Colombia espera la liberación de los rehenes más antiguos de las FARC
Se trata de cuatro militares y seis policías que llevan secuestrados entre 12 y 14 años
Bogotá, EFE
El secuestro es quizá el delito que más ha traumatizado a Colombia. Miles de ciudadanos, entre miembros de la fuerza pública y civiles, han sido víctimas de esta arma de guerra que han utilizado durante años guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y grupos narcotraficantes. Por eso, entre hoy y el miércoles Colombia podría ver su historia partida en dos: si las FARC cumplen su palabra, dejarán libres a cuatro militares y seis policías que llevan secuestrados entre 12 y 14 años. Son los últimos miembros de las fuerzas de seguridad que quedan en su poder.
Este domingo han llegado desde Brasil a la ciudad colombiana de Villavicencio los dos helicópteros que participarán en el rescate. En las aeronaves llegaron los miembros del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y de la organización Colombianas y Colombianos por la Paz que actúan como mediadores en la operación junto al Gobierno de Brasil y a la ONG Asfamipaz.
Los secuestrados serán liberados en dos grupos. Uno de ellos hoy, lunes, y el otro pasado mañana. El aeropuerto de Villavicencio, a 100 kilómetros de Bogotá, será el centro de operaciones. De allí partirá uno de los helicópteros brasileños (el otro quedará en tierra como apoyo) a un lugar que sólo conocerá la misión de rescate. Para hacerlo, las Fuerzas Militares deberán suspender todas las operaciones en el área de la liberación.
Los raptados son los sargentos Luis Alfonso Beltrán, Luis Arturo Arcia, Róbinson Salcedo, Luis Alfredo Moreno y César Augusto Lasso; y los intendentes Wilson Rojas, Carlos Duarte, Jorge Romero, Jorge Trujillo y José Libardo Forero. A todos se los llevaron en diferentes ataques guerrilleros a finales de la década de los noventa, cuando en Colombia era común que la guerrilla asaltara bases militares, matara a decenas de soldados y secuestrara a otros tantos. Fue una época de horror en el país.
Las imágenes de los cautivos encerrados en jaulas de alambres de púas en algún lugar de las selvas recorrieron el mundo, pues hacían recordar los campos de concentración nazis. También secuestraron a numerosos políticos, como la candidata presidencial Ingrid Betancourt, y mataron en cautiverio a 11 diputados del departamento del Valle en el año 2007. Las FARC catalogaban a estos rehenes como “canjeables”, porque pretendían intercambiarlos por guerrilleros presos.
Ahora la historia es diferente. Las FARC, cada vez más acorraladas, están en una desventaja notoria frente a las fuerzas militares y la práctica del secuestro les ha quitado legitimidad. De ahí que el actual jefe máximo de este grupo, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, anunciara el pasado 26 de febrero que dejaría en libertad a los uniformados y abandonaría también la práctica del secuestro extorsivo (civiles a cambio de dinero).
A pocas horas del inicio de la operación, Colombia aguarda atenta al desarrollo de un rescate ideado con cuidado pero compleja y cuyo resultado no es del todo previsible: “Son meses de preparación, de recoger la información. Es una operación compleja porque hay desconfianza entre las partes y hay temor frente a la seguridad”, dice el catalán Jordi Raich, jefe del CICR en Colombia, que tiene a una treintena de personas movilizadas en la operación.
“Todos sabemos que el encuentro entre secuestrados y familias es complicado porque en 13 años todo cambia y las cosas no son fáciles. Por ejemplo, las dos personas del CICR que van en el helicóptero a recoger a los secuestrados les mostrarán fotos actuales de los hijos, de las esposas, para que ellos reconozcan a sus familiares en el viaje de regreso. Así se minimiza el choque emocional”, añade el representante del CICR.
Raich explica que las dificultades meteorológicas podrían alterar el cronograma. “Tal vez no todo saldrá perfecto, pero eso es parte de nuestro trabajo. Si se tiene que hacer otro día, se podría hacer. Estamos listos para los imprevistos”, añade.
La expectación es enorme en Colombia. La liberación de todos los cautivos, junto con el abandono del terrorismo, el narcotráfico y el reclutamiento de menores son las exigencias del presidente, Juan Manuel Santos, para iniciar cualquier diálogo con las FARC.
