El G-20 busca un mensaje unánime en favor del crecimiento
Obama se declara "animado" tras tratar con Merkel "un cambio de enfoque"
Los problemas de Europa centran toda la atención
Antonio Caño / Alejandro Bolaños
Los Cabos, El País
En medio de una creciente sensación de alarma internacional por las dudas de los mercados sobre Europa y las sombrías perspectivas económicas en todo el mundo, los principales líderes intentan en el G-20 enviar un mensaje de optimismo mediante un compromiso político para buscar el crecimiento, recuperar la estabilidad y devolver la prosperidad a los ciudadanos. En el centro de ese esfuerzo, Barack Obama y Angela Merkel, que representan las dos apuestas económicas actualmente en disputa, se reunieron este lunes en Los Cabos para tratar de unificar sus prioridades.
La reunión entre el presidente de Estados Unidos y la canciller de Alemania, celebrada por sorpresa antes del inicio del plenario del G-20, simboliza el pulso que, desde hace varios meses, se libra en Europa y al que últimamente se ha incorporado Obama, acuciado por su calendario electoral. Merkel es la defensora a ultranza de las reformas estructurales y la disciplina financiera. Obama se ha convertido en el principal promotor mundial de la receta que él ha aplicado en casa: inversión publica para estimular el crecimiento. Esas dos visiones se encontraron ayer cara a cara en un hotel con el prometedor nombre de La Esperanza para pactar un acuerdo que convierta esta cumbre en una plataforma para la revitalización económica. El Plan de Acción de Los Cabos, el documento que se negocia para la declaración final, pretende recoger ese propósito.
“Vamos a trabajar con nuestros socios europeos y con todos los países para asegurarnos de que contribuimos a que la economía crezca, la situación se estabilice, la confianza regrese a los mercados y, lo más importante, para dar a la gente la oportunidad de salir adelante”, declaró el presidente norteamericano poco antes de su encuentro con Merkel.
Al término de la reunión, funcionarios estadounidenses informaron de que la canciller alemana compartía la necesidad de “tomar todas las medidas que sean necesarias” para garantizar la estabilidad de la moneda europea y superar la crisis de confianza en la zona euro. La decisión sobre cuáles son esas medidas la tomarán los propios líderes europeos, pero la subsecretaria del Tesoro, Lael Brainard, sugirió que Merkel puede haber flexibilizado su posición y que puede atisbarse en el horizonte inmediato un acuerdo para adoptar medidas de estímulo de la actividad económica y, al mismo tiempo, de integración fiscal en Europa. El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que Obama había quedado “animado” por las decisiones que los europeos tienen previsto anunciar, y la propia Brainard aseguró que se ha producido “un cambio de enfoque a favor del crecimiento”.
En sus declaraciones, Obama recordó que “el mundo está muy preocupado por la desaceleración del crecimiento que se está produciendo” y pronosticó que esta cumbre será “un paso importante en una serie de pasos que se van a requerir para mejorar las perspectivas económicas mundiales”.
Efectivamente, existen previsiones de una reducción de la actividad en todas las grandes economías del planeta, incluidas alguna de las más dinámicas potencias emergentes, como India y Brasil. La causa de Obama a favor del crecimiento encuentra, por tanto, en este foro nuevos aliados en países que observan cómo la crisis del mundo desarrollado los arrastra a una recesión que para ellos tendría efectos pavorosos.
Pero el epicentro de los problemas es Europa, y ahí es donde es preciso encontrar el consenso que se requiere. Los resultados de las elecciones en Grecia, celebrados por todos los presentes en esta reunión de México, parecen ser un punto de partida para encontrar la solución, pero solo eso. Hace falta mucho más. Entre los pasos a los que se refiere Obama, el más urgente es una acción de los responsables europeos para devolver, en la medida de lo posible, la credibilidad al euro. En las filas del presidente norteamericano se encuentra, desde su llegada al poder, su colega francés, Francois Hollande, y el primer ministro italiano, Mario Monti. La misión sigue siendo convencer a Merkel.
Esa era este lunes la tarea de Obama, que continuó su gestión mediadora con una reunión en la noche con todos los países del euro presentes en Los Cabos, incluido España. La estrategia, tal como lo describen funcionarios norteamericanos, es la de ofrecerle a la canciller alemana el respaldo internacional suficiente –qué más que una cumbre del G-20- para que pueda defender confortablemente ante sus electores la necesidad de compensar las políticas de austeridad, refrendadas en esta cumbre, con otras de crecimiento. Dicho de otra manera, se trata de crear una presión tal sobre Merkel que ésta no pueda seguir resistiéndose a respaldar el euro con obras, y no solo con palabras.
