Europa pone una presión abrumadora a un país condenado a sufrir
Los griegos deciden hoy el futuro de la UE humillados y hartos de las amenazas
ENRIC GONZÁLEZ
Atenas, El País
Grecia carece de arsenal nuclear. Pero dispone de algo que, al parecer, puede tener efectos igualmente devastadores: elecciones democráticas. La Unión Europea y sus gobiernos, empezando por el alemán, han advertido a los griegos de que si hoy venciera la izquierda podría romperse el euro y desatarse una crisis económica mundial. La presión sobre los votantes es abrumadora. Y los sondeos predicen algo parecido a un empate.
Las consecuencias de la presión extranjera sólo se sabrán a partir de esta noche. En cualquier caso, las amenazas apocalípticas no pueden angustiar mucho más a un pueblo al límite de la ansiedad. No hay trabajo, ni dinero, ni futuro. El índice de desempleo rebasa el 22%, y el 50% entre los menores de 30 años, pese a la reducción de los salarios en un tercio; los únicos comercios todavía con clientes son los de alimentación; las multinacionales empiezan a marcharse; la Seguridad Social ha sido destruida; aumentan en paralelo la delincuencia y la xenofobia; el turismo, una de las grandes fuentes de riqueza, está huyendo.
El principal candidato de la izquierda, Alexis Tsipras, de la coalición Siryza, ha insistido hasta el final de la campaña en que no quiere dejar el euro, sino renegociar los acuerdos con los acreedores porque imponen una austeridad que, tras cinco años de recesión, resulta insoportable y contraproducente. “No se atreverán a expulsarnos del euro, eso es un farol”, proclama. El líder de la derecha, Antonis Samaras, se presenta como el defensor de la unión monetaria, pero también admite que las contrapartidas del rescate concedido a Grecia (170.000 millones de euros) están desangrando al país. Angela Merkel, la canciller alemana, es inflexible: “No renegociaremos los acuerdos”, declaró el viernes.
La opción económica de Samaras no agrada a casi ningún griego. Forma parte de la oligocracia política que ha llevado las cuentas públicas al desastre y dirige un partido, Nueva Democracia, que se ha beneficiado largamente de la corrupción, si bien no tanto como el Pasok. Sus promesas de mano dura contra la delincuencia y la inmigración sí son, en cambio, bien recibidas entre amplios sectores de la población, especialmente en el medio rural y entre los ciudadanos de más edad. Y las finanzas locales parecen creer en su victoria: la Bolsa de Atenas no ha dejado de subir en toda la semana, alentada por la esperanza de que Samaras forme Gobierno y logre un arreglo con los socios europeos.
El resultado dependerá, en gran parte, de si se vota con la cabeza o con el corazón. La cabeza aconseja prudencia, taparse la nariz y votar por lo malo conocido, es decir, Samaras, ya que es lo que piden los acreedores y pesa sobre Grecia la amenaza de que éstos interrumpan el rescate: en ese caso, a finales de julio no habrá dinero para pagar las pensiones. El corazón aconseja lo contrario. El editorial publicado el viernes por la edición alemana del Financial Times ofendió profundamente a los griegos porque su tono se parecía a las órdenes de los gobernantes nazis durante la ocupación alemana: “Griegos, resistíos a la demagogia de Alexis Tsipras”; “sólo con los partidos que aceptan los términos de los acreedores será capaz vuestro país de permanecer en el euro”.
El problema es que, incluso dentro del euro, la situación es desastrosa. Carrefour ha decidido abandonar el país, al igual que la farmacéutica alemana Biotest. El banco francés Crédit Agricole ha reducido al mínimo su presencia. La banca repone continuamente el dinero de los cajeros automáticos (las retiradas son continuas y alcanzaron los mil millones de euros el viernes) porque teme que un cajero vacío podría desatar el pánico y llevarse por delante lo poco que queda del sector financiero.
El jefe de los ministros de Finanzas europeos, Jean-Claude Juncker, asegura que una victoria de la izquierda tendría “consecuencias imprevisibles”, y el presidente de EE UU, Barack Obama, afirma que una ruptura del euro causaría un tremendo daño a la economía mundial. Un país con 10 millones de habitantes condenados a seguir sufriendo, con euro o sin euro, tiene ahora la palabra.
