La leyenda del elefante


Munich, Marca
El 19 de mayo de 2012 nació un mito en Múnich. Didier Drogba pasó a la historia del Chelsea con una actuación memorable para dar a su club la primera Copa de Europa de su historia.

En realidad, el Chelsea casi se queda pequeño para albergar la dimensión futbolística del costamarfileño, el futbolista que ha puesto los goles durante todos y cada uno de los mejores años de un club construido, también, en torno a otros tres pilares: Petr Cech, John Terry y Frak Lampard.

Cech y Lampard brillaron en la final de Múnich, pero los focos se los llevó el delantero, protagonista de un duelo desigual ante la defensa alemana. Los zagueros del Bayern siempre le superaron en número, pero Drogba se mostró siempre como una amenaza. Cada balonazo dirigido a él hacía enmudecer a la mitad germana del Allianz. Peleó todos los balones y ganó muchísimos, más de los que cabe esperar de un jugador casi siempre abandonado a su suerte. Salvo que sea Drogba, claro.

Pero, además de fajarse, volvió a acudir al rescate de su equipo con un gol clave. Lo fueron también los de las eliminatorias anteriores, sobre todo ante Nápoles y Barça, pero éste fue especial. Llegó un minuto antes de que el Bayern posara sus dos manos sobre la copa. Drogba se la arrancó de un violento cabezazo, y entonces supo que era su noche. Pocas veces se ha visto a un futbolista tirar un penalti decisivo con la frialdad y la determinación que mostró del delantero africano. Casi sin carrera, aguantándole la mirada a Neuer, y poniéndosela imposible.

Era su noche. Tanto que su único error, un penalti tan clamoroso como absurdo, recibió el impensable indulta de Robben. La jugada le salió perfecta porque, además, en la acción se lesionó Ribéry. El francés abandonó el partido y lo dejó a merced de Drogba, el rey de la noche en el Allianz.

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