Esperanza y escepticismo ante el primer aniversario de la caída de Ben Ali
Túnez, EFE
Un año después del derrocamiento del presidente tunecino Zin el Abidine Ben Ali, que se cumple mañana, los tunecinos encaran el futuro entre la esperanza de seguir avanzando hacia la democratización y el escepticismo de amplios sectores de la sociedad civil ante la clase política.
Esta clase política continúa lidiando con la degradada situación económica y social heredada del antiguo régimen.
El actual presidente del país, Moncef Marzuki, describió hoy Túnez como "una gran construcción" en la que la crisis económica y social suponen "una pesada herencia de la dictadura".
Y es que, a pesar de haber pasado más de un año desde que el descontento social hiciera saltar la chispa de las revueltas que acabaron con Ben Ali y su régimen político, las protestas y huelgas exigiendo mejoras laborales y del nivel de vida en las regiones mineras del centro del país, como Gafsa y Sidi Buzid, no han cesado.
Marzuki, elegido tras las primeras elecciones democráticas celebradas en el país el pasado 23 de octubre, subrayó que el Gobierno está formado por "una coalición dominada por laicos centristas e islamistas moderados" que basa su trabajo en el consenso, el diálogo y la protección de los derechos humanos y que avanza para crear un "nuevo Túnez".
No obstante, varias fuerzas opositoras de izquierda han comenzado el año con un diálogo destinado, según ellos, a formar una nueva coalición que pueda convertirse en alternativa al gobierno dominado por el partido islámico moderado Al Nahda.
Para el líder izquierdista del Movimiento Atajid, Ahmed Brahim, la relación de fuerzas surgida en las urnas "no refleja la realidad política y social, ni favorece una alternativa al poder", lo que calificó como "un peligro para la naciente democrática".
En esta línea, esta semana fue anunciada la fusión de tres corrientes políticas, según informaron los líderes de centro izquierda del Partido Democrático Progresista (PDP),"Afak" Túnez y el Partido Republicano.
La secretaria general del PDP, Maya Zribi, precisó que el objetivo de esta fusión es "instaurar un equilibrio político en la sociedad, en tanto que plataforma, para la edificación de la democracia y la condición básica para la realización del principio de alternancia en el gobierno".
A estos movimientos políticos, se han sumado las críticas contra varias de las últimas decisiones o posturas tomadas por el Ejecutivo de Hamadi Yabali, secretario general de Al Nahda, especialmente la decisión del Ejecutivo de nombrar a los directores de los medios de información estatales o la tardía condena de los excesos de varios grupos islámicos radicales.
El sindicalista Lutfi Aruni considera que los "cada vez más errores del Gobierno islamista, suben la moral de la sociedad civil, liderada por actores laicos".
Asimismo, Aruni piensa que "el acoso al que someten los rigoristas islamicos salafistas al país y la tímida y tardía respuesta del gobierno a sus agresiones, fortalece y favorece la toma de conciencia de la sociedad civil que aún no ve claro hacia donde va el país".
Esta situación ha provocado el descontento de varias activistas defensoras de los derechos de la mujer, como la arquitecta Hela Annabi, que confesó que no participará en las celebraciones de mañana "debido a que los salafistas (rigoristas islámicos) y otros barbudos (en referencia a radicales islámicos) aparecen y se mezclan en toda manifestación".
Todas las activistas consultadas coinciden en valorar que la democracia y las libertades alcanzadas tras la derrota de Ben Ali "son irreversibles", pero se muestran escépticas ante lo que consideran una progresiva imposición de un modelo de sociedad islamizada.
A pesar de este escepticismo y estas críticas, numerosos partidos y ONGs preparan actividades culturales, exposiciones de fotografía y mucha música en directo, para festejar por todo lo alto el primer aniversario de la que denominan la "Revolución por la Dignidad y la Libertad".
Invadirán la avenida Burguiba, un año después de que miles de manifestantes tomaran esta arteria tunecina para pedir la marcha de Ben Ali.
