Real Madrid goleó en el Calderón a un triste Atlético


Madrid, As
Un descomunal Cristiano Ronaldo respondió a las dudas con un hat-trick y una fenomenal actuación que tumbó al Atlético y mantiene al Real Madrid líder, con cuatro puntos de ventaja sobre el Barcelona, pero con una jornada menos por disputar y un subidón de moral imposible de cuantificar en términos matemáticos. El portugués suma 40 goles, tantos como en toda la Liga pasada, y 104 el Madrid, a tres del récord histórico. Cifras que marean y que obligan a esperar a los que aguardaban un tropiezo del líder, que tiene el mando y el control de esta Liga. La Liga de Cristiano.

Ganó el Madrid por Cristiano y porque agotó físicamente al Atlético. Donde no le alcanza el juego le llega con su superioridad física, aunque lo que de verdad marcó diferencias con el rival fue la exhibición del portugués, que lució talento, personalidad y una pegada que tumbó al Atlético. Primero con un lanzamiento de falta que sorprendió al despistado Courtois y después con un golazo espectacular, un golpeo perfecto ante el que nada pudo hacer el portero belga. Cristiano abrió el partido y lo cerró al transformar un penalti al que puso un lazo poco después Callejón. A cada golpe del Madrid, el Atlético no ofreció ninguna respuesta, ni sobre el campo ni desde el banquillo. La inercia de los derbis tampoco cambia con Simeone en el banquillo.

La ansiedad, los nervios, las dudas y la desconfianza que acumuló el Real Madrid en los últimos días, si de verdad lo hizo y no fue sólo una apariencia externa, una visión errónea de la realidad, todo eso lo dejó el equipo de Mourinho en su visita al Vicente Calderón, territorio amigo para estos visitantes, que se manejan en los derbis con la seguridad de quien sabe que nada malo va a suceder.

Esa confianza va más allá de su juego, de los propios futbolistas, de la condición en la que se presenten los dos equipos, de sus virtudes y limitaciones. Trasciende a todo ello y escapa a toda lógica que vaya más allá de pensar que el Madrid es mejor equipo que el Atlético. Pero la sideral distancia de puntos que les separa en la clasificación no se reflejó durante el juego, equilibrado, parejo, tan discreto en un bando como en otro. Nada creó más intranquilidad en las áreas que los errores propios y ahí Coentrao en un bando y Perea en el otro no tuvieron rival. Ese duelo lo ganó con mucha diferencia el portugués, al que terminó saliéndole un duro competidor en Godín, que mereció la expulsión por golpear a Pepe en el primer tiempo e hizo un penalti absurdo a Higuaín en el segundo. Una expulsión que también se jugaron Filipe Luis y Juanfran.

Lo cierto es que el derbi es un territorio de sucesos imposible, porque imposible parece que el Atlético gane, algo que no ha sucedido en los últimos doce años. Como imposible parecía que Cristiano marcara un gol de falta. Pero hasta eso permite un derbi, que el portugués marque de falta directa. Sin rebotes, un golpeo teledirigido que llevó el balón lejos de Courtois, algo desubicado y que se vio sorprendido por donde nunca debe serlo un portero, por su palo más cercano.

Estableció ese gol una diferencia que sobre el campo no fue tal. Porque el Madrid nunca llegó a tener el control del partido y porque el Atlético disfrutó del balón sin lograr darle más brillo a esa posesión que evitar que la disfrutara el Madrid. Salvo la aparición de Cristiano para marcar de falta, el talento durmió un sueño eterno durante el primer tiempo. Antes, sólo se recordará un remate de Falcao que exigió las mejores manos de Casillas. Después, memorable. Y entre medias, un penalti que reclamó Cristiano por derribo de Gabi.

Se olvidó esta vez Mourinho de ese cuarteto mágico que habían formado Cristiano, Özil, Higuaín y Benzema. Recuperó a Di María, al que todavía falta algo de ritmo, pero se ha ganado el respeto y la condición de titular con sus goles, pero sobre todo con su visión de juego, con esos pases con los que encuentra compañeros donde nadie más que Özil y Xabi Alonso lo saben hacer en este equipo. Más discutible y menos argumentos se encontrarán para justificar la presencia de Kaká en lugar de Özil. Pagó esa maniobra el Madrid durante toda la primera parte y la agradeció el Atlético. La elegancia que siempre tuvo el brasileño en su juego, ahora sólo se le aprecia cuando pasea. Nunca estuvo conectado a un partido que abandonó en el descanso. Le sustituyó Özil y al Madrid le cambió la cara.

Metió una velocidad más el Madrid al salir de los vestuarios y el Atlético comenzó a sufrir. Se vio encerrado en su campo, agobiado por la presión ante la que no tuvo respuesta hasta que se juntaron sus cuatro hombres de ataque. En el minuto 55 el Atlético fue capaz de reunir todo su talento para empatar. Arda combinó con Diego, éste cedió a Adrián y el pase del asturiano lo remató Falcao. Fue el gran momento rojiblanco, el único en toda la noche. Demasiado poco para hacer cosquillas al líder.

Simeone ha construido un equipo con una apariencia compacta, que tanto se esfuerza en negar los espacios al contrario, que con frecuencia olvida crearse los suyos. Por eso se antoja indispensable la presencia de Diego y sus asociaciones con Adrián y Arda. Los tres son los inventores de este equipo, los encargados de alimentar de balones a Falcao. Diego es el mejor futbolista del Atlético, puro talento, muchísima clase y elegancia en la conducción del balón.

Se envalentonó el Atlético con el gol y vivió algún momento de zozobra el Madrid, que desapareció con ese golazo de Cristiano que más allá de devolver la ventaja en el marcador al líder, lo que hizo fue levantar un muro moral entre los dos equipos. Una muralla insalvable ya para el Atlético, que sin fútbol se vio cómo le abandonaba también la moral, la confianza y las fuerzas.

Lo que vino después fue una cuesta abajo hacia la goleada del Madrid y la desesperación del Atlético, que recibió dos nuevos golpes. Primero, ese penalti que no venía a cuento cometido por Godín sobre Higuaín, sustituto de Benzema, y que transformó Cristiano para completar su hat-trick. La firma a la victoria blanca la puso Callejón, que apenas unos instantes antes había entrado por Di María.

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