¿Habrá elecciones el 2014?
Manfredo Kempff
La incógnita no está en que S.E. quiera o no prorrogarse inconstitucionalmente en el mando hasta después del 2014. Eso no se nos pasa por la cabeza porque sería suicida y S.E. lo sabe muy bien. En Bolivia no se aguantan esas cosas. Y el golpe militar está descartado por razones que sería ocioso explicar. Nuestra duda de si habrá elecciones en diciembre del 2014 -que la hemos planteado más de una vez ante auditorios de personas escépticas- está en que el Gobierno aguante el vendaval del descontento social hasta esa lejana fecha. Porque, si vamos a ser sinceros, ningún gobierno desde la restauración democrática ha atravesado por una situación tan caótica como la actual, aunque muchos la pasaron tan mal que se tuvieron que ir.
Ni siquiera en octubre del 2003 se llegó a tanta confusión y desorden. Ni cuando el Dr. Siles Zuazo, que era la primera administración democrática luego de largos años de dictadura, estuvo Bolivia aprisionada por tan incurable parálisis general. Por entonces, los reclamos y la insurgencia rondaban por la plaza Murillo, por el Congreso, por los partidos; venían de la COB, El Alto, las minas, hasta del empresariado privado. Ahora estamos ante una nación en pie de guerra. El MAS ha logrado unir en su contra a todos los pobres, a los trabajadores mineros, obreros, fabriles, a los campesinos e indígenas, a los empleados, a universitarios, a maestros, médicos y salubristas, a transportistas y gremialistas, a la COB entera, y hasta a escolares. Sólo la masiva propaganda oficial hace creer que S.E. cumple y que Bolivia cambia.
Echar por la borda un respaldo popular único, multitudinario, avasallador, que no se veía desde 1952, requiere de un Gabinete de ineptos profesionales, además de la endémica inexperiencia presidencial que ya llama a reflexionar seriamente. ¿Por qué esta inquietud nuestra sobre si habrá elecciones el 2014? Simplemente porque la oposición, con ánimo democrático, está elucubrando cómo enfrentar a S.E. y cómo tener un candidato de consenso, al estilo venezolano. Eso está muy bien desde luego y lo apoyamos plenamente. Pero el temor es que las presiones o la poblada hagan lo que provocaron con el Dr. Siles, con Sánchez de Lozada y con Mesa, en plena etapa constitucional. Ojo con que estemos buscando un candidato ideal y entre tanto el descontento popular tumbe al gobierno masista o éste desbarate por la fuerza la resistencia de los descontentos y las elecciones pasen al olvido y el país entre en una crisis generalizada, sin Dios ni ley.
Dos años y medio más, con el rechazo mundial al narcotráfico y la coca, con la insustentable subvención a los hidrocarburos, el rotundo fiasco de Mutún, la ineptitud con el litio, la caída en la producción minera, las restricciones malvadas para la exportación agrícola, la consecuente falta de inversiones, los sucesivos fracasos internacionales, no son cosa de pasar por alto. Pero, peor aún: a la falta de gestión gubernamental se agrega una corrupción en aumento, una justicia partidista abominable, amenazas y acciones manifiestas contra la prensa, una política de favores oscuros en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. A esto se agrega, fatalmente, el enfrentamiento que resiente al oriente boliviano y en especial a Santa Cruz, con el infundio de acusarnos, sin pruebas y con ejecuciones como las del hotel Las Américas, de ser una región de terroristas y separatistas. Esto es un absurdo inaceptable perfectamente digitado con fines infames.
El Gobierno dirá que, sin embargo, con errores propios de una revolución, se ha producido un cambio innegable en Bolivia, y es que se ha incluido en la administración del Estado Plurinacional a los estamentos marginados de toda la vida, como son los campesinos e indígenas. Está bien, es razonable y seguramente irreversible. ¿Pero entonces por qué tantos campesinos e indígenas le han dado la espalda a S.E.? Con excepción de los cocaleros y las Bartolinas, el MAS cuenta con poco afecto en las áreas rurales y menos en las urbanas. Lo que sucede con el TIPNIS, por ejemplo, es algo que el Gobierno podrá conjurar una vez, como lo ha hecho tramposamente, o dos veces si reprime con bala, pero vendrán más caminatas y luego todos los indígenas de Bolivia y de naciones vecinas marcharán hasta la sacrificada y humillada ciudad de La Paz para saldar cuentas con quienes los han engañado.
No hay autoridad, no existe rumbo, la ley está ausente, entonces ¿qué garantiza la sustentación del régimen durante dos años y medio más? Eso es lo que la oposición democrática debe de tomar en cuenta. Sobre esa posibilidad también debe trabajar. La precariedad política que atraviesa la nación puede tirar por la borda todos los esfuerzos de concertación que se están tratando de establecer. Puede que el sistema de derecho llegue agonizante hasta diciembre del 2012. Así todavía se justificaría el esfuerzo. Pero no se debe descartar que en la crisis, como con Siles, Goni y Mesa, se repartan nuevos naipes, que el juego cambie y que los jugadores sean otros.
