Rajoy gana tiempo y logra el entusiasmo del PP con la parte épica de su discurso
Las medidas más duras quedan para más adelante, tal vez tras las andaluzas
Madrid, El País
A Mariano Rajoy no le van las prisas. Él, según le definen los suyos, es un motor de combustión diésel. Esto es, va poco a poco para llegar lejos. Ni siquiera con 185 diputados a su disposición, la oposición hundida y el país preparado psicológicamente para sus medidas, según las encuestas, está dispuesto Rajoy a dejar de ser fiel a sí mismo. A él le gustan las cosas por partes. Y ayer demostró que su entrada en el poder va a ser paulatina. Sobre todo en lo que se refiere a las medidas más impopulares. El futuro presidente anunció una catarata de reformas sin concretar demasiado, y algunas medidas concretas, pero prácticamente ninguna de ellas impopular. El detalle de los recortes queda para más adelante.
Varios diputados veteranos, entusiasmados como casi toda la bancada popular por el tono épico y patriótico de su discurso inicial, explicaban ayer los motivos políticos de este comportamiento. Encontraban tres motivos políticos clave para dejar para marzo, con los nuevos Presupuestos, los anuncios más impopulares.
Primero, y no menor, las elecciones andaluzas. Están previstas para mediados de marzo. Y el único argumento posible del PSOE, que tiene todas las de perder, es la protesta social que provocaría esos recortes de Rajoy. Javier Arenas, tal vez el dirigente más influyente del PP, tiene especial interés en que España no se incendie antes de las andaluzas. “Ellos, los de la Junta andaluza, también juegan con su Presupuesto, es lógico que nosotros anunciemos que subimos las pensiones, los pensionistas se lo merecen pero además tenemos unas elecciones a la vista”, admitía un veterano. Ahí estaría la respuesta a la pregunta de Alfredo Pérez Rubalcaba: “Cuándo nos va a traer las malas noticias, ¿señor Rajoy?”. Será después de las andaluzas.
El futuro presidente, empeñado en ofrecer su lado más amable, incluso dijo que mejorará la dependencia, aunque en campaña la puso en cuestión, y evitó decir absolutamente nada del sueldo de los funcionarios, que debe decidir el 30 de diciembre. En su entorno aseguran que lo congelará, pero no lo volverá a bajar.
Otros diputados pensaban que este, el de las andaluzas, no es siquiera el motivo principal. Hay otro, más de fondo, insistían, para retrasar el asunto de las grandes decisiones de recortes. “Rajoy aún tendrá que negociar su plan con Europa. Tendrá que ver los números del déficit y del crecimiento previsto, saber cómo ha ido el último trimestre de 2011, que todo el mundo dice que ha ido fatal. Es absurdo empezar a anunciar ya los tajos si no conoces su volumen”, señalaba otro. Este segundo argumento es el más parecido a la explicación oficial que dio Rajoy de ese plazo para tomar las decisiones clave. Dijo que primero esperará a que Bruselas determine en enero las previsiones de crecimiento para España. Después fijará un techo de gasto. Más tarde llegará el dato del déficit de 2011, y solo entonces empezarán los cálculos de los recortes. Esto es, los Presupuestos estarán antes del 31 de marzo.
Las cifras que pueden bailar ponen en cuestión todo el plan de Rajoy. Primero dijo que recortará 16.500 millones en 2012. Pero después aclaró: “Un punto más de déficit en 2011 [muchos en el PP lo dan por seguro] supondría 10.000 millones más de recorte”.
La tercera explicación para esa decisión de Rajoy de dejar las malas, o mejor las peores noticias para más adelante, tiene que ver con su propio estilo político, según el análisis de varios diputados. Rajoy es muy distinto a Zapatero en algunas cuestiones. Él siempre trata de aprender de los errores de sus rivales. Es un especialista en aprovechar en su beneficio los fallos del oponente. Siempre prefiere esperar a que los cometa su rival antes que mover él sus fichas. Y de Zapatero ha aprendido una cosa muy clara: hacer un Gobierno en el que el presidente asume todo el coste político de las medidas con su hiperpresencia en todas las decisiones, sobre todo a la hora de explicarlas, es demoledor en una crisis económica porque machaca la imagen del jefe del Gobierno a toda velocidad. Rajoy es consciente de que corre un riesgo enorme de quemarse muy rápidamente. Y quiere minimizarlo dejando que sean otros los policías malos del Gobierno. Para eso tendrá un ministro de Hacienda, que será quien anuncie los recortes. “Para qué se va a poner Rajoy ahora a asumir los costes de explicar una reforma laboral y enfrentarse a los sindicatos, para eso ya tendrá un ministro de Trabajo. Él se va a quedar para los grandes discursos, y los ministros, que se quemen, que para eso están, a ellos se los puede cambiar y al presidente no, ese fue un error clave de Zapatero”, analizaba un diputado popular.