ENRIC GONZÁLEZ
Atenas, El País
Grecia carece de arsenal nuclear. Pero dispone de algo que, al parecer, puede tener efectos igualmente devastadores: elecciones democráticas. La Unión Europea y sus gobiernos, empezando por el alemán, han advertido a los griegos de que si hoy venciera la izquierda podría romperse el euro y desatarse una crisis económica mundial. La presión sobre los votantes es abrumadora. Y los sondeos predicen algo parecido a un empate.
Las consecuencias de la presión extranjera sólo se sabrán a partir de esta noche. En cualquier caso, las amenazas apocalípticas no pueden angustiar mucho más a un pueblo al límite de la ansiedad. No hay trabajo, ni dinero, ni futuro. El índice de desempleo rebasa el 22%, y el 50% entre los menores de 30 años, pese a la reducción de los salarios en un tercio; los únicos comercios todavía con clientes son los de alimentación; las multinacionales empiezan a marcharse; la Seguridad Social ha sido destruida; aumentan en paralelo la delincuencia y la xenofobia; el turismo, una de las grandes fuentes de riqueza, está huyendo.
El principal candidato de la izquierda, Alexis Tsipras, de la coalición Siryza, ha insistido hasta el final de la campaña en que no quiere dejar el euro, sino renegociar los acuerdos con los acreedores porque imponen una austeridad que, tras cinco años de recesión, resulta insoportable y contraproducente. “No se atreverán a expulsarnos del euro, eso es un farol”, proclama. El líder de la derecha, Antonis Samaras, se presenta como el defensor de la unión monetaria, pero también admite que las contrapartidas del rescate concedido a Grecia (170.000 millones de euros) están desangrando al país. Angela Merkel, la canciller alemana, es inflexible: “No renegociaremos los acuerdos”, declaró el viernes.
La opción económica de Samaras no agrada a casi ningún griego. Forma parte de la oligocracia política que ha llevado las cuentas públicas al desastre y dirige un partido, Nueva Democracia, que se ha beneficiado largamente de la corrupción, si bien no tanto como el Pasok. Sus promesas de mano dura contra la delincuencia y la inmigración sí son, en cambio, bien recibidas entre amplios sectores de la población, especialmente en el medio rural y entre los ciudadanos de más edad. Y las finanzas locales parecen creer en su victoria: la Bolsa de Atenas no ha dejado de subir en toda la semana, alentada por la esperanza de que Samaras forme Gobierno y logre un arreglo con los socios europeos.
El resultado dependerá, en gran parte, de si se vota con la cabeza o con el corazón. La cabeza aconseja prudencia, taparse la nariz y votar por lo malo conocido, es decir, Samaras, ya que es lo que piden los acreedores y pesa sobre Grecia la amenaza de que éstos interrumpan el rescate: en ese caso, a finales de julio no habrá dinero para pagar las pensiones. El corazón aconseja lo contrario. El editorial publicado el viernes por la edición alemana del Financial Times ofendió profundamente a los griegos porque su tono se parecía a las órdenes de los gobernantes nazis durante la ocupación alemana: “Griegos, resistíos a la demagogia de Alexis Tsipras”; “sólo con los partidos que aceptan los términos de los acreedores será capaz vuestro país de permanecer en el euro”.
El problema es que, incluso dentro del euro, la situación es desastrosa. Carrefour ha decidido abandonar el país, al igual que la farmacéutica alemana Biotest. El banco francés Crédit Agricole ha reducido al mínimo su presencia. La banca repone continuamente el dinero de los cajeros automáticos (las retiradas son continuas y alcanzaron los mil millones de euros el viernes) porque teme que un cajero vacío podría desatar el pánico y llevarse por delante lo poco que queda del sector financiero.
El jefe de los ministros de Finanzas europeos, Jean-Claude Juncker, asegura que una victoria de la izquierda tendría “consecuencias imprevisibles”, y el presidente de EE UU, Barack Obama, afirma que una ruptura del euro causaría un tremendo daño a la economía mundial. Un país con 10 millones de habitantes condenados a seguir sufriendo, con euro o sin euro, tiene ahora la palabra.