Victoria del australiano Webber en Mónaco
El bajón que provocó en la hinchada la sanción que le impidió a Michael Schumacher afrontar el Gran Premio de Mónaco desde la pole position lo medio compensó Mark Webber, que le dio la vuelta a un fin de semana que había comenzado torcido para Red Bull, y que gracias a un robótico ejercicio de temple y autocontrol se convirtió en el sexto ganador distinto en las seis pruebas que se han disputado hasta ahora, una casuística inédita en la historia del certamen. La segunda posición de Nico Rosberg sirvió de consuelo para Mercedes, mientras que Fernando Alonso estiró el cuello tanto como pudo hasta que alcanzó el podio, un resultado que le deja solo al frente de la tabla general de puntos.
En un campeonato que entró en erupción en Australia, Webber se ha subido a un tiovivo que va camino de no detenerse hasta Brasil, el próximo 25 de noviembre, por más que a día de hoy sea imposible saber con un mínimo de seguridad cuál de los protagonistas dará en la diana. Menudo contraste con el curso pasado, en el que Sebastian Vettel arrasó subido a un proyectil que dejó en evidencia al resto del tendido y que acumuló un bagaje que será difícil de superar: 11 triunfos y 15 poles de 19 posibles. La nueva normativa relativa a la prohibición del uso de los difusores soplados, así como el galimatías generalizado que han generado los nuevos neumáticos Pirelli, han sacudido el orden establecido durante los dos últimos años, obligando a Adrian Newey y a su tropa de Milton Keynes (Gran Bretaña) a rearmarse y reinventar la herramienta con la que plantar batalla. La victoria que el campeón logró en Bahréin, combinada con esta última de Webber, pueden ser un síntoma del paso adelante que ha dado el RB8, el único prototipo que ha sido capaz de repetir conquista hasta ahora, y también de Red Bull, que gana en este escenario por tercera vez consecutiva, siempre desde la pole. “Esta es la ocasión en que disponíamos de un coche más débil. Pero con todo y con eso ha sido suficiente”, consideró Webber, que ya se impuso aquí en 2010, al terminar la ceremonia del champán.
La mañana había comenzado con corrillos repartidos por el paddock instalado en el lujoso puerto de Mónaco. Aunque nadie abrió la boca de forma oficial, una sombra de sospecha planeaba sobre el taller de los bólidos energéticos. Ferrari, McLaren y Mercedes detectaron un agujero en el suelo de los dos RB8 y trasladaron una consulta a la Federación Internacional del Automóvil (FIA). El punto de partida de la controversia es una pequeña apertura en la fibra, justo delante de las ruedas traseras, que tiene una clara finalidad aerodinámica y que una fuente de Red Bull asegura estar dentro de los parámetros que marca el reglamento. El rendimiento que pocas horas después demostró el monoplaza del búfalo rojo, en cualquier caso, seguramente provocará que las demás estructuras muevan ficha al respecto, bien sea para tratar de censurar esta solución o para comenzar a estudiar si sale a cuenta copiarla.
“Es cierto que hemos ganado en Mónaco los últimos tres grandes premios que se han disputado, pero tampoco hay que olvidar que lo hemos hecho saliendo los primeros. Eso aquí supone una gran ayuda”, matizó el triunfador del día, que controló el pelotón en todo momento, definió la estrategia de sus rivales y solo vio peligrar su botín cuando su compañero se puso al comando.
A la vez que la mayor parte de los favoritos tomaron la salida con las gomas más blandas, Vettel lo hizo el noveno y con las duras, una variante que le permitió apurar mucho más su primera y única visita al taller (47ª vuelta). El alemán estaba a la espera de la lluvia que habría multiplicado sus opciones pero que finalmente no terminó de caer hasta las últimas cinco vueltas, de modo que Baby Schumi tuvo que enfilar los garajes y dejarle el camino despejado a su vecino. Mientras los comisarios le espantaban a los doblados a base de banderazos, Webber lideró los últimos giros con una manada de lobos detrás, en fila india, circulando cinco segundos más lento de lo normal por las cuatro gotas que habían convertido el asfalto en un cristal. En él se reflejaba de maravilla la ansiedad de unos y otros por tratar de coger las riendas de una temporada absolutamente desbocada.