La izquierda confía en su fuerza en Ciudad de México
Miguel Ángel Mancera parte con una holgada ventaja en la elección local
Salvador Camarena
México, El País
Miguel Ángel Mancera nunca había sido candidato, ni siquiera había participado formalmente en alguna campaña electoral. No milita en ningún partido político. A pesar de eso, el hoy candidato del Movimiento Progresista al Gobierno del Distrito Federal, de 46 años, está a punto de lograr un triunfo electoral que podría marcar un récord. Tan holgada es su ventaja en las encuestas que la campaña se tornó aburrida.
“Por primera vez desde 1997, cuando se pudo elegir a las autoridades locales en la capital, el Partido de la Revolución Democrática (junto al Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano) podría conseguir tanto la jefatura de Gobierno como las 16 delegaciones”, publicó el 22 de junio la encuestadora Parametría. La traducción es que el Partido Acción Nacional (PAN) podría perder las delegaciones de Miguel Hidalgo y Benito Juárez, de familias de ingresos altos y medios. Mientras que al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de poco le servirá en la capital la condición de favorito de su candidato presidencial.
La capital siempre ha sido un punto de contraste con el resto de México. Inseguro, de caóticas y saturadas calles, sobrepoblado y contaminado. Así se le veía hace tres décadas. Hoy es considerado un ecosistema que se distingue de otros polos de desarrollo del país porque no ha sido secuestrado por los criminales como Nuevo León, ni vive los sobresaltos de inseguridad que azotan Jalisco. Es una ciudad ajena, al menos en apariencia, al clima de violencia sin control que ha arrasado Michoacán, Veracruz, Guerrero, Sinaloa e incluso regiones del vecino Estado de México. Un país aparte, donde además es legal el aborto hasta la semana 12 de gestación y se permite, desde 2009, el matrimonio homosexual.
Este clima social se inició en la elección de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno en 1997. El sello de la izquierda creció con los programas sociales a favor de los más pobres, impuestos por Andrés Manuel López Obrador (2000-2005). El actual alcalde, Marcelo Ebrard, ha mejorado los transportes, inaugurará una nueva línea del metro y ha impulsado la recuperación de los espacios públicos. Su éxito final ha sido saber elegir al candidato sucesor. Mancera, un fiscal de trato afable que sobrevivió a varios errores profesionales en la época en que descendía la criminalidad en la ciudad, ha tenido una campaña triunfal gracias también al desastre de los dirigentes locales del PAN y del PRI, que erraron en la selección de sus candidatas.
“Hay varios factores que ayudan a la izquierda. Las buenas calificaciones de Ebrard como gobernante lo convierten en un administrador respetado incluso por sus adversarios. Y Mancera se presenta como candidato ciudadano y no ha tenido problema para situarse en niveles históricos de preferencia electoral, en gran parte por su trabajo como fiscal. Los dos últimos años antes de su nominación, era el funcionario mejor calificado del gabinete de Ebrard”, explica el periodista Raymundo Riva Palacio, director del diario 24 Horas.
Doctor en derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, deportista, apodado por sus canas y barba partida “nuestro George Clooney”, sin apremio económico pues viene de una familia de empresarios, Mancera se ha tomado a pecho la campaña. “Vamos a consolidar lo que se ha hecho en infraestructura, a avanzar en desarrollo tecnológico y en acceso a servicios para discapacitados. Al concluir entregaremos una ciudad muy diferente”, comenta el candidato a EL PAÍS.
Previsible próximo gobernador de una ciudad de nueve millones de habitantes a la que cada día acuden otros tres millones de localidades cercanas (en total, el 10% de la población del país), la elección del 1 de julio le queda chica a Mancera. Cuando gobierne, ¿se lo comerán las tribus de la izquierda, habituadas a pugnas intestinas y al reparto clientelar? ¿Le pesará la sombra de Ebrard, considerado en 2010 el mejor alcalde del mundo? ¿O surgirá un líder de perfil ciudadano que consolide la condición de oasis de la capital al tiempo que se convierte en el nuevo gran protagonista de la política mexicana, esa que es tan dada a que el mismísimo día de la llegada de un presidente de la República empieza a preguntarse quiénes son los candidatos a sucederlo? A partir de diciembre lo sabremos.
