigue en 5 o 6 meses. Nosotros llevamos 20", dice la hija de un capitán secuestrado
“Preguntan cuándo se va a entregar el dinero, pero nosotras no disponemos de esa cantidad ni siquiera de una décima parte”, explica Nariman. En la mayoría de los casos son las aseguradoras o los mediadores los que se encargan de estas gestiones. “Cuando el barco es propiedad de una gran compañía, la libertad de la tripulación se consigue en 5 o 6 meses. Nosotros llevamos 20, hemos llamado a todas las puertas y recurrido a los medios de comunicación”.
Fue una decisión controvertida. Los especialistas consideran que salir a la luz pone en peligro las negociaciones. Las hijas del capitán Jawaid no tenían alternativa. “Necesito salvar a mi padre porque va a morir allí”, explica Mishal en el documental. Y eso exige recaudar los 2,85 millones de dólares a que han logrado reducir el rescate. Recurren a Facebook y a Twitter. Llegan algunas aportaciones desinteresadas, pero cuando está a punto de cumplirse la fecha límite, el pasado 15 de mayo, apenas han logrado una décima parte. Entonces, un donante anónimo pone el resto.
¿Qué pasa ahora? La entrega del dinero es la parte más delicada. Los Gobiernos no quieren que se paguen rescates porque alimentan el negocio ilícito. Mover esas sumas es cada vez más complicado. Nareman no quiere entrar en detalles. “Las conversaciones entre las partes implicadas siguen su curso”, responde prudente. Sabe que cualquier indiscreción puede abortar el proceso. “Esperamos que la campaña mediática haya servido para concienciar a la opinión pública, aunque sabemos que también permite que los piratas hagan un seguimiento de lo que decimos. Por eso tememos hacer una declaración que pueda molestarles, poner en peligro a la tripulación o comprometer las negociaciones”, concluye.