Haciendo ostensible esa presión, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, presente en esta cumbre, declaró el lunes: “Estamos esperando que Europa nos diga qué es lo que va a hacer”.
La respuesta no es sencilla ni quizá sea tan inminente como se pretende. Merkel exige, a cambio de ceder, una serie de compensaciones en materia de control europeo sobre las finanzas nacionales que no todos los países aceptan. En particular, Francia. Hollande se resiste a una entrega de soberanía que le de aún más poder a Alemania. Todos tendrán que hacer concesiones. Entre las que se esperan del presidente francés, su renuncia a los eurobonos.
El crecimiento, una aspiración
El primer ministro británico, David Cameron, cuyo país no pertenece a la zona euro pero teme los efectos de su desestabilización, llamó a todos los participantes en esta cumbre, no solo a los europeos, a comprometerse en un gran plan de salvamento internacional. “No podemos permitirnos que los bancos centrales del mundo se mantengan al margen si queremos conseguir el crecimiento que necesitamos”, declaró Cameron en una velada referencia al Banco Central Europeo.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, insistió en el mismo mensaje en una conferencia de prensa antes del inicio de la cumbre. “El crecimiento y el empleo están en el centro de los debates del G-20, esperamos que de aquí salga un compromiso rotundo”, afirmó. El representante de la UE navegó como pudo por las evidentes divergencias entre Alemania y el resto de socios europeos. “No hay contradicción entre la estabilidad presupuestaria y las medidas de estímulo o la integración bancaria”, mantuvo. Las iniciativas que maneja Bruselas para reactivar la demanda son, en todo caso, de poco alcance: movilizar al Banco Europeo de Inversiones y dinero del presupuesto comunitario sin utilizar para financiar proyectos de infraestructuras y I+D. Y, en ningún caso, aumentar el gasto público.
El crecimiento es una aspiración, tanto de los ciudadanos sometidos a una larga austeridad, como de los políticos que intentan ganar elecciones. El primero en la lista es Obama, cuyas perspectivas de reelección son preocupantes si el panorama económico no se despeja antes de noviembre. Pero es extremadamente difícil para EE UU, que ha basado en un aumento de las exportaciones gran parte de su recuperación de los dos últimos años, crecer sin conseguir antes la estabilidad de la zona euro, que representa el 20% del mercado exterior norteamericano.
Los problemas de Europa centran toda la atención
Antonio Caño / Alejandro Bolaños
Los Cabos, El País
En medio de una creciente sensación de alarma internacional por las dudas de los mercados sobre Europa y las sombrías perspectivas económicas en todo el mundo, los principales líderes intentan en el G-20 enviar un mensaje de optimismo mediante un compromiso político para buscar el crecimiento, recuperar la estabilidad y devolver la prosperidad a los ciudadanos. En el centro de ese esfuerzo, Barack Obama y Angela Merkel, que representan las dos apuestas económicas actualmente en disputa, se reunieron este lunes en Los Cabos para tratar de unificar sus prioridades.
La reunión entre el presidente de Estados Unidos y la canciller de Alemania, celebrada por sorpresa antes del inicio del plenario del G-20, simboliza el pulso que, desde hace varios meses, se libra en Europa y al que últimamente se ha incorporado Obama, acuciado por su calendario electoral. Merkel es la defensora a ultranza de las reformas estructurales y la disciplina financiera. Obama se ha convertido en el principal promotor mundial de la receta que él ha aplicado en casa: inversión publica para estimular el crecimiento. Esas dos visiones se encontraron ayer cara a cara en un hotel con el prometedor nombre de La Esperanza para pactar un acuerdo que convierta esta cumbre en una plataforma para la revitalización económica. El Plan de Acción de Los Cabos, el documento que se negocia para la declaración final, pretende recoger ese propósito.
“Vamos a trabajar con nuestros socios europeos y con todos los países para asegurarnos de que contribuimos a que la economía crezca, la situación se estabilice, la confianza regrese a los mercados y, lo más importante, para dar a la gente la oportunidad de salir adelante”, declaró el presidente norteamericano poco antes de su encuentro con Merkel.
Al término de la reunión, funcionarios estadounidenses informaron de que la canciller alemana compartía la necesidad de “tomar todas las medidas que sean necesarias” para garantizar la estabilidad de la moneda europea y superar la crisis de confianza en la zona euro. La decisión sobre cuáles son esas medidas la tomarán los propios líderes europeos, pero la subsecretaria del Tesoro, Lael Brainard, sugirió que Merkel puede haber flexibilizado su posición y que puede atisbarse en el horizonte inmediato un acuerdo para adoptar medidas de estímulo de la actividad económica y, al mismo tiempo, de integración fiscal en Europa. El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo que Obama había quedado “animado” por las decisiones que los europeos tienen previsto anunciar, y la propia Brainard aseguró que se ha producido “un cambio de enfoque a favor del crecimiento”.