La incógnita no está en que S.E. quiera o no prorrogarse inconstitucionalmente en el mando hasta después del 2014. Eso no se nos pasa por la cabeza porque sería suicida y S.E. lo sabe muy bien. En Bolivia no se aguantan esas cosas. Y el golpe militar está descartado por razones que sería ocioso explicar. Nuestra duda de si habrá elecciones en diciembre del 2014 -que la hemos planteado más de una vez ante auditorios de personas escépticas- está en que el Gobierno aguante el vendaval del descontento social hasta esa lejana fecha. Porque, si vamos a ser sinceros, ningún gobierno desde la restauración democrática ha atravesado por una situación tan caótica como la actual, aunque muchos la pasaron tan mal que se tuvieron que ir.
Ni siquiera en octubre del 2003 se llegó a tanta confusión y desorden. Ni cuando el Dr. Siles Zuazo, que era la primera administración democrática luego de largos años de dictadura, estuvo Bolivia aprisionada por tan incurable parálisis general. Por entonces, los reclamos y la insurgencia rondaban por la plaza Murillo, por el Congreso, por los partidos; venían de la COB, El Alto, las minas, hasta del empresariado privado. Ahora estamos ante una nación en pie de guerra. El MAS ha logrado unir en su contra a todos los pobres, a los trabajadores mineros, obreros, fabriles, a los campesinos e indígenas, a los empleados, a universitarios, a maestros, médicos y salubristas, a transportistas y gremialistas, a la COB entera, y hasta a escolares. Sólo la masiva propaganda oficial hace creer que S.E. cumple y que Bolivia cambia.
Echar por la borda un respaldo popular único, multitudinario, avasallador, que no se veía desde 1952, requiere de un Gabinete de ineptos profesionales, además de la endémica inexperiencia presidencial que ya llama a reflexionar seriamente. ¿Por qué esta inquietud nuestra sobre si habrá elecciones el 2014? Simplemente porque la oposición, con ánimo democrático, está elucubrando cómo enfrentar a S.E. y cómo tener un candidato de consenso, al estilo venezolano. Eso está muy bien desde luego y lo apoyamos plenamente. Pero el temor es que las presiones o la poblada hagan lo que provocaron con el Dr. Siles, con Sánchez de Lozada y con Mesa, en plena etapa constitucional. Ojo con que estemos buscando un candidato ideal y entre tanto el descontento popular tumbe al gobierno masista o éste desbarate por la fuerza la resistencia de los descontentos y las elecciones pasen al olvido y el país entre en una crisis generalizada, sin Dios ni ley.
Dos años y medio más, con el rechazo mundial al narcotráfico y la coca, con la insustentable subvención a los hidrocarburos, el rotundo fiasco de Mutún, la ineptitud con el litio, la caída en la producción minera, las restricciones malvadas para la exportación agrícola, la consecuente falta de inversiones, los sucesivos fracasos internacionales, no son cosa de pasar por alto. Pero, peor aún: a la falta de gestión gubernamental se agrega una corrupción en aumento, una justicia partidista abominable, amenazas y acciones manifiestas contra la prensa, una política de favores oscuros en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. A esto se agrega, fatalmente, el enfrentamiento que resiente al oriente boliviano y en especial a Santa Cruz, con el infundio de acusarnos, sin pruebas y con ejecuciones como las del hotel Las Américas, de ser una región de terroristas y separatistas. Esto es un absurdo inaceptable perfectamente digitado con fines infames.
El Gobierno dirá que, sin embargo, con errores propios de una revolución, se ha producido un cambio innegable en Bolivia, y es que se ha incluido en la administración del Estado Plurinacional a los estamentos marginados de toda la vida, como son los campesinos e indígenas. Está bien, es razonable y seguramente irreversible. ¿Pero entonces por qué tantos campesinos e indígenas le han dado la espalda a S.E.? Con excepción de los cocaleros y las Bartolinas, el MAS cuenta con poco afecto en las áreas rurales y menos en las urbanas. Lo que sucede con el TIPNIS, por ejemplo, es algo que el Gobierno podrá conjurar una vez, como lo ha hecho tramposamente, o dos veces si reprime con bala, pero vendrán más caminatas y luego todos los indígenas de Bolivia y de naciones vecinas marcharán hasta la sacrificada y humillada ciudad de La Paz para saldar cuentas con quienes los han engañado.
No hay autoridad, no existe rumbo, la ley está ausente, entonces ¿qué garantiza la sustentación del régimen durante dos años y medio más? Eso es lo que la oposición democrática debe de tomar en cuenta. Sobre esa posibilidad también debe trabajar. La precariedad política que atraviesa la nación puede tirar por la borda todos los esfuerzos de concertación que se están tratando de establecer. Puede que el sistema de derecho llegue agonizante hasta diciembre del 2012. Así todavía se justificaría el esfuerzo. Pero no se debe descartar que en la crisis, como con Siles, Goni y Mesa, se repartan nuevos naipes, que el juego cambie y que los jugadores sean otros.