La Enciclopedia Británica deja de imprimirse en papel tras 244 años
Londres, EFE
La Enciclopedia Británica, la más antigua en inglés que se publica todavía, ha dejado de imprimirse en papel, tras 244 años engrandeciendo estanterías como estandarte de la cultura y el conocimiento.
La empresa editora, Encyclopaedia Britannica, radicada en Estados Unidos, ha indicado su intención de volcarse en la edición digital ya que "ahí es donde están los lectores", según su presidente, el cubano-estadounidense Jorge Cauz.
Aunque el salto del papel a la web parece inevitable para adecuarse a los tiempos, como están comprobando los editores de libros y periódicos, la desaparición de la obra escrita causará sin duda tristeza entre sus seguidores, acostumbrados a bucear en sus páginas en busca de sapiencia y rigurosidad.
"Estoy compungido", dijo el autor estadounidense A.J. Jacobs, que intentó leerse los 32 tomos de la enciclopedia para uno de sus libros, "The know-it-all" (El sabelotodo).
Jacobs valora la concreción de la edición impresa, la idea de que "todo el conocimiento del mundo podía guardarse en esos tomos", que han marcado la vida de muchas personas.
El explorador irlandés Ernest Shackleton se llevó un volumen de su Encyclopaedia Britannica (el nombre original, en latín) en su famosa expedición a la Antártida a principios del siglo XX y se cuenta que quemó una a una sus páginas para calentarse.
"Esto no se puede hacer con internet", apostilla A.J Jacobs.
La Encyclopaedia Britannica empezó a publicarse en Edimburgo (Escocia) en 1786 y, tras pasar por las manos de varios editores británicos, en 1902 la edición se trasladó a Estados Unidos, donde empresarios de ese país redujeron el tamaño de los artículos e introdujeron la venta a domicilio.
Desde 1996, la empresa es propiedad del millonario suizo Jacqui Safra y, aunque su sede sigue estando en EEUU, el tipo de inglés que se emplea en los textos en eminentemente británico.
Además de la enciclopedia, la compañía produce desde hace años material didáctico para escuelas y otros productos que son la base de sus ingresos y que compensaron la caída de las ventas de su obra más emblemática, de 120.000 colecciones en 1990 a solo 8.500 en 2010.
Tras varias décadas en las que se complementó la edición impresa con contenidos digitales, la Enciclopedia Británica empieza ahora una nueva aventura en internet.
"Es un cambio histórico pero tiene sentido, no solo porque la audiencia está en internet, sino también porque ese soporte permite actualizar más rápidamente los contenidos", señala Cauz.
No es ningún secreto que en la red se enfrentará a gigantescos oponentes como la Wikipedia, que ofrece un servicio gratuito frente a los 80 dólares anuales que cobrará la obra enciclopédica.
Según Cauz, la Enciclopedia Británica, que ha sido adquirida por países como Irlanda o Finlandia para sus sistemas educativos, quiere competir aportando "mayor rigor", ya que sus editores, señala, son profesionales especializados.
El vicepresidente y editor jefe, Dale Hoiberg, recuerda que cuentan con cien editores en la plantilla más miles de colaboradores en todo el mundo que someten las aproximadamente 100.000 entradas de la obra (frente a 3,7 millones de la Wikipedia) a una revisión constante.
Pese a ese exhaustivo control, ambos reconocen que no se puede garantizar precisión absoluta, aunque se ha mejorado desde que en siglos pasados sus artículos fueron en ocasiones criticados por desfasados, burgueses, racistas o sexistas.
Al cerrar su etapa impresa con su edición número 15, la Enciclopedia Británica deja entre sus páginas las contribuciones de destacados intelectuales de todos los tiempos, como Sigmund Freud, Albert Einstein, Marie Curie o Leon Trotsky.
La Enciclopedia Británica, la más antigua en inglés que se publica todavía, ha dejado de imprimirse en papel, tras 244 años engrandeciendo estanterías como estandarte de la cultura y el conocimiento.
La empresa editora, Encyclopaedia Britannica, radicada en Estados Unidos, ha indicado su intención de volcarse en la edición digital ya que "ahí es donde están los lectores", según su presidente, el cubano-estadounidense Jorge Cauz.
Aunque el salto del papel a la web parece inevitable para adecuarse a los tiempos, como están comprobando los editores de libros y periódicos, la desaparición de la obra escrita causará sin duda tristeza entre sus seguidores, acostumbrados a bucear en sus páginas en busca de sapiencia y rigurosidad.
"Estoy compungido", dijo el autor estadounidense A.J. Jacobs, que intentó leerse los 32 tomos de la enciclopedia para uno de sus libros, "The know-it-all" (El sabelotodo).
Jacobs valora la concreción de la edición impresa, la idea de que "todo el conocimiento del mundo podía guardarse en esos tomos", que han marcado la vida de muchas personas.
El explorador irlandés Ernest Shackleton se llevó un volumen de su Encyclopaedia Britannica (el nombre original, en latín) en su famosa expedición a la Antártida a principios del siglo XX y se cuenta que quemó una a una sus páginas para calentarse.
"Esto no se puede hacer con internet", apostilla A.J Jacobs.
La Encyclopaedia Britannica empezó a publicarse en Edimburgo (Escocia) en 1786 y, tras pasar por las manos de varios editores británicos, en 1902 la edición se trasladó a Estados Unidos, donde empresarios de ese país redujeron el tamaño de los artículos e introdujeron la venta a domicilio.
Desde 1996, la empresa es propiedad del millonario suizo Jacqui Safra y, aunque su sede sigue estando en EEUU, el tipo de inglés que se emplea en los textos en eminentemente británico.
Además de la enciclopedia, la compañía produce desde hace años material didáctico para escuelas y otros productos que son la base de sus ingresos y que compensaron la caída de las ventas de su obra más emblemática, de 120.000 colecciones en 1990 a solo 8.500 en 2010.
Tras varias décadas en las que se complementó la edición impresa con contenidos digitales, la Enciclopedia Británica empieza ahora una nueva aventura en internet.
"Es un cambio histórico pero tiene sentido, no solo porque la audiencia está en internet, sino también porque ese soporte permite actualizar más rápidamente los contenidos", señala Cauz.
No es ningún secreto que en la red se enfrentará a gigantescos oponentes como la Wikipedia, que ofrece un servicio gratuito frente a los 80 dólares anuales que cobrará la obra enciclopédica.
Según Cauz, la Enciclopedia Británica, que ha sido adquirida por países como Irlanda o Finlandia para sus sistemas educativos, quiere competir aportando "mayor rigor", ya que sus editores, señala, son profesionales especializados.
El vicepresidente y editor jefe, Dale Hoiberg, recuerda que cuentan con cien editores en la plantilla más miles de colaboradores en todo el mundo que someten las aproximadamente 100.000 entradas de la obra (frente a 3,7 millones de la Wikipedia) a una revisión constante.
Pese a ese exhaustivo control, ambos reconocen que no se puede garantizar precisión absoluta, aunque se ha mejorado desde que en siglos pasados sus artículos fueron en ocasiones criticados por desfasados, burgueses, racistas o sexistas.
Al cerrar su etapa impresa con su edición número 15, la Enciclopedia Británica deja entre sus páginas las contribuciones de destacados intelectuales de todos los tiempos, como Sigmund Freud, Albert Einstein, Marie Curie o Leon Trotsky.