Un telescopio en Chile lucha contra los embates del clima
Tormentas eléctricas, fuertes lluvias, nieve, inundaciones y deslaves. No es precisamente lo que uno esperaría encontrar en el lugar más seco de la Tierra, en el desierto de Atacama, en Chile.
Pero durante los últimos dos meses, esas fueron las condiciones laborales del equipo de científicos en uno de los proyectos astronómicos más grandes del mundo, el Atacama Large Millimeter/sub-millimeter Array (ALMA).
Representa un evidente contraste en relación con el sol y el cielo claro que encontré cuando visité el lugar pocos días antes de que comenzara el caos.
ALMA es un radiotelescopio gigante que se está construyendo actualmente en el llano de Chajnantor, el punto más alto de los Andes chilenos, ubicado a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar.
Clima extremo.
La principal razón para escoger el Atacama, y en particular el llano de Chajnantor, fue la altitud, la sequedad extrema en el aire y los cielos muy despejados. Acá, las nubes sólo aparecen en promedio 30 días al año.
Y si bien no es inusual que llueva un poco en el área en los meses de febrero y marzo, nadie esperaba estos embates recientes del clima.
No ha habido esta cantidad de agua en el desierto por décadas y los aguaceros retrasaron dos o tres semanas la fecha límite para completar el proyecto, según Richard Hills, uno de los astrónomos que trabaja en el lugar.
"Es imposible realizar observaciones en esas condiciones", dice.
"El agua en el aire simplemente absorbe las señales astronómicas que estamos tratando de observar. Simplemente no pueden atravesar la atmósfera".
Pero por fortuna, dice, las antenas no han resultado averiadas.
A diferencia de la destrucción en un pueblo cercano, donde unas 20 casas resultaron afectadas tras un chaparrón particularmente fuerte a principios de marzo, las antenas soportaron la lluvia, el granizo y la nieve.
Cada una pesa entre 85 y 115 toneladas.
Las antenas tienen la última tecnología y uno de sus instrumentos es un receptor altamente sensible, localizado en el centro de cada antena de 12 metros de diámetro.
"Estos receptores son realmente de punta. Hemos podido reproducir en segundos las observaciones que normalmente tardan horas con otros instrumentos", dice el astrónomo Paulo Cortés.
Fueron diseñadas para permanecer activas en condiciones muy difíciles, con velocidades del viento de hasta 100 kilómetros por hora y temperaturas tan bajas como -25 grados centígrados.
Precisión
Las antenas superaron la prueba del clima para tranquilidad de los científicos, pues arreglarlas puede resultar difícil.
Cuando hay problemas menores, estos se pueden resolver en el llano. Pero cuando es algo mayor, la antena debe ser llevada al campamento base en un vehículo hecho a la medida y que tiene 28 ruedas.
Y si algo necesita ser reemplazado, las cosas se complican aún más.
"Tal como ocurre cuando se ensambla, si uno se olvida de una tuerca, toca ir a la ciudad de Calama, a 100 kilómetros de acá, para conseguirla", explica Silvio Rossi, un ingeniero en la parte europea del proyecto, dirigida por el Observatorio Europeo del Sur (ESO).
"Si se trata de los sistemas electrónicos, es todavía peor. Ningún otro lugar en el mundo tiene sistemas electrónicos a esta altitud y es muy difícil encontrar piezas que puedan funcionar acá", añade.
"Todas las piezas son fabricadas en Europa. Por ejemplo, la parte más alta de la antena viene de Europa en dos mitades que luego tienen que ser pegadas", señala.
"Se puede hacer sólo una vez. Si fallamos al pegarla, tenemos que tirar toda la pieza", explica.
"El proceso de desmontar la antena para que sea reparada y cuidada, y luego volver a montarla, puede ser demorado, y la precisión es clave", puntualiza.
El vehículo gigante tarda cinco horas para transportar la antena 35 kilómetros.
"Las antenas son máquinas muy sofisticadas y cualquier golpe pequeño puede terminar siendo un problema enorme", dice Brian Hoff, un supervisor en la parte alta del terreno.
"Si uno golpea la base de la antena, podría dañarla o desviarla. Y cualquier daño pequeño de la refracción en el orden de los micrones -es decir, algo más delgado que un cabello humano- puede tener consecuencias catastróficas (para las observaciones)", agrega.
Los astrónomos de ALMA están esperando que el cielo aclare para que puedan continuar examinando el espacio.
Funcionamiento diferente
La construcción de ALMA comenzó en 2003 y actualmente está casi al 50%. Una vez esté completamente en funcionamiento, ALMA tendrá 66 radiotelescopios que explorarán el cielo en una apuesta que intentará descubrir secretos de la formación del universo.
Si bien no está del todo terminado, ya ha entregado algunos resultados interesantes.
La investigadora chilena Cinthya Herrera publicó la primera investigación que surge de ALMA. Se trata de un estudio sobre un supercúmulo de estrellas que se formaron de la unión de un par de galaxias espiral llamadas Antenas.
Como es un radiotelescopio, ALMA funciona de manera diferente a un telescopio óptico, que recoge las longitudes de onda que son imperceptibles para el ojo humano.
Uno de los volcanes que rodea el proyecto es el Láscar.
"La luz está compuesta de luz óptica, que es lo que vemos, pero también de luz infrarroja, ultravioleta, rayos X, rayos gama, microondas y ondas de radio. Todo esto se llama el espectro electromagnético", explica el astrónomo Paulo Cortés.
"ALMA está interesada en la parte milimétrica y submilimétrica de ese espectro. Esa es la región del gas frío desde el cual se forman las estrellas", detalla.
Al detectar la radiación emitida por ese gas frío, podemos entender cómo se ensamblan grandes estructuras. En otras palabras, cómo se forman galaxias, estrellas y planetas".
Y esto podría dar pistas sobre el nacimiento de nuestro universo, hace más de 13.000 millones de años.
ALMA es un proyecto conjunto entre Europa, Norteamérica y el este de Asia.