Fútbol boliviano: Wilstermann encontró la puerta de salida del infierno
José Vladimir Nogales
Dieciocho meses y dos días más tarde, Wilstermann volvió a primera. Por fin acabó la pesadilla. Con una dosis de sufrimiento, pero con alegría final, como casi siempre durante su corto camino en la división B, Wilstermann sacó la cabeza del infierno con una vibrante victoria sobre Guabirá (1-0) en Chuquisaca.
Después del fiasco en Montero y del balsámico triunfo en un atestado Capriles, los hombres de Soria tenían, ante sí, la gran oportunidad y no fallaron. Eso sí, sufrieron. Quizá porque toda épica debe ir acompañada de sufrimiento, quizá por los nervios, quizá porque no había figuras deslumbrantes para sostenerse, quizá porque han llegado justos de gasolina (después del clamoroso derrumbe en el nacional B) a esta instancia promocional. Tras sufrir el dominio de Guabirá en la primera mitad, Wilstermann manejó la pelota en la segunda. Y si bien llegó en proporción inferior al tiempo de posesión, el tanto de Ojeda a los 69 minutos (gran disparo cruzado tras recibir un toque diáfano de Carlos Vargas) desató la euforia de una abarrotada grada que estaba deseando celebrar el ascenso desde horas antes del partido.
Después del fiasco en Montero y del balsámico triunfo en un atestado Capriles, los hombres de Soria tenían, ante sí, la gran oportunidad y no fallaron. Eso sí, sufrieron. Quizá porque toda épica debe ir acompañada de sufrimiento, quizá por los nervios, quizá porque no había figuras deslumbrantes para sostenerse, quizá porque han llegado justos de gasolina (después del clamoroso derrumbe en el nacional B) a esta instancia promocional. Tras sufrir el dominio de Guabirá en la primera mitad, Wilstermann manejó la pelota en la segunda. Y si bien llegó en proporción inferior al tiempo de posesión, el tanto de Ojeda a los 69 minutos (gran disparo cruzado tras recibir un toque diáfano de Carlos Vargas) desató la euforia de una abarrotada grada que estaba deseando celebrar el ascenso desde horas antes del partido.
En realidad ese sufrimiento tenía un motivo: buscar un héroe. No lo tuvo en Santa Cruz, ante Destroyers, cuando Vargas, con su despilfarro, asumió la impopular figura de antihéroe. Ni contra Universidad, en la cruenta batalla final del Capriles, en la que más que héroes hubo sobrevivientes. Menos aún, en la decepcionante incursión a Montero, donde abruptamente parecía languidecer el anhelado sueño del retorno. En la batalla definitiva del estadio Patria, el héroe fue Juan Carlos Ojeda, con apenas minutos en el curso, pero cuyo gol fue la llave para el ascenso. Su histórico tanto se produjo en el momento justo, cuando al rival apenas dispone de tiempo para ensayar una reacción, que no se produjo. Ascenso de leyenda, sin duda. No solo por el logro (y sus connotaciones históricas), ni por el deprimente contexto (un equipo rearmado sobre los escombros que dejaron Chacior y sus caprichos), sino también por la conmovedora repuesta de su hinchada.
Wilstermann estaba perdido a lo largo de la primera parte, y cedía espacios a Guabirá, que subía una y otra vez al área con claras ocasiones de Bravo, Aragón y Bejarano (hizo pegar el balón en el travesaño). Wilstermann no funcionaba. Tenía los circuitos rotos y, consecuentemente, le era imposible sostener la pelota. Ítalo de Souza, goloso con el balón, se excedía en el traslado, negándoles el suministro a Vargas (absorbido por la marca) y Torrez (inédito en gran parte de la brega). Sin detentar la potestad del balón, el cuadro de Soria se sometió a la movilidad de Aragón (recostado sobre la derecha para huirle a la caza de Richard Rojas) y a la velocidad de sus puntas (Cuéllar superó en repetidas ocasiones la posición de Bengolea).
Pero en esto del fútbol lo que importa es la efectividad de cara al marcador y al equipo rojo (de azul en la solemne ocasión) le bastó llegar una vez para marcar.
Ante la desventaja, Guabirá cambió de plan. Intentó revertir la dominante postura de contrario (instalado más allá de la divisoria y en posesión del balón, aunque falto de profundidad e infectado por brotes de imprecisión) colocando más gente en ataque. Se sabe, más atacantes no aseguran más gol sin el adecuado suministro, que fue debilitándose en directa relación al acentuado absentismo del enganche Ariel Aragón, cuyo peso gravitatorio se hizo más escuálido con el discurrir de los minutos. Al desesperado movimiento de piezas del rival, Wilstermann respondió con inteligencia: ingresó Paz para fortalecer la contención y ganar en equilibrio.
