En Brasil el futuro dejó de ser una promesa
Estos datos les permiten a los brasileños un momento de indulgencia, en un año en donde el crecimiento ha sido en realidad muy lento.
En 2011, la economía nacional creció un 2,7%, una gran caída en relación al 7,5% del año pasado.
Aunque la situación actual le sonríe, Brasil no escapó completamente del impacto de la crisis financiera global.
Sin embargo, aun con un crecimiento menor al esperado, la antigua etiqueta del "país del futuro, que siempre deberá esperar por el futuro" está dejando de sonar como una broma y parece cada vez más una promesa cumplida.
En los últimos 10 años, Brasil consolidó su rol de superpoder en la producción agrícola, descubrió masivas reservas de petróleo en el Atlántico, pagó sus deudas con el Fondo Monetario Internacional y desarrolló una diplomacia más enérgica.
Con esta nueva confianza, comenzó a romper el estereotipo en el que solo se lo veía como la tierra del fútbol y la samba.
También vio surgir una nueva clase media, cuyo poder adquisitivo ha impulsado el continuo crecimiento económico en medio de una producción industrial en declive y un débil intercambio comercial global.
La combinación de éxito económico con medidas oficiales de distribución de la riqueza ha colaborado para que millones de personas dejen atrás la pobreza, aunque Brasil sigue siendo un país poco equitativo.
Un desempleo bajo combinado con incrementos salariales y un boom en el crédito contribuyen también a este consumo. El reciente crecimiento en el número de centros comerciales es la prueba más clara de esta tendencia.
En 2011, 22 nuevos centros comerciales abrieron sus puertas, elevando el número total de estos establecimientos a 430 en todo el país. Está previsto que se inauguren otros 74 entre este año y el próximo.
"Me pescaron"
Aunque las tasas de interés, actualmente en un 10,5%, siguen entre las más altas del mundo, hay más oferta de créditos que hace diez años y las actuales tasas son más bajas que hace una década.
Pero el éxito del sector comercial no cuenta toda la historia. También se ha invertido en nuevos trazados ferroviarios, puertos y en centrales hidroeléctricas.
Esta serie de construcciones trata de mejorar una infraestructura que era considerada por muchos como deficiente.
Al mismo tiempo Brasil comienza a enfrentar realidades propias del Primer Mundo, como una inmigración ilegal en aumento y escasez de trabajadores en varias áreas, en lo que es conocido como un "apagón laboral".
Trabajadores calificados extranjeros han comenzado a mirar hacia el mercado de trabajo brasileño, superando obstáculos burocráticos para lograr un nuevo comienzo en Sudamérica.
"Hemos comenzado a recibir curriculums de europeos y estadounidenses", dice Joseph Teperman, un "cazatalentos" de Flow Human Capital.
Jose Roberto Miranda, de 49 años, empezó a trabajar en la empresa Shell hace cinco meses, gracias a uno de estos "cazatalentos".
"Ni siquiera estaba buscando por un trabajo cuando 'me pescaron', cuenta. Diez años atrás, una persona de su edad no habría esperado este tipo de atención.
"Antes, alguien llegando a los 50 no habría tenido muchas oportunidades. La situación ahora es diferente y con la economía en alza nuestra experiencia está siendo valorada", le dijo Miranda a BBC.
Problemas profundos
Los críticos, especialmente dentro de Brasil, dicen que el país sudamericano tuvo suerte de tener a China esperando por él, hambrienta de sus productos y de sus recursos naturales.
"No estamos atacando los problemas más profundos, como la competitividad, la productividad, la reforma tributaria. Y no estamos resolviendo el problema del cambio. Brasil es un país emergente que ha tenido la máxima apreciación de su moneda este año. Y no estamos tratando de resolver esto."
Rubens Ricupero, ex ministro de Economía
Las importaciones chinas de soja y mineral de hierro son lo que permite a Brasil tener una balanza favorable con el gigante asiático.
Pero el llamado "efecto chino" es culpado frecuentemente del declive en la producción industrial.
Por su soja y su mineral de hierro Brasil recibe todo tipo de productos manufacturados, incluyendo trenes que son hechos con hierro brasileño.
Hombres de negocios dicen que el país ha sobrevaluado su moneda, el real, y esto -junto con otros obstáculos domésticos como las tasas tan altas y una compleja legislación laboral- provoca que sea difícil competir con esta avalancha de productos baratos chinos.
"No estamos atacando los problemas más profundos, como la competitividad, la productividad, la reforma tributaria. Y no estamos resolviendo el problema del cambio. Brasil es un país emergente que ha tenido la máxima apreciación de su moneda este año. Y no estamos tratando de resolver esto", dijo a BBC Rubens Ricupero, ex ministro de Economía.
"Nuestra política económica está tratando de que crezcamos exclusivamente a través del consumo y el crédito. Y esto nos lleva a nuestro actual déficit. Mientras, la demanda es cubierta con más importaciones", agregó.
La influencia china
Aun con su mercado interno como combustible del motor de su crecimiento, Brasil no puede ignorar las condiciones externas.
Y si hace una década Estados Unidos y Europa eran las principales preocupaciones del país, hoy todo lo que ocurre dentro de China es observado con lupa.
Por ejemplo, cuando Pekín anunciaba recientemente que sus expectativas de crecimiento eran ahora menores, jugadores clave como la firma brasileña Vale, el principal productor de mineral de hierro en el mundo, se preparaban cuidadosamente para una menor demanda.
Brasil albergará la Copa del Mundo en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016.
Para algunos, esto será otro empujón para la imagen del país, una oportunidad para coronar al "nuevo Brasil" en el escenario internacional. Para otros, solo será un recordatorio de las dificultades que el país todavía enfrenta.
"El porcentaje del Producto Bruto Interno que representa a las inversiones todavía es bajo y existen serios 'cuellos de botella' difícil de superar", dice la analista económica de Folha de Saint Paulo, el diario más grande de Brasil.
"El primer gran evento, la Copa del Mundo, será una prueba y algunos dicen que Brasil no la va a pasar. Existe un miedo palpable entre algunos de que el país podría colapsar".
Las diferencias
En Leblon, un vecindario privilegiado en la playa de Río de Janeiro cuya economía es comparable a la de un país del tamaño de Uruguay, con sus fondos de inversión y los miles de millones que ellos controlan, es común ver niños sin hogar.
Los departamentos que valen millones están a pocos pasos de los extensos barrios marginales o favelas.
Según las Naciones Unidas, Brasil es uno de los países menos equitativos de todo el mundo.
El gobierno insiste con que está enfrentando este problema, sobre todo con un programa masivo de redistribución del ingreso, y que la desigualdad ha caído.
"Bolsa Familia", el programa bandera brasileño, está siendo exportado a otros países en desarrollo. Es una transferencia de dinero que les garantiza a las familias un pequeño ingreso si su hijo no abandona el colegio y es llevado a chequeos médicos. El programa ha elevado el poder adquisitivo de unas 50 millones de personas.
Los brasileños son muy conscientes de que el índice del Producto Interno Bruto no es el único indicador económico que importa. Con una población tres veces más grande que la británica, y una de las peores distribuciones de la riqueza del mundo, todavía hay un largo camino para alcanzar los estándares de vida de los británicos.
Pero el simbolismo de estar por delante de un antiguo poder imperial, cuya marina dominaba en el pasado las costas del país, y que legó a Brasil no solo el fútbol sino los primeros ferrocarriles, bancos y servicios sanitarios básicos, sí es causante de una gran satisfacción.