Sarkozy ‘roba’ a Hollande la idea de que el BCE trabaje por el crecimiento
El presidente es desautorizado por Berlín al romper un pacto de silencio
París, El País
La idea de Europa como Unión Europea también flaquea en Francia, donde hay que llegar al quinto de los candidatos en liza por intenciones de voto, el centrista François Bayrou, para encontrar a un emotivo creyente en el ideal de la Unión. Los otros cuatro, plantean objeciones de distinto tipo al actual estado de cosas, incluida la salida pura y simple del euro, y por ende del club, que ha venido predicando la muy derechista Marine Le Pen. Nicolas Sarkozy se ha sumado abruptamente al debate al reclamar una reorientación de la estrategia del Banco Central Europeo (BCE) para que sea inspirada por el crecimiento económico. Una conversión paulina, viene a ironizar el socialista François Hollande, que aboga por esa idea, entre otras más de cambio sobre el proyecto europeo. “Ya era hora de que viera la luz, al final de su mandato”, ha dicho Hollande. “Lástima que lo hubiera olvidado [el crecimiento] durante los pasados cinco años”. La Alemania de Angela Merkel, defensora imperturbable del canon en el BCE, hace oídos sordos y rechaza el intervencionismo de Sarkozy.
En los mítines se suelta mucha carnaza electoral, pero que un presidente en ejercicio ande trasteando con el BCE ante la muchedumbre tiene un singular aire de desafío. O de revelación de incomodidad sobre cómo van las cosas, electoralmente hablando. Los sondeos pintan insistentemente mal para Sarkozy ante la definitiva jornada electoral del próximo 6 de mayo y el presidente-candidato se ha sentido obligado a lanzar al decepcionado elector una idea fuerza con el señuelo del crecimiento económico, tema motriz del candidato socialista.
“Vamos a abrir un debate sobre el papel del BCE en el crecimiento y vamos a hacer avanzar a Europa”, anunció Sarkozy ante decenas de miles de seguidores el pasado domingo en la parisina plaza de la Concordia: “Si el BCE no apoya el crecimiento, no tendremos suficiente crecimiento”.
A la actual UE le faltan muchas cosas y no es la menor la del crecimiento, que las estrategias de Bruselas parecen supeditar a las del encarrilamiento del déficit. “Europa tiene que saldar sus deudas, no hay otra”, anunció el presidente-candidato. “Pero entre la deflación y el crecimiento no hay elección posible. Si elige la deflación, desaparecerá”.
Así que o crecimiento o muerte, profetiza Sarkozy. Y el crecimiento en este nuevo enfoque debe venir espoleado por el BCE. Fuentes del Elíseo precisan que Sarkozy habló en la Concordia más como candidato que como presidente, porque como tal sabe de sobra que no tiene la menor opción de cambiar el mandato constitucional del BCE para asociarlo expresamente al objetivo del crecimiento económico. “Lo que queremos es que haya un diálogo con el BCE sobre todas las cuestiones importantes y, en particular, sobre los tipos de cambio”, señalan las fuentes. “Una Europa tan necesitada de crecimiento necesita que el BCE esté pendiente de los tipos de cambio”.
Francia se queja de un alto tipo de cambio que por dificultar las exportaciones menoscaba el crecimiento y produce paro. París quiere que el BCE intervenga. “Plantearemos el papel del BCE a nuestros socios europeos tras las elecciones”, adelantaba ayer Jean-François Copé, el secretario general de la Unión para un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy.
Algunos analistas quieren ver, además, en los planes de Sarkozy otras herramientas intervencionistas, como que el BCE siga inyectando liquidez en el sistema bancario o que desde Fráncfort se acuda al socorro de los países asediados mediante la adquisición de deuda pública.
Ese tridente intervencionista choca con la Alemania de Angela Merkel, cuyo portavoz no pudo ser ayer más explícito: “El Gobierno federal cree firmemente que el papel y la función del BCE es ajeno a la asistencia de la política. Y eso lo sabe bien París”.
Es un viejo pulso entre Berlín y París sobre el que Merkel y Sarkozy acordaron el pasado noviembre correr un tupido velo, al menos durante la crisis (y, por extensión, en campaña electoral).
El Tratado de la UE prescribe que el objetivo principal del BCE es mantener la estabilidad de los precios de la zona euro, una condición que Sarkozy ve como menoscabo del crecimiento para deleite, en estos tiempos electorales, de su gran rival Hollande.
Para Hollande, la vía hacia el crecimiento no solo pasa por reorientar el papel del BCE creándole la obligación de promover el crecimiento, sino por una renegociación del pacto presupuestario en la UE en aplicación del cual Francia se ha comprometido a un déficit público cero en 2016.
