Paradojas, dudas y peligros de un acuerdo histórico para Europa
El pacto puede aprobarse rápidamente, pero también alentar varias velocidades
Bruselas, El País
Los optimistas afirman que el acuerdo intergubernamental a 17 + x sellado al alba del 9 de diciembre en la gélida Bruselas es un paso histórico para reforzar la unión política y fiscal de la zona euro. El veto de Londres, según explicó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ofrece una gran ventaja en este momento dramático, ya que permitirá una aprobación más rápida del pacto, que debería estar listo en marzo o quizá antes. La fórmula elegida no obligaría a los países firmantes a aprobarlo en referéndum (salvo quizá a la purista Irlanda), y limita las cesiones de soberanía animando a países reticentes (como la misma Francia). Todo ello, resumen los optimistas, despeja del camino la amenaza de refrendos capaces de cargarse de un golpe el proyecto, como pasó en 2005 con la Constitución europea.
Pero la solución intergubernamental, deseada por Francia y admitida por Alemania como un plan b que tiene la ventaja de dejar a Londres como el malo de la película, está lejos de ser un camino de vino y rosas. Según los escépticos y los pesimistas, la propuesta aprobada presenta paradojas políticas y debilidades jurídicas que pueden hacer sudar tinta durante meses a los estresados líderes y abogados de Bruselas.
Viendo el vaso medio lleno, si el Gobierno irlandés somete el acuerdo a consulta popular y la pierde, se quedaría fuera del club, pero eso no frenaría la integración de los demás. Igualmente, si Nicolas Sarkozy perdiera las presidenciales en abril / mayo, y su sucesor (pongamos François Hollande, por no poner Marine Le Pen) decide que el acuerdo no le gusta y se niega a incluir esa “regla de oro” en la Constitución, los demás países podrían seguir libremente su camino…
Pero, viendo el vaso medio vacío, si Irlanda no firmase y no siguiera a los demás, y si Francia se apeara y fuese por libre, ¿habrían servido realmente para algo la voltereta lateral y la dramática ruptura con Londres?
El peor escenario posible es que Londres bloquee el proyecto en los tribunales
Ahí está una de las trampas del inédito escenario, alertan los eurófobos, sugiriendo que el acuerdo podría abrir un amplio menú de velocidades (¿dos, tres, siete?): los ortodoxos como España y Alemania; los tibios como República Checa o Suecia, los que anhelan entrar lo antes posible al club, como Polonia…
El compromiso es voluntarista pero improbable, dicen otros, recordando que los que lo apoyan, en realidad no apoyan un pimiento. Valga como ejemplo Dinamarca, que se sumó a la causa del rigor para todos. Un portavoz reconocía la noche de la cumbre que si su país convocara un referéndum sobre el euro, “lo perdería con el 70% de los votos”…
Pero el principal reto es encajar a las instituciones europeas en la nueva voluntad política de avanzar juntos. El diseño a 17 + x requiere un “nuevo marco jurídico” que dé certidumbre legal al proyecto y haga creíble la promesa de austeridad del directorio franco-alemán, históricamente campeón del incumplimiento del Pacto de Estabilidad. El acuerdo prevé estrecha vigilancia y llamadas al orden de la Comisión, sanciones semiautomáticas —salvo decisión del 85%—, y derecho de veto del Tribunal Europeo a las reglas de oro. Sin eso, ¿qué quedaría? Si no hay un árbitro que silbe y son los jugadores quienes pitan, ¿qué tipo de disciplina es esa?
El peor escenario es un bloqueo británico: un proceso legal contra el Europlus-plus (o la “Europa menos uno”, como titulaba ayer The New York Times). El primer ministro británico, David Cameron, sugirió en reuniones privadas, según Financial Times, que estudia recurrir a los tribunales “el tratado dentro de otro tratado” porque pondría a la Comisión y al Tribunal a “servir a dos señores a la vez [la UE y el nuevo grupo]”. Pero el eje Bruselas-París-Berlín confía en que, antes de ese cañonazo, Mister Veto escuchará la opinión de Washington.
