¿#YoSoy132 o un cero a la izquierda?
-La juventud mexicana afronta las elecciones oxigenada por un movimiento estudiantil imprevisto
-El desempleo ahoga a los universitarios y empuja a los más humildes a la industria del crimen
Pablo de Llano
México, El País
Las aspiraciones de los jóvenes mexicanos son tan distintas, e igualmente reales, como el lema de una protesta estudiantil de México DF –“Infórmate, vota y apaga la caja idiota”– y esta pintada escrita en un muro de una ciudad de provincia: “Prefiero morir joven y rico que viejo y jodido como mi papá”.
La primera frase es un eslogan del Movimiento #YoSoy132, el primer fenómeno político juvenil de calado de México en lo que va de siglo; la cara moderna, urbana y tecnológica de las nuevas generaciones. Una ola crítica que nació en mayo en las redes sociales y sacó a las calles de la capital a una marea de jóvenes que denunciaba la supuesta alianza de intereses entre los grandes medios y el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, principal favorito para las elecciones del 1 de julio.
El movimiento convulsionó la campaña, melló las expectativas de voto del PRI, sin apearlo del primer puesto en los sondeos, y adquirió tal influencia que tres de los cuatro candidatos –a excepción de Peña Nieto– aceptaron participar en un debate organizado por los estudiantes.
La otra frase está en una tapia de Culiacán, capital de Sinaloa. La cita Humberto Padgett, premio Ortega y Gasset 2012 por el libro Los muchachos perdidos, basado en entrevistas a presos jóvenes. “Cuando les preguntaba qué querían ser decían El Chapo Guzmán, el jefe del cartel de Sinaloa, el que más mata, el que más chinga, el más cabrón, y me preguntaban si valía la pena estudiar para acabar vendiendo tacos en la calle, como sus hermanos mayores”.
El empleo y la formación son la cruz de esta generación. México crece un 3,5% al año pero no consigue alimentar la demanda de trabajo. Según el economista Rolando Cordera, de 2000 a 2010 entraron al mercado 10 millones de jóvenes y solo encontraron empleo formal tres millones. E incluso el sector informal está saturado, dice Cordera, lo que reduce tanto las opciones que una parte “menor, pero significativa” de la juventud se convierte en carne de cañón para los grupos criminales, como indican las cifras: de los 15.200 muertos de 2010, un 39,5% eran jóvenes.
Para Magda Coss, autora de Tráfico de armas en México (Grijalbo, 2011), “la falta de acceso a trabajo y educación es la causa del problema”, los ingredientes de un cóctel al que se suma la raigambre cultural de la violencia entre las clases populares y que expone a la juventud sin recursos al mundo del crimen organizado, o al de la mera supervivencia callejera.
Coss habla de una sociedad infestada de armas –entre 15 y 20 millones, presentes en el 20% de los hogares–, con cerca de medio millón de adolescentes metidos en pandillas y unos 40.000 menores reclutados por el narco. Es la misma sociedad en la que Padgett ha conocido a decenas de chicos “sobreexcitados por el consumo” que sueñan con lucir una mujer hermosa y un arma con diamantes incrustados.
Un país en el que cada 24 segundos un estudiante abandona el bachillerato, y en el que hay más de siete millones de ninis: jóvenes de 15 a 29 años que no estudian ni trabajan. Los detalles de la vida diaria de un joven parado de la capital son un ejemplo de asfixia económica. Pavel Valle, de 24 años, cuenta en una sala de juegos que salió de casa de sus padres por la mañana con 35 pesos, dos euros, para todo el día. Ha sido un nini durante cuatro años y ahora busca cualquier trabajo para pagarse los estudios universitarios que comenzará en septiembre: “Ahorita me vale lo que caiga”. Aceptaría un sueldo de 3.000 pesos al mes, menos de 200 euros.
Otros no hacen nada por simple desencanto. David Pérez tiene 19 años, forma parte de una familia acomodada y ha dejado la universidad porque le daba “hueva” dedicar su tiempo a estudiar para que luego nadie le ofreciese un empleo digno. “Conozco gente que se ha ido a Europa a formarse y al volver no ha encontrado chamba”, dice. En México se licencian unos 700.000 jóvenes al año, pero el mercado solo genera 300.000 puestos de trabajo.
Con todo, licenciarse sigue siendo una meta para muchos jóvenes, y el acceso a centros públicos de calidad está bloqueado. Manuel Gil Antón, especialista en educación superior del Colegio de México, advierte de que en 2012 la UNAM tuvo que rechazar nueve de cada diez solicitudes de matrícula. Y los que se quedan fuera, dice, sobre todo jóvenes humildes, tiran la toalla o se pagan los estudios en mediocres universidades privadas que les suponen un gasto mayor que las universidades privadas de élite a aquellos que se las pueden permitir.
“Es una generación preocupada por la supervivencia”, concluye Juan Antonio Pérez Islas, director del Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM; “una generación conservadora, para la que la política es secundaria”. Los datos históricos indican que de los 24 millones de jóvenes de 18 a 29 años que pueden votar este domingo, en torno a un 60% se quedará en casa, una cifra solo comparable a la de los ancianos mayores de 80 años.
Si se cumple la previsión, el absentismo juvenil será el paradójico sello de una campaña en la que un sector de la nueva hornada de mexicanos demostró que es capaz de lograr cosas inéditas, como sentar a tres candidatos a debatir en directo con internautas, sin necesidad de ser el más cabrón ni de lucir un arma con diamantes en la culata.
