Bruselas redobla las amenazas a Grecia
Durão Barroso plantea las elecciones griegas como un plebiscito sobre el euro
La UE trata de ignorar los rumores sobre un posible rescate de España
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Un tonillo de Antiguo Testamento, un aire de plaga de úlceras acompaña a Europa y a cada tanto apunta a creer que los mercados acabarán empujando a algunos países y bancos a algo parecido al fin de los tiempos. La mayoría de los Gobiernos del continente sospechan ya que el análisis económico alemán -esa crisis de pecadores que deben purgar sus culpas con austeridad a rajatabla- es erróneo. A cada votación, los europeos ponen de manifiesto su hastío para con esa receta. La propia Comisión ha admitido que la traducción del Pacto de Estabilidad que olvida olímpicamente la apostilla "y Crecimiento" es sencillamente estúpida. Mientras Grecia se desangra a diario, incapaz de resolver su crisis política, y España está al borde del infarto por la desconfianza en su banca, Bruselas no se inmuta, a la espera de ver en qué se traducen los vientos socialdemócratas de Francia. Lejos de tomar la iniciativa, la Comisión ha elevado hoy el tono de sus amenazas a Grecia, convertida en una pesadilla de la que nadie sabe cómo despertar. Y ha respondido a la petición a la desesperada de España de "un mensaje claro y contundente" con un silencio cómplice con los rumores de que el Gobierno puede verse abocado a pedir ayuda para los bancos. La crisis de la Eurozona entra, una vez más, en una fase extremadamente delicada.
El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, ha recogido este miércoles las amenazas que durante los últimos días han proferido ministros y banqueros centrales y ha planteado las elecciones en Grecia como un plebiscito en el que los griegos deciden si quieren quedarse en el euro o no. "Queremos que Grecia continúe formando parte de la familia europea. Pero la solidaridad y el apoyo europeo son a cambio de reformas, de sacrificios. No hay una alternativa menos dolorosa o difícil", ha advertido Barroso.
Traducción bastarda: Atenas acepta el estatus quo o tiene la puerta abierta para irse del club. "De ninguna manera van a modificarse los compromisos que se le exigen a Grecia a cambio de las ayudas", ha dicho Barroso. El brazo ejecutivo de la Unión teme por el deseo de negociar de los dos partidos más votados, los conservadores ("el mensaje está claro: sí al euro, no a las políticas que devastan al pueblo griego", avisa su líder Andonis Samaras) y la nueva izquierda, que lidera las encuestas por su negativa a transigir con las políticas impuestas por Europa y el FMI.
Grecia encara su quinto año consecutivo de recesión. El paro ha escalado a niveles españoles. Las ayudas europeas en forma de préstamos han traído asociadas rebajas de sueldos, menores pensiones, despidos de funcionarios, todo tipo de recortes y reformas del Estado del Bienestar, subidas de impuestos y, en definitiva, una caída pronunciada de los niveles de vida. A cambio, Europa ha aprobado asistencia financiera por importe de 240.000 millones, una suspensión de pagos voluntaria para que la banca arrime el hombro con unos 100.000 millones adicionales, y fondos europeos por importe de unos 40.000 millones: cifras monumentales, que sin embargo no han impedido algo parecido a una depresión y han desembocado en una crisis política endiablada, que ha llevado a las puertas de la solución final. La Unión ha roto definitivamente el tabú y habla de una posible salida del euro. Barroso sube esa apuesta: "La resolución definitiva acerca de permanecer en la zona euro la tomará la propia Grecia".
Europa no tiene aún ese único teléfono rojo que pedía Henry Kissinger, y a diario reaparece una cacofonía de voces entre las que sobresalen dos: la del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y la de Alemania. Draghi ha manifestado su deseo acerca de que Grecia "permanezca en el euro", otra forma de reconocer que la vía de salida está ahí. Más prosaicos, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, y el de Exteriores, Guido Westerwelle, han reforzado la idea de las elecciones como referéndum europeo. "Para que Grecia se quede en el euro se necesita un Gobierno estable que esté dispuesto a emprender el camino que hemos diseñado", ha afirmado Schäuble. "En las elecciones hace falta un voto de confianza para Europa", ha añadido Westerwelle.
Europa tiene en su mano ayudar a Grecia, y pese al volumen de algunas declaraciones, está prácticamente asegurada una ampliación de los plazos para cumplir las metas de déficit y la llegada de estímulos cuando se negocie el Pacto por el Crecimiento. El Eurogrupo y el FMI ni siquiera descartan renegociar algunas de las condiciones del plan de rescate. Pero nada de eso puede hacerse en un próximo mes agónico, hasta que se forme Gobierno en Atenas. El otro foco de atención en Europa es España y su banca. Los intereses de la deuda pública han tocado hoy niveles de derribo en parte por Grecia, pero en parte porque nadie se fía de las cuentas de los bancos, tras una reforma que obliga a que dos valoradores externos, bajo la tutela del BCE, evalúen a un sistema financiero que era "el más sólido del mundo" (Zapatero) y que "no requería ayudas públicas" (Rajoy). Bruselas no ha querido entrar hoy en los rumores que vaticinan que el Ejecutivo acabará solicitando ayudas europeas, lo que llega a algunos analistas a concluir que eso es precisamente lo que persigue la Unión. "Europa tiene instrumentos para apoyar a España. España solo tiene que pedirlos", ha afirmado una alta fuente europea. "Una intervención directa de España es una cosa peligrosísima", avisa Tano Santos, de la Universidad de Columbia. Con todo tipo de consecuencias. Casi ninguna positiva.