Un año después del derrocamiento del presidente tunecino Zin el Abidine Ben Ali, que se cumple mañana, los tunecinos encaran el futuro entre la esperanza de seguir avanzando hacia la democratización y el escepticismo de amplios sectores de la sociedad civil ante la clase política.
Esta clase política continúa lidiando con la degradada situación económica y social heredada del antiguo régimen.
El actual presidente del país, Moncef Marzuki, describió hoy Túnez como "una gran construcción" en la que la crisis económica y social suponen "una pesada herencia de la dictadura".
Y es que, a pesar de haber pasado más de un año desde que el descontento social hiciera saltar la chispa de las revueltas que acabaron con Ben Ali y su régimen político, las protestas y huelgas exigiendo mejoras laborales y del nivel de vida en las regiones mineras del centro del país, como Gafsa y Sidi Buzid, no han cesado.
Marzuki, elegido tras las primeras elecciones democráticas celebradas en el país el pasado 23 de octubre, subrayó que el Gobierno está formado por "una coalición dominada por laicos centristas e islamistas moderados" que basa su trabajo en el consenso, el diálogo y la protección de los derechos humanos y que avanza para crear un "nuevo Túnez".
No obstante, varias fuerzas opositoras de izquierda han comenzado el año con un diálogo destinado, según ellos, a formar una nueva coalición que pueda convertirse en alternativa al gobierno dominado por el partido islámico moderado Al Nahda.
Para el líder izquierdista del Movimiento Atajid, Ahmed Brahim, la relación de fuerzas surgida en las urnas "no refleja la realidad política y social, ni favorece una alternativa al poder", lo que calificó como "un peligro para la naciente democrática".
En esta línea, esta semana fue anunciada la fusión de tres corrientes políticas, según informaron los líderes de centro izquierda del Partido Democrático Progresista (PDP),"Afak" Túnez y el Partido Republicano.
La secretaria general del PDP, Maya Zribi, precisó que el objetivo de esta fusión es "instaurar un equilibrio político en la sociedad, en tanto que plataforma, para la edificación de la democracia y la condición básica para la realización del principio de alternancia en el gobierno".
A estos movimientos políticos, se han sumado las críticas contra varias de las últimas decisiones o posturas tomadas por el Ejecutivo de Hamadi Yabali, secretario general de Al Nahda, especialmente la decisión del Ejecutivo de nombrar a los directores de los medios de información estatales o la tardía condena de los excesos de varios grupos islámicos radicales.
El sindicalista Lutfi Aruni considera que los "cada vez más errores del Gobierno islamista, suben la moral de la sociedad civil, liderada por actores laicos".
Asimismo, Aruni piensa que "el acoso al que someten los rigoristas islamicos salafistas al país y la tímida y tardía respuesta del gobierno a sus agresiones, fortalece y favorece la toma de conciencia de la sociedad civil que aún no ve claro hacia donde va el país".
Esta situación ha provocado el descontento de varias activistas defensoras de los derechos de la mujer, como la arquitecta Hela Annabi, que confesó que no participará en las celebraciones de mañana "debido a que los salafistas (rigoristas islámicos) y otros barbudos (en referencia a radicales islámicos) aparecen y se mezclan en toda manifestación".
Todas las activistas consultadas coinciden en valorar que la democracia y las libertades alcanzadas tras la derrota de Ben Ali "son irreversibles", pero se muestran escépticas ante lo que consideran una progresiva imposición de un modelo de sociedad islamizada.
A pesar de este escepticismo y estas críticas, numerosos partidos y ONGs preparan actividades culturales, exposiciones de fotografía y mucha música en directo, para festejar por todo lo alto el primer aniversario de la que denominan la "Revolución por la Dignidad y la Libertad".
Invadirán la avenida Burguiba, un año después de que miles de manifestantes tomaran esta arteria tunecina para pedir la marcha de Ben Ali.