-El desempleo ahoga a los universitarios y empuja a los más humildes a la industria del crimen
Pablo de Llano
México, El País
Las aspiraciones de los jóvenes mexicanos son tan distintas, e igualmente reales, como el lema de una protesta estudiantil de México DF –“Infórmate, vota y apaga la caja idiota”– y esta pintada escrita en un muro de una ciudad de provincia: “Prefiero morir joven y rico que viejo y jodido como mi papá”.
La primera frase es un eslogan del Movimiento #YoSoy132, el primer fenómeno político juvenil de calado de México en lo que va de siglo; la cara moderna, urbana y tecnológica de las nuevas generaciones. Una ola crítica que nació en mayo en las redes sociales y sacó a las calles de la capital a una marea de jóvenes que denunciaba la supuesta alianza de intereses entre los grandes medios y el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, principal favorito para las elecciones del 1 de julio.
El movimiento convulsionó la campaña, melló las expectativas de voto del PRI, sin apearlo del primer puesto en los sondeos, y adquirió tal influencia que tres de los cuatro candidatos –a excepción de Peña Nieto– aceptaron participar en un debate organizado por los estudiantes.
La otra frase está en una tapia de Culiacán, capital de Sinaloa. La cita Humberto Padgett, premio Ortega y Gasset 2012 por el libro Los muchachos perdidos, basado en entrevistas a presos jóvenes. “Cuando les preguntaba qué querían ser decían El Chapo Guzmán, el jefe del cartel de Sinaloa, el que más mata, el que más chinga, el más cabrón, y me preguntaban si valía la pena estudiar para acabar vendiendo tacos en la calle, como sus hermanos mayores”.
El empleo y la formación son la cruz de esta generación. México crece un 3,5% al año pero no consigue alimentar la demanda de trabajo. Según el economista Rolando Cordera, de 2000 a 2010 entraron al mercado 10 millones de jóvenes y solo encontraron empleo formal tres millones. E incluso el sector informal está saturado, dice Cordera, lo que reduce tanto las opciones que una parte “menor, pero significativa” de la juventud se convierte en carne de cañón para los grupos criminales, como indican las cifras: de los 15.200 muertos de 2010, un 39,5% eran jóvenes.
Para Magda Coss, autora de Tráfico de armas en México (Grijalbo, 2011), “la falta de acceso a trabajo y educación es la causa del problema”, los ingredientes de un cóctel al que se suma la raigambre cultural de la violencia entre las clases populares y que expone a la juventud sin recursos al mundo del crimen organizado, o al de la mera supervivencia callejera.
Coss habla de una sociedad infestada de armas –entre 15 y 20 millones, presentes en el 20% de los hogares–, con cerca de medio millón de adolescentes metidos en pandillas y unos 40.000 menores reclutados por el narco. Es la misma sociedad en la que Padgett ha conocido a decenas de chicos “sobreexcitados por el consumo” que sueñan con lucir una mujer hermosa y un arma con diamantes incrustados.
Un país en el que cada 24 segundos un estudiante abandona el bachillerato, y en el que hay más de siete millones de ninis: jóvenes de 15 a 29 años que no estudian ni trabajan. Los detalles de la vida diaria de un joven parado de la capital son un ejemplo de asfixia económica. Pavel Valle, de 24 años, cuenta en una sala de juegos que salió de casa de sus padres por la mañana con 35 pesos, dos euros, para todo el día. Ha sido un nini durante cuatro años y ahora busca cualquier trabajo para pagarse los estudios universitarios que comenzará en septiembre: “Ahorita me vale lo que caiga”. Aceptaría un sueldo de 3.000 pesos al mes, menos de 200 euros.
Otros no hacen nada por simple desencanto. David Pérez tiene 19 años, forma parte de una familia acomodada y ha dejado la universidad porque le daba “hueva” dedicar su tiempo a estudiar para que luego nadie le ofreciese un empleo digno. “Conozco gente que se ha ido a Europa a formarse y al volver no ha encontrado chamba”, dice. En México se licencian unos 700.000 jóvenes al año, pero el mercado solo genera 300.000 puestos de trabajo.
Con todo, licenciarse sigue siendo una meta para muchos jóvenes, y el acceso a centros públicos de calidad está bloqueado. Manuel Gil Antón, especialista en educación superior del Colegio de México, advierte de que en 2012 la UNAM tuvo que rechazar nueve de cada diez solicitudes de matrícula. Y los que se quedan fuera, dice, sobre todo jóvenes humildes, tiran la toalla o se pagan los estudios en mediocres universidades privadas que les suponen un gasto mayor que las universidades privadas de élite a aquellos que se las pueden permitir.
“Es una generación preocupada por la supervivencia”, concluye Juan Antonio Pérez Islas, director del Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM; “una generación conservadora, para la que la política es secundaria”. Los datos históricos indican que de los 24 millones de jóvenes de 18 a 29 años que pueden votar este domingo, en torno a un 60% se quedará en casa, una cifra solo comparable a la de los ancianos mayores de 80 años.
Si se cumple la previsión, el absentismo juvenil será el paradójico sello de una campaña en la que un sector de la nueva hornada de mexicanos demostró que es capaz de lograr cosas inéditas, como sentar a tres candidatos a debatir en directo con internautas, sin necesidad de ser el más cabrón ni de lucir un arma con diamantes en la culata.