GUERRA CIVIL EN SIRIA “¿Si los jóvenes huimos a Turquía, quién va a defender al pueblo sirio?”

Cientos de refugiados que huyen de la violencia entran en Turquía, donde decenas de jóvenes exiliados esperan armas para combatir contra el régimen de El Asad

Damasco,El País

“Tómame una foto, si muero publícala en tu periódico”, dice Nuwar un refugiado sirio de 22 años. “No estaré en Turquía por mucho tiempo, en cuanto me den un arma volveré a Siria con el Ejército de Liberación” asegura. Nuwar, esconde su juventud tras una barba pelirroja. Era estudiante y escapó hace ocho meses de Siria porque sus vecinos, alauíes como la familia del presidente Bachar el Asad, iban a denunciarle. “Entonces tenía miedo”, asegura. “Ahora pienso todo el día en que siguen matando a niños, mujeres y ancianos. ¿Si los jóvenes huimos a Turquía, quién va a defenderlos?”.

Su vida en el campo de refugiados de Yayladagi, en la provincia sureña de Hatay, es muy rutinaria. En su tienda, como en las demás, hay una televisión que le ayuda a recibir noticias de casa, pero también a avivar la melancolía de los que saben que su hogar está a apenas cuatro kilómetros.

Los refugiados de Yayladagi pueden salir del campo durante dos horas al día. Lo necesario para buscar alimentos y bebida. Las mujeres y los niños suelen acatar las normas, pero los jóvenes aprovechan el tiempo de permiso para pasar el día fuera. Una tarjeta plastificada con su nombre y una foto les asegura que la policía no les detendrá como inmigrantes sin papeles. Sin embargo, no les permite realizar ninguna actividad económica como alquilar una vivienda o un coche, trabajar o ir a la escuela. El tedio de meses de espera y las noticias que llegan con cada nueva familia de desplazados inflama los ánimos de los jóvenes que solo esperan un arma para volver.

Nuwar llevaba meses planteándose cruzar la frontera de vuelta. Asegura que la nueva oleada de refugiados que vive en Turquía le ha ayudado a decidirse. “Llegan 200, 300 por día, aterrorizados, muchos están enfermos o heridos”, explica Mahmud Musrid, que vive junto a otros 3.500 sirios en el mismo campamento. Según la ONU, existen unos 230.000 desplazados por la violencia dentro de Siria. Los de Alepo, Idlib y Latika se dirigen hacia Turquía como vía de escape, por ser la más cercana. Musrid y su familia, huyeron en agosto de Jusrash Shughur. “Tardamos tres horas en llegar a pie a la frontera, luego tuvimos que pasar tres días escondidos para poder cruzar”, rememora. Pero la situación es ahora más complicada.

El nuevo peligro al que se enfrentan los que intentan llegar a Turquía son las minas. Según un informe de Human Right Watch, el Ejército sirio ha reforzado su presencia en la frontera y sembrado los caminos con explosivos. Los testimonios de los habitantes del sector turco de la frontera lo confirman. Adna Amar, granjero, explicaba que ayer mismo una familia consiguió llegar ilesa a Turquía gracias a que enviaron tres mulas por delante. “Dos de ellas volaron por los aires” asegura. Musrid lo corrobora: “Si el Ejército sirio y las minas no se lo impidieran, llegarían 50.000 [refugiados] en un solo día”.

Turquía puede acoger ahora a unos 45.000 refugiados, para lo cual el Gobierno de Ankara está construyendo nuevos campos en las cuatro provincias de la frontera siria, que se sumarían a los ocho que ya existen en la de Hatay. Si el número de desplazados supera los 50.000, Ankara se planteará la creación de una zona de protección humanitaria en territorio sirio, siempre y cuando cuente con el respaldo de Naciones Unidas.

Según Abdsittar, soldado del Ejército Libre, hay unas 2.000 personas esperando en Turquía para combatir en Siria. Abdsittar entró a través de las montañas protegido por fuerzas rebeldes. “Es un camino demasiado complicado para las familias, que se tienen que arriesgar a cruzar los caminos minados”, explica. Llegó a suelo turco en busca de armas y provisiones. Vive en el campo destinado a los combatientes sirios donde también se aloja el coronel Riad Al Assad, líder del ELS, y siete generales desertores del Ejército sirio. “Necesitamos armas y el apoyo del Consejo de Seguridad Si lo tuviéramos, habría muchas más deserciones entre las tropas de El Asad y se unirían a nuestras filas”, asegura. Actualmente el Ejército Libre de Siria cuenta con unos 25.000 efectivos.

Abdsittar desertó hace cinco meses. Estuvo en Deraa, la ciudad donde se inició la revolución y donde ser produjeron las primeras detenciones y matanzas de civiles, pero se niega a hablar de lo que hizo. Y nadie le pregunta. La situación de los rebeldes es demasiado precaria como para indagar en el pasado de sus milicianos. Nuwar es otro ejemplo de que el pasado no cuenta. Nadie se ha cerciorado de si puede usar un arma. Pero no sabe. Asegura que recibirá la instrucción necesaria en uno de los campos de entrenamiento que el ELS tiene al otro lado de la frontera. “Moriré como un mártir si hace falta” asegura. “Me espera el cielo, pero a Bachar el Asad le aguarda el infierno. Ahí le está esperando ya su padre”.

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