Monti amenazó con dimitir para forzar a Merkel
Italia, España y Francia forzaron el acuerdo que logró las medidas de urgencia
Claudi Pérez / Ricardo Martínez de Rituerto
Bruselas, El País
Y entonces sucede el hecho: Italia y España bloquean la supercumbre del euro durante unas horas ante la falta de medidas urgentes para tranquilizar a los mercados y empieza una discusión subida de tono, con algún que otro contrapunto dramático, y un director de escena que no es ni la dama de hierro europea, la canciller Angela Merkel, ni la nueva figura de la escena política continental, el francés François Hollande, ni español Mariano Rajoy ni mucho menos los líderes comunitarios. “Aquello fue un completo show de Mario Monti”, explica en los aledaños del Consejo Europeo un diplomático de un país mediterráneo. “Monti amenazó con algo más. ‘Voy a dimitir’, llegó a decir en un momento de la noche. Hubo algo de chantaje, algo de farol. Como casi siempre, la cumbre fue menos dramática de lo que ha trascendido, pero sí hubo momentos de tensión”, afirma un dirigente comunitario del más alto nivel. Con Monti en el papel de director de orquesta, Europa dio ayer un paso al frente. Empezó a rediseñar el edificio institucional del euro en el largo plazo, con medidas para el crecimiento (algo timoratas para la gravedad de la recesión en el Sur), con una hoja de ruta repleta de grandes palabras (unión bancaria, unión fiscal, unión política), pero también, al final, con medidas urgentes ante la endiablada situación en los mercados, que desde hace semanas se empeñan en pasearse al borde del accidente financiero en Madrid y Roma por hacer del euro el epicentro de una crisis existencial.
En torno a las tres de la madrugada la situación se desatascó en una reunión bilateral entre Monti y Merkel, según las fuentes consultadas. Antes, los socios europeos habían venido fraguando un acuerdo en el G-20 de Los Cabos (México), y después en sendas reuniones en Roma y París, en las que se tenían ya prácticamente perfiladas las medidas. Al llegar a Bruselas y arrancar la cumbre, sin embargo, “todo aquello se había convertido en papel mojado”, apuntaron fuentes de la Moncloa. Ya desde la foto de familia, Monti y Rajoy decidieron poner pie en pared y bloquear el pacto para estimular el crecimiento de 120.000 millones de euros. Hablaron con Hollande (el padre de esa idea, que pasa por contrarrestar el dogmatismo alemán de la austeridad a rajatabla) y consiguieron el aval de Francia. “A partir de ahí se desarrolló ese pulso entre España e Italia, con la ayuda de Francia, y Alemania, que contó con el apoyo de Finlandia y un cierto aliento de Holanda”, según un diplomático europeo. Para la citada alta fuente europea, “al final no hubo grandes sorpresas y se acordó lo que se había venido hablando sobre recapitalización directa de la banca y la flexibilización de los fondos de rescate para la compra de bonos con condiciones. En todo caso, la campanada puede ser lo clara que queda la situación para la banca española e irlandesa, pero en el caso de la compra de bonos no se va tan lejos como quería Monti: habrá condiciones y el control de la Comisión y el BCE para quienes pidan esa medida”.
El acuerdo fue recibido forma muy positiva por los mercados. Las Bolsas subieron con fuerza: el mercado español escaló un 5,7%, y los tipos de interés de la deuda bajaron notablemente, hasta el 6,3% en el caso del bono a 10 años. La buena noticia es que la prima de riesgo (el mejor termómetro acerca del nerviosismo de los mercados con España) bajó ayer 70 puntos de una tacada, a niveles de hace una semana. La mala noticia es exactamente esa: se trata de los mismos niveles de hace una semana, y siguen siendo insostenibles. Al cabo, el acuerdo se basa en la habitual fórmula de compromiso europea y está plagado de condiciones difusas, que en muchos casos solo se concretarán más adelante. No es la primera vez que un acuerdo se recibe con alegría inicialmente y con creciente escepticismo a medida que pasan los días y los mercados descubren sus debilidades. “No puede minimizarse el hecho de que Europa ha dado pasos clave tanto a corto como a largo plazo. Había un test clave en los mercados. Pero la tensión no ha desaparecido: la reunión del BCE de la semana próxima y las condiciones de la ayuda financiera a España, el 9 de julio, serán también exámenes finales”, indicaron fuentes comunitarias.
