Liga de Campeones: Inter quedó eliminado en los descuentos ante el Marsella
Hace dos años el Inter ganaba el Scudetto, la Copa de Italia y se hacía con la Champions League. Conseguía el codiciadísimo triplete, solamente cosechado por el Barcelona la temporada anterior. Estaba en la cumbre de su historia moderna. Apenas dos años después, el conjunto nerazurro se ha hundido. Era un equipo fuerte, impenetrable, con una defensa que rivalizaba con la seguridad que protege un silo de misiles nucleares y un ataque extraordinariamente eficaz. El equipo bailaba al ritmo que quería el holandés Wesley Sneijder y se sostenía sobre la espalda de hombres como Zanetti, Maicon, Julio César o Diego Milito. Pero ese glorificado equipo se ha difuminado, ha desaparecido. El Olympique de Marsella, un equipo pensado y construido para estar ordenado, desesperó al Inter y lo eliminó cruelmente de la Champions. Fue en el 91'. Fue Brandao, el héroe, el inesperado invitado. Fue de forma injusta, pues el Inter mereció más.
El partido fue intenso, con ritmo, lejos de lo que se espera del Inter, sumido en una profunda depresión deportiva. Las ocasiones brillaron por su ausencia, pero las pocas que hubo, fueron clarísimas, especialmente para los italianos. Tan claras que haberlas fallado sólo hurgan más en la herida que desangra a este Inter. En los 10 primeros minutos, los de Ranieri tuvieron dos ocasiones, Milito y Sneijder, desde dentro del área pequeña. Mandanda se libró en las dos de morir fusilado. Suerte o habilidad, juzguen ustedes. Lo cierto es que por aquel entonces el Inter intuía que algo malo iba a pasar. Su asedio inicial se diluía. El Marsella jugaba a su antojo, despacio y paciente; el Inter alocado, irreconocible. El juego de los franceses frenó el partido, pero este tenía una sorpresa preparada para todos.
A la vuelta de los vestuarios, el Inter se aplomó. Los años pesan demasiado para empujar durante 90 minutos y los de Ranieri ya no eran el equipo alegre del principio. Para colmo, Sneijder se lesionó. Era el minuto 57. El Inter perseguía el balón, no lo disfrutaba. El Marsella, que vino a hacer este tranquilo partido, campaba a sus anchas por el Giuseppe Meazza. Según se aclaraba el cielo, el Inter sólo veía más montaña por delante. Entonces la eterna fortuna que rodea al Inter apareció. Una serie de rechaces dentro del área francesa se convirtieron en el primer gol tras disparo de Milito. Esta vez, el argentino no falló. La esperanza iluminó al Inter, la camiseta dejó de pesar, las botas sólo eran prolongaciones de los deseos de los futbolistas y el tiempo parecía jugar a su favor. El Marsella acusó muchísimo el golpe. La idea de la prórroga era una losa demasiado pesada y el Inter, curtido en mil batallas, instaló su avanzadilla en la frontal de Mandanda.
Viendo el percal, Deschamps, otro veterano, sacó a Brandao. El tallo brasileño, especialista en jugar de espaldas, sacaría a su equipo del atolladero. En el 91' un despeje se dirigía hacia él, incrustado entre Lúcio y Samuel. Sin saber cómo, su espalda orientó el balón a la portería de Julio César y despistó a los centrales interistas. El '9' descosió la bola y anotó el empate. Igual que en la ida, el descuento mataba al Inter. Su catastrófica temporada guardaba un desagradable sorpresa más para este equipo que hace tan sólo dos temporadas vivía entre los lujos de los ganadores. El resto del partido fue sólo una crueldad más del fútbol con el Inter. El penalti, transformado por Pazzini, y la expulsión de Mandanda daban a los locales la amarga idea de que fue posible la remontada. Pero lo cierto es que el Inter ya estaba hundido.