ANÁLISIS Tres en uno
Los resultados de la cumbre se resumen en uno: la civilización del euro sigue viva y coleando
Xavier Vidal-Folch, El País
Ha sido una cumbre tres en uno. O sea, ha arrojado tres resultados que cada uno, por sí solo, justificaría la celebración de un Consejo Europeo monográfico: las medidas de urgencia para sortear las turbulencias hispano-italianas; las bases de la agenda de crecimiento formateada por la Francia socialista; una perspectiva de unión bancaria, económica y hasta política.
Esos tres resultados se resumen en uno: la civilización del euro sigue viva y coleando. Ha combinado las urgencias del corto plazo con los grandes designios del largo término. Ha vuelto a superar los enormes escollos concretos que supone construir una soberanía-multipaís sin necesidad de guerras, agrandados por la recesión, que siempre propicia el ensimismamiento nacionalista. Por más que les pese a gentes tan sagaces como el presidente de la patronal bancaria, Miguel Martín, que apostaba horas antes por la "probable" ruptura del euro. Tanta clarividencia y buen criterio merece que los banqueros también le rescaten en debida forma.
Pero que haya sido una cumbre exitosa no significa que los mercados, siempre insaciables a la espera del último detalle y manejando el reloj del nanosegundo en vez del día a día —o año a año— propio de las decisiones democráticas, le den inmediatamente la calificación triple A. Ya se han producido los primeros titubeos. Hay demasiados miguelesmartines con vocación de Casandra en los mercados. Convendrá explicarles también a ellos por qué cada uno de los tres resultados es clave.
Las medidas de urgencia en forma de rescate directo a la banca (aunque dentro de unos meses), en principio española; y de compra directa de bonos de los países sometidos a la tortura de la prima de riesgo (como Italia y España) se insertan en un continuum de puesta en marcha de políticas e instituciones, inaugurado en mayo de 2.010, orientado a completar la unión monetaria. Junto a ellas, la barra de liquidez del BCE, la creación de los fondos de rescate, las operaciones de salvamento a Grecia, Irlanda y Portugal, vienen a certificar que el euro ha dejado de ser un huérfano. Mario Monti y Mariano Rajoy, reclamándolas, y Angela Merkel, asumiéndolas, han prestado un buen servicio a sus países; también a la causa de la moneda única. Ojalá que esta vez se subraye la complicidad de todos los socios, en vez de las presuntas victorias propias, que siempre dejan heridas mal curadas, al presuponer la existencia de un derrotado ajeno.
La agenda del crecimiento impulsada por Francois Hollande completará el "compacto fiscal" ya redondeado antes de su llegada: ahora caminaremos sobre dos piernas, austeridad y crecimiento y no iremos cojeando solo con la primera. Como, a diferencia del Tratado de Estabilidad, esta agenda no exhibe un rango jurídico vinculante de primera clase, contra lo que acariciaba su mentor, habrá que vigilarla más de cerca para que dé más nueces que ruido, más inversiones que retórica.
No hay que esperar a que las otras propuestas del documento se enhebren al detalle para lanzar ya las bases de una unión política
Y último, pero trascendental. La contrapartida a Alemania (por acceder al rescate directo de los bancos problemáticos) de que el BCE sea protagonista de primera en la nueva supervisión de las entidades de crédito no sólo arregla el entuerto de haber creado una debilucha Autoridad Bancaria Europea, con extemporánea sede en Londres. Da contenido mollar, y empuje institucional, al proyecto de unión bancaria. Esta no significa solo que los bancos "de" cada país son bancos europeos "en" cada país, o en varios. Sino también que los bancos centrales nacionales prácticamente dejan de existir. Eran meras terminales del BCE para la política monetaria; ahora lo serán también para la inspección de entidades. No hay que esperar a que las otras propuestas del documento previo redactado por el presidente Herman Van Rompuy, como los eurobonos o el Tesoro único a plazo, se enhebren al detalle, para lanzar ya las bases de una unión política sin la que todo el proceso supranacionalizador quedaría aquejado de una legitimidad democrática enana.
