Václav Havel, el intelectual disidente que presidió Checoslovaquia
El escritor y líder de la Revolución de Terciopelo fallece en Praga a los 75 años
Praga, El País
Cuando Václav Havel (Praga, 1936) fue elegido presidente de Checoslovaquia por la Asamblea Federal el 29 de diciembre de 1989, el dramaturgo y ensayista afrontó una terrible contradicción. Habían transcurrido apenas dos meses desde la caída del muro de Berlín y la Europa central y oriental, de obediencia comunista, estallaba en manifestaciones y protestas camino de la libertad. De esta forma, los movimientos cívicos, que habían configurado la oposición más activa contra las dictaduras comunistas, se convirtieron en la vanguardia de los cambios democráticos. Así las cosas, algunos líderes de la disidencia se vieron obligados a asumir el poder. El caso más sobresaliente fue el de Havel que pasó de postular que la revolución democrática debía impulsarse desde la sociedad civil, más que desde el propio Estado, a convertirse en la máxima autoridad de Checoslovaquia.
Pocos ejemplos se han dado en la historia contemporánea de Europa de escritores que hayan alcanzado, sin haberlo pretendido, las cimas del poder. Esta circunstancia ha coincidido siempre con periodos revolucionarios, de aceleración histórica, que aupan a las jefaturas del Estado o del Gobierno a figuras populares que cuentan con el aval de su talla moral y de su trayectoria intelectual.
En España tuvimos el caso de Manuel Azaña que llegó a ser ministro y más tarde primer ministro y presidente de la República procedente de las filas de la cultura antimonárquicas y democrática. En estos personajes, con sus aciertos y sus errores, siempre primó más la ética que la política y antepusieron sus principios morales a los vaivenes del partidismo y el oportunismo. Precisamente esas contradicciones fueron las que sufrió Havel, de un modo u otro, durante sus 13 años al frente de Checoslovaquia.
En septiembre de 2008, en una entrevista concedida a este diario en Praga, el político e intelectual respondió así a la pregunta de si se arrepentía de haber aceptado ser presidente de Checoslovaquia. “Es difícil contestar a esa cuestión”, manifestó a este periodista, “porque tuve que renunciar a muchas cosas al dar el paso a la política. Fue, sin duda alguna, un sacrificio para mí. Ahora bien, reconozco que también significó un regalo del destino porque pude influir en algunos acontecimientos fundamentales para mi país y para Europa. Al mismo tiempo, conocí a personalidades que nunca hubiera podido tratar”.
Desde el despacho de su fundación en la capital checa, un amable pero sobrio Havel definió en estos términos cuál debía ser el papel del intelectual. “Creo que un intelectual”, señaló, “tiene más responsabilidad frente a la sociedad que otras personas. Desde luego, la voz de un intelectual es importante y los políticos deberían escuchar más a los intelectuales porque una reflexión radical resulta muy necesaria para aspirar a un mundo mejor”.
Nacido en el seno de una familia de la burguesía (su padre fue empresario y su abuelo materno había sido un famoso diplomático y periodista) el joven Václav tuvo problemas para cursar estudios en la etapa comunista. Finalmente, pudo matricularse en la facultad de Económicas de Praga y en 1964 contrajo matrimonio con Olga Splichalova, una mujer de origen obrero. En cualquier caso, la vocación cultural de Havel estaba clara y resolvió dedicarse al teatro tras estudiar Arte Dramático por correspondencia.
A comienzos de los años sesenta con las piezas teatrales La fiesta del jardín y El memorando, el dramatugo checo se convierte en una revelación tanto en su país como en el extranjero. En 1968 esta segunda obra se representa en Nueva York, lo que concede a Havel una notable proyección en todo el mundo.
Mientras su obra teatral goza de reconocimiento en el extranjero, sus piezas son prohibidas en Checoslovaquia y el régimen comunista impide la salida de Havel a otros países. En paralelo a su labor intelectual, aumenta su compromiso político, especialmente a partir de su implicación en la llamada primavera de Praga, el experimento de socialismo democrático que fue sofocado por los tanques soviéticos y que marcó a toda una generación de demócratas en los países del Este. La represión posterior obligó a Havel a trabajar en una cervecería, una etapa que reflejó más tarde en su obra Audiencia.