Salvador Camarena
México, El País
Miguel Ángel Mancera nunca había sido candidato, ni siquiera había participado formalmente en alguna campaña electoral. No milita en ningún partido político. A pesar de eso, el hoy candidato del Movimiento Progresista al Gobierno del Distrito Federal, de 46 años, está a punto de lograr un triunfo electoral que podría marcar un récord. Tan holgada es su ventaja en las encuestas que la campaña se tornó aburrida.
“Por primera vez desde 1997, cuando se pudo elegir a las autoridades locales en la capital, el Partido de la Revolución Democrática (junto al Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano) podría conseguir tanto la jefatura de Gobierno como las 16 delegaciones”, publicó el 22 de junio la encuestadora Parametría. La traducción es que el Partido Acción Nacional (PAN) podría perder las delegaciones de Miguel Hidalgo y Benito Juárez, de familias de ingresos altos y medios. Mientras que al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de poco le servirá en la capital la condición de favorito de su candidato presidencial.
La capital siempre ha sido un punto de contraste con el resto de México. Inseguro, de caóticas y saturadas calles, sobrepoblado y contaminado. Así se le veía hace tres décadas. Hoy es considerado un ecosistema que se distingue de otros polos de desarrollo del país porque no ha sido secuestrado por los criminales como Nuevo León, ni vive los sobresaltos de inseguridad que azotan Jalisco. Es una ciudad ajena, al menos en apariencia, al clima de violencia sin control que ha arrasado Michoacán, Veracruz, Guerrero, Sinaloa e incluso regiones del vecino Estado de México. Un país aparte, donde además es legal el aborto hasta la semana 12 de gestación y se permite, desde 2009, el matrimonio homosexual.
Este clima social se inició en la elección de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno en 1997. El sello de la izquierda creció con los programas sociales a favor de los más pobres, impuestos por Andrés Manuel López Obrador (2000-2005). El actual alcalde, Marcelo Ebrard, ha mejorado los transportes, inaugurará una nueva línea del metro y ha impulsado la recuperación de los espacios públicos. Su éxito final ha sido saber elegir al candidato sucesor. Mancera, un fiscal de trato afable que sobrevivió a varios errores profesionales en la época en que descendía la criminalidad en la ciudad, ha tenido una campaña triunfal gracias también al desastre de los dirigentes locales del PAN y del PRI, que erraron en la selección de sus candidatas.
“Hay varios factores que ayudan a la izquierda. Las buenas calificaciones de Ebrard como gobernante lo convierten en un administrador respetado incluso por sus adversarios. Y Mancera se presenta como candidato ciudadano y no ha tenido problema para situarse en niveles históricos de preferencia electoral, en gran parte por su trabajo como fiscal. Los dos últimos años antes de su nominación, era el funcionario mejor calificado del gabinete de Ebrard”, explica el periodista Raymundo Riva Palacio, director del diario 24 Horas.
Doctor en derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México, deportista, apodado por sus canas y barba partida “nuestro George Clooney”, sin apremio económico pues viene de una familia de empresarios, Mancera se ha tomado a pecho la campaña. “Vamos a consolidar lo que se ha hecho en infraestructura, a avanzar en desarrollo tecnológico y en acceso a servicios para discapacitados. Al concluir entregaremos una ciudad muy diferente”, comenta el candidato a EL PAÍS.
Previsible próximo gobernador de una ciudad de nueve millones de habitantes a la que cada día acuden otros tres millones de localidades cercanas (en total, el 10% de la población del país), la elección del 1 de julio le queda chica a Mancera. Cuando gobierne, ¿se lo comerán las tribus de la izquierda, habituadas a pugnas intestinas y al reparto clientelar? ¿Le pesará la sombra de Ebrard, considerado en 2010 el mejor alcalde del mundo? ¿O surgirá un líder de perfil ciudadano que consolide la condición de oasis de la capital al tiempo que se convierte en el nuevo gran protagonista de la política mexicana, esa que es tan dada a que el mismísimo día de la llegada de un presidente de la República empieza a preguntarse quiénes son los candidatos a sucederlo? A partir de diciembre lo sabremos.