París, El País
La idea de Europa como Unión Europea también flaquea en Francia, donde hay que llegar al quinto de los candidatos en liza por intenciones de voto, el centrista François Bayrou, para encontrar a un emotivo creyente en el ideal de la Unión. Los otros cuatro, plantean objeciones de distinto tipo al actual estado de cosas, incluida la salida pura y simple del euro, y por ende del club, que ha venido predicando la muy derechista Marine Le Pen. Nicolas Sarkozy se ha sumado abruptamente al debate al reclamar una reorientación de la estrategia del Banco Central Europeo (BCE) para que sea inspirada por el crecimiento económico. Una conversión paulina, viene a ironizar el socialista François Hollande, que aboga por esa idea, entre otras más de cambio sobre el proyecto europeo. “Ya era hora de que viera la luz, al final de su mandato”, ha dicho Hollande. “Lástima que lo hubiera olvidado [el crecimiento] durante los pasados cinco años”. La Alemania de Angela Merkel, defensora imperturbable del canon en el BCE, hace oídos sordos y rechaza el intervencionismo de Sarkozy.
En los mítines se suelta mucha carnaza electoral, pero que un presidente en ejercicio ande trasteando con el BCE ante la muchedumbre tiene un singular aire de desafío. O de revelación de incomodidad sobre cómo van las cosas, electoralmente hablando. Los sondeos pintan insistentemente mal para Sarkozy ante la definitiva jornada electoral del próximo 6 de mayo y el presidente-candidato se ha sentido obligado a lanzar al decepcionado elector una idea fuerza con el señuelo del crecimiento económico, tema motriz del candidato socialista.
“Vamos a abrir un debate sobre el papel del BCE en el crecimiento y vamos a hacer avanzar a Europa”, anunció Sarkozy ante decenas de miles de seguidores el pasado domingo en la parisina plaza de la Concordia: “Si el BCE no apoya el crecimiento, no tendremos suficiente crecimiento”.
A la actual UE le faltan muchas cosas y no es la menor la del crecimiento, que las estrategias de Bruselas parecen supeditar a las del encarrilamiento del déficit. “Europa tiene que saldar sus deudas, no hay otra”, anunció el presidente-candidato. “Pero entre la deflación y el crecimiento no hay elección posible. Si elige la deflación, desaparecerá”.
Así que o crecimiento o muerte, profetiza Sarkozy. Y el crecimiento en este nuevo enfoque debe venir espoleado por el BCE. Fuentes del Elíseo precisan que Sarkozy habló en la Concordia más como candidato que como presidente, porque como tal sabe de sobra que no tiene la menor opción de cambiar el mandato constitucional del BCE para asociarlo expresamente al objetivo del crecimiento económico. “Lo que queremos es que haya un diálogo con el BCE sobre todas las cuestiones importantes y, en particular, sobre los tipos de cambio”, señalan las fuentes. “Una Europa tan necesitada de crecimiento necesita que el BCE esté pendiente de los tipos de cambio”.
Francia se queja de un alto tipo de cambio que por dificultar las exportaciones menoscaba el crecimiento y produce paro. París quiere que el BCE intervenga. “Plantearemos el papel del BCE a nuestros socios europeos tras las elecciones”, adelantaba ayer Jean-François Copé, el secretario general de la Unión para un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy.
Algunos analistas quieren ver, además, en los planes de Sarkozy otras herramientas intervencionistas, como que el BCE siga inyectando liquidez en el sistema bancario o que desde Fráncfort se acuda al socorro de los países asediados mediante la adquisición de deuda pública.
Ese tridente intervencionista choca con la Alemania de Angela Merkel, cuyo portavoz no pudo ser ayer más explícito: “El Gobierno federal cree firmemente que el papel y la función del BCE es ajeno a la asistencia de la política. Y eso lo sabe bien París”.
Es un viejo pulso entre Berlín y París sobre el que Merkel y Sarkozy acordaron el pasado noviembre correr un tupido velo, al menos durante la crisis (y, por extensión, en campaña electoral).
El Tratado de la UE prescribe que el objetivo principal del BCE es mantener la estabilidad de los precios de la zona euro, una condición que Sarkozy ve como menoscabo del crecimiento para deleite, en estos tiempos electorales, de su gran rival Hollande.
Para Hollande, la vía hacia el crecimiento no solo pasa por reorientar el papel del BCE creándole la obligación de promover el crecimiento, sino por una renegociación del pacto presupuestario en la UE en aplicación del cual Francia se ha comprometido a un déficit público cero en 2016.