Bogotá, EFE
El secuestro es quizá el delito que más ha traumatizado a Colombia. Miles de ciudadanos, entre miembros de la fuerza pública y civiles, han sido víctimas de esta arma de guerra que han utilizado durante años guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y grupos narcotraficantes. Por eso, entre hoy y el miércoles Colombia podría ver su historia partida en dos: si las FARC cumplen su palabra, dejarán libres a cuatro militares y seis policías que llevan secuestrados entre 12 y 14 años. Son los últimos miembros de las fuerzas de seguridad que quedan en su poder.
Este domingo han llegado desde Brasil a la ciudad colombiana de Villavicencio los dos helicópteros que participarán en el rescate. En las aeronaves llegaron los miembros del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y de la organización Colombianas y Colombianos por la Paz que actúan como mediadores en la operación junto al Gobierno de Brasil y a la ONG Asfamipaz.
Los secuestrados serán liberados en dos grupos. Uno de ellos hoy, lunes, y el otro pasado mañana. El aeropuerto de Villavicencio, a 100 kilómetros de Bogotá, será el centro de operaciones. De allí partirá uno de los helicópteros brasileños (el otro quedará en tierra como apoyo) a un lugar que sólo conocerá la misión de rescate. Para hacerlo, las Fuerzas Militares deberán suspender todas las operaciones en el área de la liberación.
Los raptados son los sargentos Luis Alfonso Beltrán, Luis Arturo Arcia, Róbinson Salcedo, Luis Alfredo Moreno y César Augusto Lasso; y los intendentes Wilson Rojas, Carlos Duarte, Jorge Romero, Jorge Trujillo y José Libardo Forero. A todos se los llevaron en diferentes ataques guerrilleros a finales de la década de los noventa, cuando en Colombia era común que la guerrilla asaltara bases militares, matara a decenas de soldados y secuestrara a otros tantos. Fue una época de horror en el país.
Las imágenes de los cautivos encerrados en jaulas de alambres de púas en algún lugar de las selvas recorrieron el mundo, pues hacían recordar los campos de concentración nazis. También secuestraron a numerosos políticos, como la candidata presidencial Ingrid Betancourt, y mataron en cautiverio a 11 diputados del departamento del Valle en el año 2007. Las FARC catalogaban a estos rehenes como “canjeables”, porque pretendían intercambiarlos por guerrilleros presos.
Ahora la historia es diferente. Las FARC, cada vez más acorraladas, están en una desventaja notoria frente a las fuerzas militares y la práctica del secuestro les ha quitado legitimidad. De ahí que el actual jefe máximo de este grupo, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, anunciara el pasado 26 de febrero que dejaría en libertad a los uniformados y abandonaría también la práctica del secuestro extorsivo (civiles a cambio de dinero).
A pocas horas del inicio de la operación, Colombia aguarda atenta al desarrollo de un rescate ideado con cuidado pero compleja y cuyo resultado no es del todo previsible: “Son meses de preparación, de recoger la información. Es una operación compleja porque hay desconfianza entre las partes y hay temor frente a la seguridad”, dice el catalán Jordi Raich, jefe del CICR en Colombia, que tiene a una treintena de personas movilizadas en la operación.
“Todos sabemos que el encuentro entre secuestrados y familias es complicado porque en 13 años todo cambia y las cosas no son fáciles. Por ejemplo, las dos personas del CICR que van en el helicóptero a recoger a los secuestrados les mostrarán fotos actuales de los hijos, de las esposas, para que ellos reconozcan a sus familiares en el viaje de regreso. Así se minimiza el choque emocional”, añade el representante del CICR.
Raich explica que las dificultades meteorológicas podrían alterar el cronograma. “Tal vez no todo saldrá perfecto, pero eso es parte de nuestro trabajo. Si se tiene que hacer otro día, se podría hacer. Estamos listos para los imprevistos”, añade.
La expectación es enorme en Colombia. La liberación de todos los cautivos, junto con el abandono del terrorismo, el narcotráfico y el reclutamiento de menores son las exigencias del presidente, Juan Manuel Santos, para iniciar cualquier diálogo con las FARC.