Bruselas, El País
Los optimistas afirman que el acuerdo intergubernamental a 17 + x sellado al alba del 9 de diciembre en la gélida Bruselas es un paso histórico para reforzar la unión política y fiscal de la zona euro. El veto de Londres, según explicó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ofrece una gran ventaja en este momento dramático, ya que permitirá una aprobación más rápida del pacto, que debería estar listo en marzo o quizá antes. La fórmula elegida no obligaría a los países firmantes a aprobarlo en referéndum (salvo quizá a la purista Irlanda), y limita las cesiones de soberanía animando a países reticentes (como la misma Francia). Todo ello, resumen los optimistas, despeja del camino la amenaza de refrendos capaces de cargarse de un golpe el proyecto, como pasó en 2005 con la Constitución europea.
Pero la solución intergubernamental, deseada por Francia y admitida por Alemania como un plan b que tiene la ventaja de dejar a Londres como el malo de la película, está lejos de ser un camino de vino y rosas. Según los escépticos y los pesimistas, la propuesta aprobada presenta paradojas políticas y debilidades jurídicas que pueden hacer sudar tinta durante meses a los estresados líderes y abogados de Bruselas.
Viendo el vaso medio lleno, si el Gobierno irlandés somete el acuerdo a consulta popular y la pierde, se quedaría fuera del club, pero eso no frenaría la integración de los demás. Igualmente, si Nicolas Sarkozy perdiera las presidenciales en abril / mayo, y su sucesor (pongamos François Hollande, por no poner Marine Le Pen) decide que el acuerdo no le gusta y se niega a incluir esa “regla de oro” en la Constitución, los demás países podrían seguir libremente su camino…
Pero, viendo el vaso medio vacío, si Irlanda no firmase y no siguiera a los demás, y si Francia se apeara y fuese por libre, ¿habrían servido realmente para algo la voltereta lateral y la dramática ruptura con Londres?
El peor escenario posible es que Londres bloquee el proyecto en los tribunales
Ahí está una de las trampas del inédito escenario, alertan los eurófobos, sugiriendo que el acuerdo podría abrir un amplio menú de velocidades (¿dos, tres, siete?): los ortodoxos como España y Alemania; los tibios como República Checa o Suecia, los que anhelan entrar lo antes posible al club, como Polonia…
El compromiso es voluntarista pero improbable, dicen otros, recordando que los que lo apoyan, en realidad no apoyan un pimiento. Valga como ejemplo Dinamarca, que se sumó a la causa del rigor para todos. Un portavoz reconocía la noche de la cumbre que si su país convocara un referéndum sobre el euro, “lo perdería con el 70% de los votos”…
Pero el principal reto es encajar a las instituciones europeas en la nueva voluntad política de avanzar juntos. El diseño a 17 + x requiere un “nuevo marco jurídico” que dé certidumbre legal al proyecto y haga creíble la promesa de austeridad del directorio franco-alemán, históricamente campeón del incumplimiento del Pacto de Estabilidad. El acuerdo prevé estrecha vigilancia y llamadas al orden de la Comisión, sanciones semiautomáticas —salvo decisión del 85%—, y derecho de veto del Tribunal Europeo a las reglas de oro. Sin eso, ¿qué quedaría? Si no hay un árbitro que silbe y son los jugadores quienes pitan, ¿qué tipo de disciplina es esa?
El peor escenario es un bloqueo británico: un proceso legal contra el Europlus-plus (o la “Europa menos uno”, como titulaba ayer The New York Times). El primer ministro británico, David Cameron, sugirió en reuniones privadas, según Financial Times, que estudia recurrir a los tribunales “el tratado dentro de otro tratado” porque pondría a la Comisión y al Tribunal a “servir a dos señores a la vez [la UE y el nuevo grupo]”. Pero el eje Bruselas-París-Berlín confía en que, antes de ese cañonazo, Mister Veto escuchará la opinión de Washington.