La UE adelanta la cumbre del crecimiento
Bruselas convoca para el 23 de mayo el cónclave europeo solicitado por Hollande
Barroso advierte de que la austeridad sigue siendo “absolutamente necesaria"
Claudi Pérez / Miguel Mora
Bruselas, El País
Rimas de la historia: la victoria del socialista francés Lionel Jospin supuso hace 15 años una bocanada de aire fresco para la Unión, pero la revolución Jospin consistió en añadir al Pacto de Estabilidad una coletilla que se reveló vacía: “y de Crecimiento”. Europa corre el riesgo de volver sobre sus pasos. El continente espera una respuesta a la altura de las expectativas que han despertado las elecciones en Francia y Grecia, que han funcionado como una suerte de referéndum contra los recortes promovidos por Alemania.
También ahora François Hollande aspira a añadir al tratado que consagra la austeridad un anexo de crecimiento. Pero de momento en Bruselas no hay nada más que futuras reuniones y buenas palabras: el Consejo ha convocado este martes la cumbre informal que servirá de bienvenida a Hollande para el 23 de mayo, antes de lo esperado. Y el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, se ha plantado ante la prensa con un lema claro y diáfano: “Acción para el crecimiento, acción para el empleo”. Se espera que un día u otro Barroso se saque un conejo de la chistera: una cifra, una medida estrella, un calendario para esa esperada política de crecimiento; un mensaje contundente. Hoy no ha habido nada de eso; Alemania se sigue resistiendo. Eso sí, ha quedado patente el viraje: a la imprescindible austeridad hay que sumarle dosis de crecimiento, porque la pujanza de Hollande y la recesión que castiga a la eurozona requieren una respuesta política distinta. Pero falta lo más importante. Calcular la dosis de esa nueva mezcla entre ajustes y estímulo de la era Merkollande.
“Cuando dices la verdad no puedes anunciar algo nuevo cada día”, ha afirmado el presidente Barroso como aviso a navegantes. Ha cumplido: no ha habido nada nuevo. Absolutamente nada. Todo quedó en una declaración política de esas que consiguen nadar y guardar la ropa. “Necesitamos austeridad y necesitamos crecimiento. Pero la política europea debe ser consistente, y la austeridad es absolutamente necesaria. Sería totalmente irresponsable que ese crecimiento se obtuviera sobre la base de un aumento de déficit. No hay margen para eso", ha destacado en Bruselas. La capital europea sigue estando más cerca de Berlín que de París: en las palabras de Barroso había claros ecos del discurso de Angela Merkel. La canciller alemana ha insistido en su rechazo a los programas de estímulo a crédito en Europa, para evitar "crear espejismos de crecimiento" financiados con deuda. Merkel ha dado la clave de las próximas semanas: considera que tanto por su parte como por la de Hollande "hay un deseo de encontrar la solución" al problema del crecimiento. "Eso no significa dejar de lado los principios".
Merkel insiste en que hay que evitar “crear espejismos
de crecimiento”
Europa requiere del impulso político de la Comisión para encontrar esa solución de compromiso sin violentar los principios de unos y las promesas de los otros. ¿A qué espera Bruselas? "Barroso no dispara porque no puede: no tiene el apoyo de Berlín, ni el de Londres, al denominado pacto por el crecimiento. El pacto fiscal tiene reglas numéricas claras, un calendario y es vinculante jurídicamente. Habrá que ver si el impulso de Hollande consigue también cifras, plazos y vinculación jurídica o se queda en un mero protocolo retórico", explican fuentes diplomáticas.
Ese es el riesgo. Barroso, flanqueado por el vicepresidente Olli Rehn, ha hecho un esfuerzo por disipar la niebla, pero se ha quedado a medias. La Comisión habla de flexibilizar los plazos para rebajar el déficit al 3% en los países con problemas -como España-, pero aún no se compromete en firme a nada. Y tiene preparada una batería de medidas para impulsar el crecimiento sin gastar demasiado dinero -un plan de estímulo a través del Banco Europeo de Inversiones, la tasa de transacciones financieras y la reutilización de fondos estructurales-, pero ni siquiera cuenta aún con un respaldo político claro más allá de los discursos de campaña de Hollande.