Además, el futuro presidente quiere repartir en lo posible esos costes políticos de las decisiones fuera de su partido. Por eso pide y ofrece acuerdos a todos, tiene buenas palabras incluso para IU —quién podría pensar que el hemiciclo escucharía a Rajoy decir que hay cosas en las que está de acuerdo con Cayo Lara—, busca al menos la abstención de CiU, PNV y Coalición Canaria, acepta todas las ofertas de pactos del PSOE, y se enfada cuando le acusan de recortar derechos. “Yo no he atentado contra el derecho de ningún trabajador. No he anunciado nada en ese sentido”, le contestó airado a Joan Coscubiela (ICV) al hablar de la reforma laboral.
Rajoy llegó al Congreso con la intención de ofrecer su lado más amable, y con su gran experiencia parlamentaria y sobre todo su enorme capacidad para no mojarse —se lo reprochó varias veces Josep Antoni Duran, de CiU— evitó todos los charcos en los que trataban de meterle los dirigentes de la oposición.
Todos trataban de sacar lo que Rajoy debe tener ya en la cabeza, esto es las decisiones más impopulares que tendrá que tomar en los próximos meses. Pero su capacidad de resistencia es infinita. Y solo Alfredo Pérez Rubalcaba, el que más insistió con sus preguntas, logró sacarle que no va a cambiar la ley que llevó la edad de jubilación a los 67 años. El PP votó en contra hace pocos meses, pero el futuro presidente argumentó ayer que va a mantener la edad de jubilación en 67 años porque se ve obligado a cumplir los compromisos internacionales que adquirió “el reino de España”. Esto es porque este asunto lo pactó el anterior Gobierno con Bruselas. Rajoy no tiene intenciones de deshacer las decisiones más impopulares del PSOE que tanto criticó. Pero sí parece que va a esperar un poco más para anunciar las suyas. Cuanto más tiempo tarde en empezar a quemarse, mejor. O eso parece haber pensado.
Madrid, El País
A Mariano Rajoy no le van las prisas. Él, según le definen los suyos, es un motor de combustión diésel. Esto es, va poco a poco para llegar lejos. Ni siquiera con 185 diputados a su disposición, la oposición hundida y el país preparado psicológicamente para sus medidas, según las encuestas, está dispuesto Rajoy a dejar de ser fiel a sí mismo. A él le gustan las cosas por partes. Y ayer demostró que su entrada en el poder va a ser paulatina. Sobre todo en lo que se refiere a las medidas más impopulares. El futuro presidente anunció una catarata de reformas sin concretar demasiado, y algunas medidas concretas, pero prácticamente ninguna de ellas impopular. El detalle de los recortes queda para más adelante.
Varios diputados veteranos, entusiasmados como casi toda la bancada popular por el tono épico y patriótico de su discurso inicial, explicaban ayer los motivos políticos de este comportamiento. Encontraban tres motivos políticos clave para dejar para marzo, con los nuevos Presupuestos, los anuncios más impopulares.
Primero, y no menor, las elecciones andaluzas. Están previstas para mediados de marzo. Y el único argumento posible del PSOE, que tiene todas las de perder, es la protesta social que provocaría esos recortes de Rajoy. Javier Arenas, tal vez el dirigente más influyente del PP, tiene especial interés en que España no se incendie antes de las andaluzas. “Ellos, los de la Junta andaluza, también juegan con su Presupuesto, es lógico que nosotros anunciemos que subimos las pensiones, los pensionistas se lo merecen pero además tenemos unas elecciones a la vista”, admitía un veterano. Ahí estaría la respuesta a la pregunta de Alfredo Pérez Rubalcaba: “Cuándo nos va a traer las malas noticias, ¿señor Rajoy?”. Será después de las andaluzas.
El futuro presidente, empeñado en ofrecer su lado más amable, incluso dijo que mejorará la dependencia, aunque en campaña la puso en cuestión, y evitó decir absolutamente nada del sueldo de los funcionarios, que debe decidir el 30 de diciembre. En su entorno aseguran que lo congelará, pero no lo volverá a bajar.