Xavier Vidal-Folch, El País
Ha sido una cumbre tres en uno. O sea, ha arrojado tres resultados que cada uno, por sí solo, justificaría la celebración de un Consejo Europeo monográfico: las medidas de urgencia para sortear las turbulencias hispano-italianas; las bases de la agenda de crecimiento formateada por la Francia socialista; una perspectiva de unión bancaria, económica y hasta política.
Esos tres resultados se resumen en uno: la civilización del euro sigue viva y coleando. Ha combinado las urgencias del corto plazo con los grandes designios del largo término. Ha vuelto a superar los enormes escollos concretos que supone construir una soberanía-multipaís sin necesidad de guerras, agrandados por la recesión, que siempre propicia el ensimismamiento nacionalista. Por más que les pese a gentes tan sagaces como el presidente de la patronal bancaria, Miguel Martín, que apostaba horas antes por la "probable" ruptura del euro. Tanta clarividencia y buen criterio merece que los banqueros también le rescaten en debida forma.
Pero que haya sido una cumbre exitosa no significa que los mercados, siempre insaciables a la espera del último detalle y manejando el reloj del nanosegundo en vez del día a día —o año a año— propio de las decisiones democráticas, le den inmediatamente la calificación triple A. Ya se han producido los primeros titubeos. Hay demasiados miguelesmartines con vocación de Casandra en los mercados. Convendrá explicarles también a ellos por qué cada uno de los tres resultados es clave.
Las medidas de urgencia en forma de rescate directo a la banca (aunque dentro de unos meses), en principio española; y de compra directa de bonos de los países sometidos a la tortura de la prima de riesgo (como Italia y España) se insertan en un continuum de puesta en marcha de políticas e instituciones, inaugurado en mayo de 2.010, orientado a completar la unión monetaria. Junto a ellas, la barra de liquidez del BCE, la creación de los fondos de rescate, las operaciones de salvamento a Grecia, Irlanda y Portugal, vienen a certificar que el euro ha dejado de ser un huérfano. Mario Monti y Mariano Rajoy, reclamándolas, y Angela Merkel, asumiéndolas, han prestado un buen servicio a sus países; también a la causa de la moneda única. Ojalá que esta vez se subraye la complicidad de todos los socios, en vez de las presuntas victorias propias, que siempre dejan heridas mal curadas, al presuponer la existencia de un derrotado ajeno.
La agenda del crecimiento impulsada por Francois Hollande completará el "compacto fiscal" ya redondeado antes de su llegada: ahora caminaremos sobre dos piernas, austeridad y crecimiento y no iremos cojeando solo con la primera. Como, a diferencia del Tratado de Estabilidad, esta agenda no exhibe un rango jurídico vinculante de primera clase, contra lo que acariciaba su mentor, habrá que vigilarla más de cerca para que dé más nueces que ruido, más inversiones que retórica.
No hay que esperar a que las otras propuestas del documento se enhebren al detalle para lanzar ya las bases de una unión política
Y último, pero trascendental. La contrapartida a Alemania (por acceder al rescate directo de los bancos problemáticos) de que el BCE sea protagonista de primera en la nueva supervisión de las entidades de crédito no sólo arregla el entuerto de haber creado una debilucha Autoridad Bancaria Europea, con extemporánea sede en Londres. Da contenido mollar, y empuje institucional, al proyecto de unión bancaria. Esta no significa solo que los bancos "de" cada país son bancos europeos "en" cada país, o en varios. Sino también que los bancos centrales nacionales prácticamente dejan de existir. Eran meras terminales del BCE para la política monetaria; ahora lo serán también para la inspección de entidades. No hay que esperar a que las otras propuestas del documento previo redactado por el presidente Herman Van Rompuy, como los eurobonos o el Tesoro único a plazo, se enhebren al detalle, para lanzar ya las bases de una unión política sin la que todo el proceso supranacionalizador quedaría aquejado de una legitimidad democrática enana.