Armas procedentes de Libia alimentan los conflictos de África
Los arsenales de Gadafi circulan por el Sahel y nutren la rebelión tuareg en Malí
Los expertos alertan del riesgo de que lanzamisiles portátiles caigan en manos de Al Qaeda
Nairobi, El País
Cinco meses después del fin de la guerra civil en Libia, este conflicto sigue teniendo consecuencias en otras partes de África. Armas procedentes de los arsenales del exlíder libio Muamar el Gadafi se han usado ya en partes del Sahel y podrían haber llegado incluso a Somalia. Son especialmente preocupantes los miles de lanzamisiles portátiles que pueden haber salido de Libia y que en malas manos podrían ser usados para derribar aviones comerciales.
"Está claro que ha habido una proliferación significativa de armas debido al conflicto en Libia y ya hay informaciones creíbles desde Argelia, Níger y Malí", señala Alex Vines, director del programa sobre África de la Chatham House. "Esto ha impactado particularmente al Sahel, donde la disponibilidad de armas era ya un problema".
“Además, el Gobierno argelino dice que en 2011 arrestó 214 contrabandistas de armas, 87 de ellos libios, aunque se sabe muy poco sobre estas personas”, añade Andrew Lebovich, analista especializado en el norte y el oeste de África del Navanti Group.
El ejemplo más directo de influencia del conflicto libio es la rebelión tuareg en el norte de Malí, reforzada por la llegada de excombatientes pro Gadafi y sus armas. Los enfrentamientos han desplazado a más de 100.000 personas y provocado docenas de muertes, según Naciones Unidas. Aunque quizá el mayor riesgo es que sean grupos terroristas los que se hagan con armas libias, y en especial con los lanzamisiles portátiles SA-24 y SA-7, de fabricación rusa y de los que Libia contaba con unas 20.000 unidades.
Conocidos como manpads por sus siglas en inglés (man-portable air-defense system), estos lanzamisiles miden alrededor de metro y medio, pesan entre 10 y 15 kilogramos y son relativamente fáciles de usar. Una vez lanzados, los proyectiles se guían por el calor y, aunque aviones y helicópteros militares suelen estar equipados con defensas contra este tipo de armas, podrían ser usados para derribar aviones comerciales durante sus fases de aterrizaje o despegue.
En febrero, las autoridades de Argelia encontraron un alijo de al menos 43 de estos manpads, otras armas y grandes cantidades de munición. El proceso de venta, según lo describió la prensa local, parece sacado de una película de James Bond.
Los traficantes cubren de grasa las armas y las envuelven en lonas de plástico para protegerlas de la arena. Después, las entierran a varios metros de profundidad en el desierto y guardan las coordenadas GPS del lugar exacto, en este caso en la región oriental de In Aménas, a unos 40 kilómetros de la frontera con Libia. Tras realizar la venta, los traficantes dan a los compradores las coordenadas y éstos sólo tienen que ir y desenterrar su producto.
En el mercado negro, los precios de los manpad pueden variar enormemente entre los 5.000 y los 50.000 dólares por unidad, dependiendo del modelo, del estado del lanzamisiles y del dinero que los potenciales compradores estén dispuestos a invertir, según los expertos consultados por El País.
Las redes de contrabando
ya eran muy
activas en la región
antes del conflicto libio
Éstos señalan a toda una diversidad de posibles traficantes, que incluirían tanto a las fuerzas pro Gadafi como a exrebeldes y otros grupos o individuos, pero coinciden en que principalmente se trata de redes de contrabando ya establecidas en la región con anterioridad al conflicto libio.
"Aunque sospecho que ahora también hay traficantes especializados en armas, seguramente en conexión con las redes ya presentes antes de la caída de Gadafi", explica Lebovich. "Por ejemplo, familiares de Abou Zeid, comandante de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), llevan bastante tiempo realizando contrabando entre Libia y Argelia, y lo mismo ocurre con otros grupos familiares o tribales".
A pesar de los actores implicados, los expertos señalan que se trataría sobre todo de una actividad puramente económica. "Este tráfico de armas no responde a una ideología, se trata de crimen organizado que en esta zona interactúa con grupos islamistas radicales", asegura Vines.
Los clientes de esta particular red de compra-venta de armas, munición y otros productos de contrabando también son diversos. Por proximidad geográfica, los analistas señalan que AQMI, la secta islamista Boko Haram en Nigeria y los propios rebeldes tuareg en Malí serían los principales interesados. "Y además de éstos, hay también grupos rebeldes en Chad y Sudán que se podrían beneficiar de estas armas", señala Lebovich.