La urgencia de Guabirá derivó en apuro y el apuro en desesperación, la consecuencia fue un fútbol descoordinado, agrietado, impreciso y convulso.
Con el final del partido, la alegría se desbordó en el césped, en el vestuario, en las tribunas de un escenario ajeno y propio a la vez y, como no, en toda Cochabamba. El Prado -epicentro de grandes celebraciones pasadas- volvió a sentir la pasión wilstermanista tras agónicos meses de silencio (con un paréntesis al ganar la Copa Aerosur), lanzando un grito unánime a sus héroes: "Volveremos a ser campeones, de la Liga otra vez". Bajo ese lema, Wilstermann mira al futuro tras 18 meses en el infierno.
Wilstermann: Mauro Machado, Marcelo Carballo, Ronald Arana (López), Sergio Garzón, Diego Bengolea, José L. Llanos (Paz), Richard Rojas, Gianakis Suárez, Italo de Souza, Nicolás Tórrez (Ojeda), Carlos Vargas.
Guabirá: Pedro Viera, Carlos Camacho (R. Jiménez), Andrés Jiménez (Padilla), Doyle Vaca, Carlos Tordoya, Jorge Díaz, Antonio Tórrez (Pinto), Adrián Cuéllar, Alexis Bravo, Diego Vejarano, Ariel Aragón.
Wilstermann estaba perdido a lo largo de la primera parte, y cedía espacios a Guabirá, que subía una y otra vez al área con claras ocasiones de Bravo, Aragón y Bejarano (hizo pegar el balón en el travesaño). Wilstermann no funcionaba. Tenía los circuitos rotos y, consecuentemente, le era imposible sostener la pelota. Ítalo de Souza, goloso con el balón, se excedía en el traslado, negándoles el suministro a Vargas (absorbido por la marca) y Torrez (inédito en gran parte de la brega). Sin detentar la potestad del balón, el cuadro de Soria se sometió a la movilidad de Aragón (recostado sobre la derecha para huirle a la caza de Richard Rojas) y a la velocidad de sus puntas (Cuéllar superó en repetidas ocasiones la posición de Bengolea).
Pero en esto del fútbol lo que importa es la efectividad de cara al marcador y al equipo rojo (de azul en la solemne ocasión) le bastó llegar una vez para marcar.
Ante la desventaja, Guabirá cambió de plan. Intentó revertir la dominante postura de contrario (instalado más allá de la divisoria y en posesión del balón, aunque falto de profundidad e infectado por brotes de imprecisión) colocando más gente en ataque. Se sabe, más atacantes no aseguran más gol sin el adecuado suministro, que fue debilitándose en directa relación al acentuado absentismo del enganche Ariel Aragón, cuyo peso gravitatorio se hizo más escuálido con el discurrir de los minutos. Al desesperado movimiento de piezas del rival, Wilstermann respondió con inteligencia: ingresó Paz para fortalecer la contención y ganar en equilibrio.
La urgencia de Guabirá derivó en apuro y el apuro en desesperación, la consecuencia fue un fútbol descoordinado, agrietado, impreciso y convulso.
Con el final del partido, la alegría se desbordó en el césped, en el vestuario, en las tribunas de un escenario ajeno y propio a la vez y, como no, en toda Cochabamba. El Prado -epicentro de grandes celebraciones pasadas- volvió a sentir la pasión wilstermanista tras agónicos meses de silencio (con un paréntesis al ganar la Copa Aerosur), lanzando un grito unánime a sus héroes: "Volveremos a ser campeones, de la Liga otra vez". Bajo ese lema, Wilstermann mira al futuro tras 18 meses en el infierno.
Wilstermann: Mauro Machado, Marcelo Carballo, Ronald Arana (López), Sergio Garzón, Diego Bengolea, José L. Llanos (Paz), Richard Rojas, Gianakis Suárez, Italo de Souza, Nicolás Tórrez (Ojeda), Carlos Vargas.
Guabirá: Pedro Viera, Carlos Camacho (R. Jiménez), Andrés Jiménez (Padilla), Doyle Vaca, Carlos Tordoya, Jorge Díaz, Antonio Tórrez (Pinto), Adrián Cuéllar, Alexis Bravo, Diego Vejarano, Ariel Aragón.