Los nuevos comicios auguran en Grecia un escenario más incierto que en mayo
Agobiados por la crisis, los griegos elegirán el 17 de junio entre el euro o el caos
María Antonia Sánchez-Vallejo
Madrid, El País
Los semáforos en Atenas parpadean como si estuvieran tuertos por falta de mantenimiento o se apagan por impago del suministro eléctrico. Veinte hoteles han cerrado en los últimos meses por la bajada del número de pernoctaciones, en una industria, la turística, que en 2011 supuso el 16% del PIB (y en la que este año se prevé una caída de ingresos del 15%). En las farmacias escasean alrededor de 160 tipos de medicamentos, incluidos antitumorales o antibióticos. Y en las calles de la ciudad, donde se concentra el 40% de la población griega, malviven según la ONG Praksis unos 13.000 sin techo, mientras la fuga de depósitos y empresas representa la suelta del único lastre que mantenía amarrada una esperanza de supervivencia.
Al votante le resultará imposible no tenerlo en cuenta: el movimiento uniformemente acelerado que ha adquirido la crisis, retroalimentada por la austeridad y las reformas. Pero a la frustración que estalló en las papeletas el pasado 6 de mayo se añade ahora el miedo inoculado por el mensaje conminatorio procedente de Europa: o euro o caos. Sea cual fuere el resultado, las elecciones del próximo 17 de junio no van a poner fin a la agonía griega; al revés, devolverán un panorama más incierto que el de mayo: ninguna mayoría, muchos antagonistas y poca predisposición al pacto.
Tras la implosión del sistema político tradicional, recomponer los pedazos de la gobernabilidad costará esfuerzo, y un tiempo que tal vez Europa no esté dispuesta a conceder cuando por otros flancos arrecia la crisis (y cuando las arcas griegas están a punto de vaciarse, en julio). Con un ceñido empate en las encuestas entre el centroderecha y la izquierda, los griegos solo tienen ante sí dos opciones: la mala, la del viacrucis de las reformas, y la peor, la hipotética salida del euro si, como indican varios sondeos, gana Syriza (Coalición de Izquierda Radical), el partido revelación el 6 de mayo, la formación a la que sus detractores llaman “el lobby de la dracma”. Syriza defiende la anulación del programa de reformas impuesto por la troika a cambio de los rescates.
Si ganan los que Bruselas considera los buenos (Nueva Democracia, ND, prorrescate), nada garantiza la formación de un Gobierno estable, ni siquiera con el socialista Pasok (tercer partido en intención de voto): desde 2009 ambos han perdido 40 puntos, castigados por su gestión de la crisis, y necesitarán otros apoyos más que dudosos. “Esa opción supondría posponer lo inevitable, no duraría más que unos meses”, apunta el analista Yanis Lulis. Pero si ganan los malos, será el acabose, y eso que Alexis Tsipras, líder de Syriza, reiteró esta semana a los embajadores del G-20 en Atenas que su programa no implica la salida de Grecia del euro ni de la UE.
La troika no se plantea enmiendas al acuerdo de préstamo con Atenas
Nadie sabe lo que va a pasar el 17 de junio, indican las fuentes consultadas. Las encuestas son muy confusas, y la movilidad del voto, muy grande: un pequeño error en cualquiera de las partes puede hacer bascular el resultado. Entre el 80% y el 85% de los griegos defiende seguir en el euro, y ninguno de los partidos serios, salvo el comunista, quiere a Grecia fuera de la eurozona. Pero a la vez, incluso ND pide renegociar la aplicación de algunos puntos del memorándum. También el Pasok propone una moratoria para el ajuste presupuestario (hasta 2015), pero la opción de actuar a la carta no entra en las previsiones de los acreedores internacionales. “La Comisión Europea trabaja sobre la base de los acuerdos existentes y no especula sobre la posibilidad de renegociaciones, que en cualquier caso, y como es natural, deberían contar con la aprobación de todas las partes implicadas”, explica Carlos Martín Ruiz de Gordejuela, portavoz de la CE en Atenas. “El memorando es lo suficientemente flexible para adaptarse a las circunstancias del momento, de hecho se revisa cada tres meses durante las misiones de la troika. Su hipotética denuncia unilateral por las autoridades griegas supondría la anulación del acuerdo y tendría como consecuencia que Grecia dejara de recibir la ayuda financiera acordada”.
