La crisis siembra la anti-utopía
El Foro Económico Mundial pronostica la emergencia de “una nueva clase de Estados críticamente frágiles”
Londres, El País
La crisis que no cesa solo trae parón económico, desempleo e incertidumbre: está también sembrando la semilla de la llamada distopía, o anti-utopía. Si la utopía es la búsqueda de un ideal imposible, la distopía es un lugar lleno de dificultades y sin esperanza. Y según el Foro Económico Mundial, las actuales corrientes fiscales y demográficas amenazan con “dar la vuelta a los avances conseguidos a través de la globalización y provocar la emergencia de una nueva clase de Estados críticamente frágiles: países que fueron ricos en el pasado y que son víctimas de la ausencia de ley y de levantamientos en la medida en que no son capaces de cumplir sus obligaciones sociales y fiscales”.
Esa es, según el séptimo informe anual del Foro sobre Riesgos Globales, la principal amenaza potencial de los próximos 10 años. El informe destaca otras dos tendencias peligrosas: las dudas sobre la capacidad de afrontar los riesgos derivados de las tecnologías emergentes, la interdependencia financiera y el cambio climático en un mundo cada vez más complejo e interdependiente. Y, por otro lado, lo que llama “el lado oscuro de la conectividad”, la amenaza del crimen cibernético en un mundo con más de 5.000 millones de teléfonos móviles, Internet y las redes necesarias para conectarse.
El informe se basa en entrevistas con 469 expertos de la industria, los gobiernos, el mundo académico y la sociedad civil, y elabora también una lista de 50 grandes riesgos globales económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos.
Los cinco mayores riesgos en términos de probabilidad son: enormes disparidades de ingresos (4,03 en una escala de 1 a 5), desequilibrios fiscales crónicos (4,03), aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (3,88), ataques cibernéticos (3,80) y crisis del suministro de agua (3,79). En términos de impacto, la lista está encabezada por una quiebra financiera sistémica severa (4,08), una crisis del suministro de agua (3,99), una crisis por falta de alimentos (3,93), desequilibrios fiscales crónicos (3,87) y volatilidad extrema de los precios agrícolas y energéticos (3,81).
Los Estados afectados por el fantasma de la distopía pueden ser economías desarrolladas en las que sus ciudadanos lamentan la pérdida de sus derechos sociales; economías emergentes que no son capaces de satisfacer las oportunidades que esperan las capas más jóvenes de su población o no son capaces de acabar con las desigualdades, pero también economías menos desarrolladas en las que los avances sociales y de creación de riqueza están declinando.
“Esos casos muestran que una sociedad que continúa sembrando la semilla de la distopía —porque no es capaz de gestionar el envejecimiento de su población, las crecientes desigualdades y los desequilibrios fiscales— puede esperar mayor agitación social e inestabilidad en los próximos años”, alerta el Foro.
Pone de relieve que en movimientos sociales como el de los ocupa —significativamente llamados en España “los indignados”— y los levantamientos en los países árabes han generado dos aspectos “preocupantes”: “la creciente frustración de los ciudadanos con los poderes político y económico y la rapidez de la movilización pública a través de las tecnologías de conectividad”.
Subraya también las diferentes motivaciones de las tendencias distópicas. En las economías desarrolladas se basan en el miedo de los trabajadores maduros, que ven peligrar unos avances sociales y unas pensiones con las que contaban, mientras los más jóvenes se ven obligados a mantener a esa población envejecida en un entorno laboral marcado por la austeridad.
En las economías emergentes “el contexto y el reto son diferentes”. Sin las presiones demográficas de las desarrolladas, en esos países “el rápido crecimiento económico ha alimentado unas expectativas impacientes de que va a beneficiar a todos”.
Londres, El País
La crisis que no cesa solo trae parón económico, desempleo e incertidumbre: está también sembrando la semilla de la llamada distopía, o anti-utopía. Si la utopía es la búsqueda de un ideal imposible, la distopía es un lugar lleno de dificultades y sin esperanza. Y según el Foro Económico Mundial, las actuales corrientes fiscales y demográficas amenazan con “dar la vuelta a los avances conseguidos a través de la globalización y provocar la emergencia de una nueva clase de Estados críticamente frágiles: países que fueron ricos en el pasado y que son víctimas de la ausencia de ley y de levantamientos en la medida en que no son capaces de cumplir sus obligaciones sociales y fiscales”.
Esa es, según el séptimo informe anual del Foro sobre Riesgos Globales, la principal amenaza potencial de los próximos 10 años. El informe destaca otras dos tendencias peligrosas: las dudas sobre la capacidad de afrontar los riesgos derivados de las tecnologías emergentes, la interdependencia financiera y el cambio climático en un mundo cada vez más complejo e interdependiente. Y, por otro lado, lo que llama “el lado oscuro de la conectividad”, la amenaza del crimen cibernético en un mundo con más de 5.000 millones de teléfonos móviles, Internet y las redes necesarias para conectarse.
El informe se basa en entrevistas con 469 expertos de la industria, los gobiernos, el mundo académico y la sociedad civil, y elabora también una lista de 50 grandes riesgos globales económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos.
Los cinco mayores riesgos en términos de probabilidad son: enormes disparidades de ingresos (4,03 en una escala de 1 a 5), desequilibrios fiscales crónicos (4,03), aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (3,88), ataques cibernéticos (3,80) y crisis del suministro de agua (3,79). En términos de impacto, la lista está encabezada por una quiebra financiera sistémica severa (4,08), una crisis del suministro de agua (3,99), una crisis por falta de alimentos (3,93), desequilibrios fiscales crónicos (3,87) y volatilidad extrema de los precios agrícolas y energéticos (3,81).
Los Estados afectados por el fantasma de la distopía pueden ser economías desarrolladas en las que sus ciudadanos lamentan la pérdida de sus derechos sociales; economías emergentes que no son capaces de satisfacer las oportunidades que esperan las capas más jóvenes de su población o no son capaces de acabar con las desigualdades, pero también economías menos desarrolladas en las que los avances sociales y de creación de riqueza están declinando.
“Esos casos muestran que una sociedad que continúa sembrando la semilla de la distopía —porque no es capaz de gestionar el envejecimiento de su población, las crecientes desigualdades y los desequilibrios fiscales— puede esperar mayor agitación social e inestabilidad en los próximos años”, alerta el Foro.
Pone de relieve que en movimientos sociales como el de los ocupa —significativamente llamados en España “los indignados”— y los levantamientos en los países árabes han generado dos aspectos “preocupantes”: “la creciente frustración de los ciudadanos con los poderes político y económico y la rapidez de la movilización pública a través de las tecnologías de conectividad”.
Subraya también las diferentes motivaciones de las tendencias distópicas. En las economías desarrolladas se basan en el miedo de los trabajadores maduros, que ven peligrar unos avances sociales y unas pensiones con las que contaban, mientras los más jóvenes se ven obligados a mantener a esa población envejecida en un entorno laboral marcado por la austeridad.
En las economías emergentes “el contexto y el reto son diferentes”. Sin las presiones demográficas de las desarrolladas, en esos países “el rápido crecimiento económico ha alimentado unas expectativas impacientes de que va a beneficiar a todos”.