En el mercado negro,
el precio de los lanzamisiles portátiles varía entre los 5.000
y los 50.000 dólares
Grupos terroristas y 'manpad'
El mayor peligro podría ser que un grupo terrorista se hiciera con suficientes manpads y fuera capaz de usarlos contra aviones comerciales aunque, al contrario que en las películas, los analistas explican que no es tan fácil. Los lanzamisiles se degradan con el tiempo y los traficantes podrían estar vendiendo manpads defectuosos. Además, para ser efectivos deben ser disparados cerca del objetivo y en el ángulo adecuado, ya que el proyectil podría seguir por error una fuente de calor diferente al objetivo. En cualquier caso, bastaría una sola ocasión en la que todo funcionara para que un grupo terrorista pudiera realizar un atentado con un elevado número de víctimas.
Decenas de estos lanzamisiles podrían haber llegado incluso a Somalia y estar en manos de la milicia islamista Al Shabab, según ciertas informaciones y rumores siempre basados en fuentes anónimas. "Podría ser verdad pero soy muy escéptico, esto parece un intento de exagerar el peligro de Al Shabab, que ya supone una amenaza muy seria de por sí ", comenta Rashid Abdi, analista independiente sobre Somalia, exinvestigador en el International Crisis Group y exsoldado en Kenia.
Otros expertos también dan poca credibilidad a estas informaciones además de señalar que no supondrían demasiadas diferencias con la situación actual. "Sobre Somalia, e incluso aunque hayan llegado lanzamisiles SA-7 desde Libia, Al Shabab tiene estos manpads y su sucesor más avanzado, los SA-18, desde hace años", señala Matt Schroeder, director del proyecto para la vigilancia de la venta de armas de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que la responsabilidad de detener el tráfico ilícito de armas en el Sahel es responsabilidad de los Estados implicados, y del nuevo Gobierno libio el detener la salida de armas de su país. Aunque también señalan la dificultad de establecer mejores controles en la práctica. "En general, y aunque aumenten las patrullas en las fronteras, sólo detectarían algunas de las armas traficadas en una región con larguísimas fronteras conocidas por su porosidad y en las que los traficantes pueden pagar bastante mejor de lo que los propios Gobiernos pagan a la policía de fronteras e inmigración", concluye Andrew Lebovich, del Navanti Group.
Los expertos alertan del riesgo de que lanzamisiles portátiles caigan en manos de Al Qaeda
Nairobi, El País
Cinco meses después del fin de la guerra civil en Libia, este conflicto sigue teniendo consecuencias en otras partes de África. Armas procedentes de los arsenales del exlíder libio Muamar el Gadafi se han usado ya en partes del Sahel y podrían haber llegado incluso a Somalia. Son especialmente preocupantes los miles de lanzamisiles portátiles que pueden haber salido de Libia y que en malas manos podrían ser usados para derribar aviones comerciales.
"Está claro que ha habido una proliferación significativa de armas debido al conflicto en Libia y ya hay informaciones creíbles desde Argelia, Níger y Malí", señala Alex Vines, director del programa sobre África de la Chatham House. "Esto ha impactado particularmente al Sahel, donde la disponibilidad de armas era ya un problema".
“Además, el Gobierno argelino dice que en 2011 arrestó 214 contrabandistas de armas, 87 de ellos libios, aunque se sabe muy poco sobre estas personas”, añade Andrew Lebovich, analista especializado en el norte y el oeste de África del Navanti Group.
El ejemplo más directo de influencia del conflicto libio es la rebelión tuareg en el norte de Malí, reforzada por la llegada de excombatientes pro Gadafi y sus armas. Los enfrentamientos han desplazado a más de 100.000 personas y provocado docenas de muertes, según Naciones Unidas. Aunque quizá el mayor riesgo es que sean grupos terroristas los que se hagan con armas libias, y en especial con los lanzamisiles portátiles SA-24 y SA-7, de fabricación rusa y de los que Libia contaba con unas 20.000 unidades.
Conocidos como manpads por sus siglas en inglés (man-portable air-defense system), estos lanzamisiles miden alrededor de metro y medio, pesan entre 10 y 15 kilogramos y son relativamente fáciles de usar. Una vez lanzados, los proyectiles se guían por el calor y, aunque aviones y helicópteros militares suelen estar equipados con defensas contra este tipo de armas, podrían ser usados para derribar aviones comerciales durante sus fases de aterrizaje o despegue.
