La 'egalité' suspende en la escuela
Padres y profesores han vivido el mandato de Sarkozy entre la ira y la depresión por los ataques a la educación pública para alejarla de la "herencia del 68"
París, El País
La noticia es del lunes: “El ministerio de Educación Nacional muestra su inquietud por el nivel de ortografía de los alumnos franceses”. Para entenderla bien, es preciso remontarse seis años atrás. En un mitin, el entonces candidato Nicolas Sarkozy trata de hacer un chiste y califica de “sádico o idiota” al tipo que decidió incluir en las oposiciones públicas preguntas sobre La Princesa de Cléves, novela mítica de madame de Lafayette publicada en 1678. La broma, considerada por unos como una metáfora de la vocación de ruptura del líder conservador, y por otros como la prueba de su desprecio por la culture,fue un asunto de Estado durante semanas. Unos meses después, más de la mitad de los franceses eligieron como presidente al “hombre que asesinó a la princesa”.
Cinco años más tarde, hoy, casi todos los especialistas e indicadores señalan que la Educación Nacional, vieja joya republicana planeada por el Consejo Nacional de la Resistencia como garante de la egalité, y factoría de citoyens cultos y comprometidos, está en una situación precaria y alarmante. Las reformas, retoques y recortes han sido constantes durante un quinquenio que se anunció agitado desde que, en septiembre de 2006, Sarkozy declaró en una universidad de verano de Marsella que había llegado la “hora de terminar con la herencia de Mayo del 68 en la escuela pública”, ya que, según explicó, “esa generación ha instalado en la política, la educación y la sociedad una inversión de los valores y un pensamiento único del que los jóvenes son hoy las víctimas”.
Para acabar con esa “ideología que dice a los jóvenes que tienen todos los derechos y todo se les debe”, Sarkozy ha utilizado diversas recetas, unas viejas y otras más modernas. Según Maurice Cukierman, profesor de Historia en el Liceo Descartes de Antenue, al sur de París, que es además representante de la federación sindical del departamento del Alto Sena, “Sarkozy empezó haciendo una política continuista, pero poco a poco ha ido imponiendo reformas que llevábamos décadas logrando frenar. Por ejemplo, ha adoptado nuevos criterios de evaluación para los profesores, incorporado nuevas herramientas y programas con contenidos más livianos, extendido un uso masivo de la tecnología que no conduce a controlarla realmente, y limitado la libertad pedagógica y la formación del profesorado. Todas han sido nefastas para la calidad de la enseñanza”.
Además de eso, Sarkozy ha metido sin miedo la tijera. Aplicando la regla, muy recomendada por la OCDE y la UE, de sustituir a solo uno de cada dos funcionarios jubilados, ha cercenado unos 80.000 puestos de profesores netos. Según la web del ministerio, en el curso 2010-2011 había todavía 859.254 educadores en activo. “Una barbaridad”, según Sarkozy. Pero, según la OCDE, Francia figura hoy en la cola de los países ricos en el índice de profesores por alumno, con 6,1 profesores por cada 100 discípulos; y la cosa es peor si se mira solo a la primaria y las universidades (objeto de una gran reforma financiera): cinco por cada 100. Algunos acusan a Sarkozy de haber intentado asesinar a la enseñanza pública como hizo con la princesa para castigar a un profesorado demasiado de izquierdas y favorecer de paso el floreciente negocio de la educación privada. Otros celebran su valor al tratar de meter en vereda a un colectivo muy sindicalizado, y su acierto al descentralizar grandes partidas de gasto educativo hacia las regiones y ayuntamientos. Las consecuencias de esta cesión es el núcleo de un reciente informe del Tribunal de Cuentas, adelantado por Le Monde. Afirma que la educación nacional ha dejado de ser nacional porque el ministerio —que, según los magistrados, se niega a facilitar los datos—, invierte mucho más en las escuelas de París que en las de provincias y los suburbios, es decir donde más se necesita.
