ANÁLISIS / Un antes y un después en la oposición
Las limitaciones del movimiento disidente cubano siguen siendo las de siempre, pero el promotor del Proyecto Varela ya no está
Mauricio Vicent, El País
La disidencia cubana siempre ha sido débil y ha estado dividida, con más proyección hacia las embajadas extranjeras y la prensa internacional que hacia el activismo político interno, pero dentro de este panorama general Oswaldo Payá Sardiñas siempre fue un caso aparte en el movimiento opositor. A diferencia de la mayoría de los disidentes históricos y de muchos activistas que marcharon al exilio, Payá nunca fue compañero de viaje del socialismo cubano ni del fidelismo, y tampoco se desencantó porque nunca estuvo encantado.
Ferviente católico, sin duda fue el opositor con mayor perfil político internacional, reconocido como figura relevante dentro de la Internacional Demócrata Cristiana y con importantes vínculos con el Partido Popular español y europeo, que le abrieron las puertas del premio Sajarov del Parlamento Europeo en 2002, una distinción por la defensa de los derechos humanos que luego recibirían el movimiento de las Damas de Blanco y el activista Guillermo Fariñas.
Oswaldo Payá fue el primer disidente cubano que utilizó la Constitución y las propias leyes revolucionarias como arma de lucha contra el régimen de Fidel Castro, y sin duda fue el que más pupa hizo. Comenzó en 1991 recogiendo firmas en apoyo a su Llamamiento al Diálogo Nacional, una estrategia que volvería a emplear una década después con su famoso Proyecto Varela. La labor proselitista que realizó entonces en la calle marcó un antes y un después en las formas de la oposición, y de igual modo supuso un cambio de táctica novedoso su decisión de presentarse como candidato a delegado de la Asamblea del Poder Popular en 1992, algo que, obviamente, no prosperó.
El Proyecto Varela, presentado ante el Parlamento cubano en 2002, languideció, pero fue una iniciativa audaz en su momento y tuvo considerable repercusión externa y también interna. Su corazón era la convocatoria de un referéndum para la democratización de Cuba y la celebración de elecciones libres, y para lograrlo se recogieron más de 11.000 firmas de apoyo, cada una acompañada de nombre, apellido, dirección y carné de identidad, todo un acontecimiento en Cuba. Decenas o cientos de activistas y simpatizantes del Movimiento Cristiano Liberación, creado por Payá en 1988, buscaron los apoyos por todo el país y luego trataron de hacer valer el derecho establecido por la Constitución de que si una iniciativa legal obtiene el respaldo de 10.000 cubanos debe ser discutida públicamente en la Asamblea.
El Proyecto Varela adquirió gran resonancia durante la visita que realizó a la isla Jimmy Carter en 2002, cuando el expresidente norteamericano se refirió a la iniciativa durante un acto en la universidad transmitido en directo por televisión. Aunque el régimen no se dio por aludido ni hubo discusión en el Parlamento, meses después las autoridades convocaron a millones de cubanos a respaldar una reforma constitucional que declaró el socialismo “irrevocable”.
Hoy las limitaciones del atomizado movimiento disidente cubano siguen siendo las de siempre, pero el promotor del Proyecto Varela ya no está.
Mauricio Vicent, El País
La disidencia cubana siempre ha sido débil y ha estado dividida, con más proyección hacia las embajadas extranjeras y la prensa internacional que hacia el activismo político interno, pero dentro de este panorama general Oswaldo Payá Sardiñas siempre fue un caso aparte en el movimiento opositor. A diferencia de la mayoría de los disidentes históricos y de muchos activistas que marcharon al exilio, Payá nunca fue compañero de viaje del socialismo cubano ni del fidelismo, y tampoco se desencantó porque nunca estuvo encantado.
Ferviente católico, sin duda fue el opositor con mayor perfil político internacional, reconocido como figura relevante dentro de la Internacional Demócrata Cristiana y con importantes vínculos con el Partido Popular español y europeo, que le abrieron las puertas del premio Sajarov del Parlamento Europeo en 2002, una distinción por la defensa de los derechos humanos que luego recibirían el movimiento de las Damas de Blanco y el activista Guillermo Fariñas.
Oswaldo Payá fue el primer disidente cubano que utilizó la Constitución y las propias leyes revolucionarias como arma de lucha contra el régimen de Fidel Castro, y sin duda fue el que más pupa hizo. Comenzó en 1991 recogiendo firmas en apoyo a su Llamamiento al Diálogo Nacional, una estrategia que volvería a emplear una década después con su famoso Proyecto Varela. La labor proselitista que realizó entonces en la calle marcó un antes y un después en las formas de la oposición, y de igual modo supuso un cambio de táctica novedoso su decisión de presentarse como candidato a delegado de la Asamblea del Poder Popular en 1992, algo que, obviamente, no prosperó.
El Proyecto Varela, presentado ante el Parlamento cubano en 2002, languideció, pero fue una iniciativa audaz en su momento y tuvo considerable repercusión externa y también interna. Su corazón era la convocatoria de un referéndum para la democratización de Cuba y la celebración de elecciones libres, y para lograrlo se recogieron más de 11.000 firmas de apoyo, cada una acompañada de nombre, apellido, dirección y carné de identidad, todo un acontecimiento en Cuba. Decenas o cientos de activistas y simpatizantes del Movimiento Cristiano Liberación, creado por Payá en 1988, buscaron los apoyos por todo el país y luego trataron de hacer valer el derecho establecido por la Constitución de que si una iniciativa legal obtiene el respaldo de 10.000 cubanos debe ser discutida públicamente en la Asamblea.
El Proyecto Varela adquirió gran resonancia durante la visita que realizó a la isla Jimmy Carter en 2002, cuando el expresidente norteamericano se refirió a la iniciativa durante un acto en la universidad transmitido en directo por televisión. Aunque el régimen no se dio por aludido ni hubo discusión en el Parlamento, meses después las autoridades convocaron a millones de cubanos a respaldar una reforma constitucional que declaró el socialismo “irrevocable”.
Hoy las limitaciones del atomizado movimiento disidente cubano siguen siendo las de siempre, pero el promotor del Proyecto Varela ya no está.