Nelly Colque decepcionada, postrada y olvidada pasa sus 69 cumpleaños, en La Paz

La Paz, ERBOL
Todos los 28 de diciembre espero en los medios de comunicación que recuerden el inicio de la huelga de hambre que parió la democracia, aunque el dictador extinto, Hugo Banzer Suarez, pensó que era una inocentada, la medida de las cuatro mujeres y sus 14 hijos, pero gestamos el inicio de la revolución democrática en América Latina, dijo una de las “Madres de la Democracia”.
Nelly Colque de Paniagua, nació el 22 de marzo de 1943, en Huanuni del departamento de Potosí, y ayer jueves pasó el día de su cumpleaños postrado en una cama del hospital La Merced, en la ciudad de La Paz, decepcionado por la democracia actual y con lágrimas en los ojos porque no cuenta con una vivienda, menos un ingreso económico para costear el tratamiento médico para el mal de Parkinson, artritis, osteoporosis y diabetes.

En una camilla recostada, con una bata celeste, con los nervios que intentaba controlar y el sudor en la frente, sonrió un poco, cuando vio un ramo de flores y la visita de un extraño. “Gracias, muchas gracias a todos (…) siempre les escucho”, fueron las expresiones de una de las “Madres de la Democracia”, que el 28 de diciembre de 1977, con la fuerza y convicción de defender la libertad, los derechos fundamentales y la democracia decidió rebelarse contra la dictadura dejando su casa, en Catavi, poniendo en peligro su vida y de sus hijos, pero hoy el Estado la abandonó, menos el gobierno del “proceso de cambio”, en quien creyó ciegamente, la amparó.

Erbol Digital (ED).- ¿De cómo se enteró del inicio de la huelga de hambre, que hacía usted?

Nelly Colque (NC).- En el hospital, de Catavi, (Potosí), mi marido estaba perdido y me operaron, regresó (él) pero no le han querido devolver su trabajo. Y caminaba en busca de trabajo. No me acuerdo que día era, pero llegamos a La Paz y al día siguiente estábamos en Juvenca, y nos encontramos con el padre (Julio Tumiri) de derechos humanos y vinieron unos 30 más. Nos dijeron que íbamos a reunirnos al día siguiente, (pero) creo que el padre Eugenio nos ha dado unos 50 pesos (en ese entonces) para nuestro desayuno.

ED.- ¿Con cuántos niños llegó a La Paz?

NC.- Con siete hijos. Ana, Juan Carlos, Mabel, Rolando, Lourdes, María y Judith –recontó su hijo Juan Carlos Paniagua- y doña Angélica (Romero de Flores) que tenía dos. Entonces, fuimos a dormir a una escuela parece y al día siguiente nos reunimos como unos 200 donde mucha gente vino diciendo que mi hijo está perdido, preso y todos hablaban en grupos, yo no les conocía y me fui cerca a la pared.

Entonces, preguntaron (en la reunión) quienes iban a entrar en huelga y respondían que estaban mal de la cabeza, de estomago y otros dijeron que no avisaron (a sus familias); entonces, postergaron para el día siguiente y también argumentaron que las fiestas (de fin de año) de Navidad y Año Nuevo, afectarían la medida.

Entonces, dije cual fiesta yo tengo mis hijos, y un joven me respondió que me iba a llevar a su casa, pero yo agregué que vine a la huelga de hambre, no a pasear y (pensaba) en los fachos que nos estaban siguiendo.

Me puse fuerte, en mi lado estaba Angélica (Romero de Flores), y dije que si no entran a huelga de hambre me iba ir (a Catavi) porque vino a eso. La Angélica agregó que estoy con doña Nelly, la señora Luzmila Rojas de Pimentel, a quien no la conocía bien, estaba parada cerca y lo mismo dijo que estaba conmigo; (finalmente), se levantó Aurora Villaroel de Lora, que estaba con tres wawitas (hijos) sentada sobre su bultito también expresó que estaba conmigo. Pero, no querían entrar (en huelga) porque habían fracasado en varias medidas, yo no tenía miedo de la desilusión.

Los padrecitos nos han dado la última cena (a las cuatro mujeres y los hijos), pero un manjar –extiende su voz- una mesa pucha (increíble), de ahí me llevé pancito para mis hijos y se había podrido, cuando vimos al final de la huelga.

Las cuatrito nos hemos juntado y fuimos a San Calixto, pero veía que Luzmila rogaba a Domitila (Barrios de Chungara), cuando les pregunté porque pedían que Domitila se sume a la huelga me respondieron que ella era dirigenta y que les iba a ayudar, recién comprendí. Entonces, entramos a una aula y ahí vi que llegaba el padre Gustavo Peletier y les oí que decían aquí les van a sacar a patadas (porque) habían hecho tales cosas.

