La resurrección de López Obrador
El candidato de la izquierda a la presidencia de México sube en las encuestas beneficiado por la protesta estudiantil
Luis Prados
México, El País
Hace tan solo ocho meses, muy pocos hubieran apostado un peso por las posibilidades electorales de Andrés Manuel López Obrador -AMLO, como es llamado comúnmente- de repetir como candidato de la izquierda a la presidencia de México en las elecciones del próximo 1 de julio. Tras perder en 2006 por tan solo el 0,56% de los votos -una derrota que jamás aceptó y que le situó en franca rebeldía constitucional-, parecía una figura del pasado, cuyo radicalismo era sinónimo de controversia y división. Hoy, a poco más de un mes de abrirse las urnas y a tenor de los sondeos, AMLO ha desbancado del segundo lugar a la candidata del partido del Gobierno, Josefina Vázquez Mota, y reducido la distancia con el líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto.
Una encuesta nacional realizada por Ipsos Bimsa y publicada ayer sitúa a Peña Nieto en primer lugar con el 36% de intención de voto, seguido por López Obrador con el 24% -la ventaja cae a menos de la mitad que hace un mes- y Vázquez Mota, con el 21%. El sondeo registra aún un 15% de indecisos. Manuel Camacho Solís, líder de la izquierda, considera que “la carrera presidencial va a ser cosa de dos” y que si la distancia entre el candidato del PRI y AMLO llega a reducirse “a cinco puntos, la elección será una moneda al aire”.
La irrupción imprevista en la campaña de la protesta de los universitarios con lemas coincidentes -no a la vuelta del PRI, no a la manipulación televisiva- ha beneficiado por el momento a López Obrador, que se presenta como un político sin complicidades con los dramas presentes y pasados de México: la ola de violencia, la corrupción, el autoritarismo.
“Hemos aprendido la lección de 2006”, dice el senador Ricardo Monreal, coordinador de la campaña de López Obrador, quien asegura que este es ahora “un candidato mucho más disciplinado que entonces”. Cuenta que su campaña se definió en tres fases: la primera arrancó con la elección de AMLO como candidato presidencial el pasado 15 de noviembre tras celebrar una encuesta interna entre militantes y simpatizantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y vencer a su rival Marcelo Ebrard, jefe del Gobierno del DF.
Ese día AMLO lanzó su idea de “república amorosa”, con la que proponía la necesidad de recuperar los valores morales para resolver los males de México. La iniciativa fue acogida con sorpresa, incluso burla, por analistas políticos y humoristas, que empezaron a citarle como “AMLOVE”. Sin embargo, explica Monreal, aquella idea “sirvió para bajar el voto de rechazo al candidato, que era entonces muy alto”. Después siguió un discurso moderado basado en la reconciliación nacional y un acercamiento a empresarios, líderes religiosos y universitarios.
La segunda fase de la estrategia se centró en las clases medias, muy golpeadas por “la corrupción y la inseguridad”, y en la sociedad civil con el anuncio de un “gobierno ciudadano”, plagado de expertos y técnicos, en caso de conquistar la presidencia. En esta etapa, continúa Monreal, “empezaron a moverse las encuestas a nuestro favor” y se decidió no atacar al PAN: “Enseguida vimos que Vázquez Mota no tenía consistencia por falta de poder territorial”.
La tercera fase, que arrancará a partir del segundo y último debate electoral, el 10 de junio, consistirá en llamar al voto útil para cerrarle el paso al PRI con mítines masivos por todo el país. Monreal está convencido de que esta vez no podrán ser objeto de una campaña negativa por parte de los poderes fácticos como en 2006 y asegura que el PRD está ganando terreno en Estados como Puebla, Jalisco, Baja California o Nuevo León donde siempre ha sido minoritario.
El éxito de la campaña, asegura Camacho Solís, está acercando a votantes panistas a la izquierda y “poniendo nervioso” al PRI, cuya estrategia se basaba en evitar la confrontación “porque su candidato no es bueno en la competencia y para ellos la mejor campaña era la no campaña”. Pero fuentes del PRI, que reconocen su dificultad para manejar la protesta juvenil y el impacto de las redes sociales, donde la izquierda se mueve como pez en el agua, advierten: “Tendremos que subir al ring si AMLO va a más”.