“Hay cierta esperanza de que el debate que se ha abierto en Europa –más crecimiento, menos austeridad- pueda tener un efecto positivo en las condiciones del rescate”, considera Nikos Konstandaras, director adjunto del diario Kathimerini. “Pero también sabemos que Grecia tiene problemas muy específicos (la debilidad de la Administración, por ejemplo) que, si no se resuelven, convertirán la dicotomía austeridad versus crecimiento en un debate teórico para nosotros. Debemos poner nuestra casa en orden, pero también esperamos que un cambio de política en Europa alivie la recesión que está matando nuestra economía”, concluye Konstandaras.
Quien espere una solución el próximo 17 de junio, cree en los milagros. De las urnas, como mucho, saldrá un parche, según el análisis de Lulis. El fantasma de la ingobernabilidad se cierne de nuevo sobre el país y hace recordar el impasse de 1989. Pero entonces Grecia recibía transfusiones a chorros de fondos europeos, y hoy dedica la mayor parte de la ayuda al pago de los intereses de su deuda (hasta el 97% de lo que recibe, según algunas estimaciones). “Hay medidas muy dolorosas, especialmente la bajada de sueldos y pensiones, pero en una situación como la de la economía griega, la alternativa no está entre rebajar una parte de los salarios de los funcionarios o mantenerlos intactos e incluso aumentarlos, sino entre aplicar esos recortes o dejar de pagar el 100% de los sueldos y las pensiones porque las cajas del Estado se han vaciado”, concluye el portavoz de la Comisión. Grecia se la juega a todo o nada, va a ser verdad: o euro o caos.
María Antonia Sánchez-Vallejo
Madrid, El País
Los semáforos en Atenas parpadean como si estuvieran tuertos por falta de mantenimiento o se apagan por impago del suministro eléctrico. Veinte hoteles han cerrado en los últimos meses por la bajada del número de pernoctaciones, en una industria, la turística, que en 2011 supuso el 16% del PIB (y en la que este año se prevé una caída de ingresos del 15%). En las farmacias escasean alrededor de 160 tipos de medicamentos, incluidos antitumorales o antibióticos. Y en las calles de la ciudad, donde se concentra el 40% de la población griega, malviven según la ONG Praksis unos 13.000 sin techo, mientras la fuga de depósitos y empresas representa la suelta del único lastre que mantenía amarrada una esperanza de supervivencia.
Al votante le resultará imposible no tenerlo en cuenta: el movimiento uniformemente acelerado que ha adquirido la crisis, retroalimentada por la austeridad y las reformas. Pero a la frustración que estalló en las papeletas el pasado 6 de mayo se añade ahora el miedo inoculado por el mensaje conminatorio procedente de Europa: o euro o caos. Sea cual fuere el resultado, las elecciones del próximo 17 de junio no van a poner fin a la agonía griega; al revés, devolverán un panorama más incierto que el de mayo: ninguna mayoría, muchos antagonistas y poca predisposición al pacto.
Tras la implosión del sistema político tradicional, recomponer los pedazos de la gobernabilidad costará esfuerzo, y un tiempo que tal vez Europa no esté dispuesta a conceder cuando por otros flancos arrecia la crisis (y cuando las arcas griegas están a punto de vaciarse, en julio). Con un ceñido empate en las encuestas entre el centroderecha y la izquierda, los griegos solo tienen ante sí dos opciones: la mala, la del viacrucis de las reformas, y la peor, la hipotética salida del euro si, como indican varios sondeos, gana Syriza (Coalición de Izquierda Radical), el partido revelación el 6 de mayo, la formación a la que sus detractores llaman “el lobby de la dracma”. Syriza defiende la anulación del programa de reformas impuesto por la troika a cambio de los rescates.