La UE trata de ignorar los rumores sobre un posible rescate de España
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Un tonillo de Antiguo Testamento, un aire de plaga de úlceras acompaña a Europa y a cada tanto apunta a creer que los mercados acabarán empujando a algunos países y bancos a algo parecido al fin de los tiempos. La mayoría de los Gobiernos del continente sospechan ya que el análisis económico alemán -esa crisis de pecadores que deben purgar sus culpas con austeridad a rajatabla- es erróneo. A cada votación, los europeos ponen de manifiesto su hastío para con esa receta. La propia Comisión ha admitido que la traducción del Pacto de Estabilidad que olvida olímpicamente la apostilla "y Crecimiento" es sencillamente estúpida. Mientras Grecia se desangra a diario, incapaz de resolver su crisis política, y España está al borde del infarto por la desconfianza en su banca, Bruselas no se inmuta, a la espera de ver en qué se traducen los vientos socialdemócratas de Francia. Lejos de tomar la iniciativa, la Comisión ha elevado hoy el tono de sus amenazas a Grecia, convertida en una pesadilla de la que nadie sabe cómo despertar. Y ha respondido a la petición a la desesperada de España de "un mensaje claro y contundente" con un silencio cómplice con los rumores de que el Gobierno puede verse abocado a pedir ayuda para los bancos. La crisis de la Eurozona entra, una vez más, en una fase extremadamente delicada.
El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, ha recogido este miércoles las amenazas que durante los últimos días han proferido ministros y banqueros centrales y ha planteado las elecciones en Grecia como un plebiscito en el que los griegos deciden si quieren quedarse en el euro o no. "Queremos que Grecia continúe formando parte de la familia europea. Pero la solidaridad y el apoyo europeo son a cambio de reformas, de sacrificios. No hay una alternativa menos dolorosa o difícil", ha advertido Barroso.
Traducción bastarda: Atenas acepta el estatus quo o tiene la puerta abierta para irse del club. "De ninguna manera van a modificarse los compromisos que se le exigen a Grecia a cambio de las ayudas", ha dicho Barroso. El brazo ejecutivo de la Unión teme por el deseo de negociar de los dos partidos más votados, los conservadores ("el mensaje está claro: sí al euro, no a las políticas que devastan al pueblo griego", avisa su líder Andonis Samaras) y la nueva izquierda, que lidera las encuestas por su negativa a transigir con las políticas impuestas por Europa y el FMI.
Grecia encara su quinto año consecutivo de recesión. El paro ha escalado a niveles españoles. Las ayudas europeas en forma de préstamos han traído asociadas rebajas de sueldos, menores pensiones, despidos de funcionarios, todo tipo de recortes y reformas del Estado del Bienestar, subidas de impuestos y, en definitiva, una caída pronunciada de los niveles de vida. A cambio, Europa ha aprobado asistencia financiera por importe de 240.000 millones, una suspensión de pagos voluntaria para que la banca arrime el hombro con unos 100.000 millones adicionales, y fondos europeos por importe de unos 40.000 millones: cifras monumentales, que sin embargo no han impedido algo parecido a una depresión y han desembocado en una crisis política endiablada, que ha llevado a las puertas de la solución final. La Unión ha roto definitivamente el tabú y habla de una posible salida del euro. Barroso sube esa apuesta: "La resolución definitiva acerca de permanecer en la zona euro la tomará la propia Grecia".
Europa no tiene aún ese único teléfono rojo que pedía Henry Kissinger, y a diario reaparece una cacofonía de voces entre las que sobresalen dos: la del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y la de Alemania. Draghi ha manifestado su deseo acerca de que Grecia "permanezca en el euro", otra forma de reconocer que la vía de salida está ahí. Más prosaicos, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaüble, y el de Exteriores, Guido Westerwelle, han reforzado la idea de las elecciones como referéndum europeo. "Para que Grecia se quede en el euro se necesita un Gobierno estable que esté dispuesto a emprender el camino que hemos diseñado", ha afirmado Schäuble. "En las elecciones hace falta un voto de confianza para Europa", ha añadido Westerwelle.
Europa tiene en su mano ayudar a Grecia, y pese al volumen de algunas declaraciones, está prácticamente asegurada una ampliación de los plazos para cumplir las metas de déficit y la llegada de estímulos cuando se negocie el Pacto por el Crecimiento. El Eurogrupo y el FMI ni siquiera descartan renegociar algunas de las condiciones del plan de rescate. Pero nada de eso puede hacerse en un próximo mes agónico, hasta que se forme Gobierno en Atenas. El otro foco de atención en Europa es España y su banca. Los intereses de la deuda pública han tocado hoy niveles de derribo en parte por Grecia, pero en parte porque nadie se fía de las cuentas de los bancos, tras una reforma que obliga a que dos valoradores externos, bajo la tutela del BCE, evalúen a un sistema financiero que era "el más sólido del mundo" (Zapatero) y que "no requería ayudas públicas" (Rajoy). Bruselas no ha querido entrar hoy en los rumores que vaticinan que el Ejecutivo acabará solicitando ayudas europeas, lo que llega a algunos analistas a concluir que eso es precisamente lo que persigue la Unión. "Europa tiene instrumentos para apoyar a España. España solo tiene que pedirlos", ha afirmado una alta fuente europea. "Una intervención directa de España es una cosa peligrosísima", avisa Tano Santos, de la Universidad de Columbia. Con todo tipo de consecuencias. Casi ninguna positiva.