Francia lucha por recapitalizar los bancos y europeizar la deuda
Hollande recibe este miércoles a Merkel para limar diferencias ante la cumbre de la UE
Miguel Mora
París, El País
Francia se declara abierta y dispuesta a todo. Unión política, fiscal, monetaria, económica y bancaria. Lo que haga falta. ¿Y si hay que ceder soberanía? Llamémosle mejor compartir soberanía, pero sí, adelante, todos lo necesitamos. ¿Un superministro de Finanzas? Podemos discutirlo, no tenemos ningún problema (aunque mejor si es un francés, claro). Por primera vez en muchos años, París se siente el centro del engranaje de la Unión Europea. La depresión acecha, la debilidad económica es grande, y tras el ruidoso ‘no’ de 2005, François Hollande ha reclutado a Roma y a Madrid para la causa y ha hecho profesión de fe en el proyecto europeo, sabiendo que es el único que puede salvar los muebles de un país que crecerá este año solamente un 0,4%.
Lo que queda por ver ahora es el grado de compromiso real que encierra la estrategia negociadora, abierta y pragmática de Hollande. Si la cumbre europea profundiza de verdad en la unidad política de la zona euro, el presidente tendrá que dedicarse una temporada larga a hacer pedagogía con sus ciudadanos. No sería difícil, porque tiene en sus manos algo que casi ningún mandatario galo ha tenido antes: la legitimidad de la mayoría absoluta y todo el poder político, con la oposición dividida y en busca de líder.
Esto exige a Hollande una respuesta clara y firme, un liderazgo europeo que doblegue las resistencias alemanas a mutualizar las deudas y cubrir los agujeros de los bancos sin castigar a los Gobiernos. De momento, Hollande ha mostrado a su público el paquete de 130.000 millones de euros para el crecimiento y el empleo, que es menos que nada, pero que nadie considera la panacea ni el maná salvador.
“Sabemos que con el anuncio de Roma no basta. Los mercados y los ciudadanos necesitan señales claras de integración y crecimiento”, explica un alto funcionario francés. “Debemos presentar medidas concretas, pero también explicar con detalle el proceso que queremos”.
El miércoles, la canciller Angela Merkel viaja a París para preparar el Consejo con el presidente francés, y al menos un crédito se puede atribuir al dignatario socialista: todo parece abierto y sobre la mesa, Merkel ya no tiene tabúes o al menos no se atreve a verbalizarlos en público como antes. Incluso la posibilidad de reabrir los tratados parece factible, según comentó la Comisión, y es innegable que el debate se ha enriquecido respecto a la tristeza de la era Sarkozy.
Como últimos ejemplos, la propuesta de Van Rompuy y otra similar, pero más rompedora todavía, inspirada por dos figuras del socialismo europeo, Jacques Delors y Helmut Schmidt, que ayer respaldaron la creación de una agencia europea de deuda, encabezada por un superministro de Finanzas que tendría poderes para emitir deuda conjunta de los países de la Eurozona, y a cambio podría controlar y vetar los presupuestos nacionales de los países que más necesiten los eurobonos. Pierre Moscovici, el ministro de Economía francés, proclamó la gravedad del momento al decir que “todos deben ser conscientes de que la cumbre es esencial porque hay que sentar las bases de la segunda fase de la moneda única, la que le permitirá consolidarse definitivamente”.
Añadió que es el momento de “aportar las pruebas” de que Europa puede “dotarse de una integración bancaria, financiera, presupuestaria y política”. Y señaló que los grandes objetivos de Francia son dos medidas precisas: “La recapitalización directa de los bancos”, y “una mayor integración, un camino que desemboque en los eurobonos”.
El brazo derecho de Hollande se aprestaba esta noche a recibir en Bercy, la sede de los ministerios económicos franceses, a los ministros de Alemania, Wolfgang Schäuble; España, Luis de Guindos; e Italia, Vittorio Grilli, además del comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y representantes del Consejo. “Estamos en una fase de preparación activa de la cumbre porque queremos respuestas estructurales, porque hay que sentar las bases de una Europa de la confianza”, señaló Moscovici.
El discurso suena distinto del de hace unos meses. La música se ha suavizado. Para mantener su “arte de vivir”, Francia quiere, pero sobre todo necesita, mucha más Europa. Si Hollande logra combinar su humor, su sentido de la justicia social y su flexible ironía con el rigor contable, la visión pecaminosa de la vida y la abundante chequera de frau Merkel, quizá no todo esté perdido todavía.
