Una asamblea en duda
Humberto Vacaflor Ganam
Los cancilleres que asistieron a la anterior asamblea general de la OEA que se realizó en Bolivia en 1979 la deben recordar todavía por el grotesco desenlace que les sepultó, de inmediato, la resolución que acababan de aprobar a favor de la demanda marítima boliviana.
Ellos fueron conducidos al aeropuerto, en calidad de secuestrados, pues la junta militar que tomó el gobierno la madrugada del 1 de noviembre no quería que esos huéspedes aprobaran alguna resolución condenatoria del golpe, y el canciller boliviano quedó preso.
El histórico triunfo diplomático que había tenido Bolivia fue eclipsado por aquella intervención de las FFAA que debe figurar en la lista de las más estúpidas de la historia.
Pues ahora se viene otra asamblea de la OEA en Bolivia. El secretario general del organismo, el chileno José Miguel Insulza, llegó hace pocos días para verificar cómo estaban avanzando los preparativos.
No deberá exagerar en nada para presentar en Washington, ante la organización, un informe que recomiende llevar a otra parte esta asamblea, en vista del clima político tan tenso que vive el país.
Por esos días se estaba librando todavía en Cochabamba la guerra entre Tiquipaya y Colcapirhua, los cocaleros del Chapare acababan de consolidar su dominio de Sacaba, pasando por encima de la resistencia de barrios vecinos, la carretera a Santa Cruz estaba cortada, el presidente Morales hablaba de la posibilidad de ir preso, una de sus ministras decía que un decreto supremo firmado por él es irresponsable…
El panorama general, fuera de Cochabamba, era más preocupante todavía. El subgobernador de Santa Cruz en la provincia Velasco pedía a Brasil ayuda militar para dar protección a los viajeros que pasan por la zona a bordo de buses, que son asaltados por narcotraficantes en sus horas de ocio. Los arroceros acababan de tomar 21 pozos petrolíferos, Potosí y Oruro parecían haber vuelto a los tiempos de las republiquetas, las carreteras del país estaban cortadas por bloqueos o por derrumbes provocados por las lluvias tardías, el parlamento paraguayo exhortaba a las autoridades bolivianas a cesar las persecuciones políticas, mientras seguía preso desde hace tres años y medio, sin fallo y ni siquiera proceso, un prefecto opositor, otro estaba en el exilio y un tercero, destituido de manera ilegal, era acosado por ladrones y por un ministro que se les parece.
Cuando Insulza estaba partiendo hacia Washington, ante la indiferencia del gobierno 300 cooperativistas mineros tomaban por asalto una mina de estaño, confirmando la apreciación del ministro británico para asuntos latinoamericanos, Jeremy Browne: “El gobierno boliviano no tiene vocación para atraer inversiones extranjeras”.
Lo que no sabe el ministro Browne es que el gobierno boliviano tiene diferentes aptitudes hacia las inversiones extranjeras. Cuando se trata de inversiones en zonas poco pobladas de electores, las garantías son plenas. Pero conforme las zonas aludidas se aproximan a las regiones con alta densidad de votantes, la actitud es contraria a las inversiones.
Así se entiende aquello de Estado plurinacional. Las condiciones cambian en cada una de las naciones. La Asamblea de la OEA tendría que hacerse en Pando, donde rige el toque de queda y un Estado de sitio no declarado.
Los cancilleres que asistieron a la anterior asamblea general de la OEA que se realizó en Bolivia en 1979 la deben recordar todavía por el grotesco desenlace que les sepultó, de inmediato, la resolución que acababan de aprobar a favor de la demanda marítima boliviana.
Ellos fueron conducidos al aeropuerto, en calidad de secuestrados, pues la junta militar que tomó el gobierno la madrugada del 1 de noviembre no quería que esos huéspedes aprobaran alguna resolución condenatoria del golpe, y el canciller boliviano quedó preso.
El histórico triunfo diplomático que había tenido Bolivia fue eclipsado por aquella intervención de las FFAA que debe figurar en la lista de las más estúpidas de la historia.
Pues ahora se viene otra asamblea de la OEA en Bolivia. El secretario general del organismo, el chileno José Miguel Insulza, llegó hace pocos días para verificar cómo estaban avanzando los preparativos.
No deberá exagerar en nada para presentar en Washington, ante la organización, un informe que recomiende llevar a otra parte esta asamblea, en vista del clima político tan tenso que vive el país.
Por esos días se estaba librando todavía en Cochabamba la guerra entre Tiquipaya y Colcapirhua, los cocaleros del Chapare acababan de consolidar su dominio de Sacaba, pasando por encima de la resistencia de barrios vecinos, la carretera a Santa Cruz estaba cortada, el presidente Morales hablaba de la posibilidad de ir preso, una de sus ministras decía que un decreto supremo firmado por él es irresponsable…
El panorama general, fuera de Cochabamba, era más preocupante todavía. El subgobernador de Santa Cruz en la provincia Velasco pedía a Brasil ayuda militar para dar protección a los viajeros que pasan por la zona a bordo de buses, que son asaltados por narcotraficantes en sus horas de ocio. Los arroceros acababan de tomar 21 pozos petrolíferos, Potosí y Oruro parecían haber vuelto a los tiempos de las republiquetas, las carreteras del país estaban cortadas por bloqueos o por derrumbes provocados por las lluvias tardías, el parlamento paraguayo exhortaba a las autoridades bolivianas a cesar las persecuciones políticas, mientras seguía preso desde hace tres años y medio, sin fallo y ni siquiera proceso, un prefecto opositor, otro estaba en el exilio y un tercero, destituido de manera ilegal, era acosado por ladrones y por un ministro que se les parece.
Cuando Insulza estaba partiendo hacia Washington, ante la indiferencia del gobierno 300 cooperativistas mineros tomaban por asalto una mina de estaño, confirmando la apreciación del ministro británico para asuntos latinoamericanos, Jeremy Browne: “El gobierno boliviano no tiene vocación para atraer inversiones extranjeras”.
Lo que no sabe el ministro Browne es que el gobierno boliviano tiene diferentes aptitudes hacia las inversiones extranjeras. Cuando se trata de inversiones en zonas poco pobladas de electores, las garantías son plenas. Pero conforme las zonas aludidas se aproximan a las regiones con alta densidad de votantes, la actitud es contraria a las inversiones.
Así se entiende aquello de Estado plurinacional. Las condiciones cambian en cada una de las naciones. La Asamblea de la OEA tendría que hacerse en Pando, donde rige el toque de queda y un Estado de sitio no declarado.