En febrero, las autoridades de Argelia encontraron un alijo de al menos 43 de estos manpads, otras armas y grandes cantidades de munición. El proceso de venta, según lo describió la prensa local, parece sacado de una película de James Bond.
Los traficantes cubren de grasa las armas y las envuelven en lonas de plástico para protegerlas de la arena. Después, las entierran a varios metros de profundidad en el desierto y guardan las coordenadas GPS del lugar exacto, en este caso en la región oriental de In Aménas, a unos 40 kilómetros de la frontera con Libia. Tras realizar la venta, los traficantes dan a los compradores las coordenadas y éstos sólo tienen que ir y desenterrar su producto.
En el mercado negro, los precios de los manpad pueden variar enormemente entre los 5.000 y los 50.000 dólares por unidad, dependiendo del modelo, del estado del lanzamisiles y del dinero que los potenciales compradores estén dispuestos a invertir, según los expertos consultados por El País.
Las redes de contrabando
ya eran muy
activas en la región
antes del conflicto libio
Éstos señalan a toda una diversidad de posibles traficantes, que incluirían tanto a las fuerzas pro Gadafi como a exrebeldes y otros grupos o individuos, pero coinciden en que principalmente se trata de redes de contrabando ya establecidas en la región con anterioridad al conflicto libio.
"Aunque sospecho que ahora también hay traficantes especializados en armas, seguramente en conexión con las redes ya presentes antes de la caída de Gadafi", explica Lebovich. "Por ejemplo, familiares de Abou Zeid, comandante de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), llevan bastante tiempo realizando contrabando entre Libia y Argelia, y lo mismo ocurre con otros grupos familiares o tribales".
A pesar de los actores implicados, los expertos señalan que se trataría sobre todo de una actividad puramente económica. "Este tráfico de armas no responde a una ideología, se trata de crimen organizado que en esta zona interactúa con grupos islamistas radicales", asegura Vines.
Los clientes de esta particular red de compra-venta de armas, munición y otros productos de contrabando también son diversos. Por proximidad geográfica, los analistas señalan que AQMI, la secta islamista Boko Haram en Nigeria y los propios rebeldes tuareg en Malí serían los principales interesados. "Y además de éstos, hay también grupos rebeldes en Chad y Sudán que se podrían beneficiar de estas armas", señala Lebovich.
En el mercado negro,
el precio de los lanzamisiles portátiles varía entre los 5.000
y los 50.000 dólares
Grupos terroristas y 'manpad'
El mayor peligro podría ser que un grupo terrorista se hiciera con suficientes manpads y fuera capaz de usarlos contra aviones comerciales aunque, al contrario que en las películas, los analistas explican que no es tan fácil. Los lanzamisiles se degradan con el tiempo y los traficantes podrían estar vendiendo manpads defectuosos. Además, para ser efectivos deben ser disparados cerca del objetivo y en el ángulo adecuado, ya que el proyectil podría seguir por error una fuente de calor diferente al objetivo. En cualquier caso, bastaría una sola ocasión en la que todo funcionara para que un grupo terrorista pudiera realizar un atentado con un elevado número de víctimas.
Decenas de estos lanzamisiles podrían haber llegado incluso a Somalia y estar en manos de la milicia islamista Al Shabab, según ciertas informaciones y rumores siempre basados en fuentes anónimas. "Podría ser verdad pero soy muy escéptico, esto parece un intento de exagerar el peligro de Al Shabab, que ya supone una amenaza muy seria de por sí ", comenta Rashid Abdi, analista independiente sobre Somalia, exinvestigador en el International Crisis Group y exsoldado en Kenia.
Otros expertos también dan poca credibilidad a estas informaciones además de señalar que no supondrían demasiadas diferencias con la situación actual. "Sobre Somalia, e incluso aunque hayan llegado lanzamisiles SA-7 desde Libia, Al Shabab tiene estos manpads y su sucesor más avanzado, los SA-18, desde hace años", señala Matt Schroeder, director del proyecto para la vigilancia de la venta de armas de la Federación de Científicos Estadounidenses.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que la responsabilidad de detener el tráfico ilícito de armas en el Sahel es responsabilidad de los Estados implicados, y del nuevo Gobierno libio el detener la salida de armas de su país. Aunque también señalan la dificultad de establecer mejores controles en la práctica. "En general, y aunque aumenten las patrullas en las fronteras, sólo detectarían algunas de las armas traficadas en una región con larguísimas fronteras conocidas por su porosidad y en las que los traficantes pueden pagar bastante mejor de lo que los propios Gobiernos pagan a la policía de fronteras e inmigración", concluye Andrew Lebovich, del Navanti Group.