Miguel Mora
París, El País
Francia se declara abierta y dispuesta a todo. Unión política, fiscal, monetaria, económica y bancaria. Lo que haga falta. ¿Y si hay que ceder soberanía? Llamémosle mejor compartir soberanía, pero sí, adelante, todos lo necesitamos. ¿Un superministro de Finanzas? Podemos discutirlo, no tenemos ningún problema (aunque mejor si es un francés, claro). Por primera vez en muchos años, París se siente el centro del engranaje de la Unión Europea. La depresión acecha, la debilidad económica es grande, y tras el ruidoso ‘no’ de 2005, François Hollande ha reclutado a Roma y a Madrid para la causa y ha hecho profesión de fe en el proyecto europeo, sabiendo que es el único que puede salvar los muebles de un país que crecerá este año solamente un 0,4%.
Lo que queda por ver ahora es el grado de compromiso real que encierra la estrategia negociadora, abierta y pragmática de Hollande. Si la cumbre europea profundiza de verdad en la unidad política de la zona euro, el presidente tendrá que dedicarse una temporada larga a hacer pedagogía con sus ciudadanos. No sería difícil, porque tiene en sus manos algo que casi ningún mandatario galo ha tenido antes: la legitimidad de la mayoría absoluta y todo el poder político, con la oposición dividida y en busca de líder.
Esto exige a Hollande una respuesta clara y firme, un liderazgo europeo que doblegue las resistencias alemanas a mutualizar las deudas y cubrir los agujeros de los bancos sin castigar a los Gobiernos. De momento, Hollande ha mostrado a su público el paquete de 130.000 millones de euros para el crecimiento y el empleo, que es menos que nada, pero que nadie considera la panacea ni el maná salvador.
“Sabemos que con el anuncio de Roma no basta. Los mercados y los ciudadanos necesitan señales claras de integración y crecimiento”, explica un alto funcionario francés. “Debemos presentar medidas concretas, pero también explicar con detalle el proceso que queremos”.
El miércoles, la canciller Angela Merkel viaja a París para preparar el Consejo con el presidente francés, y al menos un crédito se puede atribuir al dignatario socialista: todo parece abierto y sobre la mesa, Merkel ya no tiene tabúes o al menos no se atreve a verbalizarlos en público como antes. Incluso la posibilidad de reabrir los tratados parece factible, según comentó la Comisión, y es innegable que el debate se ha enriquecido respecto a la tristeza de la era Sarkozy.
Como últimos ejemplos, la propuesta de Van Rompuy y otra similar, pero más rompedora todavía, inspirada por dos figuras del socialismo europeo, Jacques Delors y Helmut Schmidt, que ayer respaldaron la creación de una agencia europea de deuda, encabezada por un superministro de Finanzas que tendría poderes para emitir deuda conjunta de los países de la Eurozona, y a cambio podría controlar y vetar los presupuestos nacionales de los países que más necesiten los eurobonos. Pierre Moscovici, el ministro de Economía francés, proclamó la gravedad del momento al decir que “todos deben ser conscientes de que la cumbre es esencial porque hay que sentar las bases de la segunda fase de la moneda única, la que le permitirá consolidarse definitivamente”.
Añadió que es el momento de “aportar las pruebas” de que Europa puede “dotarse de una integración bancaria, financiera, presupuestaria y política”. Y señaló que los grandes objetivos de Francia son dos medidas precisas: “La recapitalización directa de los bancos”, y “una mayor integración, un camino que desemboque en los eurobonos”.
El brazo derecho de Hollande se aprestaba esta noche a recibir en Bercy, la sede de los ministerios económicos franceses, a los ministros de Alemania, Wolfgang Schäuble; España, Luis de Guindos; e Italia, Vittorio Grilli, además del comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y representantes del Consejo. “Estamos en una fase de preparación activa de la cumbre porque queremos respuestas estructurales, porque hay que sentar las bases de una Europa de la confianza”, señaló Moscovici.
El discurso suena distinto del de hace unos meses. La música se ha suavizado. Para mantener su “arte de vivir”, Francia quiere, pero sobre todo necesita, mucha más Europa. Si Hollande logra combinar su humor, su sentido de la justicia social y su flexible ironía con el rigor contable, la visión pecaminosa de la vida y la abundante chequera de frau Merkel, quizá no todo esté perdido todavía.