Otros diputados pensaban que este, el de las andaluzas, no es siquiera el motivo principal. Hay otro, más de fondo, insistían, para retrasar el asunto de las grandes decisiones de recortes. “Rajoy aún tendrá que negociar su plan con Europa. Tendrá que ver los números del déficit y del crecimiento previsto, saber cómo ha ido el último trimestre de 2011, que todo el mundo dice que ha ido fatal. Es absurdo empezar a anunciar ya los tajos si no conoces su volumen”, señalaba otro. Este segundo argumento es el más parecido a la explicación oficial que dio Rajoy de ese plazo para tomar las decisiones clave. Dijo que primero esperará a que Bruselas determine en enero las previsiones de crecimiento para España. Después fijará un techo de gasto. Más tarde llegará el dato del déficit de 2011, y solo entonces empezarán los cálculos de los recortes. Esto es, los Presupuestos estarán antes del 31 de marzo.
Las cifras que pueden bailar ponen en cuestión todo el plan de Rajoy. Primero dijo que recortará 16.500 millones en 2012. Pero después aclaró: “Un punto más de déficit en 2011 [muchos en el PP lo dan por seguro] supondría 10.000 millones más de recorte”.
La tercera explicación para esa decisión de Rajoy de dejar las malas, o mejor las peores noticias para más adelante, tiene que ver con su propio estilo político, según el análisis de varios diputados. Rajoy es muy distinto a Zapatero en algunas cuestiones. Él siempre trata de aprender de los errores de sus rivales. Es un especialista en aprovechar en su beneficio los fallos del oponente. Siempre prefiere esperar a que los cometa su rival antes que mover él sus fichas. Y de Zapatero ha aprendido una cosa muy clara: hacer un Gobierno en el que el presidente asume todo el coste político de las medidas con su hiperpresencia en todas las decisiones, sobre todo a la hora de explicarlas, es demoledor en una crisis económica porque machaca la imagen del jefe del Gobierno a toda velocidad. Rajoy es consciente de que corre un riesgo enorme de quemarse muy rápidamente. Y quiere minimizarlo dejando que sean otros los policías malos del Gobierno. Para eso tendrá un ministro de Hacienda, que será quien anuncie los recortes. “Para qué se va a poner Rajoy ahora a asumir los costes de explicar una reforma laboral y enfrentarse a los sindicatos, para eso ya tendrá un ministro de Trabajo. Él se va a quedar para los grandes discursos, y los ministros, que se quemen, que para eso están, a ellos se los puede cambiar y al presidente no, ese fue un error clave de Zapatero”, analizaba un diputado popular.
Además, el futuro presidente quiere repartir en lo posible esos costes políticos de las decisiones fuera de su partido. Por eso pide y ofrece acuerdos a todos, tiene buenas palabras incluso para IU —quién podría pensar que el hemiciclo escucharía a Rajoy decir que hay cosas en las que está de acuerdo con Cayo Lara—, busca al menos la abstención de CiU, PNV y Coalición Canaria, acepta todas las ofertas de pactos del PSOE, y se enfada cuando le acusan de recortar derechos. “Yo no he atentado contra el derecho de ningún trabajador. No he anunciado nada en ese sentido”, le contestó airado a Joan Coscubiela (ICV) al hablar de la reforma laboral.
Rajoy llegó al Congreso con la intención de ofrecer su lado más amable, y con su gran experiencia parlamentaria y sobre todo su enorme capacidad para no mojarse —se lo reprochó varias veces Josep Antoni Duran, de CiU— evitó todos los charcos en los que trataban de meterle los dirigentes de la oposición.
Todos trataban de sacar lo que Rajoy debe tener ya en la cabeza, esto es las decisiones más impopulares que tendrá que tomar en los próximos meses. Pero su capacidad de resistencia es infinita. Y solo Alfredo Pérez Rubalcaba, el que más insistió con sus preguntas, logró sacarle que no va a cambiar la ley que llevó la edad de jubilación a los 67 años. El PP votó en contra hace pocos meses, pero el futuro presidente argumentó ayer que va a mantener la edad de jubilación en 67 años porque se ve obligado a cumplir los compromisos internacionales que adquirió “el reino de España”. Esto es porque este asunto lo pactó el anterior Gobierno con Bruselas. Rajoy no tiene intenciones de deshacer las decisiones más impopulares del PSOE que tanto criticó. Pero sí parece que va a esperar un poco más para anunciar las suyas. Cuanto más tiempo tarde en empezar a quemarse, mejor. O eso parece haber pensado.