Los socialistas franceses quieren creer que las cosas han empezado bien para Hollande, que sigue confiando en un acuerdo con Merkel que permita "reorientar la construcción europea en un sentido más favorable al crecimiento", ha dicho su mano derecha, Pierre Moscovici. Destacan que el clima percibido en los contactos con sus interlocutores europeos es "muy bueno". Hollande es consciente de que Francia no puede renunciar al control del déficit y de que tiene un margen de maniobra limitado, porque las cuentas públicas están en un estado bastante precario y toda política unilateral de aumento del gasto sería penalizada por los mercados. Su aspiración sigue siendo convencer a Merkel de que debe ser la UE quien cambie de política y ejerza como palanca del crecimiento y el empleo.
Hollande tiene aliados en esa cruzada. La Casa Blanca ha hecho saber que Barack Obama considera que el equilibrio entre consolidación y crecimiento "es el mejor medio para que Europa salga de la crisis". Hollande sabe también que no podrá imponer sus condiciones, pero intentará convencer a Merkel de que es urgente modificar de rumbo para evitar que se extienda por Europa la recesión y las tensiones populistas. Su amenaza de no ratificar el tratado presupuestario es un arma descargada que Hollande nunca podrá disparar por el riesgo de salpicar a todos. Los franceses tienen una frase redonda para definir la situación: campaña en verso, gobierno en prosa. Ha llegado la hora de la realpolitik, y como buen pragmático, Hollande intentará agarrar un acuerdo de mínimos en la cumbre del 16 de mayo con Merkel, y en la del 23 con los socios europeos. El riesgo es evidente: que al final las alusiones al crecimiento queden reducidas a pura retórica, a una rima a lo Jospin.
Barroso advierte de que la austeridad sigue siendo “absolutamente necesaria"
Claudi Pérez / Miguel Mora
Bruselas, El País
Rimas de la historia: la victoria del socialista francés Lionel Jospin supuso hace 15 años una bocanada de aire fresco para la Unión, pero la revolución Jospin consistió en añadir al Pacto de Estabilidad una coletilla que se reveló vacía: “y de Crecimiento”. Europa corre el riesgo de volver sobre sus pasos. El continente espera una respuesta a la altura de las expectativas que han despertado las elecciones en Francia y Grecia, que han funcionado como una suerte de referéndum contra los recortes promovidos por Alemania.
También ahora François Hollande aspira a añadir al tratado que consagra la austeridad un anexo de crecimiento. Pero de momento en Bruselas no hay nada más que futuras reuniones y buenas palabras: el Consejo ha convocado este martes la cumbre informal que servirá de bienvenida a Hollande para el 23 de mayo, antes de lo esperado. Y el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, se ha plantado ante la prensa con un lema claro y diáfano: “Acción para el crecimiento, acción para el empleo”. Se espera que un día u otro Barroso se saque un conejo de la chistera: una cifra, una medida estrella, un calendario para esa esperada política de crecimiento; un mensaje contundente. Hoy no ha habido nada de eso; Alemania se sigue resistiendo. Eso sí, ha quedado patente el viraje: a la imprescindible austeridad hay que sumarle dosis de crecimiento, porque la pujanza de Hollande y la recesión que castiga a la eurozona requieren una respuesta política distinta. Pero falta lo más importante. Calcular la dosis de esa nueva mezcla entre ajustes y estímulo de la era Merkollande.
