Los islamistas argelinos pisan fuerte en las urnas 20 años después del golpe militar
La Alianza Verde aspira a convertirse en la primera fuerza parlamentaria, 20 años después del golpe militar.
Las legislativas del jueves serán vigiladas por 500 observadores internacionales
Ignacio Cembrero
Argel, El País
Dos argelinos se encuentran ante una pared plagada de carteles electorales de los diferentes partidos que concurren a las legislativas del próximo jueves. “¿Entonces, apoyas a Sarkoo a Hollande?”, le pregunta el uno al otro. La viñeta de Dilem, el más célebre caricaturista argelino, resume, en la portada del diario “Liberté”, el escaso interés que ha suscitado la campaña electoral en Argelia comparada con la que acaba de concluir en Francia.
Los carteles arrancados hasta en las inmediaciones de la sede de la presidencia de la República o pintarrajeados con el precio, que se triplicó en abril, de la patata, son otro síntoma de la desafección de la opinión pública hacia la consulta. Pero acaso el más llamativo sea la escasa afluencia de público en los mítines del antiguo partido único, el Frente de Liberación Nacional (FLN) e incluso de los islamistas.
Las legislativas del jueves son más importantes que las anteriores porque la Asamblea Popular Nacional (Cámara baja), compuesta ahora por 426 diputados, que saldrá de las urnas, deberá reformar la Constitución. Se plantean además, por ahora, como las más transparentes de cuantas ha celebrado Argelia desde hace 20 años, cuando un golpe de Estado militar privó a los islamistas radicales de la victoria electoral.
Prueba de ello es que nada menos que 44 partidos (21 de ellos legalizados en febrero) concurren a las elecciones. Siete de ellos son islamistas moderados. Tres han formado la Alianza Verde, una coalición electoral con la que confían en convertirse en la primera fuerza parlamentaria como ha sucedido en los demás países norteafricanos.
El régimen se esfuerza en movilizar a los votantes en unos comicios que se presumen transparentes
Porque así lo han decidido o a causa de impedimentos legales, los herederos del radical Frente Islámico de Salvación (FIS), disuelto por el Ejército en 1992 cuando estaba a punto de ganar las elecciones en una segunda vuelta, no se presentan ahora a las legislativas. Pero desde la Alianza Verde se han hecho guiños a sus votantes.
La pureza democrática de la consulta será, por primera vez, vigilada por 500 observadores de varias organizaciones internacionales, entre ellos 150 de la Unión Europea, la institución pública más fiable para ejercer esta tarea. Dirige el equipo el eurodiputado español José Ignacio Salafranca.
El régimen argelino necesita que los 21,6 millones de electores censados (la población ronda los 36 millones de los que 15 millones tienen menos de 18 años) acudan a las urnas. Lo necesita para dar un espaldarazo a las reformas efectuadas, a las que están en proyecto y demostrarían que Argelia puede sortear la primera árabe. Hasta ahora la primera potencia económica del Magreb es el único país norteafricano que se ha librado de ella.
“Las imágenes del caos libio, del falso consenso marroquí y de la lenta iranización de Túnez han surtido efecto: muchos argelinos describen hoy en día a la primavera árabe como una amenaza y no como una revolución para liberarse”, afirma Kamel Daoud, comentarista político de “Le Quotidien d’Oran”.
Las autoridades han contribuido a propagar esta imagen distorsionada de lo que sucede en su entorno. “No fue una primavera sino un diluvio lo que cayó sobre los árabes”, vociferó el primer ministro, Ahmed Ouyahia, en su mitin de clausura de la campaña el domingo. El “diluvio” “colonizó” Irak, “destruyó” Libia, “dividió” Sudán y “debilitó” Egipto.
Varios imanes han emitido fatuas anunciando que Alá sancionará a los que no voten. En sus sermones del viernes dijeron que votar es “cerrar el camino a los enemigos de Argelia”.