En sus declaraciones, Obama recordó que “el mundo está muy preocupado por la desaceleración del crecimiento que se está produciendo” y pronosticó que esta cumbre será “un paso importante en una serie de pasos que se van a requerir para mejorar las perspectivas económicas mundiales”.
Efectivamente, existen previsiones de una reducción de la actividad en todas las grandes economías del planeta, incluidas alguna de las más dinámicas potencias emergentes, como India y Brasil. La causa de Obama a favor del crecimiento encuentra, por tanto, en este foro nuevos aliados en países que observan cómo la crisis del mundo desarrollado los arrastra a una recesión que para ellos tendría efectos pavorosos.
Pero el epicentro de los problemas es Europa, y ahí es donde es preciso encontrar el consenso que se requiere. Los resultados de las elecciones en Grecia, celebrados por todos los presentes en esta reunión de México, parecen ser un punto de partida para encontrar la solución, pero solo eso. Hace falta mucho más. Entre los pasos a los que se refiere Obama, el más urgente es una acción de los responsables europeos para devolver, en la medida de lo posible, la credibilidad al euro. En las filas del presidente norteamericano se encuentra, desde su llegada al poder, su colega francés, Francois Hollande, y el primer ministro italiano, Mario Monti. La misión sigue siendo convencer a Merkel.
Esa era este lunes la tarea de Obama, que continuó su gestión mediadora con una reunión en la noche con todos los países del euro presentes en Los Cabos, incluido España. La estrategia, tal como lo describen funcionarios norteamericanos, es la de ofrecerle a la canciller alemana el respaldo internacional suficiente –qué más que una cumbre del G-20- para que pueda defender confortablemente ante sus electores la necesidad de compensar las políticas de austeridad, refrendadas en esta cumbre, con otras de crecimiento. Dicho de otra manera, se trata de crear una presión tal sobre Merkel que ésta no pueda seguir resistiéndose a respaldar el euro con obras, y no solo con palabras.
Haciendo ostensible esa presión, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, presente en esta cumbre, declaró el lunes: “Estamos esperando que Europa nos diga qué es lo que va a hacer”.
La respuesta no es sencilla ni quizá sea tan inminente como se pretende. Merkel exige, a cambio de ceder, una serie de compensaciones en materia de control europeo sobre las finanzas nacionales que no todos los países aceptan. En particular, Francia. Hollande se resiste a una entrega de soberanía que le de aún más poder a Alemania. Todos tendrán que hacer concesiones. Entre las que se esperan del presidente francés, su renuncia a los eurobonos.
El crecimiento, una aspiración
El primer ministro británico, David Cameron, cuyo país no pertenece a la zona euro pero teme los efectos de su desestabilización, llamó a todos los participantes en esta cumbre, no solo a los europeos, a comprometerse en un gran plan de salvamento internacional. “No podemos permitirnos que los bancos centrales del mundo se mantengan al margen si queremos conseguir el crecimiento que necesitamos”, declaró Cameron en una velada referencia al Banco Central Europeo.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, insistió en el mismo mensaje en una conferencia de prensa antes del inicio de la cumbre. “El crecimiento y el empleo están en el centro de los debates del G-20, esperamos que de aquí salga un compromiso rotundo”, afirmó. El representante de la UE navegó como pudo por las evidentes divergencias entre Alemania y el resto de socios europeos. “No hay contradicción entre la estabilidad presupuestaria y las medidas de estímulo o la integración bancaria”, mantuvo. Las iniciativas que maneja Bruselas para reactivar la demanda son, en todo caso, de poco alcance: movilizar al Banco Europeo de Inversiones y dinero del presupuesto comunitario sin utilizar para financiar proyectos de infraestructuras y I+D. Y, en ningún caso, aumentar el gasto público.
El crecimiento es una aspiración, tanto de los ciudadanos sometidos a una larga austeridad, como de los políticos que intentan ganar elecciones. El primero en la lista es Obama, cuyas perspectivas de reelección son preocupantes si el panorama económico no se despeja antes de noviembre. Pero es extremadamente difícil para EE UU, que ha basado en un aumento de las exportaciones gran parte de su recuperación de los dos últimos años, crecer sin conseguir antes la estabilidad de la zona euro, que representa el 20% del mercado exterior norteamericano.