El régimen sirio pierde el control sobre una parte del país
Los grupos armados de la oposición llegan ya a los suburbios de Damasco
La violencia se generaliza
Damasco, El País
Siria se despeña por un barranco de violencia. El régimen de Bachar el Asad ha perdido el control sobre importantes áreas del país, los grupos armados de la oposición han llegado a las afueras de Damasco y en algunas ciudades, como Homs, se multiplican los secuestros y asesinatos entre distintas comunidades religiosas. Homs vuelve a ser cañoneada por el Ejército y se acumulan las víctimas: al menos medio centenar de personas han muerto desde el jueves, según fuentes de la oposición.
La oposición difundió este viernes imágenes que parecían mostrar la matanza de una familia suní en un apartamento de Karm el Zaytun, uno de los barrios más conflictivos de Homs. En las imágenes se veían los cadáveres de cinco niños de distintas edades, cinco mujeres y un hombre. Sobre el incidente circulan distintas versiones: unos dicen que en ese edificio permanecía secuestrado un alauí y que los shabiha -las milicias armadas alauíes partidarias del régimen- habían lanzado un asalto para liberarlo; otros afirman que se trataba de una venganza por el previo asesinato de una familia alauí; otros incluso culpan a las milicias opositoras. Por el momento resulta imposible verificar las circunstancias.
El jefe de la misión de observadores de la Liga Árabe, el general sudanés Mohamed Dabi, ya no ve en Homs “indicios tranquilizadores” como cuando llegó a Siria, a finales de diciembre. Ahora afirma que desde el martes se registra “un fuerte incremento de la violencia” en Homs, Hama e Idlib.
La propia misión de la Liga Árabe se descompone por momentos. Los seis países del Golfo, encabezados por Arabia Saudí, han retirado sus observadores y consideran que la iniciativa ya no tiene sentido, dado que el Gobierno de Bachar el Asad ha expresado muy claramente su rechazo al plan de pacificación planteado por el resto de los países árabes. El pasado fin de semana, la Liga propuso que en Siria se estableciera un “poder compartido” para abrir una transición. Para El Asad, ese fue el punto de ruptura.
La violencia se generaliza
Damasco, El País
Siria se despeña por un barranco de violencia. El régimen de Bachar el Asad ha perdido el control sobre importantes áreas del país, los grupos armados de la oposición han llegado a las afueras de Damasco y en algunas ciudades, como Homs, se multiplican los secuestros y asesinatos entre distintas comunidades religiosas. Homs vuelve a ser cañoneada por el Ejército y se acumulan las víctimas: al menos medio centenar de personas han muerto desde el jueves, según fuentes de la oposición.
La oposición difundió este viernes imágenes que parecían mostrar la matanza de una familia suní en un apartamento de Karm el Zaytun, uno de los barrios más conflictivos de Homs. En las imágenes se veían los cadáveres de cinco niños de distintas edades, cinco mujeres y un hombre. Sobre el incidente circulan distintas versiones: unos dicen que en ese edificio permanecía secuestrado un alauí y que los shabiha -las milicias armadas alauíes partidarias del régimen- habían lanzado un asalto para liberarlo; otros afirman que se trataba de una venganza por el previo asesinato de una familia alauí; otros incluso culpan a las milicias opositoras. Por el momento resulta imposible verificar las circunstancias.
El jefe de la misión de observadores de la Liga Árabe, el general sudanés Mohamed Dabi, ya no ve en Homs “indicios tranquilizadores” como cuando llegó a Siria, a finales de diciembre. Ahora afirma que desde el martes se registra “un fuerte incremento de la violencia” en Homs, Hama e Idlib.
La propia misión de la Liga Árabe se descompone por momentos. Los seis países del Golfo, encabezados por Arabia Saudí, han retirado sus observadores y consideran que la iniciativa ya no tiene sentido, dado que el Gobierno de Bachar el Asad ha expresado muy claramente su rechazo al plan de pacificación planteado por el resto de los países árabes. El pasado fin de semana, la Liga propuso que en Siria se estableciera un “poder compartido” para abrir una transición. Para El Asad, ese fue el punto de ruptura.
Los peores pronósticos sobre la evolución de la crisis siria se verifican uno a uno. El Asad goza de un importante respaldo popular, superior al 50% según diferentes sondeos fiables, pero es absolutamente rechazado por casi la mitad de la población, lo que hace muy difícil algún tipo de compromiso. El conflicto político deriva hacia el conflicto sectario, con suníes (el grupo musulmán mayoritario) y alauíes (la minoría musulmana chií a la que pertenece el clan de los El Asad) enfrentados, especialmente en Homs.
La oposición está cada vez mejor armada y el ejército irregular formado por desertores emprende acciones crecientemente audaces y sangrientas. Y, a la vez que se hace fuerte, la oposición se divide: la cuestión de pedir o no la intervención extranjera impide el consenso entre los grupos que luchan contra el régimen.
