Merkel maniobra para responder a un giro político en Francia y Holanda
La canciller alemana defiende ahora la necesidad de “crecimiento con reformas”
Berlín, El País
La canciller Angela Merkel seguramente lo ignora, pero siempre se ha atenido al refrán castellano “cuando las barbas del vecino veas pelar…”. En este caso, dos vecinos: Nicolas Sarkozy, que perdió el domingo la primera ronda de las presidenciales francesas, y el primer ministro de Países Bajos Mark Rutte, cuyo Gobierno ha encallado definitivamente en su programa de recortes. Ambos conservadores han sido aliados cruciales de la canciller democristiana (CDU) y valedores de sus recetas de austeridad. La preocupación en el Berlín político ha traslucido estos días en declaraciones de la propia Merkel y del Ministerio de Hacienda, donde el secretario de estado Thomas Steffen dice que su Gobierno no se compone de “talibanes de la consolidación”: “también nosotros vemos que Europa necesita más crecimiento”. Cuando Merkel admitió el miércoles la necesidad “de un crecimiento con reformas estructurales”, estaba poniendo a remojar las barbas democristianas. De momento, sólo en palabras.
El debate ya ha alcanzado de lleno los principales medios del país y copaba el jueves la influyente portada en la web de Der Spiegel. Destacaba el artículo, no obstante, que el “súbito acuerdo” retórico entre el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, el candidato socialista francés François Hollande y la canciller Merkel a favor del crecimiento “encierra el problema de que cada uno quiere decir algo distinto” con las mismas palabras. Los hechos son otra cosa y, de momento, sólo puede confirmarse el “sutil cambio de tono” que detecta en Berlín un analista de la agencia británica Reuters.
Pero no cabe duda de que los democristianos alemanes se preparan para la posibilidad de que el primer socio europeo tenga muy pronto un gobierno socialista. El candidato Hollande ya ha anunciado que su primer viaje sería “a Berlín, para confirmarle a Angela Merkel que los franceses han votado por una Europa distinta”. ¿Cómo lo recibirán?
Las propuestas de Hollande para un impuesto a las transacciones financieras en la Eurozona, el refuerzo del papel del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y la agilización de los fondos estructurales no se ven con malos ojos en el Gobierno de Merkel. Toda vez que dicho impuesto a las transacciones es una de las condiciones de Partido Socialdemócrata (SPD) para dar su voto al Pacto Fiscal en el parlamento (Bundestag), el mes que viene. Los partidos de centro-derecha que conforman el Gobierno de Merkel (CDU/CSU y el liberal FDP) necesitan los votos del SPD para que el Pacto Fiscal salga adelante. Los socialdemócratas miran de reojo a Francia y se preguntan si no será hora de sacar pecho y presionar a Merkel con más condiciones. El presidente del partido Sigmar Gabriel está dando señales en esta dirección y asegura que Hollande “tiene toda la razón al pedir un pacto de crecimiento y empleo”.
Terreno más escabroso pisa Hollande cuando propone “bonos europeos” para financiar infraestructuras en la UE. Dijo que no se trata de “mutualizar la deuda”, sino costear proyectos industriales, pero los economistas que fijan el rumbo del Banco Central alemán (Bundesbank) y velan por la (a su juicio, ya violentada) ortodoxia financiera del BCE dan un respingo cada vez que alguien pronuncia la palabra “eurobono”. Aunque no sea exactamente eso, este cuarto punto de la propuesta de Hollande encontraría aquí una resistencia enconada. La coalición de Merkel sigue debilitada por el hundimiento del FDP en las elecciones regionales de los últimos años. Los eurobonos son muy impopulares entre los alemanes, que perciben los esfuerzos de la crisis como una carga, de momento aceptable, para sus bolsillos. Cabe dudar si el actual Gobierno sobreviviría la decisión de emitir deuda conjunta europea.
Pese a la preocupación, la CDU de Merkel confía en el rol didáctico de los mercados que, opinan, no permitirían a Hollande alejarse mucho del rumbo fijado por el actual presidente Sarkozy. Merkel sigue disfrutando del apoyo de la mayoría de los alemanes, apuntalado por la aceptable marcha económica a pesar de la crisis. Sin embargo, el crecimiento 0,7% que se espera para 2012 no es para echar cohetes y, si la crisis se agrava en el sur de Europa y contagia a Alemania mediante la caída de las exportaciones y el impago de deuda a sus bancos, la canciller tendrá que responder sola ante sus socios y ante sus votantes. La crisis está demostrando su capacidad para tumbar un gobierno europeo detrás de otro. Sería un argumento más para que la superviviente Merkel tienda nuevos puentes sobre el Rin, en busca de impulsos económicos más potentes para Europa.