En 2010, el Estado gastó un 47% más en formar a un alumno del centro de París que a uno de las banlieues. Y un 51% más en enseñar a un parisiense que a uno de Niza. La conclusión es que el clasismo es la nueva solución estatal a la supuesta falta de fondos, y que “la egalité ha dejado de ser el principio que rige la escuela republicana”. La situación se parece a las que se viven en España, Italia o Chile, aunque el elemento católico pese menos en Francia. La corriente global de atacar desde arriba a la escuela pública, una de las bases del ideario neoliberal, tiene aquí sello propio, explica el presidente de la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos, Jean Jacques Hazan: “Somos la segunda potencia de la zona euro y la quinta del mundo y hemos reducido el gasto educativo en 15 años en un punto del PIB. Mientras en los países ricos la inversión aumentaba un 30%, nosotros la subimos un 5%, así que hemos perdido poder adquisitivo. Además de perder más del 10% del profesorado, se han reducido 150.000 plazas de parvularios y se ha favorecido todo lo posible al sistema privado”.
En todo caso, sigue habiendo diferencias: el gasto en educación de Francia alcanzó en 2010 el 5,5% del PIB, frente al 4,6% que le costó a España, según Eurostat. Eso no impide que el ambiente en los colegios sea tenso o peor que eso. Los padres de alumnos acaban de convocar una huelga de deberes para los alumnos de primaria, y su balance del mandato de Sarkozy es inmisericorde: “Ha sido catastrófico para la educación, seguramente el peor de la historia. Ha aplicado a la enseñanza su lema “trabajar más para ganar más”, una filosofía antipedagógica. Hoy basta un título de Física para dar clase de Física sin tener la más mínima noción de pedagogía o psicología. Tenemos profesores con master incapaces de trasmitir conocimientos”.
A lomos de la depresión y la ira, la enseñanza se ha convertido en un tema candente de la campaña. Especialmente porque el sector es uno de los viveros de votos más seguros para el socialista François Hollande, que ha prometido acabar con los recortes, consensuar las reformas y habilitar 60.000 nuevos puestos de trabajo en las escuelas. Quizá Sarkozy ha ganado su batalla en un terreno. Los profesores parecen hartos de ser profesores. A Maurice Cukierman, que da clase de Historia cerca de París, le toca jubilarse en julio, y está feliz: “Amo este trabajo, pero la degradación es tan grande que ha dejado de gustarme; ya no servimos para crear ciudadanos libres y responsables. La ola reaccionaria ha llegado y solo creamos gente sumisa que será mano de obra barata en el futuro”.
París, El País
La noticia es del lunes: “El ministerio de Educación Nacional muestra su inquietud por el nivel de ortografía de los alumnos franceses”. Para entenderla bien, es preciso remontarse seis años atrás. En un mitin, el entonces candidato Nicolas Sarkozy trata de hacer un chiste y califica de “sádico o idiota” al tipo que decidió incluir en las oposiciones públicas preguntas sobre La Princesa de Cléves, novela mítica de madame de Lafayette publicada en 1678. La broma, considerada por unos como una metáfora de la vocación de ruptura del líder conservador, y por otros como la prueba de su desprecio por la culture,fue un asunto de Estado durante semanas. Unos meses después, más de la mitad de los franceses eligieron como presidente al “hombre que asesinó a la princesa”.
Cinco años más tarde, hoy, casi todos los especialistas e indicadores señalan que la Educación Nacional, vieja joya republicana planeada por el Consejo Nacional de la Resistencia como garante de la egalité, y factoría de citoyens cultos y comprometidos, está en una situación precaria y alarmante. Las reformas, retoques y recortes han sido constantes durante un quinquenio que se anunció agitado desde que, en septiembre de 2006, Sarkozy declaró en una universidad de verano de Marsella que había llegado la “hora de terminar con la herencia de Mayo del 68 en la escuela pública”, ya que, según explicó, “esa generación ha instalado en la política, la educación y la sociedad una inversión de los valores y un pensamiento único del que los jóvenes son hoy las víctimas”.
Para acabar con esa “ideología que dice a los jóvenes que tienen todos los derechos y todo se les debe”, Sarkozy ha utilizado diversas recetas, unas viejas y otras más modernas. Según Maurice Cukierman, profesor de Historia en el Liceo Descartes de Antenue, al sur de París, que es además representante de la federación sindical del departamento del Alto Sena, “Sarkozy empezó haciendo una política continuista, pero poco a poco ha ido imponiendo reformas que llevábamos décadas logrando frenar. Por ejemplo, ha adoptado nuevos criterios de evaluación para los profesores, incorporado nuevas herramientas y programas con contenidos más livianos, extendido un uso masivo de la tecnología que no conduce a controlarla realmente, y limitado la libertad pedagógica y la formación del profesorado. Todas han sido nefastas para la calidad de la enseñanza”.
