Mi solidaridad con Filipo
Humberto Vacaflor Ganam
El partido de gobierno se ha lanzado con toda su furia, que es mucha, contra Filemón Escobar por algunas palabras del gracejo uncieño que dedicó al presidente Evo Morales, hasta hace poco su más aventajado alumno de sindicalismo.
Espero que la furia masista no aplaste a este luchador de 85 años de edad que es una enciclopedia del sindicalismo minero, como queda registrado en el libro que ha editado dando testimonio de todo lo que hizo junto a Juan Lechín, a quien quiso como a un hermano.
De todos los recuerdos que tengo de Filipo, el que más lo retrata es la batalla que dio, junto a Simón Reyes, en septiembre de 1986, por evitar el cierre de las minas de Comibol. Ambos habían logrado que los ministros de Víctor Paz Estenssoro acepten que el cierre de cada una de las minas sea con el consentimiento de la Federación de Mineros. Sánchez de Lozada se enteró de ese acuerdo en Cochabamba y voló a La Paz para renunciar a su cargo de Ministro de Planeamiento porque “el acuerdo ha perforado el modelo”. El doctor le devolvió la renuncia y le criticó por su poco olfato político. Le dijo que con los especiales beneficios para los despidos que acababa de aprobar su gobierno, todos los mineros iban a desear ser despedidos. Y así fue. Los mineros de base apoyaron el cierre de las minas a cambio de los beneficios extraordinarios. Y dejaron a Filemón y Simón en off-side. A los pocos días de esta derrota, pregunté a Simón si estaba de acuerdo con esta frase: “La relocalización fue propuesta por el gobierno pero impuesta por las bases mineras”. Me dijo que sí, que la suscribiría.
Como esa, Filipo dio muchas batallas en defensa de Comibol, de la Federación de Mineros y de la COB. Cárceles, destierros, palizas, y muchos cigarrillos Astoria marcaron su vida.
Hace unos tres años Filipo se enojó conmigo. Yo le había hecho una pregunta incómoda. Yo no entendía cómo un dirigente sindical de semejante prestigio, que había buscado llegar a la revolución desde el sindicalismo minero, podía haber optado por buscar una trinchera de lucha en una actividad económica ilegal, la de los cocaleros del Chapare. Quería saber si un revolucionario podía tener principios morales que le inhibieran de buscar la revolución montado en una banda de contrabandistas, por ejemplo. ¿Se puede hacer la revolución usando a una organización dedicada a actividades ilegales? Viva la revolución de los tratantes de blancas, viva la revolución de los ladrones de mineral, o de los pedófilos.
Parece que la pregunta molestó mucho a mi amigo y él interrumpió la entrevista que yo le hacía. Poco tiempo después él rompió con el MAS y con su jefe.
Ahora, por lo poco que he podido conocer de las cosas que dijo contra el señor presidente es que lo calificó de “delincuente”. Filipo ha trabajado con el señor presidente durante más de diez años en el Chapare. Llegó allí junto a los relocalizados de las minas, buscando una revancha con la política.
Hemos vuelto a ser muy buenos amigos. Saludo al viejo dirigente sindical minero.
El partido de gobierno se ha lanzado con toda su furia, que es mucha, contra Filemón Escobar por algunas palabras del gracejo uncieño que dedicó al presidente Evo Morales, hasta hace poco su más aventajado alumno de sindicalismo.
Espero que la furia masista no aplaste a este luchador de 85 años de edad que es una enciclopedia del sindicalismo minero, como queda registrado en el libro que ha editado dando testimonio de todo lo que hizo junto a Juan Lechín, a quien quiso como a un hermano.
De todos los recuerdos que tengo de Filipo, el que más lo retrata es la batalla que dio, junto a Simón Reyes, en septiembre de 1986, por evitar el cierre de las minas de Comibol. Ambos habían logrado que los ministros de Víctor Paz Estenssoro acepten que el cierre de cada una de las minas sea con el consentimiento de la Federación de Mineros. Sánchez de Lozada se enteró de ese acuerdo en Cochabamba y voló a La Paz para renunciar a su cargo de Ministro de Planeamiento porque “el acuerdo ha perforado el modelo”. El doctor le devolvió la renuncia y le criticó por su poco olfato político. Le dijo que con los especiales beneficios para los despidos que acababa de aprobar su gobierno, todos los mineros iban a desear ser despedidos. Y así fue. Los mineros de base apoyaron el cierre de las minas a cambio de los beneficios extraordinarios. Y dejaron a Filemón y Simón en off-side. A los pocos días de esta derrota, pregunté a Simón si estaba de acuerdo con esta frase: “La relocalización fue propuesta por el gobierno pero impuesta por las bases mineras”. Me dijo que sí, que la suscribiría.
Como esa, Filipo dio muchas batallas en defensa de Comibol, de la Federación de Mineros y de la COB. Cárceles, destierros, palizas, y muchos cigarrillos Astoria marcaron su vida.
Hace unos tres años Filipo se enojó conmigo. Yo le había hecho una pregunta incómoda. Yo no entendía cómo un dirigente sindical de semejante prestigio, que había buscado llegar a la revolución desde el sindicalismo minero, podía haber optado por buscar una trinchera de lucha en una actividad económica ilegal, la de los cocaleros del Chapare. Quería saber si un revolucionario podía tener principios morales que le inhibieran de buscar la revolución montado en una banda de contrabandistas, por ejemplo. ¿Se puede hacer la revolución usando a una organización dedicada a actividades ilegales? Viva la revolución de los tratantes de blancas, viva la revolución de los ladrones de mineral, o de los pedófilos.
Parece que la pregunta molestó mucho a mi amigo y él interrumpió la entrevista que yo le hacía. Poco tiempo después él rompió con el MAS y con su jefe.
Ahora, por lo poco que he podido conocer de las cosas que dijo contra el señor presidente es que lo calificó de “delincuente”. Filipo ha trabajado con el señor presidente durante más de diez años en el Chapare. Llegó allí junto a los relocalizados de las minas, buscando una revancha con la política.
Hemos vuelto a ser muy buenos amigos. Saludo al viejo dirigente sindical minero.