Detenidos por torturas cinco policías en Argentina
Un vídeo difundido en Internet muestra cómo se asfixiaba a un preso con una bolsa
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
La difusión de un vídeo a principios de esta semana en Internet, donde se ve a varios policías torturando a presos en una comisaría de la provincia argentina de Salta, ha provocado la destitución de cinco agentes. En las imágenes se observa cómo un policía agarra de los pelos a un preso maniatado y semidesnudo y comienza a asfixiarlo con una bolsa mientras otros dos agentes torturan en segundo plano a otro preso vertiéndole agua con un cubo.
Los hechos sucedieron en el patio de una comisaría situada en el municipio de General Güemes, situada a 50 kilómetros de la localidad turística de Salta. Al preso al que asfixian se le oye decir "Te juró que no sé, te juro por Dios, te juro que yo no vi al asesino". El policía le escucha con los brazos cruzados, le coloca la bolsa en la cabeza y se la aprieta mientras el recluso gime y grita basta.
El ministro de Seguridad de Salta, Eduardo Sylvester, definió ayer a los agentes torturadores como “delincuentes vestidos de policía” y declaró que fueron detenidos por “apremios ilegales”. Estos “apremios”, o sea, la tortura y los tormentos, son cotidianos en las comisarías y cárceles de Argentina, según María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). “El riesgo ahora es que esto se quede en una suerte de hecho aislado asociado a la situación de una provincia en particular. Cuando lo único particular de este caso, lo único que lo diferencia de muchos otros, es que trascendió y se hizo público. Pero la tortura es sistemática, las denuncias son cotidianas en la Argentina. Si estrás en nuestra página y ponés tortura o tormento te van a salir cientos de ellas”.
La Coordinadora sostiene que el año pasado 145 personas fueron asesinadas por policías. A menudo, los agentes federales de las 23 provincias argentinas y de la capital suelen ocupar los titulares de periódicos con una amplia gama de delitos: sobornos a narcotraficantes, protección de prostíbulos, negocios con talleres textiles clandestinos, robo de coches y camiones, asociación con delincuentes comunes para que perpetren delitos y compartan las ganancias, asesinato de otros policías… Y, por supuesto, torturas. El año pasado trascendió otro vídeo de torturas a presos grabado en el penal San Felipe de la ciudad de Mendoza.
“Las torturas no son hechos que se puedan atribuir a un loquito suelto o a la poca preparación de la policía en materia de derechos humanos”, señala Verdú. “Y no son producto de la herencia recibida por la dictadura de 1976-1983. La picana eléctrica fue inventada en una comisaría argentina en la década de los 30. Pero en el periodo 76-83, el Gobierno tuvo que recurrir al terrorismo de Estado. Y entonces, estos delitos se volvieron invisibles. Frente a 30.000 desaparecidos, ¿quién se iba a preocupar porque al preso común lo torturaban? Pero recurrir a la dictadura para buscarle una explicación a la tortura de ahora es una manera de despojar de responsabilidad al Estado y a los sucesivos Gobiernos. Es el Estado el que la ampara”.
Francisco Peregil
Buenos Aires, El País
La difusión de un vídeo a principios de esta semana en Internet, donde se ve a varios policías torturando a presos en una comisaría de la provincia argentina de Salta, ha provocado la destitución de cinco agentes. En las imágenes se observa cómo un policía agarra de los pelos a un preso maniatado y semidesnudo y comienza a asfixiarlo con una bolsa mientras otros dos agentes torturan en segundo plano a otro preso vertiéndole agua con un cubo.
Los hechos sucedieron en el patio de una comisaría situada en el municipio de General Güemes, situada a 50 kilómetros de la localidad turística de Salta. Al preso al que asfixian se le oye decir "Te juró que no sé, te juro por Dios, te juro que yo no vi al asesino". El policía le escucha con los brazos cruzados, le coloca la bolsa en la cabeza y se la aprieta mientras el recluso gime y grita basta.
El ministro de Seguridad de Salta, Eduardo Sylvester, definió ayer a los agentes torturadores como “delincuentes vestidos de policía” y declaró que fueron detenidos por “apremios ilegales”. Estos “apremios”, o sea, la tortura y los tormentos, son cotidianos en las comisarías y cárceles de Argentina, según María del Carmen Verdú, abogada de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). “El riesgo ahora es que esto se quede en una suerte de hecho aislado asociado a la situación de una provincia en particular. Cuando lo único particular de este caso, lo único que lo diferencia de muchos otros, es que trascendió y se hizo público. Pero la tortura es sistemática, las denuncias son cotidianas en la Argentina. Si estrás en nuestra página y ponés tortura o tormento te van a salir cientos de ellas”.
La Coordinadora sostiene que el año pasado 145 personas fueron asesinadas por policías. A menudo, los agentes federales de las 23 provincias argentinas y de la capital suelen ocupar los titulares de periódicos con una amplia gama de delitos: sobornos a narcotraficantes, protección de prostíbulos, negocios con talleres textiles clandestinos, robo de coches y camiones, asociación con delincuentes comunes para que perpetren delitos y compartan las ganancias, asesinato de otros policías… Y, por supuesto, torturas. El año pasado trascendió otro vídeo de torturas a presos grabado en el penal San Felipe de la ciudad de Mendoza.
“Las torturas no son hechos que se puedan atribuir a un loquito suelto o a la poca preparación de la policía en materia de derechos humanos”, señala Verdú. “Y no son producto de la herencia recibida por la dictadura de 1976-1983. La picana eléctrica fue inventada en una comisaría argentina en la década de los 30. Pero en el periodo 76-83, el Gobierno tuvo que recurrir al terrorismo de Estado. Y entonces, estos delitos se volvieron invisibles. Frente a 30.000 desaparecidos, ¿quién se iba a preocupar porque al preso común lo torturaban? Pero recurrir a la dictadura para buscarle una explicación a la tortura de ahora es una manera de despojar de responsabilidad al Estado y a los sucesivos Gobiernos. Es el Estado el que la ampara”.