Además de eso, Sarkozy ha metido sin miedo la tijera. Aplicando la regla, muy recomendada por la OCDE y la UE, de sustituir a solo uno de cada dos funcionarios jubilados, ha cercenado unos 80.000 puestos de profesores netos. Según la web del ministerio, en el curso 2010-2011 había todavía 859.254 educadores en activo. “Una barbaridad”, según Sarkozy. Pero, según la OCDE, Francia figura hoy en la cola de los países ricos en el índice de profesores por alumno, con 6,1 profesores por cada 100 discípulos; y la cosa es peor si se mira solo a la primaria y las universidades (objeto de una gran reforma financiera): cinco por cada 100. Algunos acusan a Sarkozy de haber intentado asesinar a la enseñanza pública como hizo con la princesa para castigar a un profesorado demasiado de izquierdas y favorecer de paso el floreciente negocio de la educación privada. Otros celebran su valor al tratar de meter en vereda a un colectivo muy sindicalizado, y su acierto al descentralizar grandes partidas de gasto educativo hacia las regiones y ayuntamientos. Las consecuencias de esta cesión es el núcleo de un reciente informe del Tribunal de Cuentas, adelantado por Le Monde. Afirma que la educación nacional ha dejado de ser nacional porque el ministerio —que, según los magistrados, se niega a facilitar los datos—, invierte mucho más en las escuelas de París que en las de provincias y los suburbios, es decir donde más se necesita.
En 2010, el Estado gastó un 47% más en formar a un alumno del centro de París que a uno de las banlieues. Y un 51% más en enseñar a un parisiense que a uno de Niza. La conclusión es que el clasismo es la nueva solución estatal a la supuesta falta de fondos, y que “la egalité ha dejado de ser el principio que rige la escuela republicana”. La situación se parece a las que se viven en España, Italia o Chile, aunque el elemento católico pese menos en Francia. La corriente global de atacar desde arriba a la escuela pública, una de las bases del ideario neoliberal, tiene aquí sello propio, explica el presidente de la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos, Jean Jacques Hazan: “Somos la segunda potencia de la zona euro y la quinta del mundo y hemos reducido el gasto educativo en 15 años en un punto del PIB. Mientras en los países ricos la inversión aumentaba un 30%, nosotros la subimos un 5%, así que hemos perdido poder adquisitivo. Además de perder más del 10% del profesorado, se han reducido 150.000 plazas de parvularios y se ha favorecido todo lo posible al sistema privado”.
En todo caso, sigue habiendo diferencias: el gasto en educación de Francia alcanzó en 2010 el 5,5% del PIB, frente al 4,6% que le costó a España, según Eurostat. Eso no impide que el ambiente en los colegios sea tenso o peor que eso. Los padres de alumnos acaban de convocar una huelga de deberes para los alumnos de primaria, y su balance del mandato de Sarkozy es inmisericorde: “Ha sido catastrófico para la educación, seguramente el peor de la historia. Ha aplicado a la enseñanza su lema “trabajar más para ganar más”, una filosofía antipedagógica. Hoy basta un título de Física para dar clase de Física sin tener la más mínima noción de pedagogía o psicología. Tenemos profesores con master incapaces de trasmitir conocimientos”.
A lomos de la depresión y la ira, la enseñanza se ha convertido en un tema candente de la campaña. Especialmente porque el sector es uno de los viveros de votos más seguros para el socialista François Hollande, que ha prometido acabar con los recortes, consensuar las reformas y habilitar 60.000 nuevos puestos de trabajo en las escuelas. Quizá Sarkozy ha ganado su batalla en un terreno. Los profesores parecen hartos de ser profesores. A Maurice Cukierman, que da clase de Historia cerca de París, le toca jubilarse en julio, y está feliz: “Amo este trabajo, pero la degradación es tan grande que ha dejado de gustarme; ya no servimos para crear ciudadanos libres y responsables. La ola reaccionaria ha llegado y solo creamos gente sumisa que será mano de obra barata en el futuro”.