Masacres en Siria
La ONU condena la matanza en Hula sin apuntar a un responsable
El País
Es urgente detener las masacres de civiles en Siria. Pero no será posible sin la caída del régimen sanguinario de El Asad. Y aun así, no hay garantía de paz. La matanza en Hula —ayer se supo de otra en la cercana ciudad de Hama—, donde han muerto más de 100 civiles, 49 de ellos niños y 39 mujeres, ha logrado, finalmente, conciliar la unanimidad del Consejo de Seguridad de la ONU, incluidas Rusia y China, para condenarlas “en los términos más fuertes posibles”. Pero no se han apuntado responsabilidades. La ONU admite que han intervenido tanques y artillería, lo que implica que el régimen ha dejado su huella, por lo que le ha vuelto a pedir que no utilice armamento pesado en su represión (aunque algunos fueron asesinados pistola en mano) y que retire las tropas de las ciudades.
El régimen de El Asad va perdiendo apoyos internacionales. El enviado de la ONU, el ex secretario general Kofi Annan, intentó de nuevo ayer en Damasco resucitar su plan de alto el fuego, al que seguirían negociaciones políticas, pero la dinámica va en otro sentido. Por detrás de los llamamientos para que cese la violencia, están llegando dinero y armas a los rebeldes desde el Golfo. Incluso EE UU, que oficialmente no desea involucrarse, estaría contribuyendo a organizar el flujo de armas e información para los rebeldes.
El Gobierno de Damasco trata por todos los medios de evitar que los rebeldes se hagan fuertes en una parte del territorio. Para El Asad, aunque no tenga futuro, resistir es ganar. La desmilitarización del conflicto resulta ya imposible. La realidad es que la guerra civil está en marcha, aunque sea la peor de las perspectivas para una sociedad étnicamente compleja y para una región inestable. Detrás de una rebelión de la mayoría contra un régimen despiadado en manos de una minoría que cuenta con apoyos, está también la tensión general en la zona entre chiíes y suníes o, en términos geopolíticos, entre Irán y Arabia Saudí.(Editorial de El País)
El País
Es urgente detener las masacres de civiles en Siria. Pero no será posible sin la caída del régimen sanguinario de El Asad. Y aun así, no hay garantía de paz. La matanza en Hula —ayer se supo de otra en la cercana ciudad de Hama—, donde han muerto más de 100 civiles, 49 de ellos niños y 39 mujeres, ha logrado, finalmente, conciliar la unanimidad del Consejo de Seguridad de la ONU, incluidas Rusia y China, para condenarlas “en los términos más fuertes posibles”. Pero no se han apuntado responsabilidades. La ONU admite que han intervenido tanques y artillería, lo que implica que el régimen ha dejado su huella, por lo que le ha vuelto a pedir que no utilice armamento pesado en su represión (aunque algunos fueron asesinados pistola en mano) y que retire las tropas de las ciudades.
El régimen de El Asad va perdiendo apoyos internacionales. El enviado de la ONU, el ex secretario general Kofi Annan, intentó de nuevo ayer en Damasco resucitar su plan de alto el fuego, al que seguirían negociaciones políticas, pero la dinámica va en otro sentido. Por detrás de los llamamientos para que cese la violencia, están llegando dinero y armas a los rebeldes desde el Golfo. Incluso EE UU, que oficialmente no desea involucrarse, estaría contribuyendo a organizar el flujo de armas e información para los rebeldes.
El Gobierno de Damasco trata por todos los medios de evitar que los rebeldes se hagan fuertes en una parte del territorio. Para El Asad, aunque no tenga futuro, resistir es ganar. La desmilitarización del conflicto resulta ya imposible. La realidad es que la guerra civil está en marcha, aunque sea la peor de las perspectivas para una sociedad étnicamente compleja y para una región inestable. Detrás de una rebelión de la mayoría contra un régimen despiadado en manos de una minoría que cuenta con apoyos, está también la tensión general en la zona entre chiíes y suníes o, en términos geopolíticos, entre Irán y Arabia Saudí.(Editorial de El País)