Al margen de los números de la cumbre, ayer se vio a un Mariano Rajoy extremadamente cansado ante la prensa, acertado al evitar el triunfalismo pero incapaz de dar un mensaje ilusionante. A una Merkel enrocada que asegura que nada ha cambiado y rechaza la idea de que Alemania esté aislada y haya salido perdiendo en Bruselas. Pero tal vez fue Hollande quien mejor resumió el espíritu de la cita al ser preguntado por ganadores y perdedores. "¿Ha perdido Alemania? Hemos alcanzado un compromiso y una nueva dinámica. Madame Merkel ha participado en esa búsqueda y en la voluntad de avanzar. Ahora Merkel puede ir a su Parlamento y decir: ‘No he tocado los textos, no he ido más allá de mi mandato, nos hemos comprometido a movilizar las herramientas que tenemos para garantizar la estabilidad’. Y yo puedo decir que he respetado mis compromisos". Así es Europa: todo el mundo se da por ganador, no hay perdedores claros sino soluciones de compromiso, pequeños pasos, a menudo patadas a seguir, es de esperar que esta vez algo más para que la crisis empieza a doblar la esquina.
Rajoy, Merkel y Hollande se marcharon a casa con los tradicionales mensajes destinados al consumo interno. Monti es otra cosa. Sin ser político, en los últimos tiempos se ha mostrado como el más hábil de todos ellos. A mediados de semana utilizó la cumbre para pedir a los partidos políticos que le aprobaran la controvertida reforma laboral. Ese sería, según les dijo, su aval ante Bruselas, su demostración de que Italia estaba entre los "países virtuosos". Y, ahora, el acuerdo logrado en la línea de sus aspiraciones –amenazando precisamente con una crisis política en Roma— le permite volver a Italia investido de una autoridad añadida. Lo curioso, además, es que tanto en Roma como en Bruselas, Mario Monti --el tan elegante y mesurado profesor Monti-- ha vuelto a utilizar un arma que ya había enseñado en los primeros compases de su gobierno técnico: el farol de la dimisión.
Claudi Pérez / Ricardo Martínez de Rituerto
Bruselas, El País
Y entonces sucede el hecho: Italia y España bloquean la supercumbre del euro durante unas horas ante la falta de medidas urgentes para tranquilizar a los mercados y empieza una discusión subida de tono, con algún que otro contrapunto dramático, y un director de escena que no es ni la dama de hierro europea, la canciller Angela Merkel, ni la nueva figura de la escena política continental, el francés François Hollande, ni español Mariano Rajoy ni mucho menos los líderes comunitarios. “Aquello fue un completo show de Mario Monti”, explica en los aledaños del Consejo Europeo un diplomático de un país mediterráneo. “Monti amenazó con algo más. ‘Voy a dimitir’, llegó a decir en un momento de la noche. Hubo algo de chantaje, algo de farol. Como casi siempre, la cumbre fue menos dramática de lo que ha trascendido, pero sí hubo momentos de tensión”, afirma un dirigente comunitario del más alto nivel. Con Monti en el papel de director de orquesta, Europa dio ayer un paso al frente. Empezó a rediseñar el edificio institucional del euro en el largo plazo, con medidas para el crecimiento (algo timoratas para la gravedad de la recesión en el Sur), con una hoja de ruta repleta de grandes palabras (unión bancaria, unión fiscal, unión política), pero también, al final, con medidas urgentes ante la endiablada situación en los mercados, que desde hace semanas se empeñan en pasearse al borde del accidente financiero en Madrid y Roma por hacer del euro el epicentro de una crisis existencial.