Posteriormente en un jeep (conducido por Peletier, un vehículo pequeño), entramos las cuatro mujeres, (los hijos) y (en San Calixto) se quedó Domitila. Nos han hecho llegar a una puerta, (del Arzobispado de La Paz, a media cuadra del Palacio Quemado) y todos (ingresaron) corriendo porque eran flaquitos y yo con mi bulto y como era gordita me tranqué en la puerta, pero mis hijos me jalaron gritando mami mami… y entramos.

Pero, como dijo doña Luzmila -continúa relatando con la voz asediada por los males que le aquejan- nos entramos por nuestra propia cuenta y no nos han dado nada; ingresamos a una puerta semi abierta, parecía una aula (en el Arzobispado), hemos subido tres pisos como sea, dejamos nuestras cositas y nos preguntamos ahora de quién será (el ambiente).

Posteriormente, llega un padre (Jorge Manrique), yo soy católica pero no le conocía. Dijo (gritando) estas mujeres politiqueras, se molestó, y le respondí padre no soy politiquera; ahí entendí que era la política y la politiquería. Yo soy política de ayudar, hasta ahora, de socorrer a cualquier persona en eso me baso yo, aunque no tenga qué comer (pero) tengo que colaborar.

A Aurora y Luzmila, -dijo el sacerdote- pregúntales a sus compañeras que es la política, nos echaban en cara cuando venían a hablarnos. (Me enteré) que la una había sido del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la otra trotskista; así que yo no más hablaba con todos sin saber la politiquería yo me metí a la política de la huelga de hambre (en defensa de la libertad y la democracia).

ED.- ¿En la huelga de hambre estaban con los hijos, pero cómo pasaron esos días, había amenazas o mensajes?

NC.- Uhhh, teníamos mucho (miedo) mis compañeras ya conocían al enemigo. Me quisieron quitar a mi hija Judith porque (un agente encubierto) se (hizo) el confundido y dijo que la huelga estaba preparada y estaban trayendo o robando niños que con ellos se hacía la medida extrema.

Juan Carlos Paniagua (JCP).- (Hijo de Nelly). Un señor gordo llegó y dijo que habían secuestrado a su ahijadita que se llamaba Anita, la más pequeña, pero (la niñita) tenía el nombre de Judith, una de mis hermanas.

NC.- A la fuerza me querían quitar (a mi hija) y mis compañeras (Luzmila y Aurora) se han peleado porque ya habían conocido de quien era agente o no y casi la comen. Luego salió Anita, una niña alta (de 16 años) y teníamos documentos para la consulta (médica) y presenté (justificando que era mi hija).

Los “sospechosos” a toda costa querían llevar a los niños y niñas a los parques a pasear, traían juguetes pero no nos entregaban, decían que trajeron por (las fiestas) de Navidad, pero sólo pastillas y refrescos nos han entregado.

JCP.- Yo tenía 13 años y para nosotros era lindo los dulces.

ED.- ¿Cuántos niños habían en total?

JCP.- Hemos sido 14 (niños y niñas). La Ana (hija de Nelly) tenía 16 años. El más menor, hijo de Aurora, tenía dos años.

NC.- El hijo (de Aurora) quería ir siempre detrás de su mamá y no la dejaba hablar (con los periodistas y otros). Y mi hija Judith tenía tres años.

ED.- ¿Cómo se informaban, en la huelga, lo que pasaba afuera?

El segundo día (de la huelga), el padre Luchito (Espinal Camps) nos trajo una radio, pensé que era un joven que vino de la Universidad (Mayor de San Andrés), tenía su chompita tejidito de alpaquita, él nos ha traído una radiecita y nos volcamos a escuchar todas (las mujeres). Otros sacerdotes nos traían periódicos del gobierno (dictatorial) que tengo guardado y las notitas de los universitarios que no tengo, ellos nos apoyaban.

JCP.- A veces, era imposible entrar al Arzobispado, porque la dictadura puso policías en la puerta y no dejaban entrar a los medios de comunicación. Pero llegó un “chinito” (de origen asiática), algo hermoso que nunca había visto -exclamó- porque los policías le revisaron todo pero hizo pasar un termo o especie de termo, cargado de una mochila (entró), y los lentecitos redonditos como de John Lennon (que tenía). Luego, en el Arzobispado dijo un momento y empezó a armar una cámara, los anteojitos eran lentes del equipo, con los aparatitos que sacó de todo lado, y empezó a filmar el periodista.

NC.- Varias (personas) venían y me querían quitar las wawas (hijos), yo tenía papeletas de pago y libretas (escolares) eso me salvó. La única que tenía (los documentos) porque a mis compañeras por políticos les hacían callar y siempre me convocaban a mí para hablar, aunque pensé que era tonta y hablé con el ministro (de Régimen Interior, Jorge) Rojas Tardío, que me ofreció casa y becas para mis hijos. (Otros funcionarios como) Rubén Sánchez, la esposa de Juan José Torres, Oscar “Motete” Zamora Medinaceli, José María Palacios me han ofrecido casa, becas e incluso (la condecoración con) el Cóndor de los Andes.

