River: De la vergüenza, nació el orgullo
Federico Kotlar, Clarín
En Twitter: @fkotlar
El descenso es un trago amargo para cualquier hincha de fútbol. Pero para los seguidores de los equipos grandes, parece algo más: es casi un pasaje a algo parecido a la irrealidad. Porque, ¿qué hincha de River habrá imaginado alguna vez ver a su equipo en la segunda división del fútbol argentino cuando su lugar natural por historia es el de pelear los títulos en Primera? Lo mismo se aplica para los hinchas de San Lorenzo y Racing, que sufrieron el mismo duro trance en los 80. Todos ellos pueden tener un orgullo: su paso por la segunda división no sólo fue breve, sino que además generó una exaltación de la pasión de sus hinchas.
El primero de los grandes en descender de categoría fue San Lorenzo. Mientras el sábado 15 de agosto de 1981 el Boca de Maradona se consagraba campeón ante Racing, el equipo de Boedo caía 1-0 ante Argentinos, en una especie de final por no bajar de categoría en la que le habría alcanzado con empatar. Así bajaba a la vieja Primera B y completaba un ciclo de dolor que había iniciado con la pérdida de su cancha, el Viejo Gasómetro de Avenida La Plata.
Para San Lorenzo, 1982 será siempre recordado como un año de resurrección. No sólo se consagró como holgado campeón de la B muchas fechas antes del final del campeonato, sino que aparte su convocatoria superó largamente la que registraban en ese entonces los otros grandes en Primera División. Con los entonces jóvenes Rubén Insúa y Jorge Rinaldi como estandartes, más el aporte de Rubén Cousillas desde el arco, la solidez de Biain en la última línea y el empuje de Quinteros en el mediocampo, el equipo conducido por José Yudica se terminó de consagrar al superar el 6 de noviembre del 82 en cancha de Vélez por 1-0 a El Porvenir.
Racing fue el segundo grande en bajar de categoría y, como suele ocurrirle, todo le costó un poco más que al resto. Su descenso se consumó mientras Independiente se consagraba campeón del Metropolitano de 1983 -al año siguiente ganaría la Libertadores y la Intercontinental- y fue parte de un descalabro institucional que se arrastraba de años anteriores. El golpe final lo dio Racing de Córdoba el 18 de diciembre, al imponerse 4-3 en un partido con serios incidentes en Avellaneda. La última fecha fue otro puñal: 0-2 en el clásico ante el Independiente que festejaba el título.
Muchos creyeron que Racing consumaría un regreso sencillo como el que había tenido San Lorenzo. Pero en 1984 se encontró con un Deportivo Español imposible de quebrar, que se adueño del ascenso directo. Y en el octogonal por el segundo cupo, Racing perdió claramente la final ante Gimnasia y Esgrima La Plata. El ascenso llegaría recién al año siguiente, aunque el campeón de la B fue Rosario Central. Los de Avellaneda se quedaron con el octogonal al superar en la final a Atlanta. Los dos choques fueron en cancha de River: en el primero Racing se impuso por un holgado 4-0 -las versiones sobre el rendimiento de algunos jugadores de Atlanta todavía se escuchan en las tribunas de la calle Humboldt-, mientras que en la vuelta, el 28 de diciembre de 1984, igualaron 1-1 con tantos de Sicher para los de Avellaneda y Heber Bueno -padre de Carlos, actual jugador de San Lorenzo- para Atlanta. Así llegó finalmente el ascenso esperado, con un equipo que tenía a jugadores que se lucirían también en Primera, como Walter Fernández y Colombatti.
La historia de River es más reciente y fácil de recordar. El 26 de junio de 2011 se fue al descenso en su propio estadio, al igualar 1-1 con Belgrano -goles Pavone y Lollo- luego de haber perdido 2-0 en el encuentro de ida por la Promoción. Su regreso a Primera se da cuando todavía no se cumplió un año de un día negro, pero que abrió la puerta a la exaltación de hinchas que sintieron que debían acompañar al equipo más que nunca en la dificultad. Y así lo hicieron, por las canchas de todo el país.
“Sólo bajamos un rato, para ver cómo era”. La frase se escuchó sucesivamente en hinchas de San Lorenzo, Racing y River. Es un canto a la guapeza luego de haber recibido uno de esos golpes que a los hinchas les cuesta mucho asimilar. Ahora para River será el tiempo de volver a pensar en los grandes objetivos, más acordes a su historia. Cabe, eso sí, una advertencia. Ni a San Lorenzo ni a Racing les fue fácil ser campeones en Primera después de su paso por la Segunda División: los de Boedo tuvieron que esperar doce años para ser campeones, en el Clausura 95; los de Avellaneda, 16, hasta que el gol de Loeschbor los consagró ante Vélez en el Apertura 2001. En Núñez no querrán aguardar tanto. Es que la historia del fútbol argentino, como a los grandes, los ubica en un lugar bien distinto del que acaban de abandonar.