En las décadas de los setenta y de los ochenta, Havel fue condenado en diversas ocasiones por el régimen comunista y pasó largas temporadas en prisión. Su estancia más larga en la cárcel se prolongó desde 1979 hasta 1984 y está descrita en un ensayo titulado Cartas para Olga, su esposa en aquellas fechas. Al margen de su dramaturgia, Havel escribió ensayos a lo largo de toda su vida y analizó, sobre todo, la cotidianidad de la vida bajo una dictadura y las reacciones morales y políticas que provocaba en la sociedad.
Admirador de los grandes líderes de la resistencia pacífica, como Gandhi o Martin Luther King, el escritor checo pasó a ser un referente intelectual para la resistencia contra el comunismo. La crisis del bloque del Este, que se concretó en la perestroika impulsada en la URSS por el presidente Mijaíl Gorbachov y que culminó con la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, aupó a los dirigentes de la sociedad que, como Havel, habían encabezado la lucha anticomunista.
Líder del Foro Cívico, fue elegido presidente de Checoslovaquia en los últimos días de aquel año que cambió el mundo. Tras un breve paréntesis, por su desacuerdo con la separación pacífica de la República Checa y de Eslovaquia en 1993, Havel ostentó la presidencia checa hasta el año 2003.
No estuvo exenta de polémica su larga presidencia por la citada oposición a la partición del país o por la amnistía general que decretó poco después de llegar al poder. Sin embargo, su autoridad moral se mantuvo prácticamente intacta y su talante integrador, europeísta y culto abrió a la República Checa al mundo democrático. Casado en 1997 con la actriz Dagmar Veskrnova —tras la muerte de su primera esposa el año anterior— Havel dedicó sus últimos años a dirigir una fundación cultural en Praga y a publicar sus memorias que fueron publicadas en España en 2007 con el título de Sea breve, por favor (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores). Todavía volvió a disfrutar del éxito en las tablas escénicas al estrenar una obra de significativo título, Retirándose. No obstante, la memoria de Václav Havel nunca se retirará del recuerdo de Europa.
Praga, El País
Cuando Václav Havel (Praga, 1936) fue elegido presidente de Checoslovaquia por la Asamblea Federal el 29 de diciembre de 1989, el dramaturgo y ensayista afrontó una terrible contradicción. Habían transcurrido apenas dos meses desde la caída del muro de Berlín y la Europa central y oriental, de obediencia comunista, estallaba en manifestaciones y protestas camino de la libertad. De esta forma, los movimientos cívicos, que habían configurado la oposición más activa contra las dictaduras comunistas, se convirtieron en la vanguardia de los cambios democráticos. Así las cosas, algunos líderes de la disidencia se vieron obligados a asumir el poder. El caso más sobresaliente fue el de Havel que pasó de postular que la revolución democrática debía impulsarse desde la sociedad civil, más que desde el propio Estado, a convertirse en la máxima autoridad de Checoslovaquia.
Pocos ejemplos se han dado en la historia contemporánea de Europa de escritores que hayan alcanzado, sin haberlo pretendido, las cimas del poder. Esta circunstancia ha coincidido siempre con periodos revolucionarios, de aceleración histórica, que aupan a las jefaturas del Estado o del Gobierno a figuras populares que cuentan con el aval de su talla moral y de su trayectoria intelectual.
En España tuvimos el caso de Manuel Azaña que llegó a ser ministro y más tarde primer ministro y presidente de la República procedente de las filas de la cultura antimonárquicas y democrática. En estos personajes, con sus aciertos y sus errores, siempre primó más la ética que la política y antepusieron sus principios morales a los vaivenes del partidismo y el oportunismo. Precisamente esas contradicciones fueron las que sufrió Havel, de un modo u otro, durante sus 13 años al frente de Checoslovaquia.
