Monti: "Fuera del euro solo queda el abismo y la pobreza"
El primer ministro italiano presenta el plan de ajuste de 30.000 millones de euros
Roma, El País
Mario Monti ha dedicado todo el día a explicar su decreto ley del domingo por la noche. El orden en que lo hizo –primero ante la prensa extranjera, luego ante los diputados y finalmente ante los senadores— ya arroja una pista de cuáles son sus prioridades. El nuevo primer ministro italiano necesita sacar a Italia de la crisis, pero sobre todo necesita imperiosamente que Europa y los mercados sepan que ya está haciendo aquello para lo que fue nombrado. Tiene una misión y la va a cumplir, aunque algunos diputados le monten la bronca, aunque los sindicatos ya estén preparando huelgas parciales para el próximo lunes. El tecnócrata Monti se apoya en una frase como si fuera un bastón presto a convertirse en espada: “Fuera del euro y de la casa común de la Unión Europea solo queda el abismo y la pobreza”.
Su aire de profesor y sus formas corteses, tan distintas a las de Silvio Berlusconi –cada vez más demacrado pese al maquillaje--, pueden inducir a un error de diagnóstico, pero conviene no equivocarse: Mario Monti es un tipo duro. Durante casi dos horas, ante los periodistas extranjeros acreditados en Roma, el primer ministro dejó claro que no piensa apartarse ni un milímetro de su guión: “Sin este paquete de ajuste, Italia iría en la dirección de Grecia, un país por el que tenemos gran simpatía pero en cuya situación no nos queremos ver”. Dijo más cosas durante su larga jornada, pero todas en el mismo sentido, con el mismo tono y, sobre todo, en el mismo sentido: “No hay alternativa”. O su duro reajuste, ahora, de 30.000 millones de euros u otro, más duro todavía, dentro de una semana.
El profesor, que a ratos deja escapar algunos detalles de retranca y socarronería, no da puntada sin hilo. Convencido europeísta, teme que sus paisanos culpen de “los fuertes sacrificios” por los que habrán de pasar al euro y sus derivados. Mario Monti hace todo lo posible por evitarlo, incluso haciendo ver que los italianos son en buena medida responsables de la situación actual: “Italia sanará su propia economía cuando consiga emerger las grandes áreas de economía sumergida y la evasión”. El primer ministro sabe que pincha en hueso al proponer que sus paisanos –sobre todo en algunas partes del país donde tradicionalmente funciona un poder paralelo—empiecen a hacer sus transacciones cotidianas con tarjetas de créditos y transferencias bancarias, pero aun así asegura que lo intentará. Por el momento, solo apelando al orgullo de sentirse italiano: “Es el momento de ser fieles a Italia y pensar en la salvación de la nación”.
Un plan de salvación que los sindicatos consideran equivocado o, cuanto menos, poco igualitario. El tenaz Monti fue advertido desde el principio de que si tocaba las pensiones aumentando el umbral de cotización necesaria por encima de los 40 años –cifra sagrada, infranqueable--, se las tendría que ver con los sindicatos. Aun así, lo hizo. La medida más dolorosa, tanto que hizo llorar a la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, durante su presentación, es también la que van a utilizar los sindicatos para movilizar a sus afiliados el próximo lunes, con paros que irán de las dos a las cuatro horas según la central convocante, y manifestaciones. “Vamos a pedir con fuerza”, dijo Raffaele Bonanni, el secretario general del CISL, “que se abra una negociación. Mario Monti no puede reducir a los agentes sociales a meras comparsas”. Visto lo visto, los sindicalistas están llevando mucho peor que diputados y senadores su paso forzoso a la reserva. Ahora es el momento de Monti y no piensa dejárselo arrebatar.
Roma, El País
Mario Monti ha dedicado todo el día a explicar su decreto ley del domingo por la noche. El orden en que lo hizo –primero ante la prensa extranjera, luego ante los diputados y finalmente ante los senadores— ya arroja una pista de cuáles son sus prioridades. El nuevo primer ministro italiano necesita sacar a Italia de la crisis, pero sobre todo necesita imperiosamente que Europa y los mercados sepan que ya está haciendo aquello para lo que fue nombrado. Tiene una misión y la va a cumplir, aunque algunos diputados le monten la bronca, aunque los sindicatos ya estén preparando huelgas parciales para el próximo lunes. El tecnócrata Monti se apoya en una frase como si fuera un bastón presto a convertirse en espada: “Fuera del euro y de la casa común de la Unión Europea solo queda el abismo y la pobreza”.
Su aire de profesor y sus formas corteses, tan distintas a las de Silvio Berlusconi –cada vez más demacrado pese al maquillaje--, pueden inducir a un error de diagnóstico, pero conviene no equivocarse: Mario Monti es un tipo duro. Durante casi dos horas, ante los periodistas extranjeros acreditados en Roma, el primer ministro dejó claro que no piensa apartarse ni un milímetro de su guión: “Sin este paquete de ajuste, Italia iría en la dirección de Grecia, un país por el que tenemos gran simpatía pero en cuya situación no nos queremos ver”. Dijo más cosas durante su larga jornada, pero todas en el mismo sentido, con el mismo tono y, sobre todo, en el mismo sentido: “No hay alternativa”. O su duro reajuste, ahora, de 30.000 millones de euros u otro, más duro todavía, dentro de una semana.
El profesor, que a ratos deja escapar algunos detalles de retranca y socarronería, no da puntada sin hilo. Convencido europeísta, teme que sus paisanos culpen de “los fuertes sacrificios” por los que habrán de pasar al euro y sus derivados. Mario Monti hace todo lo posible por evitarlo, incluso haciendo ver que los italianos son en buena medida responsables de la situación actual: “Italia sanará su propia economía cuando consiga emerger las grandes áreas de economía sumergida y la evasión”. El primer ministro sabe que pincha en hueso al proponer que sus paisanos –sobre todo en algunas partes del país donde tradicionalmente funciona un poder paralelo—empiecen a hacer sus transacciones cotidianas con tarjetas de créditos y transferencias bancarias, pero aun así asegura que lo intentará. Por el momento, solo apelando al orgullo de sentirse italiano: “Es el momento de ser fieles a Italia y pensar en la salvación de la nación”.
Un plan de salvación que los sindicatos consideran equivocado o, cuanto menos, poco igualitario. El tenaz Monti fue advertido desde el principio de que si tocaba las pensiones aumentando el umbral de cotización necesaria por encima de los 40 años –cifra sagrada, infranqueable--, se las tendría que ver con los sindicatos. Aun así, lo hizo. La medida más dolorosa, tanto que hizo llorar a la ministra de Trabajo, Elsa Fornero, durante su presentación, es también la que van a utilizar los sindicatos para movilizar a sus afiliados el próximo lunes, con paros que irán de las dos a las cuatro horas según la central convocante, y manifestaciones. “Vamos a pedir con fuerza”, dijo Raffaele Bonanni, el secretario general del CISL, “que se abra una negociación. Mario Monti no puede reducir a los agentes sociales a meras comparsas”. Visto lo visto, los sindicalistas están llevando mucho peor que diputados y senadores su paso forzoso a la reserva. Ahora es el momento de Monti y no piensa dejárselo arrebatar.