Ya no se percibe como imposible una guerra civil a múltiples bandas como la de Líbano en los años 70 o la actual en Irak. Arabia Saudí y sus aliados del Consejo de Cooperación del Golfo quieren que el Consejo de Seguridad de la ONU asuma la iniciativa y abra la posibilidad de una intervención militar extranjera. Esa es la posición adoptada por el Consejo Nacional Sirio (CNS), un organismo compuesto mayoritariamente por exiliados que se ofrece como Gobierno alternativo al de Bachar el Asad. Libia ya ha reconocido al CNS como legítimo Gobierno de Siria, y Arabia Saudí y sus aliados podrían hacer lo mismo en los próximos días. El CNS respalda los ataques lanzados por el ejército de la Siria libre, formado con desertores y civiles armados.
El Cuerpo Nacional de Coordinación, otra plataforma opositora, rechaza por el contrario toda opción de intervención extranjera y exige al ejército de la Siria libre que se limite a proteger manifestaciones, sin lanzar ataques ni conquistar territorio. La mayoría de los activistas locales que organizan las protestas populares están del lado del Cuerpo Nacional y no quieren ver soldados extranjeros en su país. Los sondeos indican que una gran mayoría de la población siria, en la que se incluye un buen porcentaje de opositores, está en contra de cualquier tipo de invasión patrocinada por la ONU.
Los periodistas extranjeros en Damasco han comprobado que en los suburbios de Duma y Sakba, muy cercanos a la capital, milicianos de la oposición mantienen puestos de control y se mueven con plena libertad. La expansión de los grupos armados, a los que el Gobierno de Bachar el Asad acusa desde el principio de ser responsables de la violencia, agudiza el desorden y en la práctica reduce las “zonas seguras” del país a los centros urbanos de Damasco y Alepo.
La inseguridad afecta a ciudadanos de Irán que peregrinan a los santuarios chiíes de Siria. Varios de ellos han sido secuestrados por grupos opositores y acusados de espionaje, por la estrecha alianza que el Gobierno iraní mantiene con el de Bachar el Asad.
Uno de los indicios más claros sobre la precariedad de la situación siria es el abandono del país por parte de Jaled Meshal, máximo dirigente político de Hamás, la milicia islamista palestina que durante los últimos años ha mantenido su sede en Damasco. Meshal ha dejado la sede de Damasco “abierta pero vacía”, según fuentes de Hamás, y en adelante vivirá entre Catar (cuyo Gobierno es uno de los principales enemigos de Bachar el Asad) y Egipto. El grueso de la infraestructura de Hamás ha sido trasladado ya a El Cairo.
La oposición está cada vez mejor armada y el ejército irregular formado por desertores emprende acciones crecientemente audaces y sangrientas. Y, a la vez que se hace fuerte, la oposición se divide: la cuestión de pedir o no la intervención extranjera impide el consenso entre los grupos que luchan contra el régimen.
Ya no se percibe como imposible una guerra civil a múltiples bandas como la de Líbano en los años 70 o la actual en Irak. Arabia Saudí y sus aliados del Consejo de Cooperación del Golfo quieren que el Consejo de Seguridad de la ONU asuma la iniciativa y abra la posibilidad de una intervención militar extranjera. Esa es la posición adoptada por el Consejo Nacional Sirio (CNS), un organismo compuesto mayoritariamente por exiliados que se ofrece como Gobierno alternativo al de Bachar el Asad. Libia ya ha reconocido al CNS como legítimo Gobierno de Siria, y Arabia Saudí y sus aliados podrían hacer lo mismo en los próximos días. El CNS respalda los ataques lanzados por el ejército de la Siria libre, formado con desertores y civiles armados.
El Cuerpo Nacional de Coordinación, otra plataforma opositora, rechaza por el contrario toda opción de intervención extranjera y exige al ejército de la Siria libre que se limite a proteger manifestaciones, sin lanzar ataques ni conquistar territorio. La mayoría de los activistas locales que organizan las protestas populares están del lado del Cuerpo Nacional y no quieren ver soldados extranjeros en su país. Los sondeos indican que una gran mayoría de la población siria, en la que se incluye un buen porcentaje de opositores, está en contra de cualquier tipo de invasión patrocinada por la ONU.
Los periodistas extranjeros en Damasco han comprobado que en los suburbios de Duma y Sakba, muy cercanos a la capital, milicianos de la oposición mantienen puestos de control y se mueven con plena libertad. La expansión de los grupos armados, a los que el Gobierno de Bachar el Asad acusa desde el principio de ser responsables de la violencia, agudiza el desorden y en la práctica reduce las “zonas seguras” del país a los centros urbanos de Damasco y Alepo.
La inseguridad afecta a ciudadanos de Irán que peregrinan a los santuarios chiíes de Siria. Varios de ellos han sido secuestrados por grupos opositores y acusados de espionaje, por la estrecha alianza que el Gobierno iraní mantiene con el de Bachar el Asad.
Uno de los indicios más claros sobre la precariedad de la situación siria es el abandono del país por parte de Jaled Meshal, máximo dirigente político de Hamás, la milicia islamista palestina que durante los últimos años ha mantenido su sede en Damasco. Meshal ha dejado la sede de Damasco “abierta pero vacía”, según fuentes de Hamás, y en adelante vivirá entre Catar (cuyo Gobierno es uno de los principales enemigos de Bachar el Asad) y Egipto. El grueso de la infraestructura de Hamás ha sido trasladado ya a El Cairo.