La hipotética amenaza primaveral no bastará para que los argelinos depositen sus sufragios. La clase política suscita rechazo en un país cuya población cree que sus inmensas riquezas las acaparan unos pocos gracias a la corrupción.
En las anteriores legislativas, en 2007, votó el 35,6%, según el Ministerio del Interior, de los que un la décima parte fueron sufragios nulos o blancos. Otras fuentes aseguran que el porcentaje está hinchado y que la participación no alcanzó el 20%. A juzgar por los colegios casi vacíos que recorrió entonces este corresponsal esta última cifra parece verosímil.
Curiosamente, el principal escollo en la relación entre los observadores europeos e Interior ha sido el censo electoral nacional, que los primeros solicitaron insistentemente pero que les ha sido denegado. Argel aceptó el lunes dejarles acceder solo a los censos provinciales, lo que dejó insatisfecho a Salafranca. “Sería preferible que pudiésemos consultar el censo nacional”, se quejó.
El régimen no ha ahorrado esfuerzos para animar a los ciudadanos a votar. El presidente Abdelaziz Bouteflika ha hecho nada menos que cinco llamamientos animando a la participación para empezar “una nueva era” cuando, en julio, se cumpla el 50º aniversario de la independencia de Argelia.
A las nuevas tecnologías –Interior envío de millones de SMS animando a la participación- se han añadido otros métodos más tradicionales. Varios imanes –los clérigos son funcionarios del Estado- han emitido fatuas anunciando que Alá sancionará a los que no voten. Acudir a las urnas es, dijeron en sus sermones del viernes, “cerrar el camino a los enemigos de Argelia”.
Si los dirigentes de un pequeño partido, implantado sobre todo en Cabilia, no han padecido ningún acoso por preconizar el boicoteo de las urnas, otros ya han sufrido, no el castigo de Dios sino el del régimen, por propugnar la abstención. Tarek Mameri, un desempleado de 23 años, fue, por ejemplo, detenido desde el 1 de mayo por colocar en YouTube unos vídeos instando al boicoteo. En libertad provisional, será juzgado el 30 de mayo.
Las legislativas del jueves serán vigiladas por 500 observadores internacionales
Ignacio Cembrero
Argel, El País
Dos argelinos se encuentran ante una pared plagada de carteles electorales de los diferentes partidos que concurren a las legislativas del próximo jueves. “¿Entonces, apoyas a Sarkoo a Hollande?”, le pregunta el uno al otro. La viñeta de Dilem, el más célebre caricaturista argelino, resume, en la portada del diario “Liberté”, el escaso interés que ha suscitado la campaña electoral en Argelia comparada con la que acaba de concluir en Francia.
Los carteles arrancados hasta en las inmediaciones de la sede de la presidencia de la República o pintarrajeados con el precio, que se triplicó en abril, de la patata, son otro síntoma de la desafección de la opinión pública hacia la consulta. Pero acaso el más llamativo sea la escasa afluencia de público en los mítines del antiguo partido único, el Frente de Liberación Nacional (FLN) e incluso de los islamistas.
Las legislativas del jueves son más importantes que las anteriores porque la Asamblea Popular Nacional (Cámara baja), compuesta ahora por 426 diputados, que saldrá de las urnas, deberá reformar la Constitución. Se plantean además, por ahora, como las más transparentes de cuantas ha celebrado Argelia desde hace 20 años, cuando un golpe de Estado militar privó a los islamistas radicales de la victoria electoral.
Prueba de ello es que nada menos que 44 partidos (21 de ellos legalizados en febrero) concurren a las elecciones. Siete de ellos son islamistas moderados. Tres han formado la Alianza Verde, una coalición electoral con la que confían en convertirse en la primera fuerza parlamentaria como ha sucedido en los demás países norteafricanos.