Berlín, El País
La canciller Angela Merkel seguramente lo ignora, pero siempre se ha atenido al refrán castellano “cuando las barbas del vecino veas pelar…”. En este caso, dos vecinos: Nicolas Sarkozy, que perdió el domingo la primera ronda de las presidenciales francesas, y el primer ministro de Países Bajos Mark Rutte, cuyo Gobierno ha encallado definitivamente en su programa de recortes. Ambos conservadores han sido aliados cruciales de la canciller democristiana (CDU) y valedores de sus recetas de austeridad. La preocupación en el Berlín político ha traslucido estos días en declaraciones de la propia Merkel y del Ministerio de Hacienda, donde el secretario de estado Thomas Steffen dice que su Gobierno no se compone de “talibanes de la consolidación”: “también nosotros vemos que Europa necesita más crecimiento”. Cuando Merkel admitió el miércoles la necesidad “de un crecimiento con reformas estructurales”, estaba poniendo a remojar las barbas democristianas. De momento, sólo en palabras.
El debate ya ha alcanzado de lleno los principales medios del país y copaba el jueves la influyente portada en la web de Der Spiegel. Destacaba el artículo, no obstante, que el “súbito acuerdo” retórico entre el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, el candidato socialista francés François Hollande y la canciller Merkel a favor del crecimiento “encierra el problema de que cada uno quiere decir algo distinto” con las mismas palabras. Los hechos son otra cosa y, de momento, sólo puede confirmarse el “sutil cambio de tono” que detecta en Berlín un analista de la agencia británica Reuters.
Pero no cabe duda de que los democristianos alemanes se preparan para la posibilidad de que el primer socio europeo tenga muy pronto un gobierno socialista. El candidato Hollande ya ha anunciado que su primer viaje sería “a Berlín, para confirmarle a Angela Merkel que los franceses han votado por una Europa distinta”. ¿Cómo lo recibirán?
Las propuestas de Hollande para un impuesto a las transacciones financieras en la Eurozona, el refuerzo del papel del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y la agilización de los fondos estructurales no se ven con malos ojos en el Gobierno de Merkel. Toda vez que dicho impuesto a las transacciones es una de las condiciones de Partido Socialdemócrata (SPD) para dar su voto al Pacto Fiscal en el parlamento (Bundestag), el mes que viene. Los partidos de centro-derecha que conforman el Gobierno de Merkel (CDU/CSU y el liberal FDP) necesitan los votos del SPD para que el Pacto Fiscal salga adelante. Los socialdemócratas miran de reojo a Francia y se preguntan si no será hora de sacar pecho y presionar a Merkel con más condiciones. El presidente del partido Sigmar Gabriel está dando señales en esta dirección y asegura que Hollande “tiene toda la razón al pedir un pacto de crecimiento y empleo”.
Terreno más escabroso pisa Hollande cuando propone “bonos europeos” para financiar infraestructuras en la UE. Dijo que no se trata de “mutualizar la deuda”, sino costear proyectos industriales, pero los economistas que fijan el rumbo del Banco Central alemán (Bundesbank) y velan por la (a su juicio, ya violentada) ortodoxia financiera del BCE dan un respingo cada vez que alguien pronuncia la palabra “eurobono”. Aunque no sea exactamente eso, este cuarto punto de la propuesta de Hollande encontraría aquí una resistencia enconada. La coalición de Merkel sigue debilitada por el hundimiento del FDP en las elecciones regionales de los últimos años. Los eurobonos son muy impopulares entre los alemanes, que perciben los esfuerzos de la crisis como una carga, de momento aceptable, para sus bolsillos. Cabe dudar si el actual Gobierno sobreviviría la decisión de emitir deuda conjunta europea.
Pese a la preocupación, la CDU de Merkel confía en el rol didáctico de los mercados que, opinan, no permitirían a Hollande alejarse mucho del rumbo fijado por el actual presidente Sarkozy. Merkel sigue disfrutando del apoyo de la mayoría de los alemanes, apuntalado por la aceptable marcha económica a pesar de la crisis. Sin embargo, el crecimiento 0,7% que se espera para 2012 no es para echar cohetes y, si la crisis se agrava en el sur de Europa y contagia a Alemania mediante la caída de las exportaciones y el impago de deuda a sus bancos, la canciller tendrá que responder sola ante sus socios y ante sus votantes. La crisis está demostrando su capacidad para tumbar un gobierno europeo detrás de otro. Sería un argumento más para que la superviviente Merkel tienda nuevos puentes sobre el Rin, en busca de impulsos económicos más potentes para Europa.