En septiembre de 2008, en una entrevista concedida a este diario en Praga, el político e intelectual respondió así a la pregunta de si se arrepentía de haber aceptado ser presidente de Checoslovaquia. “Es difícil contestar a esa cuestión”, manifestó a este periodista, “porque tuve que renunciar a muchas cosas al dar el paso a la política. Fue, sin duda alguna, un sacrificio para mí. Ahora bien, reconozco que también significó un regalo del destino porque pude influir en algunos acontecimientos fundamentales para mi país y para Europa. Al mismo tiempo, conocí a personalidades que nunca hubiera podido tratar”.
Desde el despacho de su fundación en la capital checa, un amable pero sobrio Havel definió en estos términos cuál debía ser el papel del intelectual. “Creo que un intelectual”, señaló, “tiene más responsabilidad frente a la sociedad que otras personas. Desde luego, la voz de un intelectual es importante y los políticos deberían escuchar más a los intelectuales porque una reflexión radical resulta muy necesaria para aspirar a un mundo mejor”.
Nacido en el seno de una familia de la burguesía (su padre fue empresario y su abuelo materno había sido un famoso diplomático y periodista) el joven Václav tuvo problemas para cursar estudios en la etapa comunista. Finalmente, pudo matricularse en la facultad de Económicas de Praga y en 1964 contrajo matrimonio con Olga Splichalova, una mujer de origen obrero. En cualquier caso, la vocación cultural de Havel estaba clara y resolvió dedicarse al teatro tras estudiar Arte Dramático por correspondencia.
A comienzos de los años sesenta con las piezas teatrales La fiesta del jardín y El memorando, el dramatugo checo se convierte en una revelación tanto en su país como en el extranjero. En 1968 esta segunda obra se representa en Nueva York, lo que concede a Havel una notable proyección en todo el mundo.
Mientras su obra teatral goza de reconocimiento en el extranjero, sus piezas son prohibidas en Checoslovaquia y el régimen comunista impide la salida de Havel a otros países. En paralelo a su labor intelectual, aumenta su compromiso político, especialmente a partir de su implicación en la llamada primavera de Praga, el experimento de socialismo democrático que fue sofocado por los tanques soviéticos y que marcó a toda una generación de demócratas en los países del Este. La represión posterior obligó a Havel a trabajar en una cervecería, una etapa que reflejó más tarde en su obra Audiencia.
En las décadas de los setenta y de los ochenta, Havel fue condenado en diversas ocasiones por el régimen comunista y pasó largas temporadas en prisión. Su estancia más larga en la cárcel se prolongó desde 1979 hasta 1984 y está descrita en un ensayo titulado Cartas para Olga, su esposa en aquellas fechas. Al margen de su dramaturgia, Havel escribió ensayos a lo largo de toda su vida y analizó, sobre todo, la cotidianidad de la vida bajo una dictadura y las reacciones morales y políticas que provocaba en la sociedad.
Admirador de los grandes líderes de la resistencia pacífica, como Gandhi o Martin Luther King, el escritor checo pasó a ser un referente intelectual para la resistencia contra el comunismo. La crisis del bloque del Este, que se concretó en la perestroika impulsada en la URSS por el presidente Mijaíl Gorbachov y que culminó con la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, aupó a los dirigentes de la sociedad que, como Havel, habían encabezado la lucha anticomunista.
Líder del Foro Cívico, fue elegido presidente de Checoslovaquia en los últimos días de aquel año que cambió el mundo. Tras un breve paréntesis, por su desacuerdo con la separación pacífica de la República Checa y de Eslovaquia en 1993, Havel ostentó la presidencia checa hasta el año 2003.
No estuvo exenta de polémica su larga presidencia por la citada oposición a la partición del país o por la amnistía general que decretó poco después de llegar al poder. Sin embargo, su autoridad moral se mantuvo prácticamente intacta y su talante integrador, europeísta y culto abrió a la República Checa al mundo democrático. Casado en 1997 con la actriz Dagmar Veskrnova —tras la muerte de su primera esposa el año anterior— Havel dedicó sus últimos años a dirigir una fundación cultural en Praga y a publicar sus memorias que fueron publicadas en España en 2007 con el título de Sea breve, por favor (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores). Todavía volvió a disfrutar del éxito en las tablas escénicas al estrenar una obra de significativo título, Retirándose. No obstante, la memoria de Václav Havel nunca se retirará del recuerdo de Europa.