El régimen se esfuerza en movilizar a los votantes en unos comicios que se presumen transparentes
Porque así lo han decidido o a causa de impedimentos legales, los herederos del radical Frente Islámico de Salvación (FIS), disuelto por el Ejército en 1992 cuando estaba a punto de ganar las elecciones en una segunda vuelta, no se presentan ahora a las legislativas. Pero desde la Alianza Verde se han hecho guiños a sus votantes.
La pureza democrática de la consulta será, por primera vez, vigilada por 500 observadores de varias organizaciones internacionales, entre ellos 150 de la Unión Europea, la institución pública más fiable para ejercer esta tarea. Dirige el equipo el eurodiputado español José Ignacio Salafranca.
El régimen argelino necesita que los 21,6 millones de electores censados (la población ronda los 36 millones de los que 15 millones tienen menos de 18 años) acudan a las urnas. Lo necesita para dar un espaldarazo a las reformas efectuadas, a las que están en proyecto y demostrarían que Argelia puede sortear la primera árabe. Hasta ahora la primera potencia económica del Magreb es el único país norteafricano que se ha librado de ella.
“Las imágenes del caos libio, del falso consenso marroquí y de la lenta iranización de Túnez han surtido efecto: muchos argelinos describen hoy en día a la primavera árabe como una amenaza y no como una revolución para liberarse”, afirma Kamel Daoud, comentarista político de “Le Quotidien d’Oran”.
Las autoridades han contribuido a propagar esta imagen distorsionada de lo que sucede en su entorno. “No fue una primavera sino un diluvio lo que cayó sobre los árabes”, vociferó el primer ministro, Ahmed Ouyahia, en su mitin de clausura de la campaña el domingo. El “diluvio” “colonizó” Irak, “destruyó” Libia, “dividió” Sudán y “debilitó” Egipto.
Varios imanes han emitido fatuas anunciando que Alá sancionará a los que no voten. En sus sermones del viernes dijeron que votar es “cerrar el camino a los enemigos de Argelia”.
La hipotética amenaza primaveral no bastará para que los argelinos depositen sus sufragios. La clase política suscita rechazo en un país cuya población cree que sus inmensas riquezas las acaparan unos pocos gracias a la corrupción.
En las anteriores legislativas, en 2007, votó el 35,6%, según el Ministerio del Interior, de los que un la décima parte fueron sufragios nulos o blancos. Otras fuentes aseguran que el porcentaje está hinchado y que la participación no alcanzó el 20%. A juzgar por los colegios casi vacíos que recorrió entonces este corresponsal esta última cifra parece verosímil.
Curiosamente, el principal escollo en la relación entre los observadores europeos e Interior ha sido el censo electoral nacional, que los primeros solicitaron insistentemente pero que les ha sido denegado. Argel aceptó el lunes dejarles acceder solo a los censos provinciales, lo que dejó insatisfecho a Salafranca. “Sería preferible que pudiésemos consultar el censo nacional”, se quejó.
El régimen no ha ahorrado esfuerzos para animar a los ciudadanos a votar. El presidente Abdelaziz Bouteflika ha hecho nada menos que cinco llamamientos animando a la participación para empezar “una nueva era” cuando, en julio, se cumpla el 50º aniversario de la independencia de Argelia.
A las nuevas tecnologías –Interior envío de millones de SMS animando a la participación- se han añadido otros métodos más tradicionales. Varios imanes –los clérigos son funcionarios del Estado- han emitido fatuas anunciando que Alá sancionará a los que no voten. Acudir a las urnas es, dijeron en sus sermones del viernes, “cerrar el camino a los enemigos de Argelia”.
Si los dirigentes de un pequeño partido, implantado sobre todo en Cabilia, no han padecido ningún acoso por preconizar el boicoteo de las urnas, otros ya han sufrido, no el castigo de Dios sino el del régimen, por propugnar la abstención. Tarek Mameri, un desempleado de 23 años, fue, por ejemplo, detenido desde el 1 de mayo por colocar en YouTube unos vídeos instando al boicoteo. En libertad provisional, será juzgado el 30 de mayo.