JCP.- Este señor Tardío dijo a mi madre que su problema estaba solucionado, desde la reposición de trabajo a su esposo, al igual de doña Angélica. Pero, (los casos) de Aurora y Luzmila no (estaban solucionados) y Luz se puso en un rincón y dijo que no le podíamos abandonar porque su esposo (exdiputado y ex ministro del gobierno de Evo Morales, José Pimentel) estaba en (la cárcel) de San Pedro engrillado.

Eso, a veces, me duele de este gobierno (del Movimiento Al Socialismo). Pimentel estaba engrillado en San Pedro y eso nos dolía porque (su pareja) nos decía en qué iba quedar (su situación). De la señora Lora, (su esposo) estaba prófugo y en clandestinidad; entonces, tenían casos muy especiales. Por esa solidaridad dijimos que nos quedamos y (mucho) más por los compañeros que estaban en el exilio.

Mi madre siempre nos decía tus compañeros y no (nos hacía ver) como personas particulares. Dijo, cuando los compañeros lleguen del exilio la patria va a progresar, teníamos esa esperanza. Me duele mucho que Pimentel no se acuerde lo que ha pasado en el panóptico.

ED.- ¿De quién Pimentel, estamos hablando?

JCP.- De José Pimentel, esa es la amnesia, (ser) ebrio de poder y se olvidan de los que le han dado la libertad. Él dice a veces, o sus subalternos, que nada tienen que ver con eso (de las mujeres y niños que estaban en la huelga contra la dictadura). Nosotros sacamos del dolor y se han olvidado.

Yo fui a pedir trabajo al señor Pimentel, - ¿Cuándo era ministro?- Si y me derivó con un trotskista renegado, en el Mutún, un tal Aliendre, ebrio de poder. Le dije que vengo por parte del Ministro (Pimentel), sabe que me dijo, con palabras burdas, aquí ni el ministro, ni el presidente va a venir ponerme gente.

NC.- Yo no tengo casa, trabajo, no tengo nada; yo salí con hartas wawas (de la huelga). Mi marido me dio una patada (con abandonarme), encima mis compañeros se han olvidado. (Después de salir con alta del hospital) voy a ir donde mi hijo a alojarme.

Me han dado (reconocimientos) de diplomas y medallas que lo tengo amarrado en una bolsa negra (de plástico) porque no tengo donde poner, si tuviera cuarto (habitación) lo acomodaría. A Angélica le han dado trabajo y se sostiene pero a mí no.

Caminé por todo lado. Me conseguí un quiosquito (para vender pero) nadie me colaboró me han votado de todas partes, no tenía (conexión) de energía eléctrica, fui a vender café (pero) los sindicatos me han votado.

JCP.- Qué irónico es la vida. Los dirigentes gremiales nos han votado de las plazas cuando queríamos vender, han reclamado diciendo que los puestos eran de sus hijos, nietos u otros. Alguna vez fuimos a la Central Obrera Boliviana (COB) señalando que somos de la huelga de hambre, (nos respondieron con gritos) que nosotros también somos de la huelga.

ED.- ¿Cómo está su situación?

NC.- Yo vivía en el basurero, recogía latitas aplané y traía palos de escoba que amarrándolos con alambres me hice techo, mis hijos hicieron adobe y construimos casita. Para comer, a las 07.00, me venía a pallar (a escoger algunas verduras desechadas por las vendedoras) al mercado y ahí vivía.

Pero, Filemón Escobar, me dijo que había reclamado durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y me han dado 4.000 bolivianos, pero después de tres o cuatro meses se fue “Goni”. Luego me dieron (solamente) 2.000 bolivianos que no alcanza ni para la medicina porque gasto taxi porque no (puedo) caminar (sino en silla de ruedas). El dinero viene del aporte de los senadores, que me dan como una limosna.

Apenas, un terreno que había agarrado mi marido en (zona) Cooperativa, (en El Alto), me adueñé, había sido un muladar y lo aseé, con los adobes que hicieron mis hijos hemos levantado (una casa), pero ni eso es de ellos porque mi marido dijo (recientemente) que va a venir porque tiene su mujer y nos va quitar 8la propiedad). Así que ni eso voy a tener.

ED.- ¿Doña Nelly qué siente en el día sus cumpleaños, después de haber luchado por la democracia, qué siente a sus 69 años?

NC.- Una decepción -intenta limpiarse las lágrimas-, siento una decepción única porque me sacrifiqué tanto y no valió nada, es como si no hubiese hecho nada.

A mis hijos no he largado (desamparado). No hay trabajo para mis hijos y nietos; una de mis hijas está mal y su marido tampoco tiene trabajo. Es una decepción (como madre) sin poder hacer nada. No puedo colaborar con nada.

El régimen de Banzer, según la activista, no creó que una huelga de cuatro mujeres y los 14 niños y niñas podrían iniciar la revolución democrática en América Latina; la medida que se instaló, el 28 de diciembre de 1977, Día de los Inocentes, se convirtió en las jornadas interminables de temor porque los agentes del régimen les acosaron pero al final “parieron la democracia con dolor”.

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