Wilstermann ensayó con una defensa de tres y no mejoró su fútbol

Con el crucial cotejo del sábado (frente al líder Petrolero de Yacuiba) a la vista, Wilstermann volvió a ensayar hoy el cuestionado esquema de tres defensas que tantas dificultades le ocasionó en cotejos precedentes.

Obsesionado con la debilidad defensiva observada en los dos partidos fuera de casa (los rojos recibieron seis goles, uno más que en toda la fase de grupos), el técnico Claudio Chacior decidió blindarse, reconfigurando el esquema y devolviendo a Marcelo Carballo a la formación titular. Lógicamente, el agregado de un defensa a la línea de fondo (que no necesariamente garantiza la eficiencia defensiva) supone la exclusión de un elemento vital en el esmirriado módulo de generación, restringiendo aún más la escasa aptitud para elaborar juego.

El equipo que Chacior probó en la sesión de fútbol estuvo compuesto por Mauro Machado en el arco, Arana, Carballo y Garzón en defensa, Taboada y Rodríguez en las bandas; Paz y Rojas como volantes de contención, Italo como enganche y Collantes junto a Olmedo de punta. Y, como podía esperarse, las modificaciones (de esquema y nombres) no mejoraron el funcionamiento, pese a tener a un "sparring" (conformado por suplentes) que brindaba todo tipo de concesiones. Ni en ese escenario tan familiarmente favorable (por la lentitud, la ausencia de presión y ninguna intensidad del juego, justo lo que no encontrará el sábado), el equipo exhibió la peor de sus facetas: sin coordinación, impreciso, falto de juego y de profundidad. Para peor, Olmedo hizo alarde de su mal momento, exhibiendo una pobre puntería.

Sin capacidades creativas, Wilstermann no tuvo fluidez ni circulación. Falto de precisión en las entregas, hizo mal uso del espacio concedido y de la escasa fricción que proponía el rival, resaltando las inocultables deficiencias para concebir jugadas, para conectarse y hacer pesar la posesión. Rojas y Paz (que se escalonan mal en el medio) no sacan limpio el balón, ni se desdoblan para contribuir en la gestación, consecuentemente el equipo se atora en su desplazamiento y se entrega, burdamente, a lo que pueden producir los laterales en frenéticos desbordes, pródigos en verticalidad, pero escasos de profundidad.

La primera parte del ensayo (que duró algo más de 30 minutos) concluyó 1-1, Collantes para los titulares y Vargas para los suplentes.

Para la segunda parte, Chacior reemplazó a Garzón por Bengolea. El dibujo asumió la forma de un 4-4-2, con Rodríguez como volante izquierdo e Italo recostado sobre la derecha (aunque durante gran parte de la etapa prefirió ubicarse como enganche). Y si bien mejoró la circulación del juego al existir mayor propensión asociativa para jugar la pelota, la profundidad siguió siendo exigua. Poco de Italo para generar y ninguna puntería de Olmedo para anotar cuando se le presentaba la oportunidad. El gol del triunfo llegó por mediación de Carballo, cabeceando un tiro libre que Chacior ordenó que se ejecutase tres veces. Sólo cuando fue gol, el adiestrador dejó seguir una práctica que no permitió ver mejoras en el funcionamiento ni cuanto pudo mejorar el rendimiento de una defensa que nunca fue exigida.

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