Luis Prados
México, El País
Hace tan solo ocho meses, muy pocos hubieran apostado un peso por las posibilidades electorales de Andrés Manuel López Obrador -AMLO, como es llamado comúnmente- de repetir como candidato de la izquierda a la presidencia de México en las elecciones del próximo 1 de julio. Tras perder en 2006 por tan solo el 0,56% de los votos -una derrota que jamás aceptó y que le situó en franca rebeldía constitucional-, parecía una figura del pasado, cuyo radicalismo era sinónimo de controversia y división. Hoy, a poco más de un mes de abrirse las urnas y a tenor de los sondeos, AMLO ha desbancado del segundo lugar a la candidata del partido del Gobierno, Josefina Vázquez Mota, y reducido la distancia con el líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto.
Una encuesta nacional realizada por Ipsos Bimsa y publicada ayer sitúa a Peña Nieto en primer lugar con el 36% de intención de voto, seguido por López Obrador con el 24% -la ventaja cae a menos de la mitad que hace un mes- y Vázquez Mota, con el 21%. El sondeo registra aún un 15% de indecisos. Manuel Camacho Solís, líder de la izquierda, considera que “la carrera presidencial va a ser cosa de dos” y que si la distancia entre el candidato del PRI y AMLO llega a reducirse “a cinco puntos, la elección será una moneda al aire”.
La irrupción imprevista en la campaña de la protesta de los universitarios con lemas coincidentes -no a la vuelta del PRI, no a la manipulación televisiva- ha beneficiado por el momento a López Obrador, que se presenta como un político sin complicidades con los dramas presentes y pasados de México: la ola de violencia, la corrupción, el autoritarismo.
“Hemos aprendido la lección de 2006”, dice el senador Ricardo Monreal, coordinador de la campaña de López Obrador, quien asegura que este es ahora “un candidato mucho más disciplinado que entonces”. Cuenta que su campaña se definió en tres fases: la primera arrancó con la elección de AMLO como candidato presidencial el pasado 15 de noviembre tras celebrar una encuesta interna entre militantes y simpatizantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y vencer a su rival Marcelo Ebrard, jefe del Gobierno del DF.
Ese día AMLO lanzó su idea de “república amorosa”, con la que proponía la necesidad de recuperar los valores morales para resolver los males de México. La iniciativa fue acogida con sorpresa, incluso burla, por analistas políticos y humoristas, que empezaron a citarle como “AMLOVE”. Sin embargo, explica Monreal, aquella idea “sirvió para bajar el voto de rechazo al candidato, que era entonces muy alto”. Después siguió un discurso moderado basado en la reconciliación nacional y un acercamiento a empresarios, líderes religiosos y universitarios.
La segunda fase de la estrategia se centró en las clases medias, muy golpeadas por “la corrupción y la inseguridad”, y en la sociedad civil con el anuncio de un “gobierno ciudadano”, plagado de expertos y técnicos, en caso de conquistar la presidencia. En esta etapa, continúa Monreal, “empezaron a moverse las encuestas a nuestro favor” y se decidió no atacar al PAN: “Enseguida vimos que Vázquez Mota no tenía consistencia por falta de poder territorial”.
La tercera fase, que arrancará a partir del segundo y último debate electoral, el 10 de junio, consistirá en llamar al voto útil para cerrarle el paso al PRI con mítines masivos por todo el país. Monreal está convencido de que esta vez no podrán ser objeto de una campaña negativa por parte de los poderes fácticos como en 2006 y asegura que el PRD está ganando terreno en Estados como Puebla, Jalisco, Baja California o Nuevo León donde siempre ha sido minoritario.
El éxito de la campaña, asegura Camacho Solís, está acercando a votantes panistas a la izquierda y “poniendo nervioso” al PRI, cuya estrategia se basaba en evitar la confrontación “porque su candidato no es bueno en la competencia y para ellos la mejor campaña era la no campaña”. Pero fuentes del PRI, que reconocen su dificultad para manejar la protesta juvenil y el impacto de las redes sociales, donde la izquierda se mueve como pez en el agua, advierten: “Tendremos que subir al ring si AMLO va a más”.