Honduras: “¡Cómo lloraban al quemarse!”
Presos supervivientes de la cárcel hondureña de Comayagua relatan la tragedia en la que murieron 357 personas en un penal superpoblado
Comayagua, El País
La violencia y la desesperación de Honduras están inscritas a tinta y en carne viva en el cuerpo de Juan Carlos, un nombre ficticio. Lleva tatuados dos grandes 13 en los brazos como testigo de su paso por la MS13, la rama más grande de la Mara Salvatrucha. La primera vez que mató tenía precisamente 13 años. Con 19 repitió y desde entonces ha vivido el último tercio de su corta vida en la granja prisión de Comayagua. El martes pasado rompió el techo a golpes y saltó los 10 metros que le separaban del suelo para huir de las llamas que costaron la vida a 357 reos. Apenas ocho de los 110 que como él estaban en la celda 10 lo lograron. “Me están secando rápido las heridas”, comenta al ver las llagas que le cubren abdomen y espalda en el hospital de la localidad hondureña.
Juan Carlos deambula por las habitaciones en que se encuentran siete de los 12 supervivientes del incendio que se recuperan en esta clínica. José Enrique Guevara es el único que se salvó en la celda 6, donde empezó el incendio. Las llamas llegaron a cubrirle el cuerpo poco después de ver como su vecino de celda moría a su lado. “Cómo lloraban los que se estaban quemando. Era horrible escucharlos”, confiesa.
La propagación de humo y fuego sumió todo en angustia y confusión. El papel de los carceleros todavía no se ha esclarecido. “Al salir nos abrieron fuego. Tenían miedo de que nos fugáramos y empezaron a disparar”, señala Juan Carlos. Tampoco se ha arrojado luz sobre las causas. La primera versión de que todo se originó por un cortocircuito ha perdido fuerza. Juan Carlos Zúñiga, supervisor de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica descarta un fallo en la red, ya que los circuitos no están dañados.
Más de la mitad de los internos estaban encerrados sin condenautoridades investigan el enfrentamiento de reclusos, informa Salvador Camarena.
Comayagua, El País
La violencia y la desesperación de Honduras están inscritas a tinta y en carne viva en el cuerpo de Juan Carlos, un nombre ficticio. Lleva tatuados dos grandes 13 en los brazos como testigo de su paso por la MS13, la rama más grande de la Mara Salvatrucha. La primera vez que mató tenía precisamente 13 años. Con 19 repitió y desde entonces ha vivido el último tercio de su corta vida en la granja prisión de Comayagua. El martes pasado rompió el techo a golpes y saltó los 10 metros que le separaban del suelo para huir de las llamas que costaron la vida a 357 reos. Apenas ocho de los 110 que como él estaban en la celda 10 lo lograron. “Me están secando rápido las heridas”, comenta al ver las llagas que le cubren abdomen y espalda en el hospital de la localidad hondureña.
Juan Carlos deambula por las habitaciones en que se encuentran siete de los 12 supervivientes del incendio que se recuperan en esta clínica. José Enrique Guevara es el único que se salvó en la celda 6, donde empezó el incendio. Las llamas llegaron a cubrirle el cuerpo poco después de ver como su vecino de celda moría a su lado. “Cómo lloraban los que se estaban quemando. Era horrible escucharlos”, confiesa.
La propagación de humo y fuego sumió todo en angustia y confusión. El papel de los carceleros todavía no se ha esclarecido. “Al salir nos abrieron fuego. Tenían miedo de que nos fugáramos y empezaron a disparar”, señala Juan Carlos. Tampoco se ha arrojado luz sobre las causas. La primera versión de que todo se originó por un cortocircuito ha perdido fuerza. Juan Carlos Zúñiga, supervisor de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica descarta un fallo en la red, ya que los circuitos no están dañados.
Más de la mitad de los internos estaban encerrados sin condenautoridades investigan el enfrentamiento de reclusos, informa Salvador Camarena.