En Twitter: @fkotlar
El descenso es un trago amargo para cualquier hincha de fútbol. Pero para los seguidores de los equipos grandes, parece algo más: es casi un pasaje a algo parecido a la irrealidad. Porque, ¿qué hincha de River habrá imaginado alguna vez ver a su equipo en la segunda división del fútbol argentino cuando su lugar natural por historia es el de pelear los títulos en Primera? Lo mismo se aplica para los hinchas de San Lorenzo y Racing, que sufrieron el mismo duro trance en los 80. Todos ellos pueden tener un orgullo: su paso por la segunda división no sólo fue breve, sino que además generó una exaltación de la pasión de sus hinchas.
El primero de los grandes en descender de categoría fue San Lorenzo. Mientras el sábado 15 de agosto de 1981 el Boca de Maradona se consagraba campeón ante Racing, el equipo de Boedo caía 1-0 ante Argentinos, en una especie de final por no bajar de categoría en la que le habría alcanzado con empatar. Así bajaba a la vieja Primera B y completaba un ciclo de dolor que había iniciado con la pérdida de su cancha, el Viejo Gasómetro de Avenida La Plata.
Para San Lorenzo, 1982 será siempre recordado como un año de resurrección. No sólo se consagró como holgado campeón de la B muchas fechas antes del final del campeonato, sino que aparte su convocatoria superó largamente la que registraban en ese entonces los otros grandes en Primera División. Con los entonces jóvenes Rubén Insúa y Jorge Rinaldi como estandartes, más el aporte de Rubén Cousillas desde el arco, la solidez de Biain en la última línea y el empuje de Quinteros en el mediocampo, el equipo conducido por José Yudica se terminó de consagrar al superar el 6 de noviembre del 82 en cancha de Vélez por 1-0 a El Porvenir.
Racing fue el segundo grande en bajar de categoría y, como suele ocurrirle, todo le costó un poco más que al resto. Su descenso se consumó mientras Independiente se consagraba campeón del Metropolitano de 1983 -al año siguiente ganaría la Libertadores y la Intercontinental- y fue parte de un descalabro institucional que se arrastraba de años anteriores. El golpe final lo dio Racing de Córdoba el 18 de diciembre, al imponerse 4-3 en un partido con serios incidentes en Avellaneda. La última fecha fue otro puñal: 0-2 en el clásico ante el Independiente que festejaba el título.
Muchos creyeron que Racing consumaría un regreso sencillo como el que había tenido San Lorenzo. Pero en 1984 se encontró con un Deportivo Español imposible de quebrar, que se adueño del ascenso directo. Y en el octogonal por el segundo cupo, Racing perdió claramente la final ante Gimnasia y Esgrima La Plata. El ascenso llegaría recién al año siguiente, aunque el campeón de la B fue Rosario Central. Los de Avellaneda se quedaron con el octogonal al superar en la final a Atlanta. Los dos choques fueron en cancha de River: en el primero Racing se impuso por un holgado 4-0 -las versiones sobre el rendimiento de algunos jugadores de Atlanta todavía se escuchan en las tribunas de la calle Humboldt-, mientras que en la vuelta, el 28 de diciembre de 1984, igualaron 1-1 con tantos de Sicher para los de Avellaneda y Heber Bueno -padre de Carlos, actual jugador de San Lorenzo- para Atlanta. Así llegó finalmente el ascenso esperado, con un equipo que tenía a jugadores que se lucirían también en Primera, como Walter Fernández y Colombatti.
La historia de River es más reciente y fácil de recordar. El 26 de junio de 2011 se fue al descenso en su propio estadio, al igualar 1-1 con Belgrano -goles Pavone y Lollo- luego de haber perdido 2-0 en el encuentro de ida por la Promoción. Su regreso a Primera se da cuando todavía no se cumplió un año de un día negro, pero que abrió la puerta a la exaltación de hinchas que sintieron que debían acompañar al equipo más que nunca en la dificultad. Y así lo hicieron, por las canchas de todo el país.
“Sólo bajamos un rato, para ver cómo era”. La frase se escuchó sucesivamente en hinchas de San Lorenzo, Racing y River. Es un canto a la guapeza luego de haber recibido uno de esos golpes que a los hinchas les cuesta mucho asimilar. Ahora para River será el tiempo de volver a pensar en los grandes objetivos, más acordes a su historia. Cabe, eso sí, una advertencia. Ni a San Lorenzo ni a Racing les fue fácil ser campeones en Primera después de su paso por la Segunda División: los de Boedo tuvieron que esperar doce años para ser campeones, en el Clausura 95; los de Avellaneda, 16, hasta que el gol de Loeschbor los consagró ante Vélez en el Apertura 2001. En Núñez no querrán aguardar tanto. Es que la historia del fútbol argentino, como a los grandes, los ubica en un lugar bien distinto del que acaban de abandonar.