“Cuando dices la verdad no puedes anunciar algo nuevo cada día”, ha afirmado el presidente Barroso como aviso a navegantes. Ha cumplido: no ha habido nada nuevo. Absolutamente nada. Todo quedó en una declaración política de esas que consiguen nadar y guardar la ropa. “Necesitamos austeridad y necesitamos crecimiento. Pero la política europea debe ser consistente, y la austeridad es absolutamente necesaria. Sería totalmente irresponsable que ese crecimiento se obtuviera sobre la base de un aumento de déficit. No hay margen para eso", ha destacado en Bruselas. La capital europea sigue estando más cerca de Berlín que de París: en las palabras de Barroso había claros ecos del discurso de Angela Merkel. La canciller alemana ha insistido en su rechazo a los programas de estímulo a crédito en Europa, para evitar "crear espejismos de crecimiento" financiados con deuda. Merkel ha dado la clave de las próximas semanas: considera que tanto por su parte como por la de Hollande "hay un deseo de encontrar la solución" al problema del crecimiento. "Eso no significa dejar de lado los principios".
Merkel insiste en que hay que evitar “crear espejismos
de crecimiento”
Europa requiere del impulso político de la Comisión para encontrar esa solución de compromiso sin violentar los principios de unos y las promesas de los otros. ¿A qué espera Bruselas? "Barroso no dispara porque no puede: no tiene el apoyo de Berlín, ni el de Londres, al denominado pacto por el crecimiento. El pacto fiscal tiene reglas numéricas claras, un calendario y es vinculante jurídicamente. Habrá que ver si el impulso de Hollande consigue también cifras, plazos y vinculación jurídica o se queda en un mero protocolo retórico", explican fuentes diplomáticas.
Ese es el riesgo. Barroso, flanqueado por el vicepresidente Olli Rehn, ha hecho un esfuerzo por disipar la niebla, pero se ha quedado a medias. La Comisión habla de flexibilizar los plazos para rebajar el déficit al 3% en los países con problemas -como España-, pero aún no se compromete en firme a nada. Y tiene preparada una batería de medidas para impulsar el crecimiento sin gastar demasiado dinero -un plan de estímulo a través del Banco Europeo de Inversiones, la tasa de transacciones financieras y la reutilización de fondos estructurales-, pero ni siquiera cuenta aún con un respaldo político claro más allá de los discursos de campaña de Hollande.
Los socialistas franceses quieren creer que las cosas han empezado bien para Hollande, que sigue confiando en un acuerdo con Merkel que permita "reorientar la construcción europea en un sentido más favorable al crecimiento", ha dicho su mano derecha, Pierre Moscovici. Destacan que el clima percibido en los contactos con sus interlocutores europeos es "muy bueno". Hollande es consciente de que Francia no puede renunciar al control del déficit y de que tiene un margen de maniobra limitado, porque las cuentas públicas están en un estado bastante precario y toda política unilateral de aumento del gasto sería penalizada por los mercados. Su aspiración sigue siendo convencer a Merkel de que debe ser la UE quien cambie de política y ejerza como palanca del crecimiento y el empleo.
Hollande tiene aliados en esa cruzada. La Casa Blanca ha hecho saber que Barack Obama considera que el equilibrio entre consolidación y crecimiento "es el mejor medio para que Europa salga de la crisis". Hollande sabe también que no podrá imponer sus condiciones, pero intentará convencer a Merkel de que es urgente modificar de rumbo para evitar que se extienda por Europa la recesión y las tensiones populistas. Su amenaza de no ratificar el tratado presupuestario es un arma descargada que Hollande nunca podrá disparar por el riesgo de salpicar a todos. Los franceses tienen una frase redonda para definir la situación: campaña en verso, gobierno en prosa. Ha llegado la hora de la realpolitik, y como buen pragmático, Hollande intentará agarrar un acuerdo de mínimos en la cumbre del 16 de mayo con Merkel, y en la del 23 con los socios europeos. El riesgo es evidente: que al final las alusiones al crecimiento queden reducidas a pura retórica, a una rima a lo Jospin.