Italia baraja usar presos para reconstruir la zona dañada por los seísmos
La ministra de Justicia, Paola Severino, asegura que el trabajo sería "el mejor modo para conducir a los detenidos hacia la resocialización"
Pablo Ordaz
Roma, El País
Las cárceles italianas están a rebosar. El Gobierno no sabe qué hacer con tantos presos. Las condiciones son tan malas que hasta el Papa, en una visita girada la pasada Navidad a la cárcel romana de Rebibbia, dijo: “La superpoblación es una doble condena”. El Ejecutivo tecnócrata de Mario Monti llegó a aprobar un decreto “vacía-cárceles” para, en según qué casos, sustituir la prisión preventiva por el arresto domiciliario. Se valoró la posibilidad de indultos en cadena e incluso de una amnistía, pero lo cierto es que el hacinamiento continúa. Ahora, la ministra de Justicia, Paola Severino, ha visto otra oportunidad: “Los detenidos podrán trabajar en la reconstrucción de las zonas golpeadas por los terremotos”.
“Querría lanzar la idea”, ha dicho la ministra Severino durante una visita a la cárcel de la Dozza (Bolonia), “de utilizar a la población carcelaria, la que no sea peligrosa, para los trabajos de recuperación de las zonas afectadas”. Y se explica: “Yo siempre he pensado que el trabajo puede ser el mejor modo para conducir a los detenidos hacia la resocialización. En momentos como estos que requieren una intervención oportuna e inmediata, la población penitenciaria puede convertirse en protagonista de una recuperación ejemplar”.
Tal vez consciente de la polémica que puede suscitar su propuesta, la ministra precisa: “Es solo una pequeña idea”. Aunque, enseguida, demuestra que ya es algo más. Añade que lo ideal sería que se implicasen todas las prisiones de la región y, “si fuera posible, no solo”. Paola Severino pone el ejemplo de la cárcel de Bolonia –también llamada “el infierno de Dozza”--: habría que excluir a los 101 reclusos de alta peligrosidad, pero se podría trabajar con los 246 encarcelados por asuntos relacionados con las drogas y con los extranjeros, que constituyen el 57% de la población carcelaria.
La ministra también explica que el pánico provocado por las continuas réplicas –un centenar al día—también afecta a los reclusos de la región de Emilia-Romaña. De ahí que la dirección de prisiones haya ordenado que las celdas permanezcan abiertas día y noche: “Al miedo por los terremotos, no podemos añadirle también la angustia por la claustrofobia”. Unos 350 reclusos han sido trasladados ya a cárceles alejadas de la zona afectada y, para que no se produzca una merma en la seguridad, están llegando a la zona más funcionarios de prisiones y policías.
Además de las 24 víctimas mortales, los seísmos que se iniciaron el 20 de mayo han causado ya daños económicos por valor de 5.000 millones de euros. Unas 200.000 personas se han visto afectadas y prácticamente toda la región vive angustiada, sin apenas unos minutos de tranquilidad entre réplica y réplica. De hecho, la provincia de Módena se ha convertido en un gran campamento. Muy pocos son los que se atreven a pasar la noche a cubierto. Ahora está por ver si la “pequeña idea” de la ministra es acogida por la población con agradecimiento o como un temor añadido.
Pablo Ordaz
Roma, El País
Las cárceles italianas están a rebosar. El Gobierno no sabe qué hacer con tantos presos. Las condiciones son tan malas que hasta el Papa, en una visita girada la pasada Navidad a la cárcel romana de Rebibbia, dijo: “La superpoblación es una doble condena”. El Ejecutivo tecnócrata de Mario Monti llegó a aprobar un decreto “vacía-cárceles” para, en según qué casos, sustituir la prisión preventiva por el arresto domiciliario. Se valoró la posibilidad de indultos en cadena e incluso de una amnistía, pero lo cierto es que el hacinamiento continúa. Ahora, la ministra de Justicia, Paola Severino, ha visto otra oportunidad: “Los detenidos podrán trabajar en la reconstrucción de las zonas golpeadas por los terremotos”.
“Querría lanzar la idea”, ha dicho la ministra Severino durante una visita a la cárcel de la Dozza (Bolonia), “de utilizar a la población carcelaria, la que no sea peligrosa, para los trabajos de recuperación de las zonas afectadas”. Y se explica: “Yo siempre he pensado que el trabajo puede ser el mejor modo para conducir a los detenidos hacia la resocialización. En momentos como estos que requieren una intervención oportuna e inmediata, la población penitenciaria puede convertirse en protagonista de una recuperación ejemplar”.
Tal vez consciente de la polémica que puede suscitar su propuesta, la ministra precisa: “Es solo una pequeña idea”. Aunque, enseguida, demuestra que ya es algo más. Añade que lo ideal sería que se implicasen todas las prisiones de la región y, “si fuera posible, no solo”. Paola Severino pone el ejemplo de la cárcel de Bolonia –también llamada “el infierno de Dozza”--: habría que excluir a los 101 reclusos de alta peligrosidad, pero se podría trabajar con los 246 encarcelados por asuntos relacionados con las drogas y con los extranjeros, que constituyen el 57% de la población carcelaria.
La ministra también explica que el pánico provocado por las continuas réplicas –un centenar al día—también afecta a los reclusos de la región de Emilia-Romaña. De ahí que la dirección de prisiones haya ordenado que las celdas permanezcan abiertas día y noche: “Al miedo por los terremotos, no podemos añadirle también la angustia por la claustrofobia”. Unos 350 reclusos han sido trasladados ya a cárceles alejadas de la zona afectada y, para que no se produzca una merma en la seguridad, están llegando a la zona más funcionarios de prisiones y policías.
Además de las 24 víctimas mortales, los seísmos que se iniciaron el 20 de mayo han causado ya daños económicos por valor de 5.000 millones de euros. Unas 200.000 personas se han visto afectadas y prácticamente toda la región vive angustiada, sin apenas unos minutos de tranquilidad entre réplica y réplica. De hecho, la provincia de Módena se ha convertido en un gran campamento. Muy pocos son los que se atreven a pasar la noche a cubierto. Ahora está por ver si la “pequeña idea” de la ministra es acogida por la población con agradecimiento o como un temor añadido.