Si ganan los que Bruselas considera los buenos (Nueva Democracia, ND, prorrescate), nada garantiza la formación de un Gobierno estable, ni siquiera con el socialista Pasok (tercer partido en intención de voto): desde 2009 ambos han perdido 40 puntos, castigados por su gestión de la crisis, y necesitarán otros apoyos más que dudosos. “Esa opción supondría posponer lo inevitable, no duraría más que unos meses”, apunta el analista Yanis Lulis. Pero si ganan los malos, será el acabose, y eso que Alexis Tsipras, líder de Syriza, reiteró esta semana a los embajadores del G-20 en Atenas que su programa no implica la salida de Grecia del euro ni de la UE.
La troika no se plantea enmiendas al acuerdo de préstamo con Atenas
Nadie sabe lo que va a pasar el 17 de junio, indican las fuentes consultadas. Las encuestas son muy confusas, y la movilidad del voto, muy grande: un pequeño error en cualquiera de las partes puede hacer bascular el resultado. Entre el 80% y el 85% de los griegos defiende seguir en el euro, y ninguno de los partidos serios, salvo el comunista, quiere a Grecia fuera de la eurozona. Pero a la vez, incluso ND pide renegociar la aplicación de algunos puntos del memorándum. También el Pasok propone una moratoria para el ajuste presupuestario (hasta 2015), pero la opción de actuar a la carta no entra en las previsiones de los acreedores internacionales. “La Comisión Europea trabaja sobre la base de los acuerdos existentes y no especula sobre la posibilidad de renegociaciones, que en cualquier caso, y como es natural, deberían contar con la aprobación de todas las partes implicadas”, explica Carlos Martín Ruiz de Gordejuela, portavoz de la CE en Atenas. “El memorando es lo suficientemente flexible para adaptarse a las circunstancias del momento, de hecho se revisa cada tres meses durante las misiones de la troika. Su hipotética denuncia unilateral por las autoridades griegas supondría la anulación del acuerdo y tendría como consecuencia que Grecia dejara de recibir la ayuda financiera acordada”.
“Hay cierta esperanza de que el debate que se ha abierto en Europa –más crecimiento, menos austeridad- pueda tener un efecto positivo en las condiciones del rescate”, considera Nikos Konstandaras, director adjunto del diario Kathimerini. “Pero también sabemos que Grecia tiene problemas muy específicos (la debilidad de la Administración, por ejemplo) que, si no se resuelven, convertirán la dicotomía austeridad versus crecimiento en un debate teórico para nosotros. Debemos poner nuestra casa en orden, pero también esperamos que un cambio de política en Europa alivie la recesión que está matando nuestra economía”, concluye Konstandaras.
Quien espere una solución el próximo 17 de junio, cree en los milagros. De las urnas, como mucho, saldrá un parche, según el análisis de Lulis. El fantasma de la ingobernabilidad se cierne de nuevo sobre el país y hace recordar el impasse de 1989. Pero entonces Grecia recibía transfusiones a chorros de fondos europeos, y hoy dedica la mayor parte de la ayuda al pago de los intereses de su deuda (hasta el 97% de lo que recibe, según algunas estimaciones). “Hay medidas muy dolorosas, especialmente la bajada de sueldos y pensiones, pero en una situación como la de la economía griega, la alternativa no está entre rebajar una parte de los salarios de los funcionarios o mantenerlos intactos e incluso aumentarlos, sino entre aplicar esos recortes o dejar de pagar el 100% de los sueldos y las pensiones porque las cajas del Estado se han vaciado”, concluye el portavoz de la Comisión. Grecia se la juega a todo o nada, va a ser verdad: o euro o caos.