Los 2.600 hijos de Giovanni Falcone
Jóvenes de toda Italia homenajean en Palermo al juez en el 20º aniversario de su asesinato
Pablo Ordaz
Palermo, El País
Son 2.600 y han llegado al puerto de Palermo (Sicilia) a bordo de dos barcos. Unos partieron desde Civitavecchia —a 80 kilómetros de Roma— y otros desde Nápoles. Tenían dos citas. Una muy importante, nada más y nada menos que con el jefe del Gobierno de Italia, Mario Monti. La otra, todavía más, con la memoria. Hace hoy 20 años, la Mafia asesinó al juez Giovanni Falcone, a su esposa, la también magistrada Francesca Morvillo, y a tres de sus escoltas haciendo estallar los 150 de kilos de explosivos que habían colocado bajo la autopista entre el aeropuerto y Palermo.
La Cosa Nostra logró eliminar a su máximo rival, pero la potencia de aquella explosión —que quedó registrada en los sismógrafos como si se tratara de un terremoto— quebró también para siempre un silencio reverencial. Con globos rojos, blancos y verdes de la bandera italiana, ante las fotografías en blanco y negro del juez y sus compañeros de infortunio, los muchachos acudieron a la cita con Mario Monti bajo una pancarta que avisaba: “La Mafia mata, el silencio también”.
El jefe del Gobierno, delante de los alumnos de 250 colegios de todo el país, fue muy claro. Dijo que en Italia siguen existiendo tres grandes grupos mafiosos —la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la N’drangheta en Calabria— y que, a pesar de su denominación de origen, extienden sus ramificaciones por todo el país y aun por el extranjero: “Sabemos que las mafias de hoy son muy distintas a las que Falcone había empezado a combatir. Han recibido y reciben golpes muy fuertes, pero han sido capaces de reinventarse. Han multiplicado su presencia”. No obstante, Mario Monti añadió que, si algo se sabe hoy gracias al juez asesinado, es que la Mafia puede combatirse. “De Falcone, su mujer y sus escoltas, de su sacrificio”, aseguró el jefe del Gobierno, “tenemos que aprender que hay que luchar sin cuartel, cada día, contra todas las mafias. Cada uno de nosotros está llamado a ese compromiso”.
El primer ministro tampoco pasó por alto que, a pesar de las dos décadas transcurridas, aún sigue habiendo puntos oscuros: “No hay que cansarse nunca de buscar toda la verdad sobre las muertes de Falcone y de Borsellino [el también juez, amigo y colaborador de Falcone, asesinado un mes y medio después]. No existen razones de Estado que puedan justificar retrasos en la búsqueda de la verdad”.
A las 17 horas y 58 minutos de tal día como hoy de hace 20 años, Falcone fue asesinado. A esa misma hora, los 2.600 chavales llegados de toda Italia y otros muchos estudiantes sicilianos renovarán en el lugar de los hechos su compromiso con la memoria. Recibirán el encargo de contarle a sus hijos que el juez Falcone, además de sentar en el banquillo a 400 mafiosos, de dictar condenas contra ellos que suman más de 2.500 años, hizo algo más importante. Marcó un camino. Levantó la voz. Pasó un testigo. Sobre las camisetas blancas de los muchachos que jugaron bajo la lluvia de Palermo, unas palabras de Falcone: “Los hombres pasan, las ideas se quedan. Quedan sus afanes morales que seguirán caminando sobre las piernas de otros hombres”.
Pablo Ordaz
Palermo, El País
Son 2.600 y han llegado al puerto de Palermo (Sicilia) a bordo de dos barcos. Unos partieron desde Civitavecchia —a 80 kilómetros de Roma— y otros desde Nápoles. Tenían dos citas. Una muy importante, nada más y nada menos que con el jefe del Gobierno de Italia, Mario Monti. La otra, todavía más, con la memoria. Hace hoy 20 años, la Mafia asesinó al juez Giovanni Falcone, a su esposa, la también magistrada Francesca Morvillo, y a tres de sus escoltas haciendo estallar los 150 de kilos de explosivos que habían colocado bajo la autopista entre el aeropuerto y Palermo.
La Cosa Nostra logró eliminar a su máximo rival, pero la potencia de aquella explosión —que quedó registrada en los sismógrafos como si se tratara de un terremoto— quebró también para siempre un silencio reverencial. Con globos rojos, blancos y verdes de la bandera italiana, ante las fotografías en blanco y negro del juez y sus compañeros de infortunio, los muchachos acudieron a la cita con Mario Monti bajo una pancarta que avisaba: “La Mafia mata, el silencio también”.
El jefe del Gobierno, delante de los alumnos de 250 colegios de todo el país, fue muy claro. Dijo que en Italia siguen existiendo tres grandes grupos mafiosos —la Cosa Nostra siciliana, la Camorra napolitana y la N’drangheta en Calabria— y que, a pesar de su denominación de origen, extienden sus ramificaciones por todo el país y aun por el extranjero: “Sabemos que las mafias de hoy son muy distintas a las que Falcone había empezado a combatir. Han recibido y reciben golpes muy fuertes, pero han sido capaces de reinventarse. Han multiplicado su presencia”. No obstante, Mario Monti añadió que, si algo se sabe hoy gracias al juez asesinado, es que la Mafia puede combatirse. “De Falcone, su mujer y sus escoltas, de su sacrificio”, aseguró el jefe del Gobierno, “tenemos que aprender que hay que luchar sin cuartel, cada día, contra todas las mafias. Cada uno de nosotros está llamado a ese compromiso”.
El primer ministro tampoco pasó por alto que, a pesar de las dos décadas transcurridas, aún sigue habiendo puntos oscuros: “No hay que cansarse nunca de buscar toda la verdad sobre las muertes de Falcone y de Borsellino [el también juez, amigo y colaborador de Falcone, asesinado un mes y medio después]. No existen razones de Estado que puedan justificar retrasos en la búsqueda de la verdad”.
A las 17 horas y 58 minutos de tal día como hoy de hace 20 años, Falcone fue asesinado. A esa misma hora, los 2.600 chavales llegados de toda Italia y otros muchos estudiantes sicilianos renovarán en el lugar de los hechos su compromiso con la memoria. Recibirán el encargo de contarle a sus hijos que el juez Falcone, además de sentar en el banquillo a 400 mafiosos, de dictar condenas contra ellos que suman más de 2.500 años, hizo algo más importante. Marcó un camino. Levantó la voz. Pasó un testigo. Sobre las camisetas blancas de los muchachos que jugaron bajo la lluvia de Palermo, unas palabras de Falcone: “Los hombres pasan, las ideas se quedan. Quedan sus afanes morales que seguirán caminando sobre las piernas de otros hombres”.