En torno a las tres de la madrugada la situación se desatascó en una reunión bilateral entre Monti y Merkel, según las fuentes consultadas. Antes, los socios europeos habían venido fraguando un acuerdo en el G-20 de Los Cabos (México), y después en sendas reuniones en Roma y París, en las que se tenían ya prácticamente perfiladas las medidas. Al llegar a Bruselas y arrancar la cumbre, sin embargo, “todo aquello se había convertido en papel mojado”, apuntaron fuentes de la Moncloa. Ya desde la foto de familia, Monti y Rajoy decidieron poner pie en pared y bloquear el pacto para estimular el crecimiento de 120.000 millones de euros. Hablaron con Hollande (el padre de esa idea, que pasa por contrarrestar el dogmatismo alemán de la austeridad a rajatabla) y consiguieron el aval de Francia. “A partir de ahí se desarrolló ese pulso entre España e Italia, con la ayuda de Francia, y Alemania, que contó con el apoyo de Finlandia y un cierto aliento de Holanda”, según un diplomático europeo. Para la citada alta fuente europea, “al final no hubo grandes sorpresas y se acordó lo que se había venido hablando sobre recapitalización directa de la banca y la flexibilización de los fondos de rescate para la compra de bonos con condiciones. En todo caso, la campanada puede ser lo clara que queda la situación para la banca española e irlandesa, pero en el caso de la compra de bonos no se va tan lejos como quería Monti: habrá condiciones y el control de la Comisión y el BCE para quienes pidan esa medida”.
El acuerdo fue recibido forma muy positiva por los mercados. Las Bolsas subieron con fuerza: el mercado español escaló un 5,7%, y los tipos de interés de la deuda bajaron notablemente, hasta el 6,3% en el caso del bono a 10 años. La buena noticia es que la prima de riesgo (el mejor termómetro acerca del nerviosismo de los mercados con España) bajó ayer 70 puntos de una tacada, a niveles de hace una semana. La mala noticia es exactamente esa: se trata de los mismos niveles de hace una semana, y siguen siendo insostenibles. Al cabo, el acuerdo se basa en la habitual fórmula de compromiso europea y está plagado de condiciones difusas, que en muchos casos solo se concretarán más adelante. No es la primera vez que un acuerdo se recibe con alegría inicialmente y con creciente escepticismo a medida que pasan los días y los mercados descubren sus debilidades. “No puede minimizarse el hecho de que Europa ha dado pasos clave tanto a corto como a largo plazo. Había un test clave en los mercados. Pero la tensión no ha desaparecido: la reunión del BCE de la semana próxima y las condiciones de la ayuda financiera a España, el 9 de julio, serán también exámenes finales”, indicaron fuentes comunitarias.
Al margen de los números de la cumbre, ayer se vio a un Mariano Rajoy extremadamente cansado ante la prensa, acertado al evitar el triunfalismo pero incapaz de dar un mensaje ilusionante. A una Merkel enrocada que asegura que nada ha cambiado y rechaza la idea de que Alemania esté aislada y haya salido perdiendo en Bruselas. Pero tal vez fue Hollande quien mejor resumió el espíritu de la cita al ser preguntado por ganadores y perdedores. "¿Ha perdido Alemania? Hemos alcanzado un compromiso y una nueva dinámica. Madame Merkel ha participado en esa búsqueda y en la voluntad de avanzar. Ahora Merkel puede ir a su Parlamento y decir: ‘No he tocado los textos, no he ido más allá de mi mandato, nos hemos comprometido a movilizar las herramientas que tenemos para garantizar la estabilidad’. Y yo puedo decir que he respetado mis compromisos". Así es Europa: todo el mundo se da por ganador, no hay perdedores claros sino soluciones de compromiso, pequeños pasos, a menudo patadas a seguir, es de esperar que esta vez algo más para que la crisis empieza a doblar la esquina.
Rajoy, Merkel y Hollande se marcharon a casa con los tradicionales mensajes destinados al consumo interno. Monti es otra cosa. Sin ser político, en los últimos tiempos se ha mostrado como el más hábil de todos ellos. A mediados de semana utilizó la cumbre para pedir a los partidos políticos que le aprobaran la controvertida reforma laboral. Ese sería, según les dijo, su aval ante Bruselas, su demostración de que Italia estaba entre los "países virtuosos". Y, ahora, el acuerdo logrado en la línea de sus aspiraciones –amenazando precisamente con una crisis política en Roma— le permite volver a Italia investido de una autoridad añadida. Lo curioso, además, es que tanto en Roma como en Bruselas, Mario Monti --el tan elegante y mesurado profesor Monti-- ha vuelto a utilizar un arma que ya había enseñado en los primeros